Cap. 25: Solo queremos un mundo libre
Mantuve la vista baja durante los funerales de los soldados que habían fallecido, las fogatas que se habían hecho para quemar los cuerpos ardían con fuerza en la noche oscura de finales de mayo, alcanzando gran altura.
Eren estaba a mi lado, sus manos estaban vendadas mientras que mis vendas me recorrían desde el antebrazo hasta la base de los dedos. Sentía que me miraba sin saber qué decir, noté su mano sobre mi hombro dándome ánimos pero yo no conseguía ni atreverme a levantar la vista del suelo. Todo había sido otro fracaso; Nanaba y Nifa fallecidas cuando Zeke tomó el control sobre Eren, Hanji en la enfermería en estado leve y en cuanto Erwin... por lo menos se había estado recuperado bien.
— ¿Me disculpas un momento? — le pedí a Eren apartándole.
— Claro, ¿a dónde vas?
— A hablar con Mike y Erwin, les debo más que una disculpa. Ya hablaré con Hanji cuando se recupere.
Tomé entre mis manos aquel lazo rosa, Enis lo había hecho cuando tenía cinco años como regalo por mi decimoséptimo cumpleaños y tenerlo me hacía sentir bien cuando estaba triste.
Encontré a Mike junto con el resto de su escuadrón, Nanaba pertenecía a su equipo y le había fallado al dejarla morir.
— Disculpe, señor... — llamé su atención tomándole de la manga de la chaqueta.
— Ah, eres tú, Astrid.
— Yo... venía a disculparme por todo lo que ha pasado, debí de ser más responsable...
Dirigió la mirada hacia mí dejando de poner su atención en la hoguera y sonrió.
— Eren también vino a disculparse antes, no es vuestra culpa.
— No tenía ni idea de que Zeke podía llegar a ese extremo... No sé cómo vamos a avanzar si es capaz de controlarnos.
— Habrá que seguir luchando.
— ¿Después de todas esas muertes?
— Astrid, las muertes de nuestros soldados son una imagen de los errores que cometemos. Es una lástima perder a un compañero pero eso no puede detenernos; hay un sueño que cumplir, si no se cumple sus muertes no habrán servido para nada. Hay que aprender de lo que hacemos mal y continuar avanzando para alcanzar un mundo sin titanes; entonces las muertes de nuestros compañeros habrán valido la pena.
Abrí los ojos sorprendida ante aquella lección, nunca me habían explicado nada igual. Desde que ingresé en la institución de guerreros erdianos cuando cumplí los catorce años, solo se me había repetido hasta grabármelo a fuego que los habitantes de los tres muros fueron una amenaza para Erdia; por eso los confinaron en esos muros con la constante amenaza de los titanes para que no saliesen. El que de verdad perturbó la paz de aquellas persona fue mi pueblo.
— Jamás me había planteado nada así, señor.
— Porque esa gente con la que convivías no querría que te rebelases, y aún así sin saberlo decidiste ponerte de nuestro lado.
Sonreí un poco mirando al fuego antes de asentir.
— Tiene toda la razón, señor.
— Llámame Mike, estamos en el mismo rango al fin y al cabo.
— De acuerdo, Mike. Gracias por tu comprensión, ahora debo de ir a ver a Erwin; quiero hablar con él.
— No hay de qué, nos veremos, Astrid.
Me despedí de él y pasé las grandes puertas de la entrada principal, no vi a Levi en el funeral y eso me extrañó ya que era obligatorio asistir. Pero Erwin y Hanji debían de recuperarse.
Llamé a la puerta de su habitación con cuidado, las quemaduras seguían doliendo y con el vendaje cubriéndolas no me podía auto curar. Él mismo me abrió, le miré con impotencia y pedí permiso para pasar, verle sin un brazo dolía como tener una espina clavada.
— Es un placer verte, ¿cómo te han ido las quemaduras?
— Algo mejor, gracias... — contesté frotándome el dorso de la mano — pero venía a preguntar por usted, creo que es más importante lo suyo que unas simples quemaduras que puedo curar.
