29. La vida es sueño...
Domingo 12 de abril de 2020
...y los sueños, ¿sueños son?
Hacía tiempo que no me levantaba con la cabeza tan embotada y confusa como esta mañana. Era como si una panda de monos rabiosos hubiera estado pegándole una paliza a mi cerebro. Con panderetas. Por suerte no era migraña, sino más bien un gran desconcierto; eso ya habría sido too much pal body, que aún tengo secuelas del último episodio. Creo que ha sido consecuencia de haberme pasado la noche atrapado en un onírico bucle en el que me despertaba una y otra vez de mis sueños. Y el sueño era, justamente, estar soñando. Ojo cuidado a la paranoia. Así que, cuando por fin he abierto los ojos, me he quedado unos segundos aturdido de cojones, esperando a que volviera a despertar. Pero ese fue el último... espero.
¿O seguiré dormido y no sois más que producto de mi subconsciente? ¿Todo esto estará pasando? ¿Habrá de verdad una pandemia de coronavirus? O, por el contrario, ¿habré sufrido algún accidente y nada es real? ¿Cuál es el punto que separa la realidad de la ilusión si todo está tan vivo en mi cabeza? ¿Cómo discernir entre lo que es y lo que no es cuando siento los sueños con tanta intensidad? ¿Cómo fiarse de nuestros sentidos si son los primeros en verse alterados?
Bueno, vale. Stop. Bastante me como ya la cabeza de normal como para encima echarle más leña al fuego. Mierda, creo que voy a estar dándole vueltas al tema durante varios días. A menos que me despierte de pronto y se me revele «la verdad».
No es nuevo para mí soñar con situaciones perturbadoras o incómodas, sin llegar a considerarlas del todo pesadillas. Sin embargo, este lamentable intento de Inception me ha dejado agotado.
Total, que así de animado ha comenzado mi día. Me conformo, y mucho, con que ha estado lloviendo buena parte de la mañana. Hace relativamente poco de la última vez, y si de mí dependiera estaríamos así hasta que las paredes de mi habitación se llenaran de musgo. No, no me canso de los días nublados, ni del olor a tierra mojada o lo limpio que se ve el ambiente. No me importaría en absoluto sumirme en un eterno sueño en el que lloviera cada día, o al menos muy a menudo.
Lo malo, como en casi todo, es la contraparte; el precio a pagar por esta lluvia primaveral. Y es que, conforme la tierra avanza en su inexorable movimiento de traslación, cada vez habrá más horas de luz, las precipitaciones serán menos abundantes y los rayos solares tenderán a incidir de manera más perpendicular O, lo que es lo mismo, sobrevendrá el verano. No sé si lo he dicho ya, pero odio el puto calor aún más que a mis vecinos. Es agobiante, agotador y me drena las ganas de vivir (como si tuviera muchas, ¿sabes?).
En verano dejo de ser persona para convertirme en un amasijo de odio comprimido. Me doy asco a todas horas, porque hagas lo que hagas (ponte bragas), sudas. Te levantas de la cama, sudas. Te acuestas por la noche, sudas. Das dos pasos para beber agua y no morir deshidratado, sudas más. Te duchas para calmar temporalmente la mala hostia, aún no te has secado y ya estás sudando de nuevo. Por si no ha quedado claro, no me gusta el verano. Tampoco soporto la playa. Y muchísimo menos cuando juntas veraneantes y playa en la misma ecuación. Solo de pensar en el tacto de la arena rozándome los pies, me entran arcadas. Y a eso súmale cuatrocientas personas hacinadas para meter el culo en el agua. Dioses, qué taquicardias...
Siempre he sido más de piscina, o al menos cuando era niño disfrutaba mucho bañándome. Pero ya no. Soy incapaz de meterme en la asquerosa charca de patos en la que se convierte la piscina de mi urbanización en verano. ¿Os habéis fijado en las ollas cuando hervís garbanzos, con todas esas cabecitas dando saltos en el agua? Pues a eso le sumas niños haciendo el cafre y una más que cuestionable higiene por parte de mis vecinos, y ya tenéis una representación bastante fidedigna de la piscina de mi urbanización.
Resumiendo: que llegue ya el otoño, por favor. ¿A qué jodida deidad tengo que venderle mi alma para que borre el verano del calendario? Que la tengo en oferta, bien fresquita y torturada...
En fin. Hemos plantado ñoras en una maceta, a ver si salen. Las ñoras son un tipo de pimiento muy típico en la zona donde vivo, que se utiliza en la elaboración de la mundialmente conocida paella. Bueno, es cierto que tipos de paella hay tantas como personas que las hacen, y no todos usamos los mismos ingredientes. Sin embargo, y quiero ser muy tajante al respecto, LA PUTA PAELLA NO LLEVA CHORIZO. Así que dejad de ponerle mierdas. Las podréis llamar «arroz con cosas», «aborto de la naturaleza», o como buenamente os salga del arco del triunfo, pero paella no. Por favor os lo pido, ¿eh?
Y poco más. Parece que la gata está comiendo, así que eso es bueno. A ver si coge fuerzas y los bebuchos crecen grandes y traviesillos.
Buenos días/tardes/noches. Alguna de ellas será cierta, digo yo.
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