Capítulo 5. Pérdida de dignidad inmediata, por una buena causa.
Mi nombre es Timothy Awertton y quiero preguntarte algo especial en este episodio, mi querido lector. ¿Has buscado alguna vez un hotel en internet? ¿Has visto la cantidad de precios diferentes que hay para la misma habitación? Triv- BASTA DE ESTA MIERDA POR FAVOR. Coffcoff, perdona, no me pude contener. Vamos a lo nuestro entonces. Decir que haría todo lo posible para recuperar el orfanato era sencillo, sin embargo, no tenía una idea de la camisa de once espadas en la que me estaba metiendo.
—No, definitivamente no funcionará— espetó Casiragui, con los brazos cruzados por debajo de sus pechos, manteníamos una reunión junto con el resto de mis amigos en la sala de mi departamento, unos días después de que me retiré del hospital.
—¿Pero por qué no? ¡Es la forma más rápida, maldición!—reclamé al instante, pero tuve que llevarme una mano al rostro puesto que aún tenía la nariz herida y la inflamación no bajaría si seguía discutiendo. Estábamos riñendo acaloradamente las opciones que tenía a mi alcance para poder salvar el orfanato, pero ninguna de mis ideas tenía satisfecha a Vanessa.
—¡Amanda jamás te lo perdonaría! ¡Tendrás que olvidarte de eso! ¿Entendido?— indicó cada vez más irritada, por lo que Des se ocupó de preparar unos cuantos cocteles, para relajar los ánimos. Y es que propuse el explotar todos mis recursos como royal, los contactos, el peso de mi apellido para obligar a participar a algunas personas que me debían favores. Extorsión y chantaje político era una opción viable, pero para nada noble y Casiragui no lo permitiría de ninguna manera. Si quería mantener a mi musa bien cerca, tenía que olvidarme de mi mismo, de mis beneficios y prioridades como royal, y ser más humilde. Y precisamente la humildad era una palabra que no existía en mi diccionario, o probablemente, tenía suficiente polvo como para no conocer su significado.
Respiré profundo, con las miradas de Leo y Will encima, mientras Marshall permanecía a distancia, en la habitación contigua. Y es que aún no podía perdonarse a sí mismo, mucho menos mirarme a los ojos, incluso después de que hablé con él y pactamos que olvidaríamos el asunto. Pensé largo rato, pero mi cabeza dopada con una cantidad importante de antiinflamatorios no estaba ayudando, por lo que quedábamos en un círculo vicioso donde nadie aportaba nada útil. Por fin volvió Aeva de la cocina, y pude notar que Vanessa lo observaba de pies a cabeza, para luego ponerse en pie y retirarle la charola con las bebidas, colocándola sobre la mesa de centro y ocupándose de arrastrar a mi confundido amigo frente a la chimenea falsa.
—¿Qué es lo que ven aquí?— dijo de pronto, tomando una mano de Des, para obligarlo a darse una vuelta, como si modelara. Por supuesto mi querido amigo se sentía ofendido (sólo Leo podía exhibirlo y modelarlo) pero también tenía curiosidad por saber lo que dirían los demás.
—Ammm... veo a ... ¿Des?— respondí estúpidamente, provocando que Vanessa frunciera el entrecejo.
—Veo la perfección de una flor en proceso de abrirse y llenarnos con su belleza cada día— comentó Leo, mirando embobado a su prometido, mismo que no tardó en ruborizarse, llevándose ambas manos a las mejillas. Pero por el gesto de la única dama presente, era obvio que no era la respuesta esperada.
—Yo no veo nada desde aquí— comentó Marshall, desde su posición.
