Amado Alan:

Tus celos eran más que evidentes. Yo en el fondo me alegraba.
Eso quería decir que te importaba, ¿verdad?

Max se dio cuenta.

No solo de tu comportamiento sino, que yo también sentía algo por ti. Era obvio aunque no me lo haya dicho.

Pero no terminó con nuestra relación, lo cual me sorprendió.

Te echó a ti. Te corrió de su mesa, de su grupo de amigos. Hasta Samantha te botó después de eso.
Ahora estabas solo, igual a como me habías dejado a mí.

Decirte que me sentí culpable o triste, sería mentir.

Estabas recibiendo tu merecido.

No fuiste a la escuela por varios días, cobarde.

Ansiaba ver tu cara humillada. Te quería sí, pero también quería que sufrieras.

Esperé verte en clases, pero encontrarte en la fiesta que hizo Max ese fin de semana, fue algo que me desconcertó.

Al parecer a él también porque se estaba preparando para ir a sacarte a golpes. Lo detuve. Lo convencí de ir en su lugar.

Estabas borracho. Eso me trajo malos recuerdos de una situación similar que habíamos tenido meses atrás.

Solo que esa vez pude llevarte a casa. Te llevé a la mía. Tu madre se escandalizaría al mirarte en ese estado. La mía por suerte ya dormía.

Te acosté en mi cama y solo reías de mis torpes intentos por quitarte los calcetines.

Me pediste perdón, dijiste que me necesitabas. Que necesitaba a su mejor amiga de nuevo.

Luego me abrazaste, aunque con tu embriaguez, más bien caíste encima de mí, aplastándome.

Te reíste otra vez, yo también lo hice.

Pero... al mirar tus labios tan cerca no pude contenerme.

Te besé.

Tuya:

Amelia.