Tiempo con ella.
Siempre que estaba conmigo, yo veía que sonreía, algo que no pasaba cuando estaba con ese tal Nobuyuki, notándose molesta o indiferente, incluso un poco fastidiada de su presencia.
Asuna me tomaba, como cada cuatro horas, los signos vitales para anotar todo en una libreta, tardando casi cuarenta minutos al hacerlo, algo que no pasaba con otros pacientes que iban pronto. A ellos los atendía unos quince minutos.
Me contaba muchas cosas de su vida y de sí, así como yo igual lo hacía. Lo que más le gustaba de nuestras pláticas era escuchar mis experiencias, aquellos atardeceres que veía estando en la motocicleta, el cómo eran los pueblos de nuestro país, algunos monumentos, las playas, los bosques.
Daba la impresión que, más que contarle mis aventuras a una mujer, se las contaba a una niña con mucha curiosidad. De verdad parecía así, lo que me sorprendía mucho, pero me llenaba de gusto ver las caras de curiosidad de Asuna.
Siempre reíamos, casi lloramos los dos cuando le conté sobre la despedida que tuve con Eugeo, abrazándonos para no hacerlo, ya que recordar eso, fue especialmente triste para mí.
-¿Has salido de viaje?
-No...es difícil de explicar, pero nunca he ido de viaje.
-¿Nunca? ¿A qué se debe?
-Quisiera saberlo... -Me di cuenta que mentía al verla a los ojos. –Cuéntame más para saber cómo es allá afuera. –Me sonrió.
-Con gusto.
A pesar de que Asuna ya tenía lazos blancos en la piel, seguía profundamente enamorado de ella. Cada palabra mía, cada descripción profunda y real le hacían brillar los ojos, aunque no sé si fuera por mi o por lo que le contaba.
Claro que eso era parte de mi egocentrismo. Digo, tras pasar por las faldas de 3 mujeres, claro que tenía el ego hasta los cielos.
Pero con Asuna era diferente. Mientras que con Strea, Ronye y Alice era una conexión meramente sexual y eso es algo que hasta yo mismo reconozco, con Sinon y Asuna era algo diferente.
Claro que apenas hay comparación de los sentimientos que tengo por Sinon que por Asuna, aunque eso es harina de otro costal. Lo que compete ahora es Asuna.
Me contaba algo de su vida, me decía que sus padres eran bastante conservadores, y como era la única hija, peor.
-Lo que te diré es bastante personal, pero me has dicho mucho tú también, Kirito.
-Dime lo que quieras, soy de confianza. –Le sonreí, contagiándola. Hice sonreír a la chica que amo...vaya que tengo mis dones.
-Nadie de mi familia quería que me conocieran, incluso en la misa de los domingos el padre venía personalmente a la casa para darme misa...apenas si tenía amigas.
-Que mal...hay costumbres que son horribles y deben ser quitadas del camino, privar de la libre elección a una mujer es una de ellas.
-Hay que respetar las buenas tradiciones, Kirito. Ya no se respetan y por eso...
-Por eso, nada. –Interrumpí, poniéndome serio. –Las viejas y oxidadas deben estar donde les corresponden: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce. Tú deberías ser libre, Asuna, no estar esclavizada en casa.
-¡¿Qué locuras dices, Kirito?! –Me preguntó ella, alarmada pero en voz baja.
-No son locuras, Asuna. Es una realidad. ¿Qué es lo que buscas entonces? Busca amor con anillos, y papeles firmados, y cuando dejes de amar ten presente los niños, no dejes tu esposo, ni una buena casa...¿eso quieres?
-Y-yo... -Asuna tomó sus cosas y se fue casi corriendo de la habitación de camillas.
-¡Piénsalo! –Exclamé, desesperado.
Me tumbé en mi cama, la hora de la comida de ese día fue más incómoda, ya que Asuna de plano no sonreía para nada, notándose muy sería, abrumada.
Nobuyuki contó un chiste que a ella no le causó gracia alguna, ni tampoco a mí, el único que rió fue el padre de Asuna. Ella suspiró un poco pesada.
-No tengo mucha hambre, iré a trabajar en algunas cosas que dejé pendientes.