—¡Es por que estas en otra habitación, pedazo de idiota! ¡Ven aquí ahora mismo!— exclamó William, exasperado— es evidente que lo que tenemos ante nosotros, es marketing— declaró poniéndose de pie, para luego caminar alrededor de Des y acomodarse los lentes justo antes de examinarlo — es un hombre bien parecido, llamativo, elegante, perfecto para colocarlo en un mural, en el metro, en los postes de la esquina, en un espectacular ante la avenida principal. En público en pocas palabras. La pregunta es...¿eso en que nos ayudaría? No estamos vendiendo nada, Srita. Casiragui, y por supuesto la prostitución no es algo que deseemos para Aeva —
—Por supuesto que no lo vamos a vender, bueno, al menos no de esa forma— comentó la dama, para luego señalar una de las paredes de mi hogar, en la que tuve la gentileza de colgar un calendario que me obsequiaron en el campus. No tardamos en entender la idea que maquilaba Casiragui, y casi al unísono, comenzamos a reír, provocando que la chica se ruborizara, aunque era más de ira que de vergüenza— ¿de qué se ríen? ¡idiotas!—
—En realidad, sería una solución bastante rentable— comentó Crawford luego de retirarse algunas lágrimas del ojo derecho, puesto que casi lloraba de la risa. Respiró profundo para retomar la seriedad del asunto, y me miró fijamente, tornándose bastante incómoda la situación. —Tal vez con un poco de maquillaje podríamos ocultar la nariz rota de Tim, y tomando en cuenta que San Valentín está en puerta y que el número de solteras ansiosas por ver varones en solitario en sus recámaras es elevado, un calendario de Des y Timothy sería ideal. Las imprentas trabajan muy rápido, en cuestión de cuatro o cinco días tendríamos el material listo y se vendería por una cantidad razonable. Es perfecto, al menos para capitalizarnos un poco—
—¡JAMÁS EN LA VIDA! ¡Soy un royal, no un modelo de circo!— reclamé de inmediato, y nuevamente tuve que apretarme la nariz un poco. Una figura pública no podía darse semejante lujo... ¿o sí?.
—¿Por qué sólo nosotros dos?— interrumpió Des, cruzándose de brazos y elevando la mirada en señal de desapruebo— todos aquí son apuestos, incluso podríamos aparecer en algunas fotos con usted, señorita. Si se hace publicidad y se avisa que es para la caridad, se venderán aún más que sólo con Timothy y conmigo. Además, prácticamente todos somos reconocidos gracias a nuestras familias, podemos tener más alcance. Quiero salir en las fotos con Leo, o no aceptaré— reveló de forma recelosa. Era evidente que Aeva lo único que quería era ser fotografiado junto a su prometido, aun cuando ponía de por medio "la caridad".
Todos nos miramos varias veces, pero la sonrisa de Vanessa era definitiva: no había forma de salvarnos de la idea.
Jamás imaginé que conocería el mundo de las pasarelas, pero apenas dos días después de la reunión en mi hogar, me encontraba rodeado de reflectores, de miles de piezas de tela de lujo y prendas de diseñador exclusivas, y de por lo menos seis damas listas para maquillarme. Fue necesario darle una pequeña "pastillita de amor" (como la llamó Des) a Leo, para que estuviera calmado (sedado) y que participara con nosotros, puesto que estaba tan avergonzado que por poco nos abandona. Jóvenes y señoritas de todas las razas, clases y nivel social desfilaban por los pasillos de la agencia, y aun así, un grupo de cinco varones y una reina, llamaban la suficiente atención como para ponerme nervioso. El tema de nuestro calendario sería la época medieval. Por supuesto la reina era Vanessa, y a mí me tocó el "honor" de ser el rey. Mis amigos serían caballeros que portarían distintos escudos, armaduras y presentaciones. Des parecía un caballero oscuro, pues portaba una armadura negra y una espada con empuñadura de dragón rojo, mientras Leo se veía agerrido, llevando al pecho la figura de un león tallado en el metal, con toques dorados y platinados. William portaba el escudo con la figura del Búho, mientras que Marshall, con su reluciente armadura platinada representaba a un lobo blanco. Pero había sido absurdo el pensar que sólo posaríamos alrededor de Vanessa vistiendo como si fuéramos a un carnaval.
