Querido diario de las generaciones:
¿Qué es esta sensación que recorre mi cuerpo día tras día?
¿Por qué necesito contarte mi vida?
Es como si estuviera vinculada a ti.
Como si la persona que está a tu lado estuviera obligada a escribir en tu presencia.
Bien, pues no seré menos entonces.
Y empezaré a contarte mi gran historia.
A veces, la agonía de seguir viviendo es mi motor para seguir adelante.
A veces, ver la cara de León en esta camilla me permite seguir, y no morirme de angustia.
A veces pienso que muerta hago más que viva, pero no sería justo para nadie.
Ni para León, que me mira desde el Cielo.
Ni para mi pequeño, que espera impaciente su despertar inminente.
Ni para Jorge.
Sí, él lo hizo. Pero entonces no sería justa conmigo misma.
Antes que nadie, tiene que caer él.
Tengo que derribar ese gran muro de opresión.
Tengo que destruir la maldad que se cierne sobre su vida.
Y para eso, solo puedo hacer algo.
Algo de lo que me arrepentiré por el resto de mi vida, pero que servirá para pagar la justicia de un crimen imperdonable.
Crimen por crimen, ¿no te parece justo, diario?
León parece haber sonreído.
Es como si supiera que estoy aquí.
Solo puedo estar aferrada a su mano todo el día.
"Sé que lo conseguirá, que saldrá de esta como siempre ha hecho".
Y sin embargo, hay veces que el miedo me acobarda.
Y mirar a la ventana no parece una solución factible.
Ni recordar sus ojos verdes puros e inocentes siendo arrancados por las garras del destino.
Me despido de ti, querido diario.
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