Capítulo 7: El destrozador de rodillas.
Sábado 20 de junio:
No estoy acostumbrado a vivir en la miseria, pero es que no tengo ninguna fuente de ingresos. Casi no tengo que comer y para colmo me llamaron del banco porque no he pagado la hipoteca, me dijeron que mandarían a una ejecutiva a mi casa para analizar la situación.
No entiendo, ¿por qué me persiguen las mujeres? Pero no se le puede hacer nada. Madre mía, es que la chica del banco está muy buena. Ojalá y le guste tanto el sexo como a mí.
Me encantan sus muslos, esa falda le queda como para comérmela con la ropa puesta. Me sacó una loma de papeles no sé ni de qué tratan, debe ser algo de la hipoteca. Lo que aún no entiendo es el por qué de esa cara sensual que me pone mientras mete su dedo en la boca y pasa las páginas. Me estoy enfermando demasiado.
Un cafecito siempre relaja el ambiente, así que la invité a uno, ella aceptó y pasamos a la cocina. Mientras se lo servía vertí un poco en su blusa, hice parecer que era un accidente, pero todo lo contrario. Le pedí mil disculpas y le dije que se la quitará que le buscaría algo limpio. Luego de unos segundos pensándolo se desabotonó la blusa y se quedó con los pechos descubiertos, solo llevaba el brazier.
Subí a la habitación y tomé un blusa que mi mujer había dejado en el armario y al bajar las escaleras ella estaba sentada y por alguna razón que no recuerdo la amarré por el cuello, en ese mismo instante ella llevó sus manos a la garganta y abrió los ojos en señal de pánico.
De inmediato pasé la blusa a su boca para evitar que sus gritos se escucharan y la cargué para bajarla al sótano. Ya estando abajo la acosté en mi sillón tántrico y le puse mi pene entre sus ricas tetas y comencé ha masturbarme con ellas. La chica no dejaba de mover sus piernas así que tomé una de mis piezas: el destrozador de rodillas y lo puse en su pierna apretando los tornillos de forma tal que cada movimiento fuera un estremecedor dolor para ella. Acto seguido tomé mi polla en mi manos nuevamente pero está vez la introduje en su boca intentando llegar hasta su garganta.
Ella no sentía mucho dolor en sus rodillas así que apreté un poco más los ternillo, sentía como las púas iban perforando sus huesos y sus gritos me llenaban del placer así que tomé y sin pensarlo dos veces metí la polla en su rico y grande culo. Lo sentía muy apretado y tenía la temperatura adecuada para correrme dentro del él, pero no lo hice.
Luego de un rato más rompiendo fuertemente su orto se la saqué y la metí en su coño sin esperar nada. Así si quería soltar todo mi esperma, a decir verdad creó que fué el más rico que probé en mi vida lo tenía perfecto. Estaba a punto de correrme dentro de ella pero tuve la idea de apretar más los tornillos para dejar sus piernas completamente inservibles y así lo hice.
La pobre no paraba de gritar y como de costumbre eso me exitó muchísimo. Ya no quise volverla a meter dentro de ella, si no que tomé sus dos suaves manos y las puse alrededor de mi polla. Retiré la mordaza de su boca y con sus manos envolviendo el tronco de mi gordo pene comencé a masturbarme hasta que me corrí en su lengua.
Al guardarme la polla tomé un cuchillo que tenía cerca y la degollé acabando así con su vida como si no valiera nada.
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