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-Treinta y tres-

07/07

Sábado. Nunca me pasa nada bueno en los sábados. Bueno, casi nunca.

Hoy me desperté con unos dolores horribles, así que me propuse decirle a papá.

Pero... Hay una mala manía en mí de hablar con los ojos cerrados, y así fue. Salí de mi habitación aún medio dormida, con los ojos cerrados y hablé.

«¿Papá es normal tener cólicos antes durante y después del periodo?» en ese momento papá llamó mi atención. Abrí los ojos encontrando a... Enrique.

Sí, Enrique estaba en mi casa, parece que se le ha hecho costumbre. Salí corriendo nuevamente a mi habitación, era una idiota por hablar sin ver. Lo sé. Cerré la puerta y me tiré sobre el suelo, frío, muy frío.

El aire comenzó a faltarle mientras sentía mi pecho oprimirse, mi respiración  se aceleró al igual que mi corazón. Cerré mis ojos tratando de mantener la estabilidad durante unos segundos por muy escasos que fueran estos.

Entonces escuché la voz de Enrique del otro lado de la puerta.

«Yo creo que es normal. Supongo que el hecho de que te duela antes es una forma de avisarte y que duela después te dice que estás viva. Que sobreviviste y lo seguirás haciendo»

Escucharlo de alguna forma logró calmarme. Pero eso no quitaba mi incomodidad. Al parecer lo notó así que continuó.

«No te preocupes, Laura. Mamá siempre me dice que es muy normal. De hecho me habla mucho del tema creo que ella sería muy feliz con una hija» aun no salía, él seguía ahí.

Hablaba conmigo, y así estuvimos hablando durante mucho tiempo; me contó sobre lo valioso que él considera a las mujeres y su resistencia para poder pasar cosas así una vez al mes durante días. Eso fue algo tiento y dulce, algo que me gustó. Ese algo me recordó por qué amo a Enrique.

Papá dijo que tenía que comer y, sin más opciones, tuve que salir.

Enrique comió con nosotros, Sara se reía mientras papá lo regañaba por comer tanto. Él solo reía mientras seguía comiendo.

A mi padre parece caerle bien Enrique... Y al mismo tiempo no. Le dió una copia de las llaves de la casa ¡Ni a mi me da llaves de la casa!

«Para que cuides a mi hija cuando yo no esté aquí. ¡Pero cuidar!» Enrique sonrió de forma nerviosa.

Leímos. Sara nos obligó a jugar con ella. Y al finalizar el día (de hecho a las 6 de la tarde) Enrique se fue. Dijo que otro día yo iría a su casa.

Así que... Un día iré a su casa... Y... Luego, un día me iré....

Pero, Diario, no seamos negativos. Al menos hoy pude enamorarme un poco más de él.

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Tuti🍓

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