Creo que las palabras que le dije la torturaron por un buen rato, ya que faltó a las revisiones rutinales Aunque yo no me sentía mal, creo que hasta podría irme de la clínica, pero faltaba el visto bueno de Asuna, que era mi doctora especializada en enfermedades del estómago.
Me sentía verdaderamente aburrido, escuchaba música para distraerme. Quería invitar a Asuna a caminar conmigo, aunque yo sería una especie de perseguido si eso sucedía.
Nunca me había preguntado hasta ese entonces cómo reaccionarían las personas cercanas a las chicas con las que había estado si es que me las llevaba en mi moto.
Por poner un ejemplo, el padre de Alice me mataría si me topara por la calle tras todo lo que me dio y que yo se lo pagara llevándome a su hija mayor de quien sabe qué clase de aventuras por el país.
Eso se aplicaba también con Ronye, que si de por sí esa vez me trataron de golpear, ¿qué habría sido si nos atrapaban a mí y a ella? Seguramente me matarían a golpes, de eso no me quedaba ni la más remota duda.
Aunque eso nunca se me pasó por la mente, ni siquiera con Sinon o Eugeo...pero por Asuna estaba dispuesto a quemar el cielo si era preciso (tengan también esto bien presente jsjsj para otros fics).
A eso de las casi seis de la tarde, ella entró en la habitación de las camillas, sorprendiéndome verdaderamente. Yo me quité los audífonos. Asuna se veía sería, muy sería...aunque luego, sin saber realmente por qué lo hizo, sonrió, acomodándose un mechón en la oreja, lo que me hizo suspirar sin darme apenas cuenta de ello.
-Lo que me dijiste...quizá sea cierto, pero debo aceptarlo, ¿no?
-No, no me parece. –Mi respuesta hizo que Asuna hiciera un gesto de extrañeza.
-¿Por qué no?
-Es estúpido. Asuna, te condenas a una vida de esclavitud tú misma, ¿qué necesitas para verlo?
-Yo, nada. Pues es claro que no es una vida de...
-¿Te enumero las razones por las cuales sí lo es?
-De acuerdo, ya entendí. Pero es mi vida, y la deseo vivir así.
-¿Segura? –Una torcedura de boca y unos ojos tristes me indicaron que no, fuera cual fuera su respuesta.
-Quizá...
-¿Quizá no? –Indagué.
-Cómo fuera. –Se volteó frunciendo el ceño a otro lado. Aun enojada, me parece hermosa. –Date la vuelta para tomarte los signos vitales.
Fue completamente a propósito el ponerme el estetoscopio casi helado en la espalda, lo que no me fue bien decoroso, mientras me revisaba otras cosas, lo dejó justamente en la mesa metálica para que se volviera a enfriar, cuando otras veces lo dejaba en la misma cama para que siguiera tibio.
Fue el mismo suplicio al tomar lectura de mi estómago y pecho.
-No deberías molestarte cuando te digan una verdad, Asuna.
-No digas más. –Me ordenó. Yo hice eso mismo.
Los siguientes días fueron un poco fríos en mi relación con Asuna, sumando ya una semana de hospitalizado. Me iría en o tres días o una semana más, y según Asuna eso pasaría en una semana.
Una cosa sí que no cambió: su forma de actuar cuando estaba con Nobuyuki, ya que él, de vez en cuando, iba a revisar el historial médico que llevaba Asuna, leyéndolo con atención.
Hacía gestos de sorpresa un poco a mal, como si tuviera alguna enfermedad muy grave y me estuviera casi muriendo o algo similar, así era.
Siempre que estaba él, todo rastro de luz se borraba de Asuna y quedaba una seriedad que ni siquiera cuando ella se encontraba sola conmigo se igualaba, no lo miraba y tampoco le dirigía la palabra más que cuando él lo hacía.
Me daba la impresión de que me quería retener ahí, ya que, a pesar de que ya no hablábamos de cosas personales, quería que le siguiera contando de mis viajes, y mientras pudiera verle su bello rostro, yo claro que estaba más que encantado con hacerlo.
