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EPÍLOGO + Nota Final

EPÍLOGO: La nueva historia.

Vancouver/ Canadá 16/05/19

-Narrador Omnisciente-

La castaña caminaba totalmente indiferente a su alrededor. El viento soplaba con fuerza y firmeza como si tratase de llevarse consigo cada hoja que yacía en los árboles. La fría madera de sus troncos era golpeada con fiereza, el viento trataba de romperlo, como un taladro sobre el cemento, la fuerte brisa golpeaba cada pequeño centímetro de los grandes trozos de madera seca. Una ráfaga rápida pasó a su lado removiendo un poco aquel extraño y tosco cabello ondulado.

La mujer se abrazó a si misma tratando de guardar un poco de calor, se suponía que el lugar se encontraba en la época del año más calurosa y aún así ella mantenía constante el frío en sus huesos. Quizás el ambiente no era el frío, a lo mejor el clima de hielo se encontraba en su interior. Aquel vacío, esa clara falta de algo. Durante un segundo, una idea tocó alguna parte dentro de su mente ¿Qué estaría haciendo Enrique?

Quizás sí todo hubiera terminado en otros términos, a lo mejor sí ella le hubiera dicho algo. Podía existir esa pequeña posibilidad de que en ese momento los dos supieran qué era de la vida del otro, pero no, eso no había sucedido. Ella había tomado una decisión y ya no había vuelta atrás.

Le hubiera encantado poder regresar el tiempo, despedirse bien, poder recordarse de la forma correcta. Mantener así sea un poco de contacto con él. En el fondo de su ahora vacío pecho, a falta de algo o alguien, podía sentir dolor. Sentía el dolor que creía, dejó en el pecho del pelinegro.

Perdida en sus pensamientos, en sus recuerdos, y sus lamentos. Continuó su camino, caminaba con la cabeza gacha, su rostro serio y sus ojos sin un solo destello de felicidad. Caminaba triste y sintiéndose sola, como alguna vez ya se había sentido. ¿Es normal sentirte mal sabiendo que acabas de herir a alguien? Lo loco sería no sentir nada. Si ese fuera el caso, sin duda, la mujer estaría en lo más bajo conocido por la sensibilidad humana.

Cerró sus ojos tratando de concentrarse en lo que alguna vez llamó "grato recuerdo" Nadie sabía lo que ocurría por la cabeza del pelinegro. A lo mejor él no guardaba rencor.

Se acogió más. Resguardarse en recuerdos era lo único que le quedaba. Una idea nueva surgió, ¿si hubiera escuchado aquel primer día? ¿Si hubiera prestado atención a la charla que, se supone, dio su profesora el primer día?

Así continuó, sumergida en memorias, hundida en pensamientos, otra vez, nada le resultaba relevante más que observar sus pies con cada paso que daba. No sabía dónde iría pero seguía su camino.

Estaba tan inmersa en su propio juicio, dentro de su pensar, ignorando todo, que no notó la pareja que se encontraba un poco más adelante. La brisa era suave pero ella la sentía totalmente helada. El clima era templado, simplemente agradable y perfecto pero para Laura el día congelaba hasta sus pulmones.

Siguió caminando y, entonces, chocó.

— Hey what's up? —la mujer quedó helada en ese momento, incluso más que antes. La pelinegra resopló en espera de la respuesta de la castaña, ella mantenía sus manos dentro del suéter. La sudadera de aquel hombre le quedaba simplemente gigante— Hey... are you still there? —ella negó a la cuestión impuesta por la pelinegra, fue entonces que la otra mujer entendió.

Al ver el rostro pálido de la chica, lleno de miedo e inseguridad, no tenía idea de cómo había sobrevivido tanto tiempo. En ese momento Laura deseó haber prestado atención a las clases de inglés. Verdadera atención.
Mientras tanto, la pelinegra estalló en risas. Se detuvo de inmediato al ver cómo a la pequeña castaña, aquello no le causaba gracia.

— Perdón, ¿entiendes español? O... Tu parles français? —preguntó nuevamente con cierto tono de burla en su voz. Una sonrisa ladina en su rostro, un destello en sus ojos, un toque de felicidad humorística en cada célula de su rostro.

— Español, gracias —adjuntó algo molesta. Obligando a que su contraria dejase su mirada llena de alegría.

— Soy Paola, un gusto —extendió su mano hacia la mujer en espera que la sostuviera pero eso no sucedió. Un solo pensamiento invadía a Laura «Toda persona es rara hasta que se demuestre lo contrario» era lo único que mantenía constante, eso y el recuerdo de su amor. Su Deus.

La pelinegra retrajo su mano pegándola nuevamente al costado de su cuerpo. Eso se había vuelto incómodo.

