Querido diario:

La casa de mi familia no me quiso aceptar. Nadie me quiere aceptar porque soy una carga para el mundo.

Sola. Sin nadie a quién cuidar en las calles sinuosas.

Estoy en frente de casa. Tengo que hacerlo, por mí, por Jorge, por todos.

El baúl guarda mis recuerdos y los suyos. Y si no lo abro, estos 4 días que me quedan serán en balde.

Los primeros recuerdos empiezan a atacarme, querido diario. Creo que dejaré de escribirte por un momento hasta que consiga abrirlo y termine con este maleficio. Después te seguiré contando.

“Jorge, ¿podrías acercarme ese plato de allí? ¡NO! ¡JORGE!”

“Si sigues portándote así, al final acabarás magullado de por vida”.

“No está bien que hagas eso con tus compañeros de clase”.

“La gente tiene sentimientos, Jorge. La gente también sufre cuando vas diciendo esas cosas tan feas”.

“Estás castigado de por vida”.

“¡JORGE! ¡No lo hagas!”

“¡Por favor! ¡Atácame, pero no le hagas daño!”

“¿Jorge? Dime que sigues vivo, por favor. ¡Jorge, despierta!”

“Eres un asesino”.

“Eres cruel y mezquino”.

“No mereces tener a mi hijo contigo nunca más”.

“Nunca mereciste estar a mi lado”.

“¿Qué… qué estás haciendo con eso?”

“¿Estás intentando matarme?”

“Ellos me ayudarán. Mi familia me quiere”.

Adiós, querido diario. Mañana seguiré contándote mis recuerdos.

Por hoy es suficiente.

Por hoy.

Y ayer también lo fue.

Adiós.