Cambiaba algunas cosas que me habían sucedido, como lo de Alice y su padre, suprimiéndola a ella de esa historia. También le dije que tenía una pistola en la moto, ella se sorprendió a mal, preguntándome el motivo.
Al saber que era para defenderme de cualquier cosa, ella fue más comprensiva, diciendo que, ciertamente, había barrios peligrosos en algunas ciudades grandes, como Osaka, la que claramente visitaría sin pensarlo en cuanto tuviera la oportunidad.
Le contaba mi itinerario de viaje en cuanto retomara las "riendas" de Bucéfalo, al que ya extrañó bastante tras una semana de no tener contacto con él más que desde la ventana de la habitación.
-Ojalá pudiera viajar yo también... -Dijo, melancólica.
No supe si era buena idea o no, pero la forma de decirlo era la indicada, por lo que relajé mi corazón, fingiendo una pequeña risa que me salió bastante bien, y le tendí la mano a Asuna.
-¿Viajarías conmigo lo que resta del país? –Dije, en tono de broma. –Aunque te advierto, es muy complicado, es pasar sed, hambre, no bañarse, no tener ropa limpia a diario; es una cosa de atrevidos, y tú no eres nada atrevida que digamos.
Asuna se levantó, yo lo hice igual casi por reflejo, como si de ahí nos fuéramos a ir de forma inmediata. Eso no pasó, lo que sí pasó es que Asuna se llevó una mano a la boca, con un rostro pensativo.
-Déjame pensarlo. –Se fue tras decir eso.
Quedé bastante confundido, no entiendo si me regresaba la broma o si era enserio.
Lo que sí supe es que quería descansar un poco, no le quería mostrar el diario a Asuna ya que ahí tengo anotados...algunas cosas curiosas que es mejor que ella no vea, je.
Eso sí, le di algunas leídas para que la próxima vez que me viera con Asuna pudiera darle los detalles más frescos.
Hubo algo que me sacó de ese trance, y me intranquilizó severamente, pues era una discusión entre Asuna y Nobuyuki por sabrá Dios qué motivo. Ella mencionaba a Dios y a la Iglesia, lo que no terminé de entender.
El padre de Asuna calmó un poco la discusión, aunque ella no le quiso decir qué era lo que causó tal revuelo que duro casi cinco minutos.
Me sentí mal por Asuna, que, si de por sí, la dejé pensando en locura y media, me doy cuenta que ella usa mis aventuras como una vía de escape a la realidad.
Tengo la sensación de que ella a veces se imagina tomada de mi espalda, montada en Bucéfalo, mirando los mismos cielos y paisajes que yo vi en su momento.
La verdad es que eso es tristemente comprensible, y a la hora de ese incidente, Asuna entró a la habitación de camillas, con los ojos levemente enrojecidos, lo que me partió el alma, ya que eso era señal muy clara que el hijo de perra ese la había hecho llorar.
No tenía el estetoscopio ni la libreta que siempre usaba para anotar mi estado de salud. Una grande se venía, por supuesto.
Se acercó a la camilla, mirándome fijamente a los ojos, con el semblante serio.
-Me marcho contigo, Kazuto Kirigaya.
Me puse blanco como un papel y abrí los ojos como platos ante tal afirmación, la que no me terminé de creer por completo.
-¿Cómo?
-Que me quiero ir contigo... ¡no soporto ya vivir aquí! ¡Tienes razón, desde que me dijiste todo eso, me di cuenta de forma rápida que jamás seré feliz con la vida que me espera!...llévame contigo, a donde sea, no importa... pero llévame de aquí, Kirito. –Asuna rompió en llanto, yo la abracé de forma inmediata, consolándola a la vez que le acariciaba la espalda y le tomaba la cabeza.
-Asuna...debo ponerte al corriente de una cosa, no puedo ocultarla ahora que viajarás conmigo.
-La que sea...dímelo, pero no me vayas a dejar aquí, por favor.
-Te amo...quedé flechado en cuanto te vi, Asuna. Casi casi era mi intención que vinieras conmigo, y aunque sea tu sufrir, me alegra que te hayas decidido a vivir. Te lo digo de verdad, quemaré el cielo si es preciso por sacarte de aquí, para que podamos estar juntos.
