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Capítulo 10. Manual para dejar de ser un idiota público.

Mi nombre es Timothy Awertton, un joven de 35 años, graduado hace varios años como master en medios y comunicación. Ahora soy un profesor en esa misma área, y junto a otros compañeros de la carrera, nuestras vidas giran en torno a la universidad para la que trabajamos. Pero esto, mi querido lector, lo supiste desde nuestra primera charla. Sabes también que a estas alturas, mis mejores amigos también son profesores en la Universidad de Goldsmiths y que nos encargamos del 50% de las asignaturas de la Universidad.


William Crawford es profesor de Historia Antigua, y está a pocos meses de alcanzar el doctorado. Marshall Ferguson imparte psicología y terapeuta oficial de la institución. Leo Spindler es profesor de botánica y promotor de la protección al medio ambiente. Des Aeva es profesor de cocina gourmet e imparte cursos de bebidas preparadas y postres de alta calidad. Pero esto, también lo sabías. Lo que esperas con ansias es entender por qué volvimos al punto de partida, cuando algo tan importante como mi noche de bodas quedó pendiente, ¿cierto?


La boda continuó tal como mi esposa deseaba, y se extendió hasta las cuatro de la mañana. No puedo negar que la corona se vio ostentosa en todo lo que les proporcionaron a nuestros invitados, desde una cena magnífica hasta una serie de juegos y presentaciones musicales dignas solo de los reyes. Pero mi corazón no fue capaz de disfrutarlo como debería, ya que en todo momento estaba observando a Amanda. Pasada la medianoche, los ojos de mi musa estaban muy hinchados, e incluso presentaban manchas sanguinolentas. A pesar de que deseaba frotarse, no se lo permití y solo pude apoyarla a colocarse colirios para minimizar el dolor. En ningún momento nos alejamos demasiado de la fiesta, y ella lucía radiante aun cuando sabía que su realidad estaba cambiando a cada segundo.


Sin embargo, llegó el momento que más temía. Ya la mayoría de los invitados habían partido a casa, cuando intempestivamente, Amanda colapsó a mi lado. Afortunadamente mis reflejos eran buenos, y logré sostenerla, evitando que se fuera de bruces al suelo. William corrió a nuestro encuentro y junto con Leo, me ayudaron a llevarla a un sofá cercano, para recostarla y revisar su estado. La Reina solicitó servicio médico, pero en cuanto estuvo con nosotros le comenté que era necesario prepararnos para un viaje de emergencia.


—Tiene fiebre...— susurró Will, ocupándose de tomar su móvil y hacer un par de llamadas. Tenía el acceso a un helicóptero gracias a su familia, por lo que Aeva corrió a nuestra habitación para armar una maleta con lo indispensable, incluyendo documentación y el historial médico de Amanda.


—Iré con ustedes— declaró Vanessa, quien se despidió de Angus con un beso dulce y un gesto de dolor en el rostro, y junto con Des, preparamos todo para nuestra partida. El viaje me parecía eterno. Durante todo el camino, no pude apartar mi vista del rostro sudado de mi esposa, quien se quejaba dormida y estaba muy inquieta, incapaz de percibir que el helicóptero se movía. Leo, William y Marshall nos alcanzarían al día siguiente; pero para Vanessa, Aeva y para mí era prioridad llegar a Barcelona esa misma madrugada.


A las seis de la mañana Amanda estaba hospitalizada. El médico nos recibió en calidad de urgente y al revisar los ojos de mi doncella descubrimos que tenía hemorragias tan abundantes que cubrían por completo las partes sanas, por lo que fue enviada directo a quirófano. No sabía que pensar, tenía que esperar nuevamente sin la más mínima pista de su condición, ya que estuvo charlando durante semanas con el galeno y a mis espaldas, y eso me provocaba un fuerte conflicto existencial. La cirugía se extendió por seis horas, y durante todo ese tiempo ni enfermeras ni médicos acudieron a darnos alguna información. Fui incapaz de probar bocado. Estaba tan preocupado que me frotaba las manos una y otra vez, hasta que se me pusieron rojas; caminé en la sala de espera repetidas ocasiones e incluso salí a la parte frontal de nosocomio, intentando ganar un poco de aire fresco, aún con mi traje de novio, por lo que llamaba demasiado la atención.


