Cap. 32: Y el final llegó
— ¡La estamos perdiendo! ¡Traed más vendas! — gritó Hanji.
¿Perdiendo? ¿Cómo que perdiendo? ¿A quién están perdiendo?
— Astrid, resiste.
Qué está pasando... cómo que resista, ¿no hemos ganado? ¿No desfilamos victoriosos? ¿No maté a Zeke? No entendía nada.
— La herida es profunda, comandante, qué hacemos.
— Procurad que no se desangre más, sólo podemos velar por salvarla.
Comencé a notar algo de dolor, un fino hilo de sangre en la comisura de mis labios, el tacto de la hierba en mi mano... y el mismo cielo semi nublado que acompañó la batalla. No lo podía creer, todas esas imágenes idílicas no fueron más que espejismos de lo que deseaba desde lo más profundo de mis entrañas que ocurriese.
Todavía estaba en el campo de batalla, atrapada y herida. Podía sentir la sangre acumulada en mi vientre, un largo y profundo corte de espada. Estaba incrédula.
Escuchaba voces distorsionadas de mis amigos alrededor, nada más, mientras en mi cabeza había pensamientos confusos que no lograba ordenar. Me sentía muy débil y no era capaz de regenerar la herida por mucho que quisiera, notaba que mi corazón latía lento; me estaba muriendo, cómo era posible. Mi nuca estaba intacta, lo notaba, qué demonios me ocurría.
Y en medio del torbellino apareció una luz: Levi, dónde estaba Levi.
— Le...vi... — balbuceé de una manera que apenas yo misma me escuchaba.
Eren estaba cerca, tenía mi cabeza apoyada en su regazo, su mano sujetaba un paño empapado de agua fría que pasaba con cuidado por mi frente.
— ¿Has hablado, As? — preguntó con voz llorosa.
— Levi...
Le necesitaba, quería que estuviese a mi lado para envolverme entre sus fuertes brazos y decirme con esa dulce voz, que ya echaba de menos, lo mucho que me amaba. Necesitaba sentir su tacto.
— ¿Dónde está el capitán? Astrid le necesita.
— Voy a buscarle — se ofreció Armin.
— Todo saldrá bien, As... — me habló el moreno.
Giré mi cabeza para contemplar lo que había quedado; numerosos cuerpos de humanos y titanes, sangre, el cuerpo de Zeke... ¿sin vida?
Rodeándome, tenía a Hanji, Mikasa, Eren y Christa haciendo lo posible por mantenerme despierta. Quería llorar pero no tenía fuerzas para eso. Dónde estaban Annie, Bertholdt y Reiner.
— Dejadla, atender a los otros heridos — pidió la autoritaria voz de Levi.
— Sí, señor.
Eren me dejó reposar en el suelo y se despidió de mí en un susurro, manteniendo el paño sobre mi frente.
— Astrid te llamaba... — le informó Hanji.
— Déjame a solas con ella.
— Pero, Levi-
— Es una orden, cuatro ojos.
— Está bien... mantén el paño en la herida...
Anduvo impasible hasta mí y se arrodilló a mi lado, cogiéndome con cuidado para tenerme a la altura de su pecho con la cabeza apoyada en su hombro. Tomó el paño que Hanji le dejó y lo presionó sobre mi herida, haciéndome soltar un quejido.
— Tranquila... — susurró acariciando mi cabello.
— Qué... q-qué ha pasado... por qué me m-muero...
Levi apretó los labios, sus ojos estaban cristalizados pero su voz no se dejaba quebrar.
— No morirás. Te explicaré cuando te cures.
Negué con la cabeza antes de toser sangre.
— Le-
Y de nuevo la maldita tos. Cada espasmo en mis pulmones hacia que la herida ardiera.
— Maté a ese desgraciado... — susurró — ... Estabais peleando cuando rasgó su tu vientre con la espada, te quedaste inconsciente y no dudé en acabar con él. Ahora haz un esfuerzo y sobrevive.
— Y mis... amigos...
— Braun y Hoover dieron sus vidas por que tú vivieras. Leonhart está atendiendo a los heridos con los demás.
Abrí los ojos llenos de lágrimas, deslicé los débiles dedos por la camisa gris de Levi y me aferré al cuello de la prenda reprimiendo el llanto; no quería llorar porque con esa herida todo dolía.
— Te prometí... — y de nuevo la tos — p-prometí que no te abandonaría...
Limpié la sangre de mi boca y le miré. Cogió la mano que sujetaba su prenda y la llevó a su mejilla, mandándome callar.
— Te amo, Astrid Mitre... te amo con todo mi ser y siempre te amaré, en los buenos y malos momentos. Perdóname todos los errores que he cometido a tu lado, todas las veces que te he hecho llorar o cuando te desprecié.
— Yo-
— Déjame terminar, hermosura...
Apoyé mi mano sobre la suya, la cual sujetaba el paño contra la herida. Él sonrió y me colocó un anillo precioso en el dedo anular.
— ¿Sabes por qué no lloro? Para mí perder a un ángel como tú es muy doloroso, pero sé que allá donde vayas serás feliz, y eso es lo que me alegra; vas a seguir siendo feliz, As, porque tus padres y tu hermana te están esperando. Podrás estar con ellos para siempre.