-Ah... -Se sonrojó hasta los dientes, me sentí apenado, pensando en que lo había arruinado y que ahora prefería quedarse a ir con un chico al que no amaba. –Siento que estamos conectados...cuando entré a verte por primera vez, más tranquila del shock que representó el verte tirado en el suelo y con el rostro tan demacrado, sentí que entre nosotros dos había un "click". Me dije a mi misma que tal cosa no era posible, yo estaba comprometida con Nobuyuki, tenía tanto miedo y me sentí confundida.
Ahora me quedaba bien claro por qué la única persona con la que Asuna sonreía era yo, a pesar de ser un silbido buscando.
Pero cuando dos balas se encuentran en un campo de guerra, algo debe ocurrir que prediga el amor. Asuna y yo éramos balas, y nos encontramos por pura casualidad. Y eso que ocurrió fue amor, justamente.
Parecía ser que ella ya no estaba sentada sobre el miedo de correr, lo que me era una bendición.
-¿Eso quiere decir que?...
-Kirito...también te amo. –Asuna sonrió a pesar de las lágrimas que invadían su rostro, mirándome sonrojada por el llanto y la pena de confesar su amor prohibido y pecaminoso.
Nos amaríamos sin la Iglesia y sin la Ley, a pesar de lo que diría Dios, ese Dios al que Asuna ya se había entregado en comunión.
Mientras la abrazaba, vi una sombra alejarse de la puerta, aunque le resté importancia, quizá era alguien que simplemente pasaba y no había mayor problema.
Regresando al pequeño mundo construido ese momento, le sonreí a Asuna de una forma en que nunca lo hice. La mujer a la que amo me ama de igual forma, así que...así que la llevaría conmigo, sin importar que.
Ella sería libre así como yo, y viajaríamos con toda la libertad del mundo, por lo que una gran emoción nos invadía a ambos.
Escaparíamos apenas terminara mi tratamiento contra el cólera, del que no tenía ni la más remota idea de que pasaba.
Nos miramos a los ojos...acercamos un poco nuestros labios, aunque ella se notaba con temor, sin saber cómo reaccionar ante esa situación.
No sería yo su primer beso, pero sí su primer amor de verdad, y eso me bastaba lo suficiente para ser feliz.
El beso que nos dimos fue muy tranquilo, aunque sólido, sin duda.
Esa tranquilidad vino acompañada de una pequeña emoción de que pudiéramos unir nuestros labios de enamorados, algo que, sin duda, no tenía precio alguno. Definitivamente, mi corazón se sentía agitado, pero agitado tranquilo, lo es complicado de definir concretamente.
El deseo, a pesar de que yo no quería, despertó en mí, razón por la cual comencé a acariciar la pierna y el muslo derecho de Asuna, lo hacía de forma suave, sintiendo su piel y la tela de la falda de enfermera que traía puesta. Esas mallas blancas me empezaban a sacar de quicio.
La abracé, empezando a profundizar mi beso, ella igual se abrazó a mí, temblando de emoción y de un leve temor. Me separé de sus labios a los pocos segundos, besándole dos veces la mejilla con desesperación, llevando mis besos a su cuello, el que tenía un aroma delicioso, debido seguramente al perfume que ella usaba.
Asuna soltó un gemido suave, aunque me sorprendió un poco, no paré de hacerlo. Es más profundicé en aquel beso, llevando mis manos hasta su cintura, ya no su espalda.
Ella me sujetaba de la cabeza, sentía su respiración agitada a la perfección, casi escuchando el loco latir de su corazón. Estaba bien, o eso creo, pues bajé una de mis manos hasta su trasero, apretándolo con algo de fuerza. Ella volvió a gemir suavemente, parece ser que la sensación de mis manos tocándola la excitan.
Me comenzó a desabotonar la camisa, algo que sí me sorprendió de verdad ¿lo haríamos? ¿Cómo? ¿Aquí? Había muchas preguntas y pocas respuestas, pero hubo una cosa que sí me dejó clara.
-Es mi primera vez, Kirito. Te entrego lo más especial y lo más mío que tengo para un hombre.
-La mía también. Es un detalle que importa, demuestra que nos amamos de verdad y estamos dispuestos a entregarnos en cuerpo y en alma para nosotros.
