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Una hermandad que sobrepasa lo común.

A los pocos minutos de haberme ido, me detuve para secarme las lágrimas que no habían dejado de escaparse de mis ojos en lo que llevaba de viaje. Anoté en mi celular la dirección del hotel en donde Sinon trabajaba.

Lo hice por una razón bien concreta, sentí tanta empatía y un leve amor que, obligado al llamado de mi corazón, le escribiría cartas, ya que no tenía su celular ni otro modo de contactarme con ella.

Era una forma de comunicación arcaica, sí, pero era necesaria. Le pasaría la dirección de la casa de Klein, de quién sí tengo número, y le pediría a él que fotografiara las cartas que ella me mande para poder leerlas y contestarle de inmediato.

Eso lo haría en mi siguiente parada, ahora debía centrarme bien en seguir mi viaje.

Ahora mismo había atravesado ya el ferri y me encontraba en Hokkaido, mi sueño dorado, ya que eso representaba una cosa muy concreta, y era que ya estaba a mitad de mi viaje. Llevaba cerca de tres semanas viajando y poco menos de un cuarto del dinero gastado, así que incluso puedo tener guardado para cuando regrese.

Pensando en eso mismo, empezaba a acampar en media carretera o si ya era muy noche, me dormía en alguna banca pública con suficiente cobijo para pasar esa noche, teniendo en mi bolsillo la pistola que me había dado Klein en cualquiera de los casos.

Era curioso, pues él (o una parte de), viaja conmigo, protegiéndome. A veces sí me sentía muy solo, aunque el pensar que sería una molestia traer a alguien más por eso de las discusiones y que prácticamente viajaría de gratis.

En Sapporo hacía un maldito frío que era de verdad una cosa muy difícil de concebir. Suerte la mía que la cerveza aquí era más que barata, y ese alcohol podría ayudarme a calentar mi cuerpo.

Llegué de noche, estando a casi nada de entrar a la ciudad, por lo que saqué mi tienda de campaña y comencé a armar, lo que me era especialmente difícil por la torpeza de mis dedos por el frío que hacía en ese momento.

Tenía puesta mi ropa para frío y dormiría con todas las cobijas que tuviera para dormir lo más caliente que pudiera. Lo bueno es que no nevaba, pero el frío sí que causaba una leve capa de hielo en los matorrales.

Era todo montaña, lo que me pareció bastante lindo, a la mañana siguiente lo primero que hice fue apresurarme a acomodar todo ya que amaneció más frío, lo que me pareció algo curioso. No importaba, ya que cuando entré en uno de los restaurantes me calenté casi de inmediato, pidiendo un buen desayuno caliente y algo de café igual de caliente.

Ahora no había meseras, era una sola barra y la persona que atendía era un chico como de mi edad, viéndome un poco extrañado. Tenía la barba sin afeitar, algo sucio y quizá mi camisa apestaba, debía lavar ropa lo antes posible.

Podría ir a una lavandería a lavar todo lo que pudiera y después darme una vuelta en las cercanías, con eso que el lavado dura una hora o poco más, me daba tiempo suficiente.

Y exactamente eso fue lo que hice, y aparte del servicio de lavandería, tenían regaderas, por lo que aproveché para bañarme y rasurarme también. Tendría unos dos días sin tocar agua, y ya me empezaba a incomodar estar así.

Era un día que comenzaba bastante bien, en la noche se pondría mejor, me quedaría todo el día en la ciudad, visitando el museo de la cerveza y ya en la noche bebería seguramente unas copas. La gente se nota cálida y amistosa, lo que me agradaba mucho, eso es sinónimo de que no voy a beber solo.

No hay nada peor que beber solo, ya que eso pone triste y hace entrar en estado de melancolía. En cambio, beber en compañía es sinónimo de pláticas interesantes y de risas seguras, como me pasó cuando conocí a Strea.

