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Cap 4: Dudas

Era la tercera vez que volvía a cubrirme los hombros con la capa negra de algodón, la estiraba con la falsa esperanza de que me diese calor en medio de la fría noche pero siempre volvía a la casilla de salida.

Había salido sin permiso de la residencia para caminar por mi cuenta por las lúgubres calles de Stohess, sede de la Policía Militar. Echaba de menos recorrer con seguridad las calles de Erdia libremente, en ese distrito solo me sentía como una auténtica extraña, una forastera que no tenía lugar allí.

Algo en mí comenzaba a molestarme a medida que andaba por las orillas del canal, noté ligeras quemaduras bajo mi antebrazo con la forma de mis venas dibujadas en ellas; llevaba muchos meses sin convertirme en titán y me estaba pasando factura. Si la situación no cambiaba las quemaduras se extenderían por mi torso, cuello y rostro hasta terminar con mi vida, las condiciones de ser un titán cambiante eran crueles.

Bajé por una estrechas escaleras de piedra hasta sentir el sonido de la arena al pisarla, esas numerosas piedrecitas chocando entre sí a cada paso que daba. Me agaché a poca distancia de la oscura agua, me arremangué la blusa y estiré el brazo para que las yemas de mis dedos se empapasen con ella, así mojé las quemaduras para aliviar el dolor haciendo que emitieran un ligero y feble vapor antes de desaparecer. No tardarían en volver si permanecía más tiempo en mi forma humana.

— ¿No es algo tarde para que una joven ande sola? — preguntó una voz que me pareció extrañamente familiar.

La mujer morena que me acompañó junto con el capitán aquel día estaba parada en los últimos escalones mirándome curiosa.

— Soy libre de hacer lo que quiera, ¿acaso me ha seguido? — mi tensión se alivió al entender que no había visto las marcas.
— Estoy aburrida, pero no lo suficiente como para hacer eso — contestó divertida.
— ¿Qué hace sola en Stohess? Usted pertenece a la Legión.
— Eres observadora...
— Solo obvio lo que es visible a simple vista.
— Una misión rutinaria por los muros, pero no contuve las ganas de pasarme por la ciudad a buscar alguna novedad interesante.

La explicación no me sonó convincente debido a las horas que eran, pero no le di más importancia. Una vez en pie regresé a las escaleras para volver al paseo ignorando a la mujer, su presencia me mantenía alerta.

— A qué ha venido — dije con firmeza al no soportar la duda.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios y llegó a mi lado con paso rápido.

— Puede que quizás sí te haya seguido después de todo... pero era por una buena causa.
— No entiendo.
— Necesito que me acompañes, un buen amigo mío quiere proponerte algo. No te preocupes por tu comandante, ya fue informado de ello.
— ¿Proponerme el qué?
— Ven y lo descubrirás. A todo esto... me llamo Hanji Zoë, segunda comandante de la unidad.

La curiosidad pesaba más que la idea de negarme y darle la espalda, así que acabé accediendo a su petición y nos dirigimos hasta una esquina en un cruce de calles donde un carruaje nos esperaba. Miré hacia atrás antes de subir con ciertas dudas, pero no hice caso de mis pensamientos e ingresé al vehículo. A partir de entonces el sonido de las ruedas contras el pavimento y el trote del caballo fue lo único que oí.
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— Aquí estamos de nuevo — comentó Hanji al pararnos frente a las puertas.

Había sido un viaje algo prolongado debido al gran tramo de distancia entre cada distrito, nuestra llegada a Trost fue acompañada de los primeros rayos de sol.

Hanji me guiaba por los pasillos vacíos hacia el supuesto y desconocido destino que me aguardaba, empezaba a tener la sensación de que no debí haber accedido tan fácilmente. El triste color de las paredes me desagradaba constantemente a la vez que nuestro paso se iba deteniendo. Una puerta distinta de las demás estaba delante de mí, la mujer llamó tres veces y esperó respuesta para poder entrar.

— Crucemos los dedos por que no esté dormido — bromeó con el fin de sacarme una sonrisa, pero no fue así.

Musité un simple y desinteresado "ajá" cuando la puerta cedió dejando ver a un hombre rubio y alto.

— Buenos días, Erwin, traje a la chica — le informó Hanji al tal Erwin.
— Gracias, Hanji. Adelante, pasad.

Miré a la mujer, quien inclinó la cabeza momentáneamente con una sonrisa para decirme que entrase. Tomé asiento en las sillas de madera con un cojín de color burdeos como adorno y el hombre se acomodó en su sillón mientras que rebuscaba en los cajones del escritorio. La luz del sol se filtraba a través de la ventana que había tras el escritorio, dos cortinas granate estaban perfectamente recogidas a los lados por un cordón dorado, también podía ver las dos estanterías que estaban a ambos laterales de la habitación; era una bonita oficina.

— Mi nombre es Erwin Smith, soy el comandante de la Legión de reconocimiento, como ya sabrás. Siento haberte traído aquí así sin más, pero me era de vital importancia reunirme contigo, tengo algo que a lo mejor puede interesarte. He estado hablando con tu comandante, Nile Dok, sobre tus habilidades y me ha dado muy buenas expectativas sobre ti, creo que podrías tener un buen talento para-
— Unirme a este antro, ¿verdad? — rematé quitándole la palabra de la boca — Ya escuché cosas acerca de lo desesperados que están por buscar nuevos miembros.

Los dos superiores me miraron incrédulos para después mirarse entre ellos y volver a mí.

— ¿Eso qué significa? — preguntó el hombre sorprendiéndome por su paciencia.

Debía de decir que no, mi misión debía de ser llevada a cabo en la Policía junto a Annie obligatoriamente.

— Lo siento, pero me niego. Si me disculpan debo de regresar a Stohess, esto ha sido una pérdida de tiempo.

Salí sin despedirme y busqué de nuevo la salida para coger un carruaje con el que regresar.

— Parece que no fue buena idea traerla.
— No creas, Hanji, a mí me convence.
— Pero... se ha negado.
— Por lo menos se nota que esa chica es un espíritu libre.

La mujer miró interrogativa a su amigo, pero éste solo sonrió y volvió a internarse en su despacho.

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