Apenas acabos de decir esas palabras, Asuna se desabrocho igual su blusa, dejando al descubierto un muy lindo sujetador de color lila y rosa claro. Nunca antes me había excitado tanto, pero ahora era por una razón simple: estaba a punto de hacer el amor cuando amaba de verdad.
Tomé el gancho del sujetador y sabrá Dios cómo, lo logré desabrochar de apenas en tres intentos rápidos. Nada mal para un principiante.
Nos recostamos en la cama, Asuna se quitó el sujetador, dejándolo debajo de la almohada, pero teniendo puesta su blusa en caso de que alguien llegara. Todo era cuestión de que yo me cubriera con las sábanas y ella hiciera como que revisaba mis signos vitales. Un hechizo simple, pero inquebrantable.
Ahora me tocó a mí, me desabroché el pantalón, bajándolo unos tres centímetros debajo de mis testículos, lo suficiente para que pudiera ser cómodo. Asuna se levantó la falda hasta que sus bragas de un color similar a su sujetador aparecieron. La hicimos a un lado, y antes de que pudiera entrar en ella, Asuna me tomó del pecho, deteniéndome.
-Espera. Hay condones en el cajón de la entrada. Ve por unos, y corre las cortinas de las demás camas para que les cueste más pasar si es que alguien viene. Eso nos ganará unos segundos. –Dijo, roja de la cara y con un tono que dejaba denotar que estaba muy emocionada y excitada.
Hice lo pedido, fui directamente por una tira de tres sobres color plata, tomándolos para abrir uno de forma inmediata, volviéndome a bajar el pantalón.
-¿Cómo se pone esta cosa? –Pregunté, apenado.
-Eres un amor. –Me dijo Asuna, tomando el sobre en sus manos sin antes darme un beso en los labios. Ella lo abrió, haciendo el procedimiento básico para poder saber si estaba del lado correcto. Sí lo estaba. –Póntelo... -Se sonrojó al verme bien el πενε.
Volví a hacer lo ordenado, me puse el condón, era una sensación extraña, he de reconocer, pero no importó, me coloqué sobre Asuna, descansando mis manos a un lado de su cabeza, sujetándome incluso de la cama, para que no hubiera tanto ruido.
Acerqué mi miembro a la intimidad de Asuna, conforme fuimos perdiendo distancia, mi πενε chocó con su cavidad, y poco a poco me fui adentrando, adentrando, adentrando hasta que sentí una barrera, algo que causó que Asuna me enterrara las uñas en la espalda. Una sensación que me dolió. De hecho, el simple hecho de haber entrado en Asuna ya me dolía a mí también.
-¿Continuo?
-S-sí...
Fui moviendo cuidadosamente mi cadera, entrando en Asuna varias veces, pronto dejé de sentir esa barrera, vi que unas leves lágrimas escapaban de los ojos de Asuna, sé que eso es algo normal, por lo que seguí, siempre siendo muy cuidadoso de no lastimarla.
Era un espacio muy estrecho, me enloquecía completamente. Era un placer indescriptible en todos sus sentidos, mis rodillas no hacían prácticamente ningún trabajo, todo era de mi cadera, y parecía ser que Asuna me recibía bastante bien dentro, ya que igual ella comenzó a gemir, así como yo.
Le besaba su cuello, desesperado y ella, de la misma manera, me besaba la mejilla, susurrándome "te amo", a lo que yo regresaba un "yo te amo más" que me salía directamente del corazón.
Como pude, logré besarle la comisura de los pechos, mordiéndolos con mucha suavidad. Eso le excitaba mucho a Asuna, y lo note al sentir un líquido que resbalaba de su intimidad. Su estrechez se sentía tibia, a veces dilatándose levemente para volverse a contraer, algo que me volvía loco.
Ella, traviesamente, bajo su mano hasta mi trasero, tocándolo como pudo, lo que me sonrojó mucho. Me acariciaba toda la espalda, lo que me excitaba muchísimo más de lo que yo ya estaba, incluso notándose en mi respiración.
-Quiero que ambos disfrutemos de este momento por igual.