La primera sesión de fotos estuvo relativamente corta, y yo comenzaba a pensar que algo no estaba bien. Sabíamos que Vanessa podía tardarse hasta dos días en una prueba, así que necesitaba saber cuál era el gato escondido en ese momento.
Pronto escuché un pequeño grito en el panel de junto, y por lo agudo del tono de voz, sabía que era William (sólo lo escuchaba así cuando estaba indignado, o cuando veía una cucaracha, era inconfundible). Asomé el rostro y vi como luchaba contra una de las maquillistas, que ya le había arrancado la parte superior de la armadura e insistía en que se quitara la camiseta para quedar a torso desnudo.
—¡D-de ninguna manera! Casiragui dijo que s-sólo sería una sesión de fotos formal, ¡esto es prostitución! ¡No quiero vender mi cuerpo!— gritó enrojecido, y pronto Aeva se asomó, llevando tan solo una toalla a la cadera y las botas de su armadura. De igual manera, Leo (aún relajado) caminaba tranquilamente envuelto con la capa de su armadura, y no pude evitar reír. Los ojos de Will no daban crédito a lo que veían, y parecía que seguiría negando hasta el cansancio.
—Creo que este no es nuestro estilo— dije de pronto, sobándome la nuca. Vanessa se quedó de pie a mi lado, y a miré de reojo un instante. Tenía que proponer algo realmente bueno si quería convencerla. —Creo que deberíamos hacerlo, pero desde nuestra perspectiva—
—¿Estás loco acaso? Esto es demasiado, no, me niego, no ¡no!—
—William Crawford... —susurré alcanzando el hombro de mi amigo, para invitarlo a girarse y verme a los ojos —esto ya dejó de ser sólo una cuestión personal... la vida de más de cien niños depende de que logremos ganar la subasta. Nunca más te pediré algo en la vida, pero... por favor. Sin tu apoyo, yo no sería nada, no sería nadie, más que una cáscara decorada en oro. Sólo será una vez en la vida, además, es divertido, anda, ven, vayamos a pensar que haremos al respecto—. Para mi fortuna, Will bajó la guardia y nos reunimos en privado, lejos del malhumor de Vanessa y de sus maquillistas acosadoras. Nos tomamos alrededor de tres horas, pero logramos llegar a un acuerdo que expusimos de inmediato a nuestra singular experta de modelaje.
Fue necesario quemar un segundo día, pues los escenarios que utilizaríamos eran detallados y básicamente sería en nuestros propios hogares (a excepción del mío, ya que no podía volver a casa). Así, Des Aeva logró una fotografía fabulosa, donde posaba desnudo, recostado sobre una mesa ricamente servida con sus mejores recetas, como si estuviera dormido. Su entrepierna y algunas partes de su cuerpo estaban cubiertas por vegetales que simulaban una ensalada, con toda la naturalidad de un Adán listo para ser devorado. Leo posó tan sólo con una tiara de hojas y un taparrabo improvisado con composta y corteza de árbol seco, pues quería promover la protección del medio ambiente, posando hincado ante un rosal al cual besaba dulcemente en uno de sus pétalos. William utilizó como escenario su propia recámara, la cual parecía más una enorme biblioteca. Tan sólo llevaba un bóxer y una corbata, aparecía leyendo un pesado tomo de historia antigua, con sus lentes y una copa de vino en la mano libre, recostado entre pilas de libros. Por último, Marshall era quien se veía inusualmente agresivo. Aparecía en un cuarto, hincado sobre una cama de hospital, y simulando que estaba envuelto en tiras de vendajes, como si hubieran atado a un hombre loco de remate. Parecía estar gritando, pero con una sonrisa malvada en sus labios, luciendo sus fuertes piernas, su pecho y sus brazos marcados.