El vestido de Amanda descansaba en el cuarto de hotel que Vanessa consiguió para nosotros, pero no quise ir a recostarme. En algún momento de la eterna espera me quebré, y Des frotó mi espalda una y otra vez, mientras mis lágrimas le manchaban el traje. Tenía tanto miedo de perderla, de que no volviera a ver y que mi esposa perdiera la confianza en sí misma para siempre luego de esta nueva intervención. Esta frustrado, con la sensación de inutilidad atorada en la garganta.


—No me lo dijo, Des... no fui lo suficientemente confiable para que me lo contara, si ella hubiera recurrido a mi...—


—Si ella hubiera recurrido a ti— interrumpió Aeva— la boda no se habría celebrado, y tu esposa no tendría en su corazón los hermosos momentos que vivieron. Timothy, tienes que confiar en sus decisiones, hoy más que nunca —susurró con cariño, deslizando sus delgados dedos en mi mejilla empapada —me duele verte así, pero a la vez me llena de orgullo. Porque gracias a Amanda Borbón, cambiaste radicalmente. Su amor logró que te convirtieras en un caballero honorable y leal, y sé que esto no terminará en algo malo, así que por favor... confía...— dicho esto, abrió completamente sus brazos y me acurrucó contra su pecho, donde mi llanto se derramó hasta que me quedé dormido. No supe en que momento llegó el resto del grupo. Para cuando abrí los ojos, Leo me observaba con un café en la mano. Tenía la cabeza sobre las piernas de su prometido, y me levanté de golpe, con las mejillas rojas y temiendo que Spindler me partiera la cara de nuevo. Pero tan solo provoqué que los presentes rieran, probablemente el único momento afable desde que llegamos a Barcelona.


En el momento que la puerta del quirófano se abrió, todos nos pusimos de pie con los ojos fijos en el médico auxiliar que también había entrado junto con el de cabecera que nos atendía. El galeno se retiró el cubrebocas, respirando profundo como si le hubiera faltado el oxígeno las últimas horas y charló un instante con una enfermera que esperaba en recepción, quien se retiró junto con todas las indicaciones recibidas, y en cuanto el doctor se acercó a nosotros, sentí que mi corazón se detuvo. Portaba ya un expediente entre sus dedos, y luego de reacomodarse los lentes, nos observó sobre el borde de los cristales en sus gafas.


—¿Familiares de la señora Awertton?— preguntó dudoso, y de forma algo ridícula todos asentimos, incomodándolo.


—¿Cómo está mi esposa, doctor?— interrumpí, aunque mis ropas evidenciaban mi posición en la vida de Amanda.


—Fuera de peligro, si esa es la duda principal de todos ustedes— comentó con un tono ácido, propio de los doctores de hospitales lujosos— por favor, acompáñenme a la oficina, necesito hablarle de los pormenores de la intervención. Y que solo dos más vengan con usted, es una oficina pequeña—


La verdad no era muy agradable que después de tan larga espera fuéramos tratados con frialdad, pero era mejor que el no saber nada. Vanessa y Leo fueron quienes ingresaron conmigo al despacho, tomamos asiento frente al escritorio y el médico sacó de su bolsillo un dispositivo USB, que resultó contener una serie de videos donde terminaría explicándonos la cirugía completa de Amanda.


—La señora Awertton presentó una serie de complicaciones que pudieron tratarse con antelación y sin un procedimiento tan peligroso— comentó el doctor, mostrándonos una gráfica diseñada especialmente para el caso de Amanda— primeramente, desplazamiento de disco corneal en el ojo derecho. Probablemente su esposa se vio en la necesidad de lubricar sus ojos constantemente, ya que el más milimétrico movimiento provoca visión borrosa y pérdida del sentido de profundidad en los objetos y el entorno. Nauseas debido a los constantes mareos y la necesidad de dormir para calmar el cansancio que provocaba en el segundo ojo son síntomas comunes— y tenía toda la razón. Amanda la última semana parecía más cansada y tomaba siestas muy seguido. Apreté las manos al sentirme un imbécil por no profundizar en el tema.