Hablando de Strea, no me arrepiento para nada el haber arrojado su número de celular a la calle, fue cruel, lo admito, pero nada me obliga a estar en contacto con ella simplemente por haber tenido una noche de tocarnos los cuerpos...un poco mucho.

Parecía que ese día quedaba algo lejos, y no lo era tan así, tenía dos semanas y media de haber pasado, ¿qué habría hecho yo en dos semanas y media si me quedaba en mi casa? Probablemente nada.

Teniendo las cosas listas, partí en mi motocicleta a continuar con mi aventura, recorriendo las calles, visitando museos (el de la cerveza lo dejé hasta el final), platicando con la gente.

Ya casi para anochecer, serían eso de las ocho y empezaba a caer el cielo, lo que me decía una cosa concreta: que pronto empezaría a beber.

Trataría de, si me era posible, llegar a una plaza caminando con todo y moto para dormir una vez más en una banca pública sumamente abrigado contra el frío.

Entrando en el primer bar que vi, que era uno con estilo europeo antiguo, me encontré con que había un lleno respetable, buen ambiente y se notaba que la gente era sumamente amistosa.

Y fue justamente eso lo que pasó, pronto, al verme que bebía sólo, un grupo de amigos me invitó a que me les uniera, yo acepté pero encantadísimo.

Eso sí, apliqué una vieja conocida del Che Guevara, y al segundo tarro me puse como triste, a pesar de que me notaba bastante animado.

-¿Qué te pasa, viajero?

-Llevo ya un año de viaje. Un año de mi vida en esa moto, malamente no puedo gastar más.

-¡No te preocupes, viajero, nosotros te pagamos las rondas que hagan falta!

-No, qué pena me daría. Digo, vengo de muy lejos, pero no quisiera aprovecharme de ustedes.

-Sin pena, aquí somos compañeros todos.

-Por supuesto, viajero, adelante.

-Oh, es que de dónde vengo se acostumbra beber comiendo algo.

-Así que es eso. ¡Tráiganle al viajero el mejor plato de comida que tengan!

-No quisiera ser molestia, por favor no gaste su dinero.

-¡Es por una buena causa, estás viajando, es aniversario de viaje y, aparte, aquí todos bebemos si alguien empieza con la primera cerveza!

-Está bien, aunque me da bastante pena. –Al decir eso, los hombres celebraron chocando sus cervezas, convidándome otras tres y un buen plato de comida.

Una táctica un poco sucia, pero cuando se quiere comer y beber bien para no morir de hambre, no es tan mala al final de todo. Bueno, Guevara y Granado lo hacían por verdadera necesidad, yo por ahorrarme unas monedas.

Al poco rato un chico rubio y de ojos esmeralda se unió con nosotros saludando a todos. Cuando nos vimos, nos quedamos viendo de una manera un poco curiosa, daba la sensación de que nos habíamos visto en algún otro lado, de que nos conocíamos, pero eso era completamente imposible.

Al saludarnos, una sonrisa tímida nos salió a ambos, de verdad era una sensación que no podía explicar, apenas y tenía sentido que sentía que lo conocía sin yo apenas haber pasado un día en la ciudad.

-Él es Eugeo, y él es Kirito, lleva un año viajando en motocicleta por todo el país, ¿no te parece sorpréndete?

-Vaya que sí. Ahora entiendo por qué había una motocicleta con tantas cosas montadas en la misma aquí afuera del bar.

-Sí, esa era la mía. –Reí un poco.

Comenzamos a jugar cartas que Eugeo traía, era una cosa muy entretenida. Era como en las películas o series de comedia, preguntábamos un "tienes un cuatro", y así jugábamos, creo que se llamaba "pescar" pero no recuerdo bien.

Ahí fue cuando más me había divertido en todo el viaje, eran risas y risas y algún que otro golpe o carta siendo aventada hacía uno de los oponentes.

Yo gané la primera ronda, algo que reconozco fue de pura suerte ya que no volví a ganar ninguna otra partida.