Mi escenario era una vista única, en un cuarto prestado por un viejo amigo royal. Yo aparecía mirando la ciudad por la mañana, con una camisa desabotonada de color negro y también en bóxer. Un cigarrillo cerca de mis labios y el diario en la otra mano, dejando ver que sobre mi cama esperaba un traje sastre y una laptop encendida, con la información financiera más relevante del día. Desde la preparatoria estaba destacándome por mi capacidad para entender el área económico-financiera, así que no se me ocurrió mejor idea que representarme a mí mismo, buscando mi rumbo mientras observaba la ciudad que de alguna manera se encontraba a mis pies. Una imagen llena de soberbia y a la vez de una soledad plena, era lo que buscaba. El proceso de edición, retoques y acabado final fue más rápido de lo que pensaba, y en cuanto tuve la versión de prueba entre mis manos, supe que algo grande estaba por venir. Dejé que los chicos vieran todas las fotos, y estaban realmente impresionados, e incluso Vanessa (quien al principio no apoyaba nuestras fotos libres) admitió que la idea era muy buena.
Fuimos ambiciosos desde que el proyecto por unanimidad fue aprobado. Arriesgando el 70% de mi capital restante y con ayuda de algunos patrocinadores voluntarios, mandamos a imprimir 100,000 copias del calendario. Podía ver como Leo se tronaba los dedos, mientras los paquetes comenzaban a distribuirse en puestos y algunas librerías que se ofrecieron a participar en el evento de caridad. Teníamos poca publicidad al respecto, y sólo en ese aspecto pude usar mis beneficios de royal para poder alcanzar un poco más de área de ventas, pero era como estar jugando a la ruleta rusa. Cada quien volvió a sus actividades, mientras que yo me dedicaba a retomar los días de descanso obligatorios que el médico me había indicado, ya que el problema con mi nariz iba a paso lento. Sin embargo, estaba ansioso, y en cierto modo avergonzado: después de todo, muchos de mis conocidos tendrían al alcance de unos euros, una faceta nueva del chico siempre serio y pulcro que conocían. También estaba preocupado por lo que dirían los padres de mis amigos, y si la idea no funcionaba, ya tenía varios ases ocultos bajo mi manga, mismos que no mencionaría porque eran alternativas peligrosas que Casiragui jamás admitiría.
Apenas dos días después de que el material se puso en exposición, durante una mañana considerablemente fría, a las seis de la mañana escuché golpes en la entrada principal de mi departamento. Había un pequeño corredor que separaba la entrada de la puerta, por lo que me vi en la necesidad de envolverme con alguna prenda calientita y salir a recibir a quien fuera que hacía tanto escándalo. Resultaron ser Marshall y Will, quienes tenían una sonrisa de oreja a oreja y una Tablet encendida entre las manos. William la levantaba como si fuera una pancarta, y aún somnoliento llegué donde la puerta y les permití entrar. Marshall se apresuró a abrazarme, provocando que se me saliera el aire, y cuando por fin vi la pequeña pantalla entendí la felicidad de ambos.
—¡Ya fuimos a la imprenta! ¡Mandé a pedir un millón más! Tenemos pedidos de tres millones, pero sólo nos pueden surtir uno por ahora ya que es demasiado y tan pronto, ¿¡puedes creerlo!? ¡Incluso están pidiendo copias desde otros continentes, esto es una locura!—exclamó mi amigo rubio, y entre los dos me metieron casi a rastras a mi propio hogar. Después de tres cafés (soy de sueño pesado) por fin tomé mis gafas para leer y traje mi laptop para revisar a conciencia el asunto. En el momento que las piezas fueron expuestas, comenzaron a venderse como pan caliente. El incentivo principal era la presencia de Vanessa y la mía, pero gradualmente los compradores se vieron interesados poderosamente por el resto del equipo.
