Una loca idea de viaje.
Era un día lunes, acababa de salir de la Universidad y, por recomendación de un amigo, había leído Notas de Viaje, libro de Ernesto Guevara, o mejor conocido como El Che.
Si bien, yo no podría ir por toda Sudamérica en una motocicleta...sí que podría hacerlo por el país. Aprovechando que ya no tendría más responsabilidad al acabar la Universidad, tuve la muy loca idea de viajar por todo Japón en motocicleta.
Cuando se lo dije a mi familia, casi se desmayan. Me preguntaron de dónde saqué tan loca idea. Al decirles que fue de un libro del Che Guevara, casi les da un infarto.
Ahorré durante un año para poder hacer ese viaje, ya que ir de polizonte o sacar provecho de las personas para poder comer no es muy de lo mío. Llevaba casi todo el dinero en una tarjeta de débito, además de tener bien guardado un efectivo por ahí para cualquier cosa.
La moto era una modelo de hace dos años, bien cuidada. Fui un poco más original y, en vez de llamarla La Poderosa II, la llame Bucéfalo, más apegado a la historia de viejos acompañantes en largas travesías, además de que lo mío era una aventura digna de Alejandro Magno, el rey de los conquistadores.
Por esa misma razón, yo preparé todo, ese día me levanté bien temprano, desayunando como era lo planeado. En la mirada de mi madre podía ver que ella esperaba que le dijera que me arrepentía y al final no iba a viajar, pero conforme me veía más decidido, pronto supo que esas palabras jamás saldrían de mi boca.
Cuando me vio cambiarme, una mano suya termino en su boca, contenía las lágrimas, aunque Japón es un país seguro, lo que más temía es que sufriera en la motocicleta un accidente que se llevara mi vida. Años de usar moto me quitaban a mí esa idea.
En la puerta de mi casa, con todo el equipaje en mi motocicleta, además de tener mi casco en las manos, sonreí tímidamente, viendo que mi madre aun guardaba las lágrimas.
-Maldita sea la hora en que leíste a ese loco.
-Los locos tienen buenas ideas.
-¡No se te ocurra decir eso! ¡Y mucho menos tratándose de ese hombre! –Ahora estaba molesta, yo reí.
-También te quiero, ma. –Reí, abrazándola, ella me regresó el abrazo de forma desesperada.
A Suguha le di un beso en la frente, también abrazándola, diciéndole que todo estaría bien, y que poco o nada había de qué preocuparse.
Cuando me subí a mi motocicleta, un sentimiento de poder se apoderó de mí. Viajaría por todo el país siguiendo las carreteras del Pacifico, llegando hasta Hokkaido para luego regresar por el Mar de Japón, por el Mar de China, acabando de regreso en el Pacifico, llegando a Tokio de nuevo.
Era iniciado julio, debía estar para septiembre, máximo octubre o ya para rematar, antes de navidad, y eso si no me daban ganas de quedarme a vivir en alguno de los lugares de Japón.
-Volveré en unas semanas, ¡No se les vaya ocurrir rentar mi cuarto mientras no estoy! –Grité.
-No, pero quizá lo use como almacén. –Se burló Suguha.
-Hum...
-Cuídate mucho, llama seguido, por favor. –Me pidió mi madre.
-Una vez al día. –Sonreí, encendiendo mi motocicleta para irme de inmediato.
Claro que, siendo la capital, demoré casi dos horas en salir, lo que me fue un calvario en toda la expresión. Aunque, una vez alcancé la carretera, definitivamente emprendí rumbó de forma apresurada, haciendo que el motor de Bucéfalo sonara, lo que, por supuesto, me alegraba mucho.
Tenía conmigo lo necesario: tienda de dormir, cobijas, ropa para el frío, para playa, entre otras cosas. Apenas eran las doce del día, así que por eso mismo no me sentía para nada preocupado, me detendría a comer en algún lugar de esos que visitas una vez en la vida, quien sabe.
