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Cap. 10: Disculpas tras una puerta

Recorrí con la mano los lomos de los volúmenes que se disponían de forma ordenada en las estanterías de la biblioteca, el lugar se hallaba en completo silencio, solo escuchaba mis pasos sobre el suelo de piedra natural. Bajo unas lámparas colgantes con diez velas en los soportes de hierro buscaba un libro en especial para leer sobre la Coordenada, no había dejado de darle vueltas a un pensamiento en especial el cuál era cómo Zeke pudo decirnos que ese poder lo tenía el rey, cuando en realidad era propiedad de un simple adolescente; cómo fue a parar a sus manos.

Un libro de cubiertas negras fue mi elección las ver el título en letras doradas de "La Coordenada", lo llevé a las mesas de madera de pino que había junto a los altos ventanales para  obtener más luz y comencé a leer.

Habían pasado varios días desde que me alejé de Levi, no habíamos vuelto a dirigirnos la palabra desde entonces y durante los entrenamientos intentábamos mantener distancias el mayor tiempo posible. En cambio, dejé el miedo que sentí aquel día a un lado y solía relacionarme con mis compañeros, eran leales y con un fuerte sentido de la amistad que hacía sentir a uno como si nunca hubiese dejado a su familia atrás. No eran ningunos indeseables. La amistad más fuerte que había entablado con ellos era con Mikasa, por alguna razón nos entendíamos a la perfección y ambas habíamos tenido un momento traumático en nuestras vidas; ella vio cómo asesinaban a sus padres antes de ser secuestrada y yo tuve que admitir que no volvería a ver a mis padres jamás tras su desaparición, con el tiempo acabé perdiendo la esperanza de que algún día regresasen.

Miré al viejo reloj de péndulo que estaba cerca de la puerta, marcaba las cinco en punto y empezó a sonar cinco veces antes de detenerse. El tiempo se me había escapado de las manos al comprobar las dos horas que llevaba allí sentada leyendo, pero el libro, con sus 1530 páginas, era muy extenso. Me acerqué al mostrador para preguntar si podía llevármelo conmigo para seguir leyéndolo, podía notar la presencia de una mujer tras la mesa y llamé su atención. Grande fue mi sorpresa al comprobar que se trataba de Hanji rebuscando en los cajones de las estanterías.

— ¿Busca algo, superiora?
— Ah, qué va, es que me aburría un poco y bajé aquí a ver si encontraba algo con lo que entretenerme. Tengo que decirle a Levi que me ayude a atrapar otro titán para hacer pruebas...

Tragué saliva al escuchar su nombre.

— Bueno... yo venía a llevarme este libro, ¿sabe dónde está el bibliotecario?
— Siento decirte que murió en la última expedición, tenemos que conseguir otro — dijo como si fuese la cosa más normal del mundo.
— Esto... vale... pues, ¿hasta luego?
— ¡Chao, Astrid!

Salí de allí con el grueso libro entre las manos preguntándome si esa mujer estaba bien de la cabeza. Pensamientos a parte, continué la lectura en el poco tiempo libre que me quedaba antes de regresar al campo para entrenar. Página por página, cada vez me sumergía más en la larga historia de ese poder hasta que una mano en mi hombro me desterró de la lectura; se trataba de Sasha.

— Compi, ya están llamando para ir fuera, ¿vienes? — me preguntó mordisqueando un trozo de pan.
— Sí, ya voy.
— Hey, si te aburres durante los descansos ven con Conny y conmigo, tenemos unas bromas geniales que hacerle a Jean.
— ¿A Jean? Cuenta conmigo — dije entre risas por parte de ambas.

Nos reunimos con los demás, quienes esperaban sentados en el terreno arenoso y seco a que Levi llegase. Mikasa me saludó al verme llegar y no dudé en sentarme con ella, Bertholdt me miraba desde atrás mientras Reiner le hablaba pero yo no presté atención.

— ¿Por qué tardará tanto el capitán? Siempre llega temprano — comentó Christa levantándose para mirar a lo lejos.

Mikasa y yo nos miramos antes de que apartase incómoda la vista de sus ojos grises, algo en mí me repetía que era culpa del comportamiento que mostré. Vimos al oficial Mike acercarse a nosotros junto con Erwin y todos nos pusimos en pie para hacer el saludo militar.

— El capitán Levi no se encuentra en condiciones de supervisar el entrenamiento hoy, podéis retiraros a los barracones — nos anunció Mike con su grave voz.
— ¡Sí, señor! — respondimos al unísono.
— Astrid, ¿tienes un momento? — me detuvo el comandante mientras los demás se iban.
— ¡Mikasa ve yendo, ya te alcanzaré! Dígame, señor.

Tomándome del brazo con cuidado me alejó de los demás chicos para empezar a caminar cerca de los jardines. Miré al hombre esperando saber lo que quería y él cerró los ojos por unos segundos mientras suspiraba.

— No es por molestar ni nada parecido, es solo que noté que en los últimos días has entablado una relación cercana a Levi.
— Sí... bueno, solo quiero que confíe en mí para entendernos dentro del equipo.
— Lo sé, por eso te llamé. Desde hace dos días, Levi no sale de su habitación tras los entrenamientos para nada y eso me preocupa ya que tampoco a tocado la comida y no hay forma de ir a hablar con él. ¿Serías capaz de intentar hablarle? Creo que eres la subordinada más cercana e indicada para ello.

Se me hizo un nudo en el estómago.

— ¿Y-Yo?
— No pasa nada si no quieres, era solo una pregunta — repuso sonriendo con tristeza.
— Puedo intentarlo de todos modos... aunque no sé si lo conseguiré — afirmé insegura.
— De acuerdo, gracias por tu ayuda — dijo separándose de mí lado poco a poco.

Sin duda que era mi culpa. O no. O sí. No lo sabía, solo sabía que cuando le grité que me dejara apartando su brazo de un empujón su expresión no era seria sino asustada.

Cerré el puño y acerqué los nudillos a su puerta, me temblaba la mano y sentía ganas de salir corriendo y llorar por lo débil que me sentía cuando le tenía delante. Mi relación con él era confusa, ni yo misma sabía definirla.

Llamé rápidamente con dos golpes suaves y bajé la cabeza con los labios y puños apretados esperando respuesta. No hubo ninguna.

— Levi... soy yo... el comandante me dijo que estaba preocupado por ti y que viniera a verte ¿está todo bien?

Agudicé el oído para tratar de escuchar algo, pero nada. Una lágrima resbaló.

— No llores otra vez, maldita débil — me dije a mí misma dentro de mi cabeza.

Me sequé rápidamente la lágrima y volví a hablar cuidando de no mostrar voz quejumbrosa.

— Perdóname... no he parado de pensar en la manera en que te traté la última vez que hablamos, fui una completa estúpida que se asustó de dios sabe qué y no te tuve en cuenta. Por favor, déjame hablarte a la cara para pedirte perdón como es debido.

Silencio. Me dejé caer sentada, con la espalda apoyada en la puerta y las piernas flexionadas y rodeadas por mis brazos.

— Por favor, lo siento... lo siento

Esa vez no me contuve y lloré pidiendo perdón todo el tiempo. Él era alguien que, de una manera u otra, se convirtió algo muy importante para mí en muy poco tiempo y me negaba a perderle.

— Te aprecio mucho, Levi... no quiero que te vayas — acabé por decir de manera sincera, hasta a mí misma me llegó a sorprender aquello.

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