Ahora había un sinfín de páginas que hablaban sobre nosotros, páginas de fans en Facebook, twitter y otras redes sociales conocidas. Algunas personas eran tan veloces en expresar su gusto, que incluso comenzaron a dibujar pequeños cartoons imaginando nuestros roles como si fueramos personajes. Desde universitarios hasta ejecutivos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, personas de otras ciudades y países preguntando que si existían envíos a domicilio vía correo postal. Y en mi buzón electrónico personal, montañas de mensajes de empresas que querían crear otro tipo de productos con nuestras imágenes, desde souvenirs, vasos , artículos promocionales e incluso un diseñador que proponía una línea de lencería. No podía creer la cantidad de comentarios online que se estaban exponiendo, y por supuesto, el tema de mi posición social ya se encontraba en los noticieron locales, con una pata en los internacionales. Por un momento, comencé a preguntarme "¿en qué diablos me estoy metiendo?".
Mientras terminaba de entender el alcance de nuestra "travesura pro-caridad" mi teléfono móvil comenzó a timbrar. Al tomarlo, pude notar que era una llamada de mi madre, y aunque me mostré renuente a responderle, por fin me animé. Se escuchaba realmente enfadada, vociferando sobre el honor de la familia y las buenas costumbres que me había pasado entre las piernas al participar en un calendario,pero lo único que capturó mi atención fue lo último que dijo antes de colgar.
—"Once en punto, Timothy Awertton, más te vale que tengas algo inteligente que decir para no dejar generaciones de nuestra familia en vergüenza, ONCE EN PUNTO."—
Dejé caer el móvil al suelo, llamando la atención de mis amigos, y me llevé una mano a los labios pues sentía que se me revolvía el estómago. Will de inmediato se acercó, para sacudirme un poco por los hombros, e incluso aseguró que me puse pálido, y cuando fui capaz de pronunciar palabra , lo miré a los ojos.
—¿Qué te ha dicho, Tim? ¿Qué te dijo tu madre? Por Dios, dime algo—
—La reina...—
—¿La reina? ¿Cuál reina? ¿Des? ¿Qué hizo Des esta vez?— preguntó confundido, pero enseguida elevé mis manos y lo atrapé por ambos brazos, con tanta fuerza que incluso comenzó a sangrarme la nariz.
—¡Nuestra maldita reina, William! ¡La Reina carajo, nuestra más importante monarca quiere hablar conmigo en persona a las once de la mañana! ¡¿Entiendes lo que significa eso?!— estallé de inmediato, llevándome ambas manos al cabello, como si fuese posible arrancarlo. Estaba convencido del lío gordo en el que me metí de forma imprudente. Jamás en la vida se escuchó que la Reina mandara a llamar a alguien de mi categoría, incluso si tenía una posición privilegiada. No, nadie en absoluto podía hablar con la Reina a menos que hubiera hecho algo muy malo. Y me faltaban dedos para enlistar todas las cosas que por una mujer estaba haciendo. Abandonar a mi familia, darle la espalda a mi padre, cuestionar a mi madre, dejar de lado el negocio familiar, estudios mediocres, llamar la atención de forma pública y fuera del contexto elegante de todo royal. Si, definitivamente el peso de mis acciones estaba llegando por fin.
Me armé de valor, y en la hora citada, me presenté en Palacio. La construcción de legado histórico siempre tuvo ese color marfilado y frío que yo odiaba tanto como el de mi hogar, pero me sentía más seguro llevando detrás de mi a William y a Des, puesto que eran dos personajes bien conocidos en la corona. Des y sus deliciosas recetas que más de una vez habían encantado al paladar exigente de nuestra reina, y William, como joven proveedor de nuevos aportes científicos que colocaban nuestra nación dentro de los primeros lugares en avances e innovaciones dentro de la rama en la que se desarrollaba Will, aun cuando sólo era un universitario. En medio de ellos dos, yo me sentía una hormiga, misma que sólo tenía a su favor el valor del oro.
