Querido Alan:

Tantas mentiras habladas y tantas verdades calladas.

Era lo que hacías conmigo.

No te entendí, no comprendía tu actitud y quería saberlo. Pero tenía miedo. Miedo a como me tratarías.

Fui a tu casa esa noche, no te encontrabas. Regresé abatida.

Me llamaste en la madrugada, estabas borracho.

Dijiste que lo sentías y que me querías pero que algo te pasaba, algo te empezaba a cambiar.

Me preocupé. Primero fumabas y ahora tomabas. ¿Qué seguía?

Te pregunté en dónde estabas, te lo exigí y me respondiste. ¡Por primera vez me decías algo!

Tu madre también me llamó, furiosa contigo. Ella, al igual que yo, notaba ese cambio en ti.

No supe decirle o más bien, no quería delatarte. Eso hacen los amigos, ¿no?

Me escabullí de mi casa con la esperanza de no despertar a mis padres y salí a buscarte.

Una fiesta. En casa de Samantha Shepard, la chica popular del colegio. Ambos la odiábamos, aunque al parecer, tú ya no.

Me miraron mal, algunos me dijeron cosas horribles como intrusa o marginada, otros, solo querían aplacar sus hormonas alborotadas conmigo. Era una pesadilla. Ansiaba salir huyendo, pero no sin ti. No me iría sin ti.

Te encontré vomitando en la piscina. Una escena para nada agradable.

Lo único que me dio gusto fueron los chicos que salieron despavoridos del agua para no "contaminarse".

Dije que debíamos irnos, sonreiste como idiota y me ofreciste un trago. Te ignoré y te obligué a irte conmigo.

No quisiste.

Max llegó y se sorprendió verme allí. Sonrió y me ofreció un trago también. Lo rechacé pero algo dentro de mí me llevó a abofetearlo.

Él era el culpable, él se había robado a mi Alan.

Se puso furioso, su cara estaba roja y apretaba las manos en dos puños.

Yo, ya me había arrepentido por tal arrebato. Aunque era tarde.

¡Estaba aterrada!

Te busqué por ayuda... te quedaste dormido en el suelo.

¡Maldito mal agradecido que eras!

Max se acercó y corrí.

Te dejé atrás.

Lo dejé todo contigo.

Quería volver, pero fui débil.

Supongo que tú me hiciste así.

Tuya:

Amelia.