Día 1 - Enero
Buenas, diario.
Yo, en el fondo… no te quiero.
No te lo tomes a mal, lo siento. Simplemente no puedo quererte.
Y más después de todo lo que leí en ti.
Todas aquellas palabras necias y prohibidas que nunca debieron ser pronunciadas.
Todos aquellos insultos que Él lanzaba constantemente contra mi abuela.
Todos los desgarros del corazón que flagelaban sin cesar el cuerpo de mis familiares.
Y, aunque no tenía intención de abrirte, algo en mi cabeza me dijo que debería hacerlo.
Que no estaría bien si te dejaba abandonado en el cajón, como tenía pensado hacer.
¿Qué quieres saber de mí?
Mi arrogancia no me permite hablar más de lo justo.
Mi padre murió. ¿Contento? Porque yo no.
Echo de menos a mi padre.
Echo de menos todo lo que me cuenta mamá sobre él.
Echo de menos escuchar sus palabras bonitas, grabadas a fuego en la mente de Sara.
Echo de menos sin conocer.
Echo de menos hablar de mi vida como yo quiero, y no tener que depender de mis sentimientos.
Echo de menos tantas cosas, que no querría ni contártelas.
Porque me he labrado una vida, y no quiero que se eche al traste.
Sin embargo, a veces pienso en lo diferente que hubiera sido mi vida si León no hubiera llegado a conocerla.
Si mamá estuviera todavía sola en esta casa, esperando a que su príncipe azul llegara con un ramo de flores en la mano; flores de la muerte que consumirían su cuerpo y lo harían cenizas.
Todavía pienso en esos momentos, pero no sé si merece la pena escribirte.
No sé si en el fondo esto me ayudará en algo.
No sé nada, diario.
No sé siquiera si tú me querrás oír, como lo hiciste con mi familia.
Pero por probar…
Nunca está de más, dicen.
Algunos piensan que, simplemente me gusta llamar la atención.
Otros dicen que estoy loco.
Yo, simplemente lo llamo arrogancia.
Arrogancia de echar de menos a alguien que no llegué a conocer.
Arrogancia de estar hablando constantemente de su persona en sueños.
Arrogancia de querer besar unos labios que todavía no se han posado sobre mi cuerpo.
Arrogancia de ser arrogante.
Arrogancia de escribirte y contarte mis penas, y mis alegrías.
Arrogancia.
Bueno, adiós.
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