Nutricionista, milanesas y pebetes
Poco después de visitar por última vez a la gastroenteróloga y recibir el dichoso diagnostico final, nos encontramos con una simpática nutricionista que señaló que estaba muy flaca.
Sí, siempre lo supe, pero me quedé medio dura cuando dijo que mi peso era más falso que la espada de Griffyndor guardada en la bóveda de los Lestrage. Pero resultaba obvio, ¿no? Nunca había pesado más de 50 kilos, nunca había acumulado grasa en las caderas y se supone que al ser celíaca no aumentas de peso mientras no haces la dieta.
Ya dijimos, es como drogarse con lavandina, por lo que tu intestino está incapacitado de absorber nutrientes importantes. ¡Si está más ocupado con la lavandina!
Después de una charla de una hora, salí de allí con la orden de comer frutas, verduras y aumentar de peso para ganar masa muscular. Me subió el ánimo cuando me dijo que me iba a sentir más linda... tipo, más culona, más caderona, ¡más tetona! «Bueno, por ahí eso no :v »
Pero el sentimiento estaba. Nunca tuve culo, nunca tuve curvas. La idea de tenerlas me emocionaba y así descubrí que me gustaba la banana....
¡LA FRUTA!
«¡Manga de degenerados!»
Nunca había disfrutado del sabor de la banana —«A menos que lo metiera en una fuente de chocolate derretido»—, y un sábado me desperté con ganas de probarla otra vez. Me fanaticé. Al principio me costaba tragarla, había algo que no me convencía, pero después de la quinta banana observé sus maravillosas cualidades.
—No tiene olor, no macha, ¡no chorrea! No ensucia, y podes tenerla en la mano sin lavártela porque la cascara es una goleada.
«¿Hay mejor fruta que la banana?». No, no me vengan con pamplinas, a mí nadie me va a convencer de que es más práctico llevarse una mandarina. La banana y yo nos volvimos amigas inseparables y pasamos juntas tardes de trabajo y moldes :v Muchos moldes, mucha banana. Mucho dolor de espalda mientras trazo sobre la mesa pero ese es otro cuento.
¡Después de conocer a mi amiga la banana llegó otro encuentro muy grato! La licuadora me enseñó cuán útil podía ser y aunque pensé que iba a matarla, demostró ser duuuuura como una roca. Metí pan seco y galletas de arroz y desarrollé un rebosador de textura gruesa, pero húmeda y llena de sabor que dejó mis milanesas dignas de Master Cheff. Los rebosadores comprados suelen dejar las milanesas como un cartón, dignas de los materiales que usan en mi universidad para montar paneles. Algo así como Foamboard.
«Casi escribo FondBoard, pero resulta que es algo así como una tabla de surf».
Este fue un logro mastercheferiano de dimensiones extraordinarias. En casa, hacer milanesas era un disparate, sobre todo por la negativa de papá y hermano menor para comer las sin gluten. Gracias al cielo bendito sin tacc, estas nuevas milanesas 2.0 gustaron y mucho. ¡YA NO VUELA PAN RALLADO POR CASA, WIII!
Siguiente objetivo: PEBETES.
¿Alguna vez pensaron en el pan Pebete como si fuera lo más hermoso del mundo? Seguramente no, porque no lo valoraban como yo, hasta que me lo prohibieron.
Hoy en día mi vida se basa en añorar el pebete como si fuera un manjar de los dioses y yo una asquerosa mortal que come sin gluten al pie del Olimpo. Porque posta debe ser así, ¿no? Si hay un dios celíaco segurito que no le hace afecto porque es un fucking dios.
En fin, ¿recetas de pebetes sin gluten? No encontraba casi ninguna. Los desastres pueden ser muy obvios si agarras una receta de pebete con trigo e intentas hacerlo sin :v NO-FUN-CI-O-NA. En serio, gente, hay masas que aunque te quieras hacer la viva NO FUNCAN.
No lo intenten, es como meter una bomba molotov en el horno. No tiene gluten, no tiene elasticidad, no se amasa, no leva, no es normal y punto. Porque convengamos que nosotros no somos normales y hay que vivir con eso.
«Y vivir sin pebetes, boe».
Entonces, encontré una receta copada en un grupo y probé. Lo único que eso tenía de parecido al pebete es que era dulce :v Se, nada más. Sé que algo hice mal porque no levo, la masa quedo rara, la textura era grunosa y aunque la miga estaba compacta y buena para hacer sanguchitos sin que se te desarmen.
Ese día hice sándwichs de pollo y tomate y bueno... estuvo rico. ¡PERO ESO NO ERA UN PAN PEBETE!
Días después, otra persona en ese mismo grupo subió fotos de sus divinos y odiosos panes que hizo con la misma receta y yo acá... con mis piedras :v
«No lloremos, no lloremos»
Celiacos de mi corazón, esta es una lucha constante, pero a no rendirse. ¡SEGUIREMOS BUSCANDO RECETAS PEBETEANAS! Y juro que lo lograré, porque la celicidad es de todos :)
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