Apenas iba iniciando mi viaje, llevaba unos 30 kilómetros, pero cada minuto avanzaba más y más. Nada mal para empezar esta aventura tan guevarista que sólo a mí se me ocurrió imitar en este lado del charco.
La ruta que siguieron Ernesto Guevara y Alberto Granados es ahora llamada La Ruta del Che. Si tengo suerte, ahora esta ruta que da la vuelta a Japón casi literalmente, será conocida como La ruta del Hacks locos.
De regreso a mi viaje, prontamente me encontré, a los 40 kilómetros, en la ciudad de Ichihara, donde me quedé atascado de nuevo por cosa del tráfico, apreciando en esos momentos la Bahía de Tokio, incluso la ciudad de podía ver desde ahí.
Iría a visitar a un amigo rápido para informarle de mi ida, quizá me invitaría a comer, aparte de que seguramente le interesaría que le contara qué fue lo que me hizo querer hacer semejante locura. Los detalles eran "curiosos" por no decir que cualquiera me llamaría loco por tener una idea así por leer un libro del Che, aunque no me arrepentía.
Mi amigo se llamaba Klein, así que claro que me invitó a comer en su pequeño departamento, la vista del mismo era muy linda, y tenía lo justo y necesario para poder pasar un buen rato.
-Te volviste igual de loco con leer a ese hombre, amigo. Suerte que no terminarás con deseos de hacer revoluciones en el mundo...¿verdad?
-Quién sabe. Por lo que he leído, no tendría sentido hacer una revolución aquí, y en China es imposible, primero me meten preso o me matan.
-Únicamente te puedo decir que tengas suerte, y que no hagas locuras con esto. –Klein sacó una pistola de debajo de su sillón, yo di un salto del mismo.
-¡¿Qué carajos haces con esa cosa?!
-Tengo un amigo que se junta con Yakuzas...y le pedí una por qué me parece cool. –Me respondió Klein, acomplejado.
-¡¿Y él puto loco soy yo?! –Me apunté con el dedo.
-No seas delicado. –Me dio el arma, además de una caja con balas. –Para que no te preocupes por la munición.
-No tengo permiso para llevar estas cosas, ¿qué tal si mi detienen?
-Vamos, no seas ridículo, les dices que es para defensa personal y que... ¡que la encontraste en un baño público de un barrio de mala muerte por el que rondabas!
-Es estúpido pero creíble...ok, dame esa cosa, ¿cómo es que se dispara?
-Hasta un chimpancé puede hacerlo, quitas el seguro, aprietas el gatillo y... -A Klein se le disparó el arma, yo me caí del asiento, prendiendo el radio para subirle a todo lo que daba.
-¡Eres un maldito estúpido!
-¡No creí que el gatillo estuviera tan flojo, según yo era cosa de poner mucha fuerza en los dedos!
-¡Cállate ya, ponle el seguro a esa cosa!
Salí de la habitación con un mal sabor de boca y con un arma en las manos, lo que me dejaba de parecer buena idea, pero la necesitaré si me encuentro en un barrio peligroso con la moto descompuesta.
Llegué a Tateyama para dormir, el terreno era sumamente montañoso, con lagos y un cielo sumamente hermoso, viéndose nieve en las puntas de las montañas. Ese lugar sería ideal para acampar por primer día de viaje, pues la vista era impresionante.
Bajé de Bucéfalo, empezando a armar la tienda, era de tarde, pero todo era tan tranquilo. Llevaría los primeros 120 kilómetros fácil, pero se me había hecho tan tarde debido al tráfico de las ciudades grandes, además de que me detenía un poco a ver los lugares más pintorescos, como lo fue en el propio pueblo de Tateyama, al que me daban ganas de regresar en invierno.
Lo único que medio me duele es no tener compañía, y digo "medio me duele" ya que eso es causa de problemas y problemas, como se ve en la película Diarios de motocicleta (ya que sí, vi la película y leí el libro), y siempre era pelea tras pelea entre Ernesto Guevara y Alberto Granados, de ahí que esa parte no me preocupe tanto. Aparte, en Otra vez, Ernesto Guevara viaja solo, llegando hasta Guatemala para ir a México a conocer a Fidel Castro y unirse al M-26-07.