En un principio no se les permitiría entrar a mis amigos, pero pronto el mensajero de la reina nos recibió y a toda prisa nos condujo hasta la biblioteca privada de nuestra monarca. El camino estaba plagado de vigilancia, se nos fue retirado el móvil, cualquier objeto metálico que lleváramos encima e incluso se nos colocó un micrófono debajo de la solapa del saco. En el momento que estuvimos ante la anciana más importante del país, la reverenciamos y tomamos asiento. Mis padres ya se encontraban presentes, y era evidente el desprecio que dedicaban a mis acompañantes, en especial porque uno de nuestros calendarios descansaba sobre las piernas de la mujer que me había llamado.
—Timothy Awertton, es un placer conocerte. Oh, Aeva, querido, dime que prepararás uno de tus bollos rellenos de queso crema con canela que tanto me gustan, promételo— comentó la Reina, para sorpresa de todos los presentes.
—Será un placer, mi señora— respondió Des con una sonrisa impecable, inclinándose ante ella con una mano al pecho—si lo requiere ahora mismo, solicito permiso para hacer uso de la cocina más cercana y complacerla—
—Oh, no, no mi niño. Ahora mismo necesito que estés aquí mismo. Es una pena no haber podido extender mi invitación al resto de los participantes del calendario, mis protectores y guardaespaldas son en verdad exagerados y creían que no había suficientes balas dispuestas para tantas cabezas— La broma me hizo tragar saliva, pero tuve que reírme al igual que ella, pues me daba más temor el mantener una expresión fría y defraudar el malísimo humor de la reina. Respiré profundo luego de la broma, puesto que la seriedad que cobró la anciana me heló los huesos. Extendió su mano, y enseguida me acerqué. El resto tomó asiento, pero yo me hinqué a una rodilla ante ella, pues sabía que ese ademán significaba una cosa: quería hablarme al rostro, muy de cerca.
—Su Majestad, puedo explicarlo, yo... —
—¿Te gustaría ser mi jefe de finanzas y promotor mercantil?— preguntó justo después de interrumpir, al tiempo que yo tragaba saliva— ¿Qué pasa? ¿Acaso no tienes el talento para trabajar conmigo?—
—M-Me temo que no estoy entiendo, señora mía. Yo... le he fallado a todos ...a mis padres, a mis familiares ...a la empresa, a mis allegados ...a mi nación, si me lo permite decir ahora mismo, soy un rebelde sin causa, soy... —
—Pero no le fallaste a los niños—aclaró con dulzura, soltando mi rostro con mucha suavidad, para luego pedir una silla a su lado e indicarme que me sentara —Sabes, la vida no es sólo dinero, posición social y fiestas elegantes. No es alcohol, sexo y una empresa próspera. La vida se compone de tus logros, de la huella que dejes en el corazón de los demás, de tu propio camino. Sé que nos regimos por una jerarquía, y que tus padres habrían sido muy felices si la siguieras sin problemas, pero tomaste un nuevo camino, uno donde volteaste a ver al más desprotegido e hiciste lo que para otros parecía un imposible: diste un paso más adelante. ¿Cómo podría reclamarte esto entonces?— comentó tomando el calendario, para dar un par de golpes muy leves sobre mis piernas— no sólo lograste superar cualquier precio ofrecido por el orfanato. Llegarán tu y tus amigos muy lejos después de esto, e incluso escuché que están solicitando otra sesión de fotos para nuevos productos. Algo tan simple se convirtió en un fenómeno social en cuestión de horas, porque hay una razón muy noble detrás de todo esto. "Hacer el bien" se llama... —
Por unos instantes creí que esas palabras eran lo mejor que podía pasarme desde que tenía memoria. Mi corazón se aceleró y estoy seguro que el rostro se me puso rojo. Sin embargo, pronto negué, inclinándome para recargar los codos sobre mis rodillas, sin ver a la soberana.
