Día 13 - Febrero
Querido diario:
También parece que se acordaba de la leucemia.
Mamá se echaba enfermedades encima, como si se pudiesen poner y quitar.
Mamá no murió de leucemia, diario.
Mamá no murió enferma, solo loca.
Loca de amor, loca de soledad, loca de incertidumbre, loca de deseos incumplidos.
Loca por sus huesos que la herían.
Porque, en el fondo, ella era presa de su amor.
Y hasta el día de su muerte, ella estuvo atada a su compromiso.
Porque en su boda, todo fue tristeza.
No recuerdo los años que tendríamos por aquel entonces, pero recuerdo muy bien que toda la familia la decía lo mismo:
“No lo hagas, no seas tonta. Te está haciendo daño. Te hará sufrir y llorar como a ninguna otra mujer. Te hará desdichada y triste. Te dejará sola, y abandonada tirarás de tus huesos quebrados”.
Pero a veces, el egoísmo de una persona hace que no cambie de opinión.
Y fue más tarde cuando quiso arrepentirse de su error del pasado.
¿No crees que el destino sea algo cruel a veces?
Incluso ahora que busco a Jorge se me resiste.
Las calles parecen conductos que esconden secretos.
Las paredes oyen, las puertas chirrían.
Y los llantos de un niño se pueden escuchar en la otra esquina.
Porque el barrio al que he venido es uno de los peores que puede haber en el mundo.
Tal vez sea el peor.
Tal vez sea un error estar aquí.
Pero lo hecho, hecho está.
Mi regreso ha sido tardío, pero ya he llegado.
Dame la bienvenida, casa.
Porque hacía mucho tiempo que no te había visto.
Buenas noches.
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