Esa es otra historia, pues aquí el cielo es tan bello, las estrellas ya son visibles un poco, lo que me alegra bastante, aún quedan unos pocos rayos de luz que se ocultan entre las montañas, que son enormes, bellas, las nubes son pocas, algo claras por la luz de la luna.
No me preocupaba por la motocicleta ya que era solar, cargándola cuando estuviera comiendo o descansando un poco, era agotador pasarme el día manejando, y apenas llevo uno, changos.
Entré a la tienda y me quedé bien dormido, apurándome al otro día con carne seca que llevaba, lo que me fue suficiente para estar satisfecho por unas dos horas, que las aprovecharía para, primeramente, desayunar y dejar cargando la motocicleta.
Desayuné ligero, ya que ese día me tocaría hacer un recorrido de verdad, las ciudades al oeste de la prefectura Chiba no son grandes, así que hoy haré un gran viaje, yéndome de Tateyama no sin antes tomarme fotos en su castillo.
Recorriendo casi dos horas y media en Bucéfalo, aparte de un recorrido de cuatro horas que me hice en Kamogawa para ver las escuelas de artes marciales y los mundos acuáticos, era todo un espectáculo, y cada foto que tomaba era mandada a mi familia, igual pidiéndole fotos a los extraños. El punto es que llegué a Chōshi.
Aunque sé que hasta ahora la cosa ha estado aburrida, lo verdaderamente interesante fue cuando llegué a Tsukuba, apartándome un poco de la ruta original que tenía, aunque no me arrepentí en lo más mínimo.
Había una fiesta en donde pasaba, todo era una cosa impresionante, y la verdad es que había mucha gente. Tanta que, de hecho, no podía pasar con la moto, así que puse mi pie en el suelo, haciendo un gesto a mal porque me era imposible pasar por esa calle.
Sin embargo, dos muchachos me tomaron de los brazos, estaban hasta el carajo de borrachos, pero reían y reían a todo volumen.
-Oye chico, no quieres unirte a la fiesta.
-Tú di que sí, hay mucho para divertirse, camarada.
Me lo pensé un segundo entre el olor a alcohol y tabaco que provenía de esos dos hombres, aunque bueno, el viaje era para disfrutarlo.
-Estaciono mi motocicleta y me les uniré. –Dije, con una gran sonrisa, ellos celebraron prontamente.
Y eso fue justo lo que hice, estacioné mi motocicleta como pude, colocando el casco en uno de los manubrios, uniéndome a la fiesta, la que tenía música a volumen alto.
-¿Qué es lo que se festeja?
-Un amigo se casó, y es de esos que tiene como veinte mil familiares, y todos vinieron, y la novia también tiene una familia muy numerosa.
-Hace sentido. –Me alcé de hombros.
Lo interesante no era eso, sino que, en una de las esquinas vi a algo, o mejor dicho a alguien.
Era una chica sumamente hermosa, de grandes pechos, y usaba un escote que se los dejaba ver de ma-ra-vi-lla. Sus ojos eran rojos carmesí, sumamente hermosos, y su piel era blanca, el cabello le llegaba a la nuca, con dos mechones largos que le llegaban hasta casi los hombros, y su cabello era lila, también muy hermoso.
Ella estaba sola, viendo su celular, aunque en cuanto vio que la observaba, se quedó congelada durante unos dos tres o cuatro segundos, hasta que se sonrojó.
Yo tenía los ojos abiertos de la sorpresa, no me enamoré a primera vista, pero reconocía que ella era una mujer muy hermosa, y creo que hubo un "click" que nos llamó de inmediato.
Fui caminando hasta ella, arreglándome un poco el cabello, ella hizo lo propio, notándose apenada al darse cuenta que iba para allá.