—Me llena de honor el que me considere de esta manera, pero me temo que esta malinterpretando esto...— a pesar de que vi como Des y Will negaban con leves movimientos de cabeza, yo no me atrevía a engañar a la mujer más importante del país— no hice esto por los niños... si no por un deseo egoísta de mi parte— Me puse en pie, y enseguida mi padre me cerró el paso, balbuceó algo sobre la falta de respeto que significaba el darle al espalda a la reina, por lo que, antes de que se atreviera a abofetearme, me giré de regreso y volví a hincarme, tomando la mano de la anciana y besándosela por el dorso— lo hice por una dama... —susurré sutilmente, para que solo ella escuchara— una que no puede ver toda la suciedad que me decora... la joven con el corazón más hermoso y puro que jamás tendré derecho a reclamar... ella es la razón de mi locura, por eso, no puedo ser parte de su equipo de trabajo, señora mía, lamento decepcionarla a este punto...—
—La invitación sigue abierta, hijo querido... anda, ve donde tu corazón te dicta entonces— fue lo último que escuché, antes de salir corriendo de Palacio. La adrenalina me recorría por todo el cuerpo, e incluso olvidé que detrás de esas enormes puertas había abandonado a Des, a Will y a mi futuro como royal. No me importó que mis padres me llamaran y persiguieran por lo menos la mitad del palacio; ahora tenía hasta el permiso de la reina para conquistar a Amanda y nadie iba a detenerme.
Leo y Marshall se sorprendieron al verme salir solo, pero no fueron capaces de detenerme. Tomé un taxi, con un solo objetivo: darle la buena noticia a Amanda, y de paso, decirle que la amaba. Si, era el momento justo, ese instante memorable en que todo en el universo se junta a tu alrededor y sabes que es tiempo de abrir tu corazón y jugarte el todo por el todo. El camino se me hizo eterno, pero tenía que ser paciente, y mientras el tráfico nos devoraba más de una hora, maquilé entre ensayos ridículos la forma en que le confesaría mi amor. Incluso el taxista compró un pequeño ramo de gardenias, pues me miró tan emocionado que se sintió feliz por mí. Terminamos charlando sobre la mejor manera de expresar todo lo que sentía por Lady Borbón, y en el momento que me bajé de la unidad, me deseó toda la suerte del mundo.
Sólo existía un lugar en el planeta donde Amanda podía estar a medio día, y mis piernas tenían toda la fuerza del mundo para correr a través de los pasillos de la universidad, aun cuando me era imposible respirar con la nariz maltrecha. Casi todo el alumnado permanecía dentro de sus aulas, y yo sentía que volaba cuando saltaba el millar de escalinatas que se me cruzaban por todas partes. Sonreía como un estúpido, sentía que podía llorar si Amanda me decía que sí. Lo que nunca me esperé, es que mis lágrimas y mi corazón se secarían en un parpadeo. Estaba seguro de haber visto la figura de mi musa al final del pasillo más largo, y me encandilaba un poco la luz solar que resplandecía hasta el fondo, por lo que sabía que necesitaba acercarme más para estar seguro que era ella. Sin embargo, dejé de correr poco a poco, y a mitad del andador, me detuve . Mis ojos se abrieron ampliamente, y por un momento, contuve la respiración pues mi garganta se resecó tanto, que dolía.
Si, efectivamente era Amanda, quien vestía ese hermoso vestido rosado que tanto me gustaba que usara. Si, era mi princesa inspiradora, quien llevaba el cabello delicadamente recogido, tan acomodado y trenzado, que parecía un cono de nieve a medio comer. Si, su piel de chocolate tan radiante, sus pequeños pies provistos de unos tacones tan llamativos como su tamaño minúsculo, pero no estaba sola. En el momento que me detuve, Angus Dracovinus, uno de los estudiantes que compartía la clase de deportes conmigo, posaba sus labios cómodamente sobre los de Amanda. Ese chico era conocido por estar siempre nervioso, y todo alrededor suyo le preocupaba. No tenía un talento por el cual resaltar, sus notas académicas eran pésimas y por si fuera poco, era un inadaptado que siempre estaba solo. Sin embargo, tenía el honor de romperme el corazón con un beso que yo jamás conseguiría, al haber logrado lo que yo no pude: conquistar el corazón de Amanda.
