Querido diario:

Otro San Valentín sin oír un “te quiero”.

Otro San Valentín sin un “te deseo, quédate conmigo para siempre”.

Otro San Valentín sin un “rompe tus esquemas y bésame”.

Otro San Valentín sin nadie, solo con la confianza de estar en casa.

Aunque haya cambiado mucho con el paso de tiempo.

Él no cambió con el paso del tiempo. Solo sacó a relucir su verdadera identidad.

Y gracias a Dios que murió.

Aunque suene algo doloroso, lo sé. Pero todos en esta nuestra casa deseábamos su muerte.

Todos menos Jorge.

Pero Jorge no sabía que Él tenía leucemia, y que sus últimos días los pasó en el hospital.

Sus quejidos de lamento habían hecho que mamá se quedase con él.

Atada con cadenas invisibles.

Y yo solo sufría sus palabras.

Porque hasta en el hospital nos hacía daño.

“Nunca habéis estado a mi lado, y ahora queréis perdonaros por vuestros errores. Soy yo el que ahora no quiere estar con vosotros”.

“Os odio. Os desprecio. Espero encontraros en el Infierno”.

“Porque nunca me arrepentiré de todo lo que le hice a la ramera de tu madre”.

“Porque mis palabras siempre fueron sinceras”.

“Y además, querida. Tú no eras la única en mi vida”.

“Compartías mi corazón con otra”.

“Tú eras mi segundo plato, mientras que ella era mi desayuno ideal”.

“Ella está más necesitada que tú”.

“Tú solo estás loca”.

“Mereces morir”.

Mamá rompió a llorar entonces. Todos sus esfuerzos habían sido en vano.

Y ya no podía vengarse, porque tras esas palabras Él murió.

Buenas noches.