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35. Aerosolaciones nocturnas

Sábado 18 de abril de 2020

Magnetismo infeccioso

Pues nada, dos semanas más de cuarentena. Verás cómo, a lo tonto, nos pilla el verano... Joder, con las ganas que tengo de comerme un helado de turrón. Llegados a este punto, creo que cada día extra es como una puñalada en los riñones. Con un cuchillo de hoja roma. A ver, lo comprendo; lo he dicho y lo repito: no me gustaría estar en el pellejo de quien tiene que tomar estas decisiones tan controvertidas, sobre todo cuando tiene a la oposición al completo haciendo alarde de su poca altura de estado y, en definitiva, de lo rastreros y basura que pueden llegar a ser. Sin embargo, creo que hablo en nombre de todos cuando afirmo que tenemos ya los nervios de punta.

En mi caso no es por el hecho en sí de no poder salir, que ya va haciendo mella, sino por tener que aguantar a mi padre todo el santísimo día metido en casa. Y eso que se pasa dos horas dándole vueltas al salón. Conque no es que lo vea a todas horas, es más, creo que lo veo menos ahora que antes de la pandemia. No obstante, el mero hecho de compartir el mismo espacio vital y respirar el mismo oxígeno me altera los chakras. Sencillamente me pone de los nervios. Imagino que el sentimiento es mutuo, no sé. Al mismo tiempo que nos parecemos (de casta le viene al galgo, como suele decirse), también somos irreconciliablemente opuestos, y hay cosas con las que no puedo, sin más.

Por favor os lo pido, no me vengáis ahora con la soberana soplapollez de que los polos opuestos se atraen, que no somos putos imanes. Es más, me paso el magnetismo, la magnetita, el campo magnético terrestre y a la Universidad de Copenhague por el bajo vientre. En todo caso, yo soy un cactus lleno de pinchos y él un perezoso con dispraxia. Por ejemplo.

En fin, tendremos que armarnos de paciencia y rezarle a la virgencita de la Papaya todopoderosa para que nos libre de pensamientos parricidas. O no...

Ah, bueno, se me olvidaba comentar un detalle que me tiene entre preocupado y con ganas de salir corriendo montaña arriba, bajar el acantilado que enfrenta al mar y perderme en alguna isla desierta. También me vale un flotador con forma de unicornio, lo primero que aparezca. Y es que, al parecer, se va a empezar a permitir que los niños salgan a la calle. No dieron mucha más información al respecto, ni de cómo piensan llevarlo a cabo, ni si será por rangos de edad o qué, pero los sudores fríos son reales y la presión en el estómago también. Quiero creer, e igual peco de iluso (para no variar), que lo tienen todo planeado y entiendo el motivo de semejante decisión. Al fin y al cabo, el juego y el movimiento son el modo en que los niños aprenden y se desarrollan tanto física como cognitivamente. Sin embargo, pensar que la gente va a cumplir las normas a rajatabla y que no se van a producir aglomeraciones de niños jugando juntos, eso ya no es ser iluso; eso es un acto de fe para el que no estoy preparado.

Además, otra cosa no, pero envidiosos somos un rato. Veréis lo que tardan en salir a la palestra el resto de personas que, como es obvio, también están deseando poder salir. Conque no sé yo en lo que va a quedar todo esto.

Bien llevado puede ser el inicio de la vuelta a la relativa normalidad, cierto, pero eso es dar demasiado por sentado para el ser humano. Es que ya me estoy viendo venir que mi sueño premonitorio se hará realidad y tendré a lo menos diez niños en la puerta de mi casa pegándole patadas a un balón. ¿Que por qué delante de mi casa? Pues mira, eso me gustaría saber a mí también. Creo que ya he teorizado acerca de la posible existencia de un agujero negro de subnormalidad que me acompaña dondequiera que voy, lo cual me convertiría en una singularidad del retraso y no puedo estar más de acuerdo. Pero, ya que el tema de hoy es el magnetismo y no la Teoría de la Relatividad General, diremos que soy un puto imán para los tarados mentales y todos se pegan a mi alrededor como moscas a la mierda.

En otro orden de cosas, el gobierno ha aprobado, ahora sí, la fumigación aérea para frenar la propagación del virus. Joder, acabo de releer la frase y, aunque parece sacada de una peli de cencia ficción, es real como todo lo demás que estamos viviendo estos meses. Está publicado en el BOE (Boletín Oficial del Estado) por si alguien lo quiere consultar. No sé yo hasta qué punto esa medida será de ayuda y no desatará más teorías conspiranoicas de las que ya hay, pero bueno. Ya que hemos venido a jugar, juguemos. Tampoco explican en exceso qué demonios van a rociar para combatir el coronavirus ni cuánto va a durar la medida. Solo espero que sea napalm o microbombas termonucleares y acaben con este sufrimiento de una vez por todas. No me digáis que no sería una forma épica de cerrar (y calcinar) la última página de nuestra historia... ¿no? Bueno, supongo que por eso no estoy al frente de la operación.

***Corrección***

Lo que ha autorizado el gobierno es el uso de desinfectantes y biocidas permitidos en formato aerosol (entiendo que de amplio espectro), para tratar áreas tanto públicas como privadas, como medida extraordinaria mientras dure el Estado de Alarma. Ha sido una mala interpretación por mi parte, lo siento. También te digo que, para los que tenemos menos luces que el puerto de Madrid, podrían decir directamente «aerosol» o «spray» en lugar de «medios aéreos», porque, como ha sido el caso, da lugar a confusión. Pero vaya, porque no soy muy listo así en general. En cualquier caso, seguiré esperando el calorcito chingón del napalm. ¡A mí esa ilusión no me la quita nadie!

Pues nada, con todas esas emocionantes noticias me despido. Voy a ver si hago ejercicio ahora que la vieja mirona se ha asomado al balcón. Coño, para cuatro días que le quedan, ¡que sufra viéndome hacer la morsa moribunda!

See you later, alligator.

In a while, crocodile.

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