— No lo creo, realmente me puse a pensar cuando desperté en la enfermería que esto siempre ha podido sucederme; si no eras tú podría haber sido un titán cualquiera. Siempre existe ese peligro, pero por lo menos sigo vivo y eso es lo que me importa.
— Su actitud es admirable, comandante. Iba a pedirle disculpas, pero tras haber hablado con Mike tengo otra cosa en mente que decirle, si no le molesto, por supuesto.
— Nunca molestas, dime.
— Quiero pedir que Eren y yo entrenemos por separado de los demás, necesitamos reforzarnos más física y mentalmente.
— Está bien, hablaré de ello con otros superiores.
— Se lo agradezco.
Caminé a la puerta, pero antes de girar el pomo me volví hacia Erwin y caminé hasta él de nuevo para abrazarle antes de irme.
— Ganaremos esta guerra, se lo prometo.
— No lo dudo, As... — dijo devolviéndome el abrazo.
Me froté los ojos, cansada, una vez había salido al pasillo. Al mirar por la ventana pude comprobar que los soldados se estaba retirando a los barracones de nuevo, así que yo decidí volver a mi habitación e intentar idear en paz y tranquilidad cómo entrenaríamos Eren y yo para ser capaces de resistir la habilidad de Zeke. Todo titán cambiante tenía una habilidad de más; Annie el endurecimiento de sus extremidades, Reiner podía hacer su coraza más resistente, Bertholdt era capaz de destruir cualquier cosa, Eren y Zeke podían controlar titanes... siempre me pregunté cuál sería mi habilidad extra.
Me tumbé boca abajo con el mentón apoyado sobre la almohada y los brazos cruzados bajo ésta. No cerré las cortinas para dejar que la luz de la luna iluminase el cuarto de manera tranquilizadora, me puse la ropa de noche y saqué un pequeño rollo de vendas para cambiarme las viejas.
— Pensé que esta noche dormiríamos juntos.
— Levi... qué susto me has dado...
— Ya.
Levi cerró la puerta tras de sí con su expresión seria de siempre y anduvo hasta mí para abrazarse a mi cintura.
— ¿Hablaste con Erwin?
— Sí, ya le expliqué mi idea. Ahora solo espero que funcione.
— Vale.
Caminó hacia la ventana para pararse en completo silencio allí y miró más allá del patio de entreno, donde la ciudad se extendía.
— ¿Todo bien? — pregunté algo incómoda.
— No. Ese cerdo pagará lo que te ha hecho.
— ¿Y qué hay de Eren?
— No me importa tanto como me importas tú.
— Pero también le controló a él.
— ¿Puedo pasar un momento contigo sin que hablemos de nadie más? Por favor... — me preguntó elevando la voz.
— Se puede saber por qué me gritas. Si me odias por lo que ha pasado ahí tienes la puerta para marcharte, ahora déjame dormir.
— No te odio, Astrid, yo te amo.
Terminé de cambiarme las vendas y me acosté sobre la cama con los ojos puestos en el techo.
— Están siendo tiempos difíciles — comenté — últimamente estoy muy tensa y no pienso con claridad.
— Cuándo no han sido tiempos difíciles...
Levi se tendió sobre las sábanas junto a mí y me atrajo hacia él, inclinó un poco la cabeza para adueñarse de mis labios una vez más antes de bajar hasta mi cuello marcando un trayecto imaginario de besos. Sus brazos tiraron de mí indicándome que me situase sobre él y así hice, quedándome tumbada con la cabeza apoyada en su pecho. Tomó una de mis manos vendadas y la besó.
— Estás cariñoso hoy.
— Puedo ser más cariñoso si tú me lo pides.
— Lo que menos necesito ahora mismo — dije con sarcasmo levantándome, pero sus brazos lo impidieron.
— Quizás ambos lo necesitemos... — susurró incorporándose, quedándome sentada en su regazo.
— Yo creo que no.
— Pues yo creo que sí.
— No te saldrás con la tuya — contesté divertida mientras Levi se acercaba a mi cuello.
— Ya lo he hecho, preciosa — comentó quitándome la camiseta.
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