Las flores se me cayeron, pues me estaban temblando las manos, y el sonido que hizo el papel metálico que las envolvía al caer, provocó que la singular pareja volteara de golpe. La nariz de Amanda nuevamente se movió con esa gracia que antes me enternecía, pero que ahora me dolía más que nunca, y pude ver como empujaba a Angus para alejarlo, girándose como si me buscara.
—¿Ti-Timothy? ¿Eres tú?— preguntó con el rostro enrojecido, pero antes de que caminara hacia mí, recogí las flores y las tiré a la basura. —Timothy, no es lo que parece, espera... ¿Timothy? —
—Siento haber interrumpido, Srita. Borbón...—susurré con amargura, y podía sentir como un nudo se apretaba en mi garganta, con tanta fuerza que sentía que me ahogaba —Sólo vine a despedirme mi lady, ya he cumplido mi promesa, los niños estarán bien de ahora en adelante... puede... continuar... —
Sin más, emprendí carrera. La escuché gritar mi nombre, y luego un golpe seco que me obligó a voltear. Amanda había tropezado y caído, pero Dracovinus se apresuró a levantarla, así que no necesitaba otro salvador. Mi corazón estaba destrozado, y mientras corría , en el exterior la lluvia no tardó en empeorar mi día. No tenía idea de porque un día soleado se convirtió en una tormenta en cuestión de minutos, pero ya importaba realmente, el departamento no estaba lejos, así que sólo necesité treinta minutos para llegar caminando, empapado.
Entré sin cuidado, ensuciando todo a mi paso, mientras me desnudaba. En mi mente estaba la imagen de la feliz pareja que se acurrucaba bajo la seguridad de la sombra de la universidad, probablemente susurrándose palabras de amor poco antes de besarse. Apreté los dientes, grité, lloré, patee e incluso rompí mi mesa de centro. Pero pronto comencé a reírme, a darme un par de golpes en el rosto, lo suficientemente fuertes como para mover la férula protectora y hacerme sangrar la nariz. El dolor me volvió a la realidad, y después de ocuparme de las curaciones pertinentes, tomé mi teléfono móvil.
—¿Tim? ¿Hablas en serio?¡Esperé mucho para escucharte decir esto! ¿Pero estas seguro? Supe que te rompiste la nariz, el alcohol y las heridas no se llevan bien ...—
—¿Cuándo me importó eso, ah?...—
—Jajjajaja, ¡por eso te adoro primo! ¿quieres chicas también? Acabo de conocer unas que.... Uuuuhhhh....¿que celebramos?—
—Quiero presentes todas las mujeres que puedas llevar y estén dispuestas a desnudarse...— susurré de forma sombría, encendiendo un cigarrillo en la comodidad de mi departamento. Afuera, los vidrios que me permitían ver el patio trasero de mi hogar escurrían tanto, que pensé que ellos estaban llorando por mi, mientras hacía planes con mi primo para retomar mi antigua vida. —Celebramos que me convertiré en funcionario de Palacio, el día de mañana me presentaré con la Reina para aceptar su propuesta... —
—¡Que cabrón más grande eres!... vaya, jamás lo hubiera imaginado, ¿no era que estabas salvando un orfanato? Lo escuché en las noticias, te volviste extravagante—
—Nada me detiene ahora, primo ... la promesa que me ataba ha sido cumplida, después de todo, Santa Claus si cumple lo que le pides... —
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¡Hola a todos! Gracias por seguir leyendo mis historias llena de rompimientos corazonudos QnQ lo sé, no es justo, lo sé, pero el 14 de febrero tendré la continuación, en honor a la diosa Amor <3. Por cierto, Angus Dracovinus viene siendo el dios "Angustia" :). Espero sea este episodio de su agrado, agradezco todos sus comentarios, ¡saludos desde México!.
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