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6. Incursión

Viernes 20 de marzo de 2020

Que comiencen los juegos del hambre

Hoy ha sido el primer día que hemos tenido que ir a hacer la compra desde que se decretó la cuarentena obligatoria. Aunque viendo el comportamiento de algunas personas, lo de «obligatorio» creo que se lo pasan por el forro de los huevos. O sea, las autoridades no paran de repetir a la gente que no salga de casa, que es importantísimo frenar la curva de contagios, y algunos se van a pasear a la calle con un paquete de pan de molde...empezado, ¡como si hubieran ido a la compra! Es que somos la rehostia, en el peor de los sentidos.

Claro, como podéis imaginar, los policías no han tenido más remedio que multar a los listillos de turno. Pero calla, que eso no es lo mejor. Es que, al parecer, un grandísimo número de personas han decidido hacer las maletas en Valencia y poner rumbo hacia sus segundas residencias en el interior de España. Que, digo yo: ¿a qué coño vas al interior cuando hace unos días hubo un tsunami de madrileños huyendo hacia el levante? No sé, yo es que veo estas cosas y de verdad me pregunto si la gente tiene problemas de entendimiento o si se entrenan a diario para superar su propio retraso mental.

En fin, la compra, que con tanto imbécil pierdo el hilo. Pues eso, que tuvimos que bajar a por unas cuantas cosas porque en mi familia no fuimos de esos que se llevaron cuarenta y cinco paquetes de papel higiénico y media tonelada de macarrones. Lo cierto es que solo pudo bajar mi madre, por aquello de las prohibiciones y evitar contagios. No me hizo mucha gracia la idea, sinceramente. Puede que el virus no sea mortal, pero no me haría gracia que mi madre se contagiara. Aunque, y es algo que me sorprendió bastante, el dueño de un establecimiento le dijo que aquí no se había detectado ningún caso. ¿Es... curioso, no? A ver, que me alegro de que el riesgo de contagio sea menor, pero, no sé, me parece increíble tratándose de un pueblo de unos veinte mil habitantes, bastante cerca de la ciudad. De todos modos, hay personas con el virus que son asintomáticas y pueden seguir contagiando al resto, conque hay que seguir extremando las precauciones y no relajarse.

Por lo que me contó mi madre, parece que la cosa estaba más en orden en los supermercados, aunque como se ha limitado el número de personas simultáneas, había unas colas horribles esperando para entrar. Y a pesar de que guardaban la distancia de seguridad y estar al aire libre, no sé yo si será peor el remedio que la enfermedad. Lo bueno es que ahora tenemos naranjas para un par de vidas.

Tal vez haga el bizcocho de naranja...

Y hablando de cosas pendientes, al final conseguí vencer la pereza y reparé el secador. Me costó más de lo que pensaba (por eso no soy electricista, entre otras muchas cosas) y no quedó lo que se dice estético, pero parece que su hora no había llegado todavía, así que lo doy por una victoria enorme. Me habría jodido vivo quedarme sin secador justo ahora que están los comercios cerrados, la verdad. I am so proud of myself. No me lo digo mucho, pero a veces es cierto.

Mi pareja también fue a Correos a por el paquete, sin contratiempos para variar. Aunque se topó con una señora que le dio un consejo bastante bizarro sobre tomar agua caliente con limón para el coronavirus. Ah, sí, también vio un hombre de unos doscientos años pasear con una biblia por las vías del tren, haciendo caso omiso a los gritos de la policía. Lo normal, vaya.

Y para «cosas» poco normales, el vídeo que vi por la tarde, después de mi rutina de ejercicio y comer. Era de un chico que versionaba la canción Bad Guy, de Billie Eilish. Con dos ocarinas. Hechas a partir de un par de calabazas. ¡Y sonaba espectacular! ¿Hola? ¿De dónde cojones saca la gente tanto talento? A ver, que yo casi me amputo un brazo intentando arreglar el secador, y el tío del vídeo se marcó una cover de la leche. Menos mal que no cantaba también, sino me bajo de la vida y me voy andando. No sé dónde. A un pozo tal vez.

Qué mal repartidos están los talentos en el mundo.

Claro que peor están repartidos los cerebros. Y no hablo de mí, no por esta vez, sino por los guionistas del canal Historia. Ese mismo que en algún momento indeterminado del espacio-tiempo dejó de ser un canal de historia (como indica su puñetero nombre) y se puso al servicio de la conspiración y la paranoia. Y decir «ponerse al servicio» es quedarse muy corto. Si no toda, cerca del 90% de la programación gira entorno a los extraterrestres. De un modo u otro se las arreglan para afirmar barbaridades sobre los aliens. Y lo hacen con una seguridad y una convicción que me dejan atónito. Vamos, es que no les tiembla la voz. Obviamente, sin el menor rigor científico, sin aportar la menor prueba. Porque de eso se trata: de especular. Que, vale, cada uno puede creer lo que le salga del bajo vientre, pero de verdad que me asusta la rotundidad con la que afirman, por ejemplo, que somos un experimento alienígena. Así, sin vaselina ni nada.

Es que no puedo, te lo juro.

Hablando de conspiranoia, me acaba de decir mi padre que esta noche, a las doce, el ejército va a fumigar toda esta zona para combatir el coronavirus. Esto... ¿cómo? ¿Sabéis lo más gracioso? Que es un bulo que está corriendo por las redes sociales como la pólvora. Tanto que las autoridades han tenido que hacer un comunicado oficial para desmentirlo. ¿Hasta ese nivel de locura estamos llegando? ¡Que llevamos encerrados cinco días! Además, ¿con qué mierdas iban a matar al virus si todavía no hay vacuna? ¿Con napalm? ¿Con una plaga bíblica, como al pueblo Hebreo? Y mi señor padre super paranoico, tosiendo a cada rato, diciendo que ya nota «sustancias cáusticas» en el ambiente, que hay que sellar las puertas para que no se meta lo que sea que vayan a rociar. No sé, lo mismo es que se te está yendo de las manos lo de echarle lejía y alcohol a todo, por eso tienes la garganta irritada, ¿no crees?

En fin, mi idea de que acabaremos recreando un episodio de Black Mirror cada vez cobra más fuerza. Solo espero que acabe con todos nosotros de una puñetera vez.

Por si seguimos vivos mañana, no dejéis de lavaros las manos. Cuídate para cuidar al prójimo. Y esas cosas.

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