Eugeo me seguía mirando de reojo, como si ya me conociera de antes, lo que era sumamente imposible. El asunto era que, de alguna u otra forma, yo siempre le terminaba quitando las cartas cuando iba a ganar, lo que me valía insultos y enojos de su parte, eso nos daba risa a todos por ponerse rojo como un tomate del enojo, y por eso mismo le hacían burla.

-Su novia lo manda con puño de hierro, él es bastante manso, así que si te amenaza con golpearte es más que seguro que no lo hará.

-¡Yuuki no me manda, ambos siempre llegamos a acuerdos mutuos!

-Por supuesto que no. Yuuki te chantajea con besos y sonrisas para que le digas que sí.

-No puedo negarlo. Ella es bella como ninguna otra flor. Con que sonría me derrito bastante. –Eugeo sonrió de manera torpe, los demás nos reímos.

-Y qué, viajero, ¿has tenido aventurillas?

-Algunas. –Bebí de mi cerveza para ocultar una sonrisa. Eugeo me tomó de los hombros y me agitó de izquierda a derecha mientras que todos me lanzaban burlas picaras.

No era algo para vanagloriarme, aunque tampoco para avergonzarme y creo que lo podía contar sin pasar pena ni gloria.

Esa noche, y a pesar de no querer, acabé algo más borracho de lo que esperaba. Eugeo igual no estaba tan entero que digamos, y era hora de marcharnos del bar ya que estaban cerrando.

Echamos una última partida de cartas, en donde ahora Eugeo me ganó todas las que pudo, burlándose de mi hasta el cansancio, y yo le gritaba bastante fuerte porque la verdad es que sí estaba algo enojado de que no pude ganarle.

Al final de todo nos dimos un abrazo y bebimos una cerveza al contado, saliendo del bar un poco más mareados de lo que ya estábamos.

Me invitó a pasar la noche en su casa, la que compartía con un amigo cuyo nombre era Eldrie, y que próximamente su novia Yuuki igual compartiría casa con él.

Me contó todo sobre ella, que era una chica de cabello castaño con un toque de morado que le llegaba arriba a los hombros, de ojos cafés y era muy carismática y muy animada, siempre sonreía y era juguetona como una niña, o esa era la sensación que le daba a él por el simple hecho de que le sacaba casi tres años.

Le dije de broma que era un asaltacunas y que cometía el delito de seducir a una menor. Eugeo soltó una risotada tan grande que comenzó a toser, reponiéndose para darme dos palmadas en el hombro.

-Ella fue la que me sedujo en todo caso. Caí en su sonrisa, y no he podido salir de esa trampa. Aparte, ella en sus labios tiene droga, y me he hecho adicto a esa droga desde la primera vez que la probé.

-¿Te piensas casar con ella?

-No lo dudo. Primero debo esperar a que ella terminé la universidad y yo tenga un trabajo, hago mis prácticas de profesor, y no tardaré mucho en que me den una plaza segura.

-La vida te sonríe Eugeo. Espero que te vaya bien. –Le di otra palmada, ambos jalábamos la moto a casa de mi ahora nuevo amigo, que nunca me dejó de contar de su novia y de lo maravillosa que era.

Al llegar a su casa, Eldrie estaba por dormir, sorprendiéndose enormemente al verme entrar. Eugeo le explicó qué pasaba, yo le di la mano y el me respondió con la que ya se me había hecho típica calidez de las personas de Hokkaido.

Me dejó dormir en su cama, que curiosamente tenía perfume de mujer. Le recriminé ese hecho con una sonrisa de curiosidad.

-Yuuki vino ayer y se quedó a dormir, dormimos abrazados y pues...su olor se quedó en mi cama. –Se sonrojó.

-Espero no estar durmiendo entre fluidos secos.

-¡Para nada! –Se rió. –Lo hemos hecho, pero ayer queríamos simplemente dormir juntos y ya.

-Entiendo...aunque no deja de inquietarme un poco.

-¿Eres virgen? –Me preguntó Eugeo, levantando una ceja. Yo me sonrojé un poco.