— Paolita —sonó la voz de un tercero. Ambas mujeres dejaron de verse para prestar atención al dueño de la voz. Inmediatamente una sonrisa volvió a formarse en el rostro de la susodicha.

Un castaño de cabello ondulado hizo su acto de presencia en escena. La chispa, confundida con destello, que mostraba su iris verde. Aquel brillo de seguridad en sus dientes que apenas era visibles tras sus delgados labios color durazno; sus pecas poco visibles a la vista humana; su piel dorada que parecía iluminarse, era un ser bastante apolíneo. Pero no era él. Aún con sus ojos verdes y destellantes; aún con sus labios finos y dulces; aún con su sonrisa que irradiaba confianza, que parecía poder abrigar toda clase de secretos; los rulos de su cabello que descansaban tranquilamente sobre su frente; todo lucía impecable, él se veía hermoso, pero no era Enrique. No tenía su cabello negro y su sonrisa de niño pequeño e inocente, no tenía la dulzura que caracterizaba a su amor. No tenía ese porte de caballero con corazón de niño.

— Alancito —habló Paola antes de correr a los brazos del hombre. Gustoso, él la recibió en sus brazos, la abrigó en un espacio especial, la sostuvo entre su cuerpo y su alma.

— ¿Qué haces aceituna? —preguntó manteniendo el abrazo de forma constante.

— Conocí a... —hizo una pausa tratando de no demostrar el pánico que se apoderó de su cuerpo en ese instante. Soltó el abrazo y lentamente se deslizó hacia atrás para así observar al hombre a los ojos. Era obvio que no conocía el nombre de la mujer, no recordaba que lo haya mencionado en algún momento.

Alan lo entendió, suspiró, remojó sus labios y sonrió.

— Un gusto —terminó de distanciarse de la pelinegra para darse paso frente a la castaña— Alan Gutiérrez —su sonrisa se mantenía intacta.

— Soy... —hizo una pausa dándose tiempo de formular su oración— Evangeline —entonces se calló— Quise decir... Laura. Mi nombre es Laura —el hombre asintió sin entender en lo más mínimo.

— ¿Entonces no te llamas Evangeline? —cuestionó.

— Sí, pero nadie me dice así —aclaró.

— Pues un gusto —el cabello negro de la mujer, volvió a hacerse presente—. Ahora me llamo nadie. Evangeline —aseguró con una sonrisa llena de ánimo y júbilo.

Laura negó con una mueca, ¿así funcionaba la vida? Ni bien termina un ciclo y concluye una historia, ya comienza con otra. Que gran compañero tenía, la vida.

Y, la verdad, así funciona. «Qué lindo maestro es la vida que te repite el examen hasta que por fin lo apruebes»

Ambos amigos, hicieron un gesto con su cabeza indicando que debía seguirlos. Y lo hizo. No sabía qué sucedería pero deseaba que fuese algo bueno. Deseaba que Enrique fuese feliz, que la recordara con amor.

— ¿A dónde vamos? —cuestionó

— Con el señor Alfred Williams, lo conocemos desde hace algún tiempo. Nos gusta ir a visitarlo. —Laura lo meditó un segundo "Williams" ¿Sería posible? No, no debía hacerse ilusiones tontas, ya no.

Y su vida volvió a comenzar desde aquel punto, no comenzó de cero. Volvió a seguir desde el número en el que se había quedado, sea cual fuese ese.

Estaba lista para seguir, esperando lo mejor para aquel que dejó atrás, ya solo quedaba una duda:

¿Cuál es la diferencia entre el amor de tu vida y tu alma gemela?

Eso era lo único que aquella chica enamorada, jamás pudo responder.

¡Hola!

¿Qué tal todo?

¿Que les pareció mi romance rosa?



Si llegaste hasta aquí quiero agradecerte de corazón, esta historia la escribí hace tres años y está inspirada en uno de mis muchos amores imposibles de cuando era más joven. Ésta historia ha pasado por muchas, nunca suficientes, revisiones y tiene muchísimas cosas que arreglar, pero que no quise cambiar porque le tengo un gran aprecio y cariño a ésta, la versión original.

Nunca esperé hacer de esta historia una saga, pero es inexplicable lo mucho que me encariñé con Enrique y su vida. Si quieres entender a qué me refiero te invito a leer "Tú que puedes", la historia que continúa con un poco más en la vida de Enrique y actualmente está en mi perfil y apenas lo termine tendrá sus merecidas correcciones. En ese sí.



Suerte desde ya. La vas a necesitar.



Tupananchiskama y que la vida nos vuelva a reunir <3

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Tuti🍓

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