—Al no recibir atención médica, su esposa comenzó a frotarse el ojo para aliviar el escozor, y provocó un pliegue en el disco corneal. Es también una complicación común, pero insisto, es parte de una irresponsabilidad que pudo provocar la ceguera absoluta— comentó con severidad, como si yo fuera el responsable de la situación de mi musa. Y me sentía como tal — Por último, con el paso de los días, y debido a que el segundo ojo era obligado a ver por ambos, los puntos de sutura en el ojo izquierdo no cerraron debidamente. Ambos trasplantes desarrollaron el crecimiento de células, que terminaron por agravar el problema hasta el punto del sangrado— una vez terminada la breve exposición, el médico tomó asiento y comenzó a escribir en su laptop. Los minutos pasaban y el no escuchar lo que necesitaba, me llevó a romper el silencio.


—Entonces doctor... mi esposa...¿ella no volverá a ver de nuevo?—


—¿Con quién cree que está tratando, señor Awertton?— respondió tranquilo, esbozando una sonrisa cómplice mientras giraba su portátil. En la pantalla estaba una sesión en línea, y la Reina saludaba felizmente mientras bebía el té con mis padres y algunos de los invitados que esperaban noticias desde Inglaterra— La señora Awertton despertará dentro de unas horas. Le recomiendo que sea firme respecto del tratamiento que voy a prescribirle. Afortunadamente el cuerpo no rechazó las nuevas córneas, así que una limpieza fue suficiente para eliminar las células muertas y una microcirugía nos ayudó a recolocar la córnea movida, en su sitio. Su salud general se vio afectada por el desarrollo de una infección, pero ha sido controlada. Con muchos cuidados y paciencia, los ojos de la señora Amanda Awertton tendrán una calidad impecable. Un placer conocerlos— sin más, me entregó todas las recetas junto con una montaña de indicaciones. Vanessa no le permitió retirarse hasta que todas sus dudas fueron saciadas y Leo celebraba emocionado, charlando con la reina por medio del portátil del galeno, que no parecía muy contento al respecto.


Yo me escabullí al pasillo central, dejando las celebraciones de lado. Estuve como león enjaulado más tiempo del que pensaba, pero por fin un enfermero se acercó, indicándome que podía ver a mi esposa. Sentí que los pies se me deslizaban sobre plumas cuando me encaminé a la habitación indicada, y en cuanto la puerta se abrió para mí, corrí a su lado y me hinqué en el borde de la cama, tomando su mano para besársela una y otra vez. Amanda estaba profundamente dormida debido a la anestesia, y sus ojos nuevamente tenían un delicada cubierta individual, reforzada con largas tiras de venda de alta calidad. Su piel ya no poseía el maquillaje de novia, y junto a la cama descansaba el anillo de bodas que le coloqué cuando hicimos nuestros juramentos. Era como ver una princesa, mi bella durmiente personal, pero de chocolate. Si, se convirtió en un fetiche personal para mí el poder contemplar su hermosa piel oscura. No sé cuánto tiempo pensé al respecto; cuando necesitas ponerte serio, el cerebro siempre saca a relucir incongruencias.


Amanda despertó a la media noche, luego de un día completo de descanso. El escozor en su rostro casi provoca que se quitara las vendas, pero le detuve ambas manos de inmediato. Al sentirme, sus labios se apretaron y comenzó a sollozar, pero le pedí que no lo hiciera, que resistiera un poco ya que sus ojos necesitaban sanar.


—Estas aquí...— susurró con la voz entrecortada, apretando fuerte mis manos.


