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3. Adorables vecinos

Martes 17 de marzo de 2020

Agárrense, que vienen curvas


Segundo o tercer día de cuarentena obligatoria (no logro decidirme, creo que el vecino con música techno me ha alborotado las dos últimas neuronas que me quedaban intactas).

Nos vamos a la mierda, definitivamente. O al menos en mi casa. Acabo de bajar para fregar los cacharros de la merienda y mis padres tenían puesto Sálvame. Mis padres. Sálvame. Sí, sí, los mismos que están dando vueltas al salón de 20 m²... tengo curiosidad por saber si, cuando lleven diez días de cuarentena desarrollarán superpoderes y comenzarán a caminar por el techo. De acuerdo, no conocéis a mis padres y tampoco es que le estuvieran prestando demasiada atención, pero decir que tenían puesto ese programa (que para quienes no lo sepan es la «típica» tertulia rosa en versión vespertina y aparentando que pueden respirar y hablar al mismo tiempo sin cagarse encima) es como decir que el aceite y una base acuosa se pueden mezclar sin un emulsionante. Tal vez no sea el ejemplo que esperabais, aunque estoy seguro de que ha resultado suficientemente gráfico.

Si con eso no fuera suficiente, hace unos minutos que un vecino, en un inconmensurable alarde de generosidad, ha decidido que era una buena idea poner música a todo volumen. A ver, compañero, que no podemos salir de casa, pero la electricidad no nos la han cortado (todavía), ¿sabes? ¿En qué momento se te ha nombrado encargado del entretenimiento? Porque yo no te he votado y no me gusta que decidan por mí. Y, lo que es peor, ¿tienes que aplaudir después de cada maldita canción? Es que estoy viendo esos vídeos donde salen cientos de personas asomadas en sus balcones jugando al bingo, al «veo veo», e incluso pinchando música cual Dj puesto de anfetas en Ibiza, y joder, doy gracias de no vivir en un piso. Es que, vamos, me toca a mí sufrir semejante marea de amor vecinal y me lanzo por la ventana. De cabeza.

Que es el segundo día. O el tercero (sigo sin decidirme), ¿qué nos espera para la segunda semana? ¿Un episodio de Black Mirror hecho realidad? Como ha dicho un chico por internet, cuyo nombre no recuerdo, estamos poniendo las expectativas demasiado altas demasiado pronto. Y todavía queda lo más duro por delante...

No sé, lo mismo soy un puto borde y un antisocial (cosas que no niego para nada), pero este rollito de «de repente somos una comunidad super unida» me pone bastante tenso. Además, creo que mis dos neuronas siguen siendo capaces de escoger la forma de mantenerme entretenido. Como, por ejemplo, afilar el hacha que tengo en el trastero y comprobar si mis adorables vecinos siguen siendo capaces de aplaudir sin manos.

Que, oye, a quien le guste esa mierda, enhorabuena. Pero eso no va conmigo. Para nada. Incluso si se extingue la humanidad.

En fin, volviendo al tema del coronavirus (¡qué sorpresa!) y cómo nuestro increíble retraso nunca dejará de sorprenderme, hoy he visto un vídeo en las redes sociales (bueno, vale, decenas) de un tío que se había disfrazado de dinosaurio y salido a la calle. Obviamente, la persona que lo estaba grabando se meaba de la risa. Y, también obviamente, la policía ha terminado deteniéndolo y mandándolo para casa. A seguir haciendo el gilipollas, imagino. ¿Qué esperaba que ocurriera? ¿Que le pusieran una correa al cuello y le dieran un paseo?

Nada, chica, que siguen aplaudiendo, mis vecinos, digo. Y silbando. El payaso debe de estar en oferta en el supermercado, porque ese subidón de creerse graciosos no es ni medio normal. Y aún quedan trece días de confinamiento, suponiendo que no se alargue la situación... Si no cometo un triple homicidio antes de que acabe la cuarentena y me meo en sus tráqueas, pueden venir y besarme el culo como agradecimiento. Bueno, mejor no. Qué asco. Antes me arranco un brazo y me lo como que dejar que me toquen.

Por suerte (no todo va a ser negativo), parece que el gobierno ha adoptado medidas para ayudar a los trabajadores y empresarios que han tenido que suspender su actividad laboral durante este tiempo. Hasta dónde alcancen las ayudas, ya lo veremos.

Los supermercados también parece que están actuando para frenar la locura de la gente, aunque algo me dice que no ha sido en absoluto motu propio. Al parecer, ahora están restringiendo el aforo a los establecimientos y, según me consta, no dejan que la gente se lleve cuatrocientos paquetes de papel higiénico y natillas. Gracias... creo. Vamos a rebufo, para no variar, pero algo es algo.

En otro orden de cosas, después de hacer mi rutina de ejercicio diaria (porque sí, llevo ya un mes y pico haciendo ejercicio regularmente bajo recomendación expresa de mi terapeuta), he llamado a Correos porque a mi pareja le llegó una notificación de que tenía que recoger un paquete antes del día 24. Y, claro, como no se trata de un corazón refrigerado para un trasplante (y que tiene que desplazarse hasta el pueblo para ello), digamos que no es estrictamente necesario ir a recogerlo. Ante todo, y no me cansaré de repetirlo, responsabilidad social y empatía. Puede resultar una tontería, pero creo que son esos pequeños gestos los que dignifican y convierten en un buen ciudadano. Y si no se puede salir, pues no se sale. El caso es que, tras varios intentos fallidos, me han dicho que lo sienten mucho, pero que si pasada la fecha límite el paquete sigue en sus dependencias, lo devolverán. Creedme cuando os digo que he hecho verdaderos esfuerzos para no meter la mano por el móvil y reventarle la cabeza contra el mostrador. Y por lo que he visto por las redes sociales, mi pareja no es la única persona a la que le ha pasado.

Y me pregunto: dada la situación de excepcionalidad por la que está pasando el país, qué digo el país, el mundo, no habría sido más sensato, responsable y, sobre todo, no le tocaríais menos los ovarios a la gente si retuvierais los paquetes hasta que acabe la cuarentena? No sé, lo mismo soy yo un puto genio de la logística o un happy flower de la vida, pero creo que no costaría tanto. Y no me vengáis con tonterías del espacio de almacenaje, que estamos recluidos y se supone que la gente no puede salir a enviar sus mierdas.

Conclusión: que le toca bajarse mañana en autobús y exponerse no solo al virus, sino también a que le toque el policía amable de turno (ironía on), porque los de Correos otra cosa no, pero hacer las cosas bien, eso siempre. La verdad es que no sé ni por qué me sorprendo.

Total, que parece que los vecinos ya han dado por finalizado «el conciertazo». Eso o se han dado cuenta del ridículo que estaban haciendo... Sí, claro, ja, ja, ja, seguro que es eso. Joder, no sabía que el encierro forzado hiciera florecer mis dotes innatas para la comedia... Si salgo vivo de esta (y si no termino cumpliendo condena) debería replantearme lo de las clases de teatro.

Me apetece hacer un bizcocho. Pero eso ya os lo contaré otro día.

A quedarse en casita y disfrutar de la soledad. Espero que en silencio...

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