-Sí, aunque he tenido oportunidad de dejar de serlo.

-Ay sí. –Se burló. –Tú no te preocupes. Digo, una chica 15 años mayor que yo me quitó la mía cuando tenía 18, justamente. Malamente no pude entregársela a Yuuki, hubiera sido un regalo sumamente especial. (Quinella se ve entrada en sus 30, así que no se sorprendan ;3)

Abrí mis ojos de la sorpresa, Eugeo lo dijo con una naturalidad de nada. Eldrie soltó una sonrisa que aguardaba a una risa, seguramente fue por mi expresión.

Nos fuimos a dormir los tres, por la borrachera caí como piedra, y lo bueno es que no pagaba hotel por segundo día consecutivo, ya que algunos no son para nada baratos y a veces, a pesar de la abundancia del dinero, es una especie de lujo que sólo el Che y Alberto Granados podían soñar darse.

De ahí en fuera, el sueño fue cómodo entre el perfume de mujer y las sabanas calientes, era la primera vez que me sentía acompañado de alguien sin en realidad estarlo. Lo raro es que, prácticamente, esa sensación era como si me estuviera acompañando la novia de Eugeo.

Desperté primero que nadie, lo que me fue incomodísimo. Pasé al baño con una confianza campechana, y eso despertó a Eldrie a pesar de que la puerta del baño y la de su habitación estaba cerrada.

Al vernos nos sonreímos con una leve incomodidad, sobre todo de mi parte, y yo lo saludé con un igual de campechano "buenos días".

Eugeo despertó a los diez minutos, ese tiempo yo lo usé para cargar mi celular, notando que tenía varias llamadas perdidas de mi madre, así que le mandé un mensaje (suprimiendo algunos sucesos, claro), diciéndole por qué no le respondía.

Eugeo me invitó a desayunar, y un desayuno de hecho muy bueno. Desayunamos arroz, natto, sopa de miso, un vaso de aji no hiraki (es pesaco seco, un ejemplo serían los charales secos que se comen con salsa y limón aquí en México), y un omelette de pimientos. Cabe mencionar que quedé bien satisfecho con aquel agasajo patrocinado casi en su totalidad por Eugeo, además de otra cerveza tradicional.

Me trataban como si fuera un hermano, algo que aprecié muchísimo. Otro de los grandes agasajos fue que Eugeo se ofreció a mostrarme la ciudad junto con su novia, la que, de hecho, llegó al poco rato de haber terminado de desayunar.

-Es ella, Yuuki. -Me dijo Eugeo.

-Un gusto conocerla. Es usted tan bella como me lo dijo Eugeo.

-Él tiene la costumbre de presumirme. Veo que no se te ha quitado esa costumbre, amor. -Ella llevó su mano al pecho de Eugeo, sonriendole.

-Nunca. -Él le dio un beso de patito.

En efecto, era hermosa como él había dicho. No hubo el típico "clic" que sí pasaba con otras chicas que yo había conocido en el viaje. Si bien yo podía decirle "legal", ella era muy fiel a Eugeo, y sus ojos se iluminaban al verlo, algo que no pasaba conmigo ni con Eldrie.

Se daban de besos y se hacían pequeños cariños a cada momento. Maldita sea, casi me da un coma diabético por tan dulces que eran. Y sí, Yuuki parecía, en efecto, ¡comportarse como una niña! Algo que le daba encanto, claro.

Pensé que hacía mal tercio, y claro que lo hacía, pero mientras yo me maravillaba y tomaba infinidad de fotos de la ciudad, Yuuki y Eugeo se la pasaban como un canguro madre y su cría: sin separarse.

Regresamos a la casa para comer, yo ni me preocupaba por el tiempo, prefería quedarme a ser parte de los agasajos, describiendo muchas cosas con Eugeo, al que consideraba incluso como mi mejor amigo ya. Nuestra hermandad iba más allá de lo común.