—Estoy aquí... como lo prometí, mi linda esposa. Jamás me iré, pase lo que pase. Soy un hombre de palabra, desde que te conocí— le susurré al oído, para luego abrazarla, cuidando de no moverla mucho. Tenía montones de preguntas acumulándose en la punta de mi lengua, pero en lugar de permitirles salir, comencé a hablarle sobre mis nuevos planes. Quería estudiar una maestría, aprovechando mis calificaciones y la oportunidad que Palacio nos ofrecía, y también le comenté que la oferta de trabajo y estudio para ella se había ampliado. Le confesé que el departamento entraría en remodelación, por que definitivamente mi esposa necesitaba un hogar propio, lleno de colores rosas y corazones como ella deseaba, con un estudio de pintura equipado con todo lo necesario. Esa noticia le devolvió la sonrisa y provocó que se levantara un poco para colgarse de mi cuello, por lo que casi me caigo encima de ella.


No se habló sobre "la noche de bodas". Incluso en ese momento, cuando le regalé un largo y ansiado beso, ambos ruborizamos, como dos chicos de colegio. Pensar que meses antes estuve en los brazos de alguien más, me hacía sentir una basura, por lo que decidí ser paciente y dejar que mi musa me perdonara desde el fondo de su corazón. Yo conocía el calor de muchas pieles, pero la felicidad que enmarcaba la existencia de Amanda era algo completamente distinto, casi irreal. La premura de mi compromiso con ella exigía que nos conociéramos mucho más. Necesitaba saber su canción favorita, preguntarle si ella disfrutaba de las puestas de sol o si prefería el brillo de la luna llena. No estaba seguro si eran las tartas o los cupcakes lo que elegía, tampoco pregunté si el café lo bebía con leche o completamente negro. Esos detalles mínimos, incluyendo la forma en que presionaba la pasta dental por las mañanas, o si leía el diario durante el desayuno, todo eso era necesario antes de si quiera tocarle un cabello. La vida como cónyuges se debe enriquecer en base a lo que se sabe uno del otro, y caí en cuenta que de la mujer tendida ante mí, yo ignoraba mucho. Solo conocía de Amanda lo que mi corazón enamorado percibía, y eso no era suficiente como para creer que tenía el derecho de reclamar su cuerpo. En mi cabeza existían mil planes y puse mi fe completa en que era posible conocer a mi esposa por completo.


—Vas a ver el mundo entero, Amanda... no es una promesa, es una realidad— declaré, percibiendo que su atención se concentraba en mi cuando giró un poco su cabeza, luego de descansarla sobre el almohadón. Entrelacé una de nuestras manos y le besé la frente, siempre observando ese molesto vendaje que aún no me permitía mirarla a los ojos— será un proceso lento, y requerirá todo tu esfuerzo. Sin secretos, ¿está bien?— pregunté un poco ansioso, y sonreí al ver que asentía— nunca has estado sola... lo que pasa es que yo estaba ocupado siendo un idiota...— una vez que dije eso, mi esposa comenzó a reír, con ese toque suyo tan inocente que me enamoró desde el inicio.


Nuestra promesa se extendió cuatro años, y durante ese tiempo, Amanda Awertton entró al quirófano siete veces. Las primeras intervenciones estuvieron rodeadas de sinsabores, de lágrimas, de intentos por rendirse. En algunas ocasiones, mi musa desaparecía por días, volviéndome loco y obligándome a llamar a la policía y conocidos para localizarla. Pero con el paso del tiempo, sabía dónde buscarla. En las últimas escapadas, la encontraba de pie, en medio de la noche, justo en el estacionamiento donde nos conocimos. Y en cuanto se percataba de que yo estaba ahí para llevarla a casa, corría a mis brazos y lloraba hasta caer rendida, obligándome a llevarla cargada sobre mi espalda hasta nuestro hogar.


Llegué a escuchar de personas cercanas que Amanda tal vez estaba enloqueciendo, pero yo comprendía su dolor. Mi esposa estaba aprendiendo a recibir el amor que le fue negado, a entender que tenía derecho a ver el mundo, lejos de una vida sumida en las tinieblas. Se estaba perdonando, pues ella cargaba culpa por la muerte de sus padres, aunque no fue la causante del incendio. Y cada vez que algo malo ocurría, yo acudía sin demora. Cada vez que sus rodillas flaqueaban, la cargaba para demostrarle que aún sin fuerzas, ella siempre tendría un respaldo. Cada vez que su vista se iba, le sostenía fuertemente ambas manos y juntaba nuestras frentes para recordarle que pasara lo que pasara, estábamos juntos en eso.