Dejó que el tacto en su mejilla desapareciese cuando poco a poco mi mano cayó. Retiró el paño, no había nada que hacer ya por mí, pero aunque él no llorase, yo sí que lo hacía. Pequeñas lágrimas resbalaron sin permiso de mis ojos, no quería morir, deseaba estar con él.
— Y-Yo no... n-no quiero... quiero quedarme contigo... para hacerte feliz.
— Lo sé.
Me incorporó un poco más y me abrazó con fuerza haciéndome gritar de dolor, ahí el semblante serio de Levi se rompió. Lloró, lloramos juntos.
Oscuridad.
— ¡ASTRID! ¡ABRE LOS PUTOS OJOS!
— ¡Ya está, Levi, se acabó! — le gritó Hanji haciendo que me soltase — se acabó...
— ¡NO! ¡ESTÁ VIVA!
La mujer le separó de mí e intentó consolar a su dolorido amigo, tuve suerte de no escuchar a los demás. Tuve suerte de no oír absolutamente nada.
.
.
.
.
.
.
08/07/850
Tú y yo, nos hicimos una promesa
Para cumplir en lo bueno y en lo malo
No puedo creer que te haya defraudado
Pero la prueba está en la forma en que duele
Desde hace meses he tenido mis dudas
Negando cada lágrima
Ojalá esto no hubiera terminado
Te necesito aquí...
Tú me decías que estaba loca
Porque crees que no sabía lo que hacía
Pero cuando me llamabas "cariño"
Comprendía que no era la única
Has estado tan disponible...
Ahora sé porqué
Tú corazón es inalcanzable
Aunque yo ya sabía que tú tenías el mío
Te he amado por meses
Tal vez no di lo mejor de mí
Me has hecho descubrir mi miedo más profundo
Al mentirnos y desgarrarnos
.
.
.
.
.
.
— ¡Eres una auténtica guerrera, hermanita! — exclamó Enis abrazándome.
Me agaché para llegar a su altura y la abracé como si me fuese la vida en ello. Irónico... eché tanto de menos a mi hermana y al fin la tenía entre mis brazos. El sol caía sobre nosotras, caminábamos descalzas con preciosos vestidos de flores por las orillas del lago al cual Levi y yo solíamos acudir para pasear. Nuestros cabellos estaban sueltos, siendo movidos por el viento, e íbamos de la mano riéndonos mientras le relataba a la alegre niña todas las cosas bonitas que me habían pasado en la Legión.
Mis padres y mi abuela andaban tranquilos detrás de nosotras, era un magnífico paseo en familia. Hacía tanto tiempo de eso...
Enis y yo nos sentamos entre las briznas verdes de pasto y mi hermana comenzó a coger las flores para hacer una corona con ellas.
— ¡Te haré la mejor corona de flores que has visto, As!
— Me parece maravilloso, ratoncita.
— ¿A dónde vas? — preguntó al darse cuenta de que me levantaba.
— Tengo que ir a ver a alguien.
— ¿Puedo ir?
— Claro que sí, vamos...
La cogí y me despedí de mis padres para caminar con Enis en brazos.
— ¿A quién vamos a ver?
— ¿Recuerdas a aquel hombre del que te hablé?
— Sí, se llamaba Levi, creo.
— Pues a él — sonreí — Sabes que cuando te leía cuentos antes de dormir, éstos tenían como protagonista a una princesa que se enamoraba de un príncipe, ¿verdad?
Ella asintió.
— Él es mi príncipe.
— Qué envidia, como una princesa de verdad...
Los ojitos de Enis se enfocaron en un sauce que había cerca y lo señaló rápidamente, sonrojada. Miré hacia el lugar y avisté al hombre que tanto he y sigo amando, arrodillado frente a mi árbol favorito con una mano en el corazón y en la otra sujetando con firmeza el lazo rosa que yo llevé al cuello.
— ¡Mi lazo!
— Quédate aquí, Enis...
— Vale — contestó asintiendo con la cabeza.
Me agaché para recoger una amapola y me acerqué hasta él. Había pasado un año desde que todo sucedió y ahí estaba mi único amor, arrodillado en silencio con la cabeza baja y los ojos cerrados. En el tronco del árbol había dibujado un corazón con mi nombre dentro.
Dejé frente a él la amapola y caí de rodillas para abrazarle, para estar con él. A esas alturas, si no me hubiera ido, estaríamos en la casa que soñamos comprar viviendo como una verdadera pareja.
— Astrid... — habló sonriendo.
Abrí los ojos y vi como cogía la amapola.
— Después de todo... no estás tan lejos, preciosa.
Me aferré más a él hasta que mis manos rozaron con otras; las de Enis.
— Enis, qué-
— Gracias por querer tanto a mi hermanita...
Sonreí y abracé a mi hermana mientras Levi se ponía de pie para mirar al cielo con la amapola en la mano.
— Estés donde estés, mi ángel, no quiero que pase un día sin que rías. Espero que seas feliz, lo mereces. Te amo.
Fin
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro