Capítulo 7. Con los ojos cerrados.
¡Hola! Mi nombre es Timothy Awertton y por supuesto que ella dijo... no. Tal vez no lo entendí en el momento, pero hasta el torpe de Angus percibió que me estaba pasando de listo, justo en el momento que le propuse matrimonio a mi querida musa piel de chocolate. Debo admitir que su expresión en el instante que me escuchó me engañó de inmediato, pues vi como sus ojos vacíos se abrieron completos, y sus mejillas se pusieron de tonos escarlata que no conocía. Sin embargo, pronto me soltó las manos y apretó ambos puños a sus costados, para gritarme en el rostro un " ¡Por supuesto que no!" bien remarcado y sonoro.
¿Por qué me dijo que no?
Ovbiamente, si la mujer que amas acaba de sacarte de un burdel costoso, luego de haber follado con por lo menos quince mujeres en un periodo de meses, era natural que como menos, te rechace. No sé si se sabía los nombres de todas, pero me mencionó al menos siete, antes de pedirle a Dracovinus que nos llevara a casa. Si, a casa. A pesar de lo enfadada que estaba, de vuelta al departamento durmió todo el camino con la cabeza recargada en mis piernas, completamente agotada. Eran las cuatro de la madrugada cuando me ocupé de cargarla, y tanto Des como Will y Marshall esperaban en mi puerta. Los tres ansiaban recibirme con emoción, pero al ver a la princesa dormida, se contuvieron sabiamente. La recosté en una recámara extra que tenía en casa (donde normalmente se quedaban mis amigos cuando se les pasaban las copas). No quería abochornala dejándola en mi cuarto, aun cuando este era más amplio, lujoso y reconfortable. No, tenía que volver sobre mis pasos y corregir todas mis estupideces.
Leo por supuesto no estaba presente, y al volver a la sala, los abrazos de mis amigos provocaron que me doblara de llanto. Largo fue el rato que los abracé, uno a uno, y les pedí perdón al oído de mil maneras. En especial a Des, quien no dudó en apretar mi espalda con fuerza, y quien negaba con una gran sonrisa para que no le pidiera perdón. El aseguraba que sabía que yo era un idiota desde siempre, y que a pesar de que eso no iba a cambiar, no tenía nada que perdonarme. Semejante capacidad de amor en el corazón de Aeva solo me hacía sentirme más mezquino, pero no podía ser malagradecido con ellos, pues a pesar de todo aún creían en mí, así que dejé las lágrimas para después y les agradecí con mucha emoción.
Por la mañana, pasadas las diez, Amanda despertó con un caballero elegante, vestido como mayordomo, esperándola con té caliente y unos crossaints recién hechos. Fue hermoso ver como sonreía al percibir el aroma, y a pesar de que me moleste en vestir hasta el último detalle de mi improvisado disfraz, era inútil si ella no podía verme. Pese a su discapacidad, yo era feliz tan solo porque ahora conservaría algunas sábanas con el aroma de Borbón, aunque eso sonara un poco pervertido.
—Los chicos tuvieron que retirarse, pero Des me pidió que te agradeciera de esta manera. Dijo que los rellenos de cajeta son tus favoritos, así que puso un poco más de lo debido— comenté tranquilo, ocupándome de acomodar una mesita plegable sobre sus piernas, de modo que pudiera desayunar en la cama. El vestido aún seguía impactándome, pero definitivamente el color rosa le sentaba mejor. —¿Quieres que te consiga algo de ropa? Luces incómoda— cuestioné preocupado, pues era evidente que se esforzaba en mantener sus piernas cubiertas, y el comentario solo agravó el asunto.
—Estoy bien Timothy. Aunque tuve que romper muchos de mis protocolos personales para llegar a este punto contigo— comentó después de un largo suspiro. Supe que era necesario que me sentara, así que traje para mí un pequeño banquito que tenía cerca, y la escuché atento— como te lo dije anoche, Vanessa ha creado una imagen equívoca de mi persona, en su afán por mantenerme en una burbuja a la cual no pertenezco. Desde que perdí a mis padres, me juré una y otra vez que no me detendría ante nada. Para serte franca, mi respuesta negativa ante tu propuesta es por muchas razones—
—Soy un torpe, Amanda— interrumpí en voz baja— me enamoré de ti desde el día que te ayudé con la persona que intentaba asaltarte. No sabía nada, no sabía quién eras y me obsesioné tanto investigando, que Casiragui casi me demanda. Jeh, la verdad es que nunca me sentí así con nadie, y sé que no es creíble viniendo de mi.... Yo solo... de verdad quiero que seas feliz ...— apreté los labios un instante, y vi de reojo el como ella volvía a sonreír. Nadie en el mundo podía saber que tan sincero era, aparte de ella. A lady Borbón no podía engañarla, pues a pesar de que sus ojos no le permitían verme, su corazón era muy astuto y nada fácil de falsear.
—En realidad si me daba cuenta que me seguías, ¿sabes?— confesó con una risilla de por medio, girando su rostro hacia mi— pero no eres el único que hacía esa clase de cosas, por eso lo dejé pasar—
—No me sorprende no ser el único— afirmé avergonzado, frotándome la nuca un poco— me sentiría mal si no fuera el único, eres maravillosa Amanda—
—Y te agradezco en verdad que seas tan sincero conmigo... sólo...— hizo una breve pausa, y volvió a suspirar— probablemente ya lo sabes, pero yo hace cuatro años estaba comprometida. Esa persona era maravillosa, y durante tres años se ocupó de adornar mi vida con mucha felicidad, siempre atento, siempre amable, mis padres lo amaban tal vez más que yo. Pero en el momento que más lo necesité, lo primero que me dijo fue que el no cuidaría el resto de su vida de una persona "inútil"— Durante varios minutos, permanecimos en silencio. No podía creer el nivel de crueldad de ese hombre, quien tuvo la fortuna de figurar en el corazón de la mujer de mis sueños, y que optó por abandonarla a su suerte. Un hombre sin honor, sin corazón y sin la capacidad de cumplir una promesa. Por unos minutos, me pareció que esa persona era mucho peor que yo. —A raíz de eso, me es difícil confiar en los sentimientos ajenos... quiero que lo entiendas, Timothy. Que a pesar de lo maravilloso que puedes ser, tus acciones aún dejan mucho que desear, si de confianza hablamos. Si por un malentendido te lanzaste a los vicios y a las mujeres, ¿Qué no harías en una discusión, estando casados?... no quiero pasar por el dolor de un fracaso nuevamente, así que por favor... antes de pedirme que me quede a tu lado para siempre, demuéstrame que puedo confiar en ti—
La verdad es que Amanda tenía el poder innato de golpear la mejilla con guante blanco, y sus palabras me calaron hondo. Tenía toda la razón del mundo. Mis acciones no eran suficientes, puesto que ante todos, yo solo era un novato sobresaliente con mucho dinero, que ahora tenía el favor de la corona. Independiente, era natural que nadie confiara en mí, puesto que podía hacer y deshacer sin freno alguno. Medité su petición unos instantes, y entonces recordé algo que venía maquilando desde meses atrás, incluso aunque ya no teníamos contacto. Aparte la mesita plegable, para sentarme a su lado, y le tomé ambas manos, besándolas juntas.
—Si no puedes verme, jamás podrás confiar en mí, Amanda. Yo necesito que me mires a los ojos, que veas que no sólo mi corazón, si no todo en mi quiere dedicarse a ti por completo...¿Te gustaría intentarlo?—
—¿A qué te refieres?—
—¿Quisieras recuperar la vista?—
—No juegues conmigo, por favor... —susurró con una negativa en su cabeza, era evidente que el tema le causaba dolor.
—Jamás jugaría con eso— afirmé ansioso, frotando un poco mis dedos contra los suyos— si tu estas dispuesta, puedo pedirle apoyo a la corona para llevarte con los médicos más reconocidos del mundo. Un transplante de corneas podría ser la respuesta que necesitas, si el daño en tus ojos no es irreperable... mi hermosa señorita Borbón, dime que sí, aunque sea solo en eso... déjame demostrarte que puedes confiar en mí, y si después de recuperar tu vista, sigo sin convencerte, me retiraré de tu vida por completo, sin rechistar, sin reclamos ni intentos vanos, por favor, por favor Amanda, aún existe un mundo haya afuera, listo para que lo devores por ti misma—
Afortunadamente, mi poder de convencimiento fue útil ante la fuerte señorita Borbón. La posibilidad la conmovió mucho, y aceptó con emoción, justo como lo esperaba. La encrucijada por devolverle el brillo a sus ojos comenzó entonces. Me apresuré a volver a Palacio, pocos días después, permitiendo que tanto Amanda como mis amigos siguieran visitando el departamento regularmente, e incluso dispusieran de él. Yo no podía quedarme a placer, puesto que tenía un contrato con la Corona y debía respetarlo si quería obtener la ayuda que esperaba. De ese modo, en una audiencia con la Reina, pude lograr que me escuchara.
—Siempre supe que era una dama la que causaba todo ese revuelo en tu vida, querido, solo esperaba que dejaras ese cuadro de macho alfa y tonto que te cargabas, para que abrieras los ojos — aseguró la reina, quien comía con gran felicidad las última galletas que Des le envió por medio de mí. Por supuesto, a mí se me caía la cara de vergüenza— y claro que te ayudare. Tu trabajo ha sido espléndido desde que te uniste a Palacio, así que no tengas ninguna reserva. Utiliza todos los medios necesarios para devolverle la vista a esa joven que fue capaz de reivindicar semejante cabeza hueca, oh y por favor...— me indicó que me inclinara para hablarme al oído y enseguida susurró— ya no la cagues, jovencito. Las oportunidades a veces no llegan más que dos veces, no me decepciones, me encantaría verte haciendo una familia muy pronto, anda, ve, ve—
Motivado por el extraño apoyo de parte de la reina, puse manos a la obra. Lo primero fue una visita al especialista, aunque tuve que estar aparte, puesto que Casiragui exigió estar presente junto a mi musa, y no quedó más remedio que aceptar. El médico hizo su revisión de rutina, pero los gestos que mostraba no fueron de mi agrado, al igual que su pronóstico inicial. Amanda lucía desanimada, pero fui capaz de convencerlas para buscar una segunda opinión.
—Transplante de córneas, es lo más viable en este caso— declaró sin una pizca de dudas el segundo médico. Se tomó al menos dos horas para revisar a conciencia los ojos de Borbón, luego de aplicar todas las técnicas conocidas a nivel oftálmico, en una clínica localizada en Barcelona, España. Habíamos viajado horas antes, y a pesar de lo cansados que estábamos, no podíamos demorarnos ni un minuto más. Amanda tenía sus ojos hinchados por los test que recibió para poder ser analizada, pero al escuchar que había un atisbo de esperanza, su rostro se iluminó de inmediato —naturalmente debemos esperar a que aparezca un donante, ya que es un tejido que debe ser muy fresco. Sin embargo, existen riesgos que se deben contemplar— por un instante, el médico tomó asiento y comenzó a redactar las primeras órdenes de análisis de laboratorio así como tratamiento previo para preparar los ojos de Amanda. Luego de que terminó sus primeras recetas, continuó charlando con nosotros— el proceso más común es una querotoplastia penetrante, que consiste en retirar una parte circular de la córnea, para después colocar el tejido donado, con puntos de sutura—
Durante la charla, el doctor fue mostrándonos por medio de una maqueta del ojo que tenía disponible, el procedimiento, y permitió que Amanda la tocara para darse una idea de lo que experimentaría.
—El riesgo mayor, es que el cuerpo rechace el implante, como en cualquier operación. Pero la probabilidad de éxito es de un 95%, siempre y cuando mantengan la higiene necesaria y se siga el tratamiento al pie de la letra. Les aseguro que la señorita Borbón saldrá caminando de la clínica el mismo día que sea operada, y si todo sale como se espera, podrá recuperar su vista— aclaró el galeno, provocando que me tensara un poco. Pero necesitaba ser optimista ciento por ciento. De esa única oportunidad dependía el futuro de la mujer que más amaba, y lucharía por ello hasta devolverle la luz. Sin embargo, Amanda no pensaba del mismo modo.
Cuando salimos de la consulta, dos días después estábamos de vuelta en casa. Por primera vez conocí el apartamento que compartía con Casiragui, muy cerca del centro de la ciudad, donde miles de personas paseaban diariamente. El lugar era amplio, fresco y bellamente decorado, pero estaba seguro de que la mano de mi musa estaba presente en todas partes y no me equivoqué. El rosa pastel predominaba en gran parte del departamento, aunque las zonas donde Vanessa reinaba, tenían otro aspecto, tan exagerado como sus ropas habituales. Aun así, ambas mantenían el sitio completamente limpio y ordenado, y por unos minutos sentí una envidia inmensa, puesto que, a pesar de que solo vivían ellas allí, se podía saborear el calor de un hogar. Durante el viaje de regreso, lady Borbón no dijo nada, y eso me preocupaba en demasía, ya que me parecía que no estaba dispuesta a operarse o que tenía miedo. Durante la cena, y después de una charla bastante simple, Amanda por fin rompió el silencio, confirmando algunas de mis sospechas.
—Esto no es sencillo para mí, por lo que mi posición será neutral al respecto— comentó con gran seriedad, mientras su rostro parecía inclinarse un poco. Pude notar que sus dedos temblaban ligeramente, al tomar los cubiertos y llevarse un bocado a los labios, y luego de masticarlo, continuó — sólo... no me mientan, ¿está bien? Es muy difícil, después de haber logrado una vida medianamente buena, el volver a retomar las riendas de algo que yo daba por perdido, por lo que les pido... no, les ruego, que no me mientan. Si es posible recuperar la vista, continuaré. Pero si las esperanzas no existen, háganme un favor y díganmelo, antes de que la ilusión crezca. No soy infeliz ahora mismo, he aprendido a valorar cada una de las cosas que la vida me da a manos llenas y jamás renegaría del camino que he tomado desde que perdí la vista. Sólo quería expresarles esto—
Después de esa cena, los días pasaron demasiado rápido para mi gusto, y no dejaba de pensar en sus palabras. Me volví indudablemente cercano a ella, aunque, a pesar de que era lo que más esperaba desde hacía meses, no lo disfrutaba. Me la pasaba pensando en lo egoísta que era nuevamente, en cómo estaba obligando a mi amada a someterse a algo que tal vez no deseaba. Siendo ella tan noble, tal vez no supo decirme "no" al notarme tan emocionado. ¿Y si tenía miedo? ¿Y si estaba sufriendo? ¿Y si realmente no era lo que quería para ella?. Mi mente divagaba constantemente, hasta que un día, Amanda me detuvo en seco después de salir de un café, dándome un par de palmadas en las mejillas, que me hicieron volver a la realidad en un santiamén.
—Timothy, esto no puede seguir así, tenemos que hablar— dijo algo preocupada, mientras yo trataba de entender lo que me decía.
—¿De que hablas Amanda, que pasa?—
—¿Qué fue lo que dije hace tres minutos?—
—Amm ... este ...—
—Tim... voy a estar bien, ¿entiendes?—comentó con la seguridad de un profesor que examina a su alumno, mismo que tiembla ante semejante presencia, como yo lo hacía en ese instante. Las manos suaves de Amanda descansaron en mis mejillas, y me incliné lo suficiente para que me besara la frente. Cuanto deseaba recortarme un poco las piernas para poder alcanzarla con menos complicaciones — estaba hablándote sobre los colores pastel que no he comprado para mi último cuadro... pero por supuesto que no me escuchaste... llevas tantos días así, no debes preocuparte tanto Timothy, todo estará bien, con o sin luz en mis ojos, soy feliz ahora. Ya no debes preocuparte por ese deseo, de verdad soy feliz— aseguró con un tinte de desespero en sus palabras, e irremediablemente, la abracé. La calidez de su cuerpo era ya una droga para mis sentidos, y me sentía afortunado porque desde mi confesión, conseguir un abrazo de ella era cada vez más sencillo. Acaricié su largo cabello platinado, que para mi fortuna iba a media coleta esa tarde, y negué una y otra vez en silencio, durante largo rato.
—Me siento culpable por meterte en esto, no me molesté en preguntarte que pensabas en un inicio... tengo miedo de fallarte, Amanda— susurré cerca de su oído, con algo de vergüenza.
—Jejeje, eres un tontito —respondió alegremente, acariciando mi cabeza —claro que no me estas fallando, no deberías pensar de esta manera. No me estas fallando en nada, así que, vamos a relajarnos y a respirar profundo. Hoy por la mañana me avisaron que en cuanto aparezca un donante, entraré en quirófano, pero antes de eso.... Necesito pedirte algo... —
No me pidió algo sencillo, pero accedí de inmediato. Esperar que alguien muriera para poder otorgarle sus ojos a Amanda sonaba a una situación cruel, así que necesitábamos distraernos lo más posible. Incluso si yo trabajaba, pensar en el asunto era pesado y una carga que no sabía sobrellevar, así que la idea de la señorita Borbón era una experiencia excelente que necesitaba probar. Básicamente me pidió aprender a "ver" como lo hacía ella, y sería una serie de actividades diarias a realizar, a fin de entender su mundo, tanto como entendía mi entorno normal.
El primer día me pidió que la llevara a campo abierto, por lo que elegí los sembradíos que se ubicaban detrás del Palacio. Poseían un área de arboleda muy amplia, así que podríamos disfrutar de un picnic a solas, en la comodidad del pasto natural que el sitio ofrecía. En el momento que llegamos y que nos sentamos ante los amplios campos, la prueba comenzó. Amanda traía consigo un listón negro muy grueso, y se ocupó de atarlo a mi cabeza para cubrirme los ojos, algo bastante predecible. Pronto se sentó detrás de mí, recargando su espalda contra la mía, y logré percibir que sus pequeñas manos enguantadas descansaban sobre las mías.
—Ahora, concéntrate completamente en el entorno... —susurró muy bajo, mientras sus pequeños dedos se apretaban contra los míos —quiero que te acostumbres a cada sonido que nos rodea... el susurro del viento, el suave roce de las hojas en los árboles, el crujido del pasto mientras te acomodas... quiero que lo escuches todo, Timothy, incluso tu propia respiración...—
Para ser sincero, al principio pensé que era una pésima idea. A pesar de mi corta edad, llevaba años viviendo de noche, por lo que mis oídos estaban considerablemente dañados, ya fuera por la música alta de la que siempre me rodeaba, o por la cantidad de elementos tóxicos que mi sangre podía tener acumulada. Pese a mi poca cooperación inicial, la cercanía de Amanda parecía tener algo de magia. Respire profundo, y pude notar que ella hacía lo mismo. Era como estar en una sintonía donde ambos respirábamos a la par, y por alguna razón, era capaz de percibir el débil latido del corazón que estaba detrás de mí, tan relajado como su dueña, que parecía estar dormida. Eso captó mi atención, obligándome a concentrarme aún más.
—¿Escuchas eso...?—susurró Amanda, pero no era capaz de percibir nada en particular.
—Escucho muchas cosas, Amanda —
—No, no...inclínate hacia tu derecha, extiende tus manos y tómalo, está ahí, frente a ti, moviéndose de norte a sur...— ¿Qué era lo que se movía? El trato era no ver nada en cada ejercicio que proponía, pero meter mis manos con algo que andaba merodeando, sin saber que era, por un momento me restó valor y me puso la piel de gallina. Tembloroso, me extendía hasta el punto que me comentaba, y en cuanto bajé mis dedos al pasto, pude sentir algo esférico, que caminaba muy lento. No fue difícil adivinar que se trataba de un enorme escarabajo, y que no había peligro alguno para manipularlo. Lo impresionante, era que mi musa supiera exactamente donde se encontraba y hacia donde se dirigía. Repetimos lo mismo con un trozo de madera, con un grillo, un nido de hormigas (por supuesto una mala broma de Amanda, que provoco que terminara con los dedos picoteados) y con una flor que había crecido sola, en medio de ese manto verde que nos sostenía. Me sentía avergonzado al no ser capaz de escuchar algo que me sirviera para demostrarle que estaba avanzando, pero era difícil, muy difícil tratar de acostumbrar el oído a un solo sonido. El viento estaba cargado de murmullos que no le pertenecían, los animales, los árboles, el martillazo de un hombre en las caballerizas, los gritos de los niños en la parte frontal de Palacio, la taza de té que las condesas disfrutaban en los patios centrales.
Y entonces mi aliento se atoró en la garganta. ¿Tazas de té? ¿Incluso el sonido de las cucharas al reposar sobre el platito debajo de la porcelana? Alguien estaba jugando con una pelota de básquetbol en la zona pavimentada de los jardines, e incluso podía jurar que la llave de agua dispuesta de nuevo se había quedado abierta. ¿Qué era ese mar de sensaciones que me llegaban directo a la cabeza como miles de sonidos completamente reconocibles? Apenas llevábamos una hora en esa práctica silenciosa, y parecía que cada uno de los susurros que el viento traía a mis oídos, tomaban una forma física, relacionándose con cada uno de los recuerdos que conservaba. Instintivamente, apreté la mano de Amanda nuevamente, pues sentía un temor que no era capaz de explicar.
—Calma, te estas acostumbrando— susurró de nuevo, como si supiera lo que alimentaba mi ansiedad. Y es que jamás imaginé que no era necesario tener los ojos abiertos para poder entender lo que ocurría en mi entorno, al grado incluso de "ver" dentro de mi cabeza, lo que podía imaginar con cada sonido que captaba. No pude evitar lagrimar un poco al percibir que nos poníamos de pie, por iniciativa de ella, y darme cuenta de que, si seguía sus indicaciones al pie de la letra, la naturaleza misma te guiaba a donde quiera que desearas moverte. La forma en que crujía el suelo podía hacerte saber si estabas sobre terreno firme, o si pronto encontrarías algún bache o vado que pudiera derribarte. Las variaciones en el aire me ayudaban a saber si tenía un árbol frente a mí o si podía caminar de frente sin preocupaciones, aunque claro, me tropecé varias veces antes de acostumbrarme al ritmo de ella — me tomó años caminar como las personas normales Tim, no tienes por qué sobre exigirte, sólo, disfruta de este mundo, de mi mundo en tinieblas —confesó más animada, manteniendo nuestras manos unidas, como si ella fuera mi guía.
Los días siguientes fueron de experimentar con el tacto, con el gusto y el olfato. En cosa de cinco días, ya era capaz de desplazarme a través de Palacio, con una venda atada a los ojos y sin tropezarme con los costosos jarrones del pasillo principal, de los cuales ya había roto dos. Incluso algunos de los que habitaban ahí conmigo, comenzaron a imitarnos, para descubrir que el maravilloso mundo en el que vivía Amanda era tan distinto a la vida normal. Que divertido resultaba terminar gritando al tocar un objeto suave, pensando que era alguna animaña, o lo peligroso de reconocer un cuchillo sin equivocarse y tocarlo por el filo. Diferenciar entre un té de jengibre y uno de canela, o adivinar si las galletas tenían mantequilla y pasas, solo por el olor cuando salían del horno. Cada segundo que pasaba, era una oportunidad de conocer algo nuevo, aunque hubiera estado presente en nuestras vidas todo el tiempo. Incluso la reina se unió a la rutina, y mi hermosa musa parecía más feliz que nunca.
Pero la tensión volvió a nuestras vidas al sexto día, cuando la llamada esperada por fin llegó. Amanda tenía 24 horas para presentarse en Barcelona, pues ya había candidato donador y era necesario realizar la operación lo más pronto posible. En cuanto le informé, fuimos de inmediato a su departamento, para preparar una maleta ligera y ocuparnos de los preparativos. No podía comer doce horas antes, pero ella ya había dejado de comer desde la noche anterior. Tuve que hacer una serie de llamadas express mientras nos íbamos al aeropuerto, e incluso me disculpé con la reina por retirarme sin avisar, pero de antemano sabía que contaba con su aprobación en todo momento. Para mi alivio, Will me informó que nos alcanzarían en Barcelona, junto con Lady Casiragui, por lo que viajamos más tranquilos. Todavía invertimos tiempo en conseguir un hotel cerca del hospital, reservar habitaciones para nuestros amigos e instalarnos. No pude evitar abrazar con todas mis fuerzas a Amanda en el momento que nos disponíamos a ir al encuentro con el médico, y dejé que, en silencio, el miedo fluyera a través de sus lágrimas. No me cansé de susurrarle al oído que pasara lo que pasara, yo siempre estaría para ella, y que eso jamás cambiaría, e incluso le prometí que sería mi rostro el primero que viera apenas abriera los ojos.
Una vez realizado el ingreso, y con un beso en la frente a modo de alianza, vi desaparecer la delicada figura de mi inspiración parisina, detrás de una puerta blanca. Comencé a sentir el peso de mis decisiones apenas me la arrebataron, y me derrumbé en el sillón de la sala de espera, con las manos en rostro y unas ganas inmensas de llorar. Sentía que temblaba, puesto que a pesar de que el procedimiento no comprometía del todo su salud, sentía que si no funcionaba, la perdería para siempre. Y no habla de una muerte física, sino de no ser capaz de devolverle la luz que con tanto esmero le había prometido. Eran las 9 de la noche cuando Amanda entró a quirófano, y no tenía idea de cuantas horas me harían esperar antes de saber algo. Un vaso de café tras otro, rodeado constantemente de personas que iban y venían, pues estaba junto a la sala de urgencias. Veía como gente con toda clase de padecimientos ingresaba, y muchos otros salían muy sonrientes. Pero entre todo ese caos, logré ver las luces de un taxi que llegaban al recinto.
Grande fue mi alegría cuando vi que el primero en bajarse era William, seguido de Ferguson, y por supuesto, Aeva venía con ellos. Salí corriendo, pero me detuve en seco al ver que detrás del chef, bajaba Spindler. William se giró como si ya supusiera lo que venía, e intentó bloquearle el paso, pero Leo era demasiado rápido. Se coló por debajo de sus brazos y de las manos de Dess, que no fueron suficientemente habilidosas para atraparlo, y en cuestión de segundos, sentí como el puño de Leo se enterraba en mi rostro, con tanta fuerza, que terminé en el suelo. Un joven cinta negra acababa de golpearme con todas sus fuerzas, y pude escupir algo de sangre, al sentir el sabor metálico de mis labios partidos, escurriendo entre mis dientes.
—¡Por todos los dioses, Leo! ¡Ya habíamos hablado de esto!—exclamó Des avergonzado, que no cabía en si mismo del susto.
—¡Si eres tan hombre, ponte de pie, hijo de puta!— exclamó Spindler, provocando que muchos de los familiares de otros pacientes, se asomaran a ver la discusión. Aeva sostenía con impotencia el brazo de Leo, para que ya no me golpeara, pero me puse de pie y lo invité a soltarlo. Des estaba conmocionado, y en cuanto soltó el brazo de su pareja, este volvió a golpearme, esta vez en el estómago. Me incliné y camine hacia atrás, tropezándome con un escalón, por lo que me fui de espaldas, y por un momento sentí que me faltaba el aire. En la lejanía escuché las suplicas de mis amigos, al igual que los pasos de Leo, pues aún no era suficiente. Y no podía negarle el derecho de hacerlo, así que me puse en pie de nuevo.
