Cap. 29: Empieza la guerra
El comandante dio la orden de salida para todos los soldados que lo seguían, todos menos yo. Refugiada entre las sombras de los barracones vacíos, había conseguido pasar desapercibida por los demás para poder quedarme en el lugar, sabía que iban a por Zeke en la llanura cerca de la cordillera gracias a las conversaciones que logré escuchar en boca de los altos cargos. Tras mi propuesta denegada con un rotundo no, tuve que hacer mis propios planes aunque eso significara desobedecer a Erwin, pero me daba igual; mis acciones eran por su bien, tanto por el suyo como por el de todos.
Bajé las escaleras en el más absoluto silencio para encontrarme con los tres chicos dormidos en la celda y golpeé los barrotes para despertarles. Se despertaron sobresaltados, pero su molestia desapareció cuando me vieron frente a ellos.
— Hora de salvar a la humanidad — dije sonriendo.
Bertholdt se llenó de alegría.
— ¿El comandante confía en nosotros? ¿Conseguiste convencerle?
— No precisamente... pero aún así tengo que hacerlo.
Se miraron entre sí y asintieron.
— Dinos lo que hay que hacer y lo cumpliremos.
— Se dirigen a la llanura, conocemos bien esa parte — informé sacando un juego de llaves — cuando lleguemos necesitamos transformarnos y eliminar a cualquier titán de ojos rojos. No podemos contar con Eren de momento porque se fue con los demás soldados.
— ¿Y saldrá bien?
— No lo sé ni yo... pero quiero acabar con esto ya.
Me puse en marcha junto con ellos. Cogimos nuestros caballos para cabalgar hasta las grandes puertas y así poder desviarnos por un atajo que todos conocíamos, las puertas estaban abandonadas y no nos costó mucho poder abrirlas un poco. Se podía intuir que Zeke no había tardado en ponerse en marcha, el muy cobarde movilizó a los titanes hacia donde quería porque en la pradera no había ni rastro de ellos.
Encabecé a mis amigos para dirigirles en la marcha bajo el sol, tenía que pensar bien cada movimiento que hacía porque me imaginaba las reacciones de los soldados cuando me viesen con Annie, Reiner y Bertholdt. Rezaba por que los superiores no se tomasen a mal mi idea.
— Recordad, dejad claras vuestras intenciones o de lo contrario nos tomarán por traidores.
Fue lo último que les dije antes de que Reiner y yo nos separásemos de Annie y Bertholdt. Yendo los cuatro juntos llamaríamos la atención.
— Oye, Astrid... — habló Reiner tras un tiempo en silencio — ¿Y qué ha sido de tu vida? Hace mucho que no sabíamos nada de ti.
— No es el momento, concéntrate.
— Por qué empezaste a salir con Levi... sabes perfectamente que aunque te hayas rebelado esa relación no es posible.
Me callé la boca porque tenía razón. Suspiré triste y preferí seguí cabalgando hasta llegar a las colinas próximas a la llanura, todavía no habían llegado pero a juzgar por los rastros lejanos de humo no distaban muy lejos de allí.
Dejé a mi caballo y até alrededor de mi cuello el lazo rosa de Enis para aportarme seguridad en mi misma. Todo estaba desierto, era incomprensible para mí toda aquella situación. Me sentía cansada de todo, cansada de escapar, de luchar, de discutir, de dudar... en definitiva, de vivir.
— Cuando ganemos al fin me iré a un lugar mejor.
— Yo no sé a dónde iré, pero no quiero regresar a Erdia.
— Nuestros compañeros te ayudarán a rehacer tu vida cuando vean que tú también te has puesto de su lado, pero a mí no me volverás a ver.
— ¿Te irás lejos?
— Sí, y lo haré sola.
Me miró como intentando añadir algo, pero ambos nos quedamos en silencio analizando el paisaje vacío que se extendía ante nosotros. El cielo se había nublado por una capa gris, el viento soplaba un poco moviendo las briznas de hierba y el silencio más absoluto estaba latente. Quería a mi familia, la necesitaba.
— No hay nadie, los soldados van a llegar y Zeke no aparece, ¿qué hacemos, As? ¿Nos movemos?
— No, espera.
— Pero si nos ven aquí-
— Espera, he dicho.
Los caballos de los escuadrones se hicieron oír por todo el paraje, frenaron poco a poco al ver que no había nada y nosotros nos escondimos en una hendidura no muy profunda para observarles. Los equipos de Levi y Hanji eran los que estaban allí. Yo miraba a Eren, quien parecía inquieto mirando a todos lados por el miedo a que le ocurriera lo mismo que la última vez.
— Se han quedado quietos, deben de estar esperando.
— Reiner... no te muevas.
— ¿Qué pasa?
Me llevé un dedo a los labios y rodé los ojos hacia los soldados para que pudiese ver que la mirada de Levi estaba fija en nuestro escondite.
A lo lejos algunos titanes se movían lentos y distraídos, no tenían los ojos teñidos de rojo así que era buena señal. Me quedé mirando a las criaturas alejarse para asegurarme de que no se acercaban a nosotros.
— ¿Eren nos ayudará?
— No lo sé, ahora lo que me preocupa es Levi. Sigue mirando hacia aquí.
— No nos estará viendo, ¿verdad?
— Zeke.
— ¿Qué?
— Allí — señalé sintiendo la ira inundar mis pensamientos.
El hombre estaba en el otro lado de la llanura ya convertido en titán, acercándose lentamente mientras los soldados se desplegaban para hacerle frente. Venía solo, pero eso no me daba confianza.
— Transformémonos, Astrid.
— Espera un poco más.
— Cuánto más, ¿hasta que el mono ese los mate a todos?
— ¡Espera y cállate!
— A la mierda, yo me lo cargo.
— ¡Reiner!
Intenté alcanzar su mano pero el insensato salió de su escondite con cuchillo en mano para provocarse una herida con la que transformarse. La característica luz anaranjada cubrió el cielo llamando la atención.
— Lo sabía... — escuché una voz en mi cabeza, no era Zeke, se trataba de Levi.
Lo entendí, lo descubrí. Todo pasó a cámara lenta delante de mí cuando al fin comprendí lo que mi titán guardaba como poder oculto, y no servía para nada.
Reiner corrió transformado hacia Zeke ignorando a los que le rodeaban, y entonces empezó el terror.
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