Día 5 - Marzo
Querido diario:
Tus besos nunca existieron. Tus palabras de afecto se quedaron en el olvido.
Lo único que me hace vivir ahora es su alegría.
Sara es feliz conmigo.
“Deberíamos hablar más, ¿no crees, León?”
Siempre esboza una sonrisa.
Aunque ella también sufrió mucho.
Su vida tampoco fue sencilla.
Mamá, te echo de menos. Me hacías ver que no estaba tan solo, al fin y al cabo. Siempre podía encontrarte en aquella habitación de hospital amplia y silenciosa, donde me acogías en tus brazos diciendo: “Jorge”.
Incluso ahora, estoy seguro que dirías lo mismo.
En el fondo, nos parecemos mucho.
Siempre me confundiste con él.
No sé si queriendo o sin querer.
Pero como te dije, no existen reproches.
Todo quedó en un pacto, ¿no te acuerdas?
Yo viviré feliz tu vida pasada, y olvidaré lo que sucedió. Tú, prometerás acogerme cuando me marche de aquí.
Porque, en el fondo, sé que en algún momento mi alma puede fallecer.
Fenecer, dirían los antiguos.
“Fenecieron las golondrinas del parque, y sus cadáveres marcaban el camino al cielo”.
Te echo de menos. Sara parece tu reflejo.
Día y noche está atenta a mi persona.
Día y noche hace que me ría.
Día y noche me canta canciones tristes que me hacen sentir.
Día y noche.
Estoy deseando que llegue ya el día, querido diario. Y así, poder escuchar otra vez su dulce voz llamándome.
Buenas noches.
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