La diferencia de estaturas era considerable, yo parecía un león en comparación suya, pero mi querido y mejor amigo tenía la fuerza de un rinoceronte. La golpiza se extendió a cuatro puñetazos más, que llovieron con la furia de una tormenta, hasta que no fui capaz de ponerme en pie, debido a lo adolorido que estaba. Fue entonces cuando Leo se ocupó de tomarme por la camisa, levantándome lo suficiente como para hablar cara a cara, aunque yo apenas podía mirarlo pues me abrió la ceja y la sangre se me escurría, nublándome el ojo derecho. Podía sentir su impotencia y la ira contenida por la forma en que temblaban sus manos, y sus ojos verdes cargados de un enorme arrepentimiento. Sí, mi amigo aún estaba ahí dentro, ahogado de furia, pero aún me quería.
—¿Por qué no te defiendes, poco hombre? ¿Por qué me quitas la gloria de vencerte en castigo por lo que le hiciste a Dess?—
—Sería una basura si levantara mis manos contra ti... Leo... me merezco todo lo malo que puedas expresar hacia mí... —le dije entre susurros, mirándolo a los ojos —jamás quise hacerle daño a Des, es muy valioso para mí... probablemente... él fue el único de ofrecerme el calor de un familiar, antes de conocerlos a ustedes también, ugh... no estaba pensando el día que lo ataqué, y no me estoy justificando... sólo que tampoco esperes que arremeta contra ti en mi defensa, porque no lo haré, esperaba con ansias este momento, sabia que no podía intentar ser feliz junto a la mujer que esta en el quirófano ahora mismo, si tu no cobrabas esa ofensa... soy indigno de ella, y de ser tu amigo, me merezco todos y cada uno de estos golpes...—
—¡Debería arrancarte la cara! — exclamó con todas sus fuerzas, horrorizando a su pareja, y de paso, llamando la atención de la caseta de vigilancia. Cerré los ojos al sentir que una de sus manos me soltaba, y me entregué a la probabilidad de que terminaría igual de hospitalizado que Amanda. Pero en cambio, Leo me abrazó con todas sus fuerzas, descansando una de sus manos en mi nuca mientras con la otra me apretaba por la cintura — eres un estúpido, Awertton, siempre fuiste un estúpido que jugaba con fuego y que al final terminó quemándose —afirmó— ...pero si de algo estoy seguro, es de que mereces a lady Borbón, y todo saldrá muy bien, imposible que no salgan las cosas bien si ya estamos aquí, todo va a salir bien— repitió una y otra vez, provocando que las lágrimas se me escaparan, pues sabía que mi mejor amigo me estaba perdonando.
Grave error, he de admitir, puesto que al verme llorando, los vigilantes pensaron que Leo me estaba matando, y corrieron para someterlo, apartándolo de inmediato de mi cuerpo y arrastrándolo al área de seguridad. A pesar de que rogué que me escucharan, me llevaron dentro del nosocomio, y mientras atendían mis heridas, Will y Des se ocuparon de explicar la situación, solicitando disculpas y comprensión. Ferguson se quedó en la sala de espera, por si llegaba alguna noticia sobre el estado de Amanda, pero a pesar de que ya habían pasado dos horas, no había nada. Liberaron a Spindler luego de que pagué una cuota de amonestación por disturbios en pleno hospital, pero fuimos perdonados siendo de otro estado. La espera se extendió pasada la media noche, y cuando por fin vi que el médico se acercaba a la sala, me puse en pie de inmediato, aunque cojeaba un poco. No podré olvidar jamás la expresión del galeno al verme en ese estado, y estoy seguro que quería hacerme mil preguntas al respecto, sin embargo, se saltó esas formalidades para sonreír y extender su mano hacia la habitación de Amanda.
—Despertará por la mañana, ya que le he suministrado medicamento analgésico un poco fuerte. Aunque podía darle de alta ahora mismo, es mejor ver el resultado en la comodidad del hospital. Pueden descansar en la habitación si así lo desean, hay espacio para todos— comentó con una sonrisa cansada, pero por supuesto, los muchachos se retirarían al hotel.
Hinchado, adolorido y lleno de banditas en el rostro, ingresé a la habitación de mi princesa, para descubrir con alivio que dormía tranquila, con un vendaje sobre sus ojos, y parches que se asomaban ligeramente debajo de la suave atadura, para evitar que al despertar o reaccionar, se lastimara antes de que el médico retirara las curaciones. Realmente me sentía incapaz de pegar un ojo, puesto que, aunque no era una intervención quirúrgica grave, quería estar al pendiente de ella cada segundo. Agradecí en silencio a la enfermera que vistió a mi preciosa musa con una bata color rosa, conservando así su esencia y glamour natural. Me vi tentado a besar sus labios ahora resecos, pero me contuve, limitándome a tomar una de sus manos y a besársela por el dorso incontables veces. Sabía que las chicas de turno en el pasillo cuchicheaban, curiosas asomaban la mirada hacia la habitación, ya que tenía las cortinas abiertas, creyendo que yo era el esposo de Amanda. Y que feliz habría sido en ese momento de poder presumir que era mi esposa, pero por lo menos ser el único en esa habitación, toda la noche, me era más que suficiente.
