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El primer golpe

Así, tan relajada de la vida —mentira—, me olvidé del análisis de sangre.

¡CHE! Juro que estaba muy ocupada. Pregunten si no que estuve haciendo desde septiembre a diciembre del 2013: 

Estuve cosiendo como una esclava en un taller clandestino por dos pesos. «Che, no se jode con eso». Pero, tampoco se jode cuando uno estudia Diseño de indumentaria, porque a veces pareciera que de verdad soy esclava y uno así piensa que está en sus manos en un futuro no dar trabajo a talleres con esas condiciones inhumanas. 

Así que no sé cómo llegue al 18 de diciembre abanicándome con el sobre de la obra social que contenía los resultados.  Argentinos,  ¿no la parimos en esas fechas? JA, JA, JA, sin luz ni agua y con 45º grados de temperatura. Yo no estaba haciendo nada malo con ese sobre.

Me acuerdo lo gracioso del momento, ¿no? Estaba sentada en el mismo lugar que estoy ahora, pensando en la entrega de diplomas de mi hermano, que empezaría a las siete de la tarde y en cómo iba a llegar hasta allá si mi abuela materna no iba. Es que por alguna razón que SI no recuerdo, no podía localizar a la abu. ¿Andaba por la casa de mi tía? «Como siempre, abandonándome por mis tiernos y pequeños primos. ¡Obvio! Como yo ya pasé las dos décadas ya no me quiere más, ¿no? Se va con los que tienen menos de cinco años»

Abrí el sobre y me chismeé todas las palabritas. Los glóbulos blancos, los rojos, la tiroides que estaba alta —cosa que ya sabía— y llegué a la última página con el corazón en la boca. Ustedes y yo sabemos que perdí tiempo a propósito viendo esas cosas para no llegar al momento crucial. Pero los momentos cruciales llegan y el humano tiene que dejar de pretender que puede dominarlo. NO-PODÉS, macho. 

Ahí estaba mi maldición, rezando un horrible:

ANTIC. ANTI TRANSGLUTAMINASA (IgA)

Resultado: 8,86

Valor de referencia:

Negativo: Menor a 8

Positivo: Mayor o igual a 8.

Tenía que ser corta como para no darme cuenta que TRANSGLUTAMINASA tenía algo que ver con el gluten.  Pero tardé al menos dos horas en darme cuenta del "Mayor o igual" y de que tener un 8,86 podía ser solo una coincidencia. ¡Capaz que estaba exagerando y era una cosita del momento! Todo esto quiere decir que me pasé dos horas en un estado psicótico de depresión absoluta —Okey, no—, preguntándome como iba a sobrevivir sin milanesas desde entonces.

Lo más gracioso del día fue que mi abuela no me creyó.

—¡Qué vas a hacer celiaca! Si no tenés síntomas.

Ah, abue, ¿vos no sabías que vengo internándome en el baño desde hace dos años?

—Pero eso no es nada —me decía. Y yo con cara de: "¿Eso no es nada?" . Ella lo negaba completamente convencida, porque, obviamente, nadie en la familia era celiaco. Y si no había nadie era imposible que yo lo fuera. Bueno, había mucho camino que recorrer todavía.

Mamá si me creyó. Bueno, le creyó al análisis. Al día siguiente terminamos en COTO buscando productos para celiacos, mientras mi frustración aumentaba al no conseguir nada, pero absolutamente nada, que pudiera comer. Me compré unas galletas de arroz de la puta bronca. Insulsas y aburridas. Así pensé que sería mi miserable existencia a partir de ese momento crucial que me arruinó por completo.

De ahí, nos fuimos a Carrefour, dónde mi cuñada había mencionado ver una góndola llena de productos celiacos. Sin embargo, al llegar  los precios nos dejaron mudas. ¡25 pesos una caja de galletitas! ¡40 pesos una bolsa de harina! ¡35 pesos una tabletita de chocolate! ¡30 pesos una caja de rebosado!

¿Y mis milanesas? ¿Y mis brownies?

Caí en la cuenta de que no solo ser celiaca me iba a joder a mí, sino que nos iba a joder a todos. ¡Era una locura! ¡Iba a tener que comer galletas de arroz por el resto de mi vida!

«No, no pienso ni en joda sentarme a comer galletas de arroz como una naba el resto de mi jodida existencia. ¡Me importa un pepino! No pienso hacer esto»

Total... morir  no me iba a morir, ¿o si? 

«¿Y si me muero?» ¡Dah! Las milanesas nunca mataron a nadie. Y menos que menos, me van a matar a mi.

«Milanesa Love forever, Celiquía, no te atrevas a meterte entre nosotras o te va a salir caro»

Si, a mi también me iba a salir caro. Pero la primera parte de esta historia es siempre la misma: aprender a luchar con el sistema. 

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