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Dilema mágico

Jueves

Como les mencioné ayer, regresé a la escuela abandonada. Había llevado una mochila con elementos de brujería, con la intención de devolverle la vida al gato de Ana. Como siempre, Laura me seguía flotando por ahí. Esa es una de las desventajas de ser un fantasma, no tienes las mismas necesidades que los humanos. No comes, no duermes, lo que hace que el aburrimiento sea aún más intenso.

- ¡Hurra! ¡Volviste para jugar conmigo! -exclamó alegremente.
- Vengo por cosas de brujería -dije, encendiendo la linterna de mi móvil para poder ver en la oscuridad.
- Ya ni juegas conmigo -respondió, con tono lleno de molestia-. Últimamente solo vienes a enterrar tus frasquitos, bolsitas, y hoy un gato muerto.
- Hoy no vengo a enterrar más nada, más bien, vengo a desenterrar.
- ¿Y si antes de eso jugamos un rato?
- Lo siento, Laura, pero esto es más importante. Voy a intentar resucitar al gato de Ana.
- ¿Puedes hacer eso?
- Según uno de los libros que trajo Minerva, sí.
- ¿Y yo no estoy muerta? -se detuvo, flotando justo en frente de mí-. Todo este tiempo, me has podido devolver la vida y no lo has hecho -se dejó caer hacia atrás, dramatizando la escena, antes de volver a flotar-. Aquí estoy, sola y aburrida, cuando podría estar en la escuela, disfrutando de dulces y juguetes, paseando como otros niños. ¿Por qué no me has revivido, Dan? Dime.
- No es tan sencillo. Necesito tu cuerpo para revivirte. Llevas muerta... -me quedé pensativo- Llevas muerta veinticinco años.
- Puedes buscar mi cuerpecito en mi tumba.
- No sé dónde está tu tumba, ni en qué cementerio te enterraron. Y aunque lograra encontrarlo, no creo que tu cuerpo siga allí.
- ¿Por qué? Se supone que debería estar ahí.
- Ratones y cucarachas.
- ¿Qué tienen que ver los ratones y las cucarachas conmigo? ¡Me estás diciendo fea!
- No, Laura. Es que... los ratones, las cucarachas y los gusanos se comen el cuerpo de los muertos.
- ¡Mi cuerpo, comido! -Laura se puso aún más pálida, si eso era posible-. ¡Entonces seré fantasma para siempre! Estar muerta es un asco. Mejor me voy. No quiero ver como otros reciben su preciada vida mientras que yo estoy en las tripas de horrendas criaturas.

Llegué al patio trasero y tomé la pala que habíamos dejado apoyada contra una pared. Comencé a cavar en la tumba del gato para poder recuperar su cuerpo. Abrí el libro en la página del ritual de revivificación, revisando los materiales para asegurarme de que no faltara nada:

Una vela blanca, un espejo negro, un cuenco, tierra de la tumba del ser a revivificar, flores marchitas, el cuerpo del ser a revivificar y sal.

Con la sal, dibujé un círculo alrededor del área para crear un campo de energía apropiado para el ritual. Coloqué la vela detrás del cuerpo del gato y, tras la vela, el espejo negro. Frente al gato, ubiqué el cuenco, colocando en su interior la tierra que había tomado del mismo lugar, y encima, las flores marchitas.

Me senté frente a estos objetos. Encendí la vela con una cerilla, y su luz brilló intensamente, atrayendo algunos granos de sal del círculo que había dibujado. Acerqué el libro y lo coloqué sobre mis piernas. Sostuve mi mano derecha sobre el cuerpo del gato y recité el conjuro, que aunque estaba en otro idioma, resonaba en mí de manera semejante al español.

- Ex pulvere revoco, 
eum quem vita decidit oblivisci.

Del espejo emergió una bruma blanquecina, comenzando a cubrir al gato.

- Donum aeternum, vita sine fine, 
sed pro eo, unum esse debet ire.

La bruma se densificaba, formando una línea que se dirigía hacia el cuenco con las flores.

- Pro uno spiritu quod denuo emergit, 
una vita discedit, non potest fallere.

Las flores en el cuenco recuperaban su color y aroma, como si acabaran de ser cortadas de algún jardín.

- Cum hoc pactione, anima reappear, 
cyclus completus, quod sic offeretur.

Repentinamente la bruma se dispersó apagando la brillante luz de la vela. Y por primera vez sentí algo de miedo. El gato yacia en el suelo sin heridas en su cuerpo, pero no se movía. El silencio era inquietante, un fuerte y frío viento sopló llevándose el círculo de sal y haciendo rechinar las ramas del árbol.

- Maw -di un salto del susto cuando Tom maulló.