¿Qué pasó con mi vida laboral? Una pregunta que obligatoriamente está pasando por tu cabeza, mi querido lector. Parte de madurar, es entender lo imprescindible que puede ser un café por las mañanas y el valor de una siesta "cuando se puede". No descuidé mis negocios con Palacio, pero necesité asistentes y apoderados para poder continuar el tratamiento de Amanda sin contratiempos. Asistir a la universidad también se convirtió en una tarea que requería fuerza titánica, y en muchas ocasiones me quedaba dormido en el baño, recargado en una columna, en el pasto, donde fuera. Afortunadamente William siempre estuvo pisándome los talones, al igual que Leo y Marshall. Vanessa y Aeva me apoyaban cuando necesitaba ausentarme, para procurarle a Amanda compañía de calidad y largas charlas llenas de motivación. Inyectar a mi esposa de felicidad se convirtió en la actividad primordial de mi agenda.


Llegó el momento en el que tuve que renunciar a Palacio. No era la carga de trabajo, si no el mundo Royal el que me obligó a separarme. Estaba harto de escuchar comentarios hirientes en contra de los orígenes de mi cónyuge, las comparativas con "los plebeyos" y los comentarios absurdos sobre una locura que no padecía. Un par de veces me enfrasqué en peleas con caballeros distinguidos que tenían la lengua muy larga y el cerebro escaso, hasta que la Reina intervino. Alejarme de Palacio, era drenar de mis posibilidades inmediatas todo el efectivo que venía amasando, pero mi prioridad se basaba en las necesidades de mi mujer, y ella no tenía por qué moverse entre serpientes. Afortunadamente, la Reina jamás nos dejó solos. En cuanto pedí mi renuncia, colocó en mi cuenta bancaria una "indemnización" con suficientes ceros como para caerme de espaldas. Me comprometí a visitarla cuando lo requiriera, y a que ella sería la madrina de nuestros futuros hijos. Era un trato justo, por donde lo viera, pues la mujer más importante de nuestro país se había convertido en algo parecido a una segunda madre.


Logré terminar mi maestría, y también convencimos a mi musa de que siguiera estudiando artes, lo que resultó muy beneficioso. Gracias a la Reina, la facultad de Arte y Cultura recibió presupuesto para ampliarse a un segundo piso, mismo que se destinó para impartir clases a todas aquellas personas con capacidades especiales. La primera profesora por supuesto, sería Amanda Awertton. La inauguración fue espectacular, y contamos con la presencia de la prensa de todo el mundo ya que nos convertimos en pioneros dentro de nuestro país, recibiendo felicitaciones, más recursos y patrocinadores por todos lados. El éxito obtenido fue el final de la terapia para mi esposa. Caminaba radiante, llevando siempre esos vestidos hermosos y bombachos, tal como la conocí. Pero a donde quiera que iba, el hermoso anillo dorado se remarcaba en medio de sus dedos de piel oscura, recordándole a todo el que lo viera que esa diosa de amor, tenía dueño.


La boda de Vanessa y Angus se celebró al tercer año, pero fue mucho más discreta y rápida que la nuestra, ya que ambos estaban ansiosos por recorrer el mundo antes que nosotros. La señora Dracovinus se convirtió en dueña de su propia línea de ropa y maquillaje, mientras que Angus invirtió la fortuna de su familia en el ramo automotriz, obteniendo un éxito envidiable. Se mudaron a Alemania, pero nos visitaban cada vez que tenían oportunidad y siempre mantuvieron contacto con mi esposa vía internet.


