Querido diario:

Robert sigue allí, en ese estúpido pueblo perdido del mundo. Mis ojos no hacen más que llorar su marcha.

Lloro más que cuando se marchó Jorge.

Pienso que Jorge no me importó nada. Pero en verdad me importó todo.

Todo, querido diario. Todo el bote de pastillas he terminado ya. Y pensar que hacía una semana había dejado de tomarlas.

Soy una incompetente.

¿Te he contado mi última experiencia con esas pastillas, querido diario?

Me han tenido que llevar en una ambulancia a Urgencias. Intoxicada, ese fue su veredicto final.

Suena como un juicio, ¿verdad? Ellos me juzgan y me odian, como todas las personas en el mundo.

Incluso Ella también me odia ahora mismo. He estado en el mismo hospital y no me he dignado a aparecer por allí. Sin embargo, ella sí lo hizo.

Bajó con el camisón a la planta donde yo me encontraba. Tenía la faz famélica y estaba cada vez más delgada. Su cuerpo parecía que hubiera envejecido de forma espontánea.

Y no se cayó cuando vino a hablarme.

Me llamó enferma. Loca. Mala amiga. Destroza-corazones. Destroza-ilusiones. Pero aun así, dijo que me iba a perdonar.

Porque las amigas se perdonan en estos momentos.

Incluso me dijo que me perdonara a mí misma por lo que acababa de hacer.

Pero yo no estaba arrepentida.

Un impulso recorrió mi cuerpo en ese instante en el que agarré el bote de pastillas. Una voz angelical me dijo entonces:

“Hazlo, mamá. Hazlo y vendrás conmigo al cielo”.

¿Crees que estoy loca por esto, querido diario?

Yo no estoy loca, estoy segura de lo que hago.

Estoy loca de tristeza, si eso te sirve como respuesta.

Porque lloro por todos los orificios lacrimales de mi cuerpo. También a veces llamados ojos.

Como aquellos ojos verdes con los que Jorge miraba la oscuridad del mundo.

Porque, a fin de cuentas, tenemos los mismos ojos él y yo.

¿Sabías esta parte, querido diario? Mis ojos también son verdes, como los de Jorge. Heredó la mejor parte de mi ser.

Y también la peor parte de Él.

Y por eso, querido diario es por lo que no solo tenía heridas provenientes de Él, sino también pequeños besos de Judas de Jorge.

Porque Él lo había educado para ello.

Un beso suyo significaba un puñetazo.

Buenas noches, querido diario.