Día 15 - Febrero
Querido diario:
Tal vez fue el mejor momento para mí ahora mismo el que muriera mi padre entonces.
Pero en aquel momento solo podía sentir un vacío.
Entre paz y tranquilidad, tenía una sensación incómoda, que me recorría como una serpiente.
Mamá tampoco estaba feliz.
El cuerpo fue trasladado unos días después al cementerio.
Mamá se quedó a escuchar la oración, y después incluso dejó un ramo de flores.
3 días. 3 días estuvo rezando por su muerte.
Sigo sin entender sus motivos, pero sé que deseaba que hubiera ido al Infierno.
Porque, incluso muerto, había dejado mella en nuestra familia.
Ahora mamá estaba endeudada.
Y yo era cargo de nadie.
Tuvimos que abandonar la casa. Tuvimos que dejarlo todo a nuestro paso. Olvidar una vida, para dar paso a otra.
¿Sabes cuál fue entonces la idea de mamá?
La carta.
Hablaba de un Hospital donde la tratarían bien.
“Hijo, deberíamos ir allí”.
“¿Estás segura?”
“Como nunca antes lo estuve”.
Entonces una sensación de intranquilidad recorrió mi espalda.
La silla cada vez costaba más y más desplazarla.
“Hijo, ¿quieres que cargue contigo hasta la habitación? Todavía tengo fuerzas”.
“Todavía, mamá. Por eso no quiero que las gastes en mí. Aguanta todo lo posible, que yo te cuidaré”.
“Eres un sol, Jorge. Te recordaba más arisco. ¿No quieres darme un beso?”
Recordé entonces a qué se refería.
Recordé los besos de Judas de Jorge.
Recordé el olor a hiel de las mañanas.
Buenas noches.
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