Leo y Des formalizaron su relación y también contrajeron matrimonio, aunque tuvieron algunos problemas de por medio. Sin embargo, el apoyo de todos nosotros y de la universidad entera, consiguieron el milagro. Aeva llegó a concursos internacionales y su receta de tarta de zarzamoras alcanzó a figurar en escaparates de pastelerías en todo el mundo. Spindler, mi querido amigo, logró que se impulsaran movimientos de reforestación en todo el país, así como concientizar a las personas para proteger la biodiversidad. También impartía cursos en redes sociales para promover la ecología y su vivero dentro de la universidad se extendió tanto que se le otorgaron practicantes y colaboradores, para aprovecharlo, pues la mitad de las plantas ahí sembradas eran medicinales, convirtiéndose en un laboratorio natural perfecto para las nuevas generaciones.


Marshall y William terminaron su relación dos veces. Parecía que era demasiado frágil, hasta que Ferguson se cayó por las escaleras un día que discutían, dándole el susto de su vida a Will. Necesitó 13 puntadas en la nuca y mucha rehabilitación para recuperarse, y estuvo en coma dos meses, pero en cuanto despertó, William era otro hombre. Varias veces lo reprendí por necesitar que el amor de su vida se accidentara para entender lo mucho que se necesitaban, y desde entonces se les ve juntos por todos lados, a excepción de las horas de clases, en las que necesariamente deben separarse. Aún seguimos esperando que llegue la tercera boda, no perdemos las esperanzas, pero Will se mantiene reservado al respecto.


Y yo, Timothy Awertton, quiero agradecerte por acompañarme en esta autobiografía durante diez episodios, en los que encapsulé los mejores momentos de mi vida hasta ahora. La verdad es que en este momento, mientras escribo estas pequeñas líneas, mi querida Amanda esta en quirófano nuevamente, pero esta vez no son sus ojos los que van a abrirse a la luz del mundo. Amanda fue dada de alta desde finales del tercer año, pero estos últimos meses, nuestra atención se centró en una nueva personita en nuestra vida. Mi preciosa Anabel nacerá por cesárea, por lo que hoy mi historia comenzará a reescribirse, con toda la felicidad que jamás imaginé. Me convertí en el hombre que mi mujer necesitaba, y ahora, también seré el padre que nunca tuve. Llenaré de amor y de enseñanzas a mi bebita, y le enseñaré a ser tan fuerte y hermosa como su madre. Sus abuelos vienen en camino, al igual que la Reina y todos nuestros amigos, por lo que mi hija nacerá rodeada de todo el amor que yo alguna vez carecí.


Anabel no será una niña royal como yo. No, mi hija, nacerá siendo una mujer libre. Sin prejuicios, sin destinos programados, sin estar obligada a llevar una vida que no desee. Correrá feliz entre los niños de su edad, asistirá a la escuela pública y tendrá el novio que ella desee, no por su posición social si no porque será el hombre digno de permanecer a su lado. El tío Aeva le cocinará galletas deliciosas, mientras que el tio Spindler le enseñará lo valiosa e importante que es la vida, y todo lo que ello conlleva, así como el respeto a las plantas y los animales. El tío Ferguson seguramente le presumirá su cuento de "El conejito de Felpa", pero el tío Crawford exigirá que tenga buenas notas para luego arrepentirse y llevarla a jugar al parque. Esa clase de vida es la que espero para mi pequeña, porque ella nacerá tan libre como su madre.


Estas notas se las entregaré a mi musa en cuanto sean impresas. Pediré que las empasten en satín rosado y letras doradas y colocaré la foto de nuestra boda desde el comienzo. Todo lo que te he contado a ti, mi querido lector, lo sabrá mi esposa dentro de unas horas, y de esta manera, dejaré constancia para ella, para nuestra hija y para todo el mundo, de que alguna vez existió Timothy Awertton, el joven Royal que escribió su único diario de amor.

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Quiero agradecerles por acompañarme hasta el final de esta historia :') la he disfrutado desde el principio hasta el final. Un agradecimiento especial a Bárbara Gizela (https://truyen247.pro/tac-gia/gizela05)  quien hizo posible esta redacción, ya que empezó por una petición suya. Nuevamente les comento que jamás había escrito algo sobre una pareja hetero, y creo que es de lo mejor que pude haber desarrollado :D espero que lo disfrutaran! Besos para todos *3*

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