Bebimos una cerveza más "de compadres", que era que ambos entrelazábamos nuestros brazos por el codo, así hasta el fondo, algo que causó la risa de Eldrie y la ternura de Yuuki.

Volvimos un rato a las andadas y dimos una vuelta más por la ciudad, viendo ahora barrios ocultos pero igual lindos, creo que hasta ahora es de la ciudad que más he tomado fotos y de la que, por gusto propio, he pasado más tiempo.

Llegó la noche de nuevo, se preparó una cena entre Eldrie y Yuuki mientras Eugeo y yo seguíamos charlando de lo que fuera, no se nos acababa el tema de conversación. Llevábamos casi diez horas seguidas de plática, lo que era impresionante, nunca antes me había sentido así de conectado con una persona, y con Eugeo me llevaba muy bien.

La cena era de pescados y mariscos varios, Yuuki y Eugeo estaban sentados juntos, tomándose de la mano hasta antes de comenzar la cena. Bebimos cerveza, menos Yuuki, ya que a ella no le gusta, prefiere el vino dulce.

Ese fue el mayor de los agasajos, sacamos la baraja y volvimos a jugar. Éramos menos, pero no por eso fue menos divertido. Lo más tierno era ver cuando Eugeo o Yuuki se hacían caer y se arruinaban jugadas maestras, ya que se enojaban, pero de una manera linda. Terminaban riendo, abrazándose y dándose un beso en los labios.

Ellos dos se fueron a dormir, Eugeo le pidió a Eldrie que me dejara dormir en su cama y que él lo hiciera en el sillón. Él aceptó muy gustoso, diciéndome que la cama estaba limpia y perfecta.

Dormí de nuevo como piedra, aunque ahora por el cansancio de la caminata que tuve en literalmente todo el día. No sé cómo me iría a mí si es que a Bucéfalo le da por morir y que me toque ir caminando en lo que resta de la ruta. Es seguro que me muera a mitad de viaje.

De nuevo en la mañana siguiente, me despertaron las risas de Yuuki, quien parecía despertaba a Eugeo golpeándolo suavemente con una almohada.

Fue una muy linda manera de amanecer para él, lo sé.

Tras desayunar nuevamente bastante apetecible y muy generoso, llegó la hora de despedirme. Se me hizo un pequeño nudo en la garganta, me despedía de unas personas que me hicieron parte de los suyos sin apenas conocerme tras nada más conocer mi odisea.

-Júntense para una foto. –Ofreció Yuuki, sonriendo. Eugeo, Eldrie y yo nos juntamos para una foto entre los tres, luego Yuuki se tomó una selfie con los cuatro.

-Bueno, creo que hago mal tercio aquí. –Dijo Eldrie, dejándonos solos para la foto a mí y a Eugeo. Yuuki nos tomó una foto, cada uno teniendo el brazo en el hombro del otro.

Ya afuera del departamento, Eugeo sujetaba la mano de Yuuki y recargaba su mejilla en la cabeza de la chica.

-Supongo que es un adiós. –Dijo él.

-Puede ser un hasta luego. –Intercambiamos números de celular para seguir en contacto, algo que no pensé que fuera a hacer con nadie.

-Suerte en tu viaje, amigo.

-Gracias, amigo. –Tras un segundo de silencio viéndonos frente a frente, nos dimos un abrazo muy fuerte, hasta con palmadas y todo, pero nos lo dimos gustosos.

Los dos teníamos los ojos llorosos, esa despedida nos fisuraba el corazón. Pudimos ser los mejores amigos, malamente yo nada más iba de paso.
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-llora- Qué hermosa despedida :'v
Pensaron que habría Yaoi? JAJAJA, lo haría, pero no pude traicionar mi amado yuugeo uwu son tan hermosos juntos ellos dos 💜💙
de hecho el yuugeo Está ganando fuerza, y pronto hará a un lado el aligeo >:D

Ojalá les haya gustado este lindo capítulo dedicado a la amistah de los Kirito y Eugeo sin tintes de homosexualidad :v
Nos vemos en una semana

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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