Para las siete de la mañana, Amanda comenzaba a reaccionar por fin, y en cuanto percibí que se movía, me puse en pie rápidamente para presionar el timbre dispuesto y así atraer a enfermeras y médicos. Mis amigos ya estaban en la sala de espera, y no tardaron en acercarse, asomándose desde el ventanal. El doctor en turno estaba enterado del procedimiento, y fue muy amable al ocuparse de ayudar a mi musa a sentarse, explicándole paso a paso el procedimiento al que había sido sometida, a fin de que terminara de despertarse. Al principio, Borbón estaba como aturdida, y movía la cabeza como si tratara de escuchar algo, un reflejo normal en ella que estaba acostumbrada a las tinieblas. Se sobó la nuca , y cuando el médico le hizo algunas preguntas, contestó poco a poco, hasta que estaba bien despierta.
—¿Esta lista señorita? Es tiempo de retirar el vendaje, es necesario que sus nuevos ojos se estrenen para saber si la operación a tenido éxito— cuestionó el cirujano, y Amanda se apresuró a sostenerle una mano, evitando que iniciara la revisión.
—Espere... solo un minuto... — susurró con inseguridad, mientras yo permanecía de pie en el borde de la cama, justo frente a ella. Pude notar que movía la nariz, y sus labios dibujaron una tenue sonrisa, signo inequívoco de que se había dado cuenta que yo estaba cerca. Tomó aire profundamente, y enseguida asintió, apartando sus pequeñas manos — estoy lista— indicó.
Al mirar de reojo hacia mis amigos, también descubrí que Vanessa había llegado, y que apretaba la mano de Des tan fuerte, que este hacía pequeñas muecas, mientras Leo se reía un poco. Contuve la respiración en el momento que las manos del doctor se posaron detrás de la cabeza de Amanda, mientras una enfermera se ocupaba de cortar el vendaje, a fin de darle un poco de descanso. Los movimientos eran cuidadosos, lentos, y en todo momento le recordaba a Borbón que no debía abrir los ojos hasta que terminara la limpieza previa, que fuera paciente. Amanda susurraba un tembloroso "si" cada vez que el galeno hablaba, y con ese voto de confianza, por fin los parches protectores fueron retirados. La enfermera auxiliar deslizó con suavidad un par de pompones de algodón provistos de antiséptico, pues había rastros de lagaña y de vendaje adheridos a los párpados de mi musa. Una serie de indicaciones fueron explicadas en el momento que el aseo terminaba, pero mis ojos cansados rebuscaban con ansiedad el resultado, y por la forma en que Amanda apretaba sus manos, sabía que compartíamos la misma desesperación.
—Ahora, con mucho cuidado y lentitud, abra sus ojos por favor, señorita Borbón— solicitó el médico— recuerde que en un principio puede sentir irritación si la luz logra ser percibida, así que cerraremos las cortinas y apagaremos la lámpara central para que la experiencia no sea del todo desagradable—
Y así lo hicieron. Para ese momento, tanto Ferguson como Leo grabaron el instante en que Amanda poco a poco abrió sus ojos. Al principio hizo algunas muecas, era evidente que algo le molestaba, e incluso casi lleva las manos a su rostro, pero la enfermera lo evitó a tiempo. Algo apenada, continuó la labor, obligándose a parpadear varias veces. Parecía no haber cambio para ella, aunque ahora sus orbes plateadas eran de un color miel muy hermoso y enigmático, pero de pronto, me di cuenta que su mirada estaba fija en mi rostro.
—¿A-Amanda?— susurré temeroso, pues su expresión de temor era tan clara, que pensé que no había funcionado. Pero en el momento que la sonrisa se amplió en esas mejillas morenas, Casiragui comenzó a vitorear desde afuera, al igual que el resto de mis amigos, y sin más, me acerqué para darle un fuerte abrazo. Algo decía el médico mientras trataba de apartarme, pero era imposible. Podía sentir los brazos de mi amada aferrándose a mi camisa mientras repetía una y otra vez "¡Veo, Timothy, puedo verte, puede verte!".
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¡Muchas gracias por seguir esta historia! Y de antemano una enorme disculpa por la demora. Mi vida personal se empeña en joderme >:( pero no me rindo, y espero sea de su agrado la continuación :D gracias por todas sus ideas!!! Saludos desde México!
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