-Buenas noches, señorita. –Dije, tomándola de la mano para clavarle un beso al dorso de la misma. Siempre era mejor ser cordial. –Cómo se llama usted.
-Hola, hola, señor. –Dijo, apenada, llevándose la mano que le besé al pecho. –Mi nombre es Strea. ¿Cuál es el suyo?
-Kazuto, pero puedes decirme Kirito.
¿De quién eres familiar, Kirito?
-¿Yo? De mis padres, por supuesto. –Ella sonrió tontamente. –No soy familiar de los novios, unos chicos que me vieron en mi motocicleta me dijeron que me les uniera.
-¿Motocicleta? Entonces no eres un vecino que viene a quejarse. –Se rió.
-De hecho soy de Tokio.
-¿Y qué hace alguien de Tokio hasta por acá?
-Leí sobre el viaje que hizo el Che Guevara en motocicleta por toda Sudamérica, e intento lo mismo en el país.
-Es interesante...aunque no te escucho muy bien, ¿nos apartamos unas calles?
-Por supuesto. –Dije, sonriendo. Estaba muy gustoso.
En un primer momento le conté a Strea qué era lo que buscaba en mi viaje, y era eso mismo: aventuras y una historia que contar cuando fuera anciano.
Mi espirito jovial y aventurero (modestia aparte), fue lo que más le agradó a Strea, que era como cualquier otra chica, teniendo, claro esa piel de duraznillo, un corazón de chocolate, su alma de manzana que me invita al paraíso y un par de melones porque Dios así lo quiso, lo que la hacía una mujer excepcional.
Nunca me había interesado tanto una chica, y le dije que muy probablemente partiría mañana tras dormir en algún parque público. Ella no me podría invitar a dormir ya que, de facto, vivía con sus padres.
Eso no me molestaba, comprendía sus razones de forma clara, y era entendible al fin y al cabo.
Aunque, ya sabiendo que tenía una casa de campaña, dijo que podía acampar en su patio, lo que nos hizo gracia a ambos, o, si es que su padre se ponía muy borracho, podía seguir el auto con la moto y que, una vez dormido su padre, me abriría las puertas de su casa y me dejaría ir en cuanto me levantara, ya que, muy seguramente, su padre no se levantaría hasta medio día.
Era un plan arriesgado, pero no tenía cabos sueltos.
Sus ojos me lo decían, ella me deseaba, y no negaré que yo la deseaba a ella, aunque perder la virginidad no es algo a lo que me encuentre preparado, y es seguro que ella tampoco.
De cualquier forma, estando en una de las calles aledañas, seguimos platicando.
-Hace frío. –Strea se abrazó a mí, yo sonreí, regresando el gesto.
Nos fuimos juntando de poco en poco, y naturalmente luego lo hicieron nuestros labios, siendo un beso frío, como lo era aquella noche, pero la verdad es que sí que lo disfruté.
Nos besamos durante, y sin exagerar, una media hora, ella se puso traviesa, tomándome del trasero, lo que me exaltó un poco.
-Tranquilo. Puedes tocarme también. –Se sonrojó, continuando con el beso.
Vaya que esa noche tendríamos mucho por hacer.
Lo único que interrumpieron los besos y la lujuria en nosotros dos fue una llamada a su celular. Era su tío, diciendo que su padre se había puesto...mal. No era que se caía de borracho pero definitivamente no era para manejar.
Así que ella fue, yo me paseaba por la fiesta como si nada, recibiendo algunas miradas las que eran aparadas de mi apenas fui a mi motocicleta.
<<¿Quién diría, Bucéfalo, que tú serías mi compañero, no solo de aventuras, sino también de romances>>. –Me puse el casco y seguí discretamente el auto donde iba Strea, estacionándome dos cuadras después del auto de su padre.
Pude ver, con bastante gracia, como es que ella y su tío ayudaban a su padre a caminar, aunque se notaba que él medio podía hacerlo solo. Tras unos minutos, que seguramente fue lo que lo ayudaron a subir a su cuarto, su tío salió por la puerta, metiéndose de nuevo en su auto para marcharse.