-Te puedo garantizar que lo disfruto tanto o quizá más que tú. –Dije, en un susurró caliente y entrecortado. Asuna sonrió, dándome un beso en los labios para luego juntar nuestras frentes. Sonrió con los ojos cerrados.
-No importa quién disfruta más. No es por placer...es por amor.
-Entonces...yo te amo más, Asuna. –Aumenté levemente mis movimientos, sacándole varios gemidos a Asuna, la que me enterró las uñas una vez más, pero ahora suave. Una de esas manos estaba en mi trasero, así que sentí perfectamente sus uñas en esa parte de mi cuerpo.
Cambiamos de posición, ahora Asuna se colocó sobre mí, tanto ella movía su cadera como yo la mía, empatando un movimiento medianamente armonioso, juntamos nuestras manos para que ella tuviera soporte, podía verla gemir, su melena de fuego moverse agitadamente y sus pechos rebotar arriba abajo, lo que me parecía la más bella de las vistas.
Pero nosotros nos queríamos tocar, Asuna se acostó en mi pecho, moviendo su cadera de forma inexperta y torpe, yo podía acariciarla suavemente, y eso le gustaba mucho, lo notaba por su respiración agitada. Nuestros cuerpos estaban sudados, la ropa que teníamos puesta se nos pegó a la piel, y con la fresquedad de la noche, la verdad no se sentía taaan mal.
El amor se nos desbordaba de una forma inexplicable, era como una fuente cuyas gotas de agua mojaban todas las cercanías donde se encontraba (aunque se puede malpensar, no es mi intención decirlo de forma vulgar).
-Sométeme. –Pidió, arrodillándose en la cama para luego reposar sus codos en la misma, adoptando una posición más que nada amada por los que son gustosos del sexo.
Tomé su cintura, reingresando en Asuna, aunque la sensación era completamente diferente, era mucho mejor de lo que creí, pues su piel era suave, y sentía una estrechez que antes no. No tengo ni la más remota idea de qué sentiría Asuna, pero se notaba que lo disfrutaba a todas luces, llevándose una almohada a la boca para suprimir sus gemidos, lo que ya era mucho decir.
Yo igual controlaba todo lo que saliera de mi boca, mi respiración estaba hecha una locura total, y cuando sentí, y lo describiré de una forma más que nada curiosa "como que algo embonó", la estrechez en la cavidad de Asuna fue tal que no me pude controlar, suprimí el que sería el mayor gemido sexual que hubiera pegado hasta entonces, sintiendo perfectamente que me temblaban las piernas y que algo en mí quería salir.
Dejé de hacerle el amor a Asuna para sentir algo mojado dentro del condón. Me había venido, y mi respiración seguía siendo una locura, así como el placer que tenía. Asuna se acostó, mirándome tiernamente, llena de pena.
-¿L-llegaste a tu límite?
-S-sí. –Dije de forma entrecortada. –Tú no, ¿verdad?
-De hecho...s-sí. Varias veces. Pero no pude expresarlo.
Nos recostamos en la cama, poniéndonos correctamente nuestras ropas, abrazándonos y dándonos un beso en los labios para luego juntar nuestras frentes.
-Llévame contigo, Kirito. No importa a dónde vayas, quiero ir contigo.
-Te llevaré al fin del mundo en esa motocicleta. Quiero que conozcas todo lo que yo pudiera ver solo. Eres libre Asuna, mañana todo estará bien, no te preocupes.
-De acuerdo. –Me dio otro beso en los labios. –Te amo.
-No tienes ni idea de cuánto te amo yo a ti.
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AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Una disculpa :c
Sé que es casi martes, pero no había terminado el lemmon (según lo iba a escribir ayer para no tener estos problemas pero pues estaban mis dos hermanos...y no, que pena escribir lemmon con ellos dos al lado, si me vieran sería el fin del hombre araña :v)
Espero les guste el lemmon uwu en primera persona toma un tinte más personal, más lindo ya que se narran los sentimientos de amorts. Creo que no lo hice tan sexual...espero, ya que el lemmon sucio no me gusta, prefiero que sea ro-mán-ti-co uwu
Nos vemos el lunes, una disculpa por todo :c
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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