Hacía frío, así que me puse una de mis mantas de viaje entre los hombros, dándome así el calor que necesitaba. Prontamente, vi que la luz de ambos cuartos se apagaba, sintiendo un pequeño vacío.
Aun con esas, decidí esperar. De cualquier forma, el ruido del motor de Bucéfalo tiene la última palabra. A eso de cuarenta minutos después, siendo casi las dos de la mañana, vi que la luz de un cuarto se prendió dos veces seguidas, lo que me hizo sonreír.
Fui hasta la puerta, que Strea abrió lentamente, únicamente para meterme de golpe, tirándome a un sillón que había a un lado, arrojándose contra mis labios.
Nos comenzamos a quitar la ropa, sus respiraciones eran agitadas como las de un caballo, y sus manos temblaban.
-¿Eres virgen?
-E-esas cosas no se preguntan. –Se sonrojó.
-No es necesario hacerlo si no quieres. –Le tapé la boca, besándole el cuello con delicadeza y de forma cuidadosa, metiendo mis dedos debajo de su ropa interior.
Ella me apretó la pierna, algo que me dolía un poco ya que ella tenía las uñas largas. Acariciaba su intimidad, la que tenía una humedad caliente, incluso la piel abdominal de Strea se sentía como el suelo a medio día de lo caliente que estaba.
Suprimía sus gemidos al tenerle la boca tapada, me mordió un poco cuando le metí tres de mis dedos, una acción temeraria pero justa.
Ella, reaccionando como pudo, ya que las piernas y espina dorsal le temblaban como gelatina, me desabrochó el cinturón, metiendo igual su mano a mi pantalón, encontrándose con que yo ya estaba duro. Ella me arañó un poco, pero me mordí la lengua para no hacer ruidos.
Me llevé una almohada a la boca, pues el tacto de su mano con mi πενε era suave, aparte de que su otra mano me acariciaba el pecho, lo que me excitaba muchísimo. Yo le quité el sujetador con una mano, acción que no tengo idea de cómo logré, pero logré. Sin más le acaricié y lamí los botones rosas en la punta de sus senos, los que estaban bastante erectos, lo que me hacía sonreír.
Continuamos con nuestros movimientos de mano hasta que nuestros dedos se nos acalambraron. Cabe mencionar que los dos llegamos a nuestro clímax varias veces, sobre todo ella.
Estuvimos a nada de tener sexo, pero el temor a un embarazo no deseado, tomando en cuenta que solo nos veríamos esa vez, era muy complicado de concebir, así que nos quitamos esa idea a pesar de la enorme lujuria que nos quemaba por dentro.
Acabé con la mano empapada, mis dedos acalambrados, un sentimiento de incomodidad en el πενε y un dolor en el bajo abdomen que era soportable.
Usamos ese sillón para dormir, abrazados, besándonos, tocando nuestros cuerpos, fue uno de los momentos pico más extremos que he tenido hasta ahora en mi vida, y el pico más alto en el viaje, claro.
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Uy, que picarones 7u7
No se lo esperaban, cierto...La verdad es que yo tampoco :v
Según yo ya no habría más fics aparte de los que los tenía planeados hacer de Fate, pero decidí ampliar mis estudios guevaristas y me leí Notas de viaje y vi Diarios de Motocicleta y algo muy dentro de mi είναι me dijo "Has fic de esto...vamos, sabes que quieres" y yo de...chaleeeeeeeee
Decidí que fuera de Sao ya que pues hay más harem :v hay más harem y queda mejor ya que Kirito tiene su motito jsjsjs y pues ni Shirou ni el princeso de Nariyuki tienen una.
Para los que no me conozcan, soy guevarista, mexicano, con herencia literaria de Gabriel García Marquéz y de León Tolstoi, me han dicho que escribo muy buenos fics, en fin, te vas a divertir con este muy extraño fic de SAO que es una aventura en motocicleta basada en la vida del Che Guevara.
Actualizo los lunes ^^
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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