Se estiraba como si se hubiera despertado de un sueño. Recogí todo lo del ritual, excepto las flores. Según el libro había que dejarlas en el lugar que se efectuó el ritual. Me coloqué bien la mochila en la espalda y tomé a Tom entre mis brazos. Tenía que ir hacia la casa de Ana para darle a su gato y decirle que le pude regresar la vida, además que quería salir lo más rápido de ese lugar, sentía una vibra extraña.

Cuando llegué a la casa de Ana, justamente fue ella quien me abrió la puerta.

- ¿Sabes que hora es? ¿Me trajiste un gato? -preguntó al ver que sostenía uno-. Lo siento Dan pero...
- Pero nada, aún no te he dicho nada. ¿Puedo pasar?
- Es tarde ya -miró hacia atrás echándole un ojo al reloj-, son las 11 de la noche. Sabes que mis padres no me permiten nada de chicos en la casa luego de las 10.
- Bueno... -pensé-. ¿Al menos puedes salir?
- ¿Salir a qué?. Debería ir a descansar, hoy no ha sido un buen día para mí.
- Lo sé, lo sé, pero lo será cuando te diga lo del gato. Si te fijas se parece un poco a Tom -le guiñe un ojo.
- ¿Tom?
- Maw
- ¡Ay Tom! -le corrieron por el rostro un par de lágrimas y tomó en su brazos al gato.
- Maw -Tom no hacía más que acariciarla.
- Shhh, baja la voz. Sé que te alegras, pero recuerda tus padres. Encontré un libro que había traído Minerva y tenía un ritual para revivificar a un ser vivo.
- Gracias Dan -agradeció mientras con una mano acariciaba a Tom.
- Es un placer.
- Aunque no puedo aceptarlo, mis padres se darían cuenta y saben que Tom está muerto.
- Dirles que Alejandra te lo regaló, y que como se parece a Tom lo llamaste Tom.
- ¿Y por qué Alejandra y no tú?
- ¿En serio Ana? Si le dices que fui yo tus padres sabrán que yo vine a estas horas y podrías buscarte un problema, en cambio si te lo regala Alejandra no pasaría nada. Además son mejores amigas si le dices ella te ayuda, claro, no le digas lo que yo haberlo revivido.
-Claro, claro. ¿Y para que querías que saliera?
- Era para decirte todo esto, pero bueno, te lo acabo de decir ahora mismo acá.
- Muchas gracias Dan.
- Me voy, nos vemos mañana en la escuela.

Al llegar a mi casa, fui directo al cuarto para poner el libro en su lugar, y para ver si podía darme una ducha después de aquel ritual. Pero al entrar estaba ahí Minerva postrada sobre la cama mirándome con cara de nada bueno.

- ¿Dónde está el libro que falta en la estantería?
- Lo traigo en la mochila -contesté, mientras abría la mochila para sacar el libro.
- ¡Revivificación! -gritó Minerva estirándose y erizando sus pelos al ver las demás cosas que tenía en la mochila.
- Si, ¿Qué pasó con eso?
- No debiste haber hecho ese ritual -abrió el libro y hojeó hacia la página del ritual-. Donum aeternum, vita sine fine,
sed pro eo, unum esse debet ire. Un regalo eterno, vida sin fin, 
pero a cambio, un ser debe ir.
- ¿Alguien debe morir para que otro viva?
- Exacto Dan.
- ¿Debo morir yo?. Yo fui quien hizo el ritual -pregunté asustado-. En los libros y películas es así.
- Esto no es un libro o una película. Esto es la vida real y es algo más complicado.
- ¿Entonces?
- Este ritual tiene un tiempo limitado para ofrecer la vida a cambio de la otra. En este caso es hasta que las flores se marchiten nuevamente, suele tardar unas veinticuatro horas. Y la vida que hay que ofrecer es al ser más cercano al ser que se revivificó. ¿A quién revivificaste?
- ¡Ana! -exclamé.
- ¿A Ana? Pero si está viva -Minerva pareció horrorizada-. ¿Qué clase de locura acabas de hacer, Dan?. Esto no es como aquella vez que accidentalmente engordaste a la flaca o como cuando hiciste un muñeco vudú a tu hermana. Esto es serio.
- No fue a Ana, fue a Tom, el gato de Ana. Así que Ana es la que tiene que morir. 
- No. 
- ¿Cómo que no?. Si es lo que me acabas de decir. 
- Me refiero a que Ana no debe morir, sino que debes matarla tú. 
- ¿Y qué pasaría si no quiero? -dije, más asustado que nunca. Ahora estaba metido en algo más grande de lo que imaginaba. 
- Hay dos opciones en esta situación. O matas a Tom para que el ritual se rompa, o matas a Ana para que Tom siga vivo.
- ¿Y si no mato a ninguno? -pregunté, en busca de una solución menos trágica. 
- El ritual cobrará tu vida. 
- Nadie sale ganando con este ritual. -mis manos temblaban mientras caminaba por la habitación, mi mente se llenaba de pensamientos caóticos- ¿¡En qué estaba pensando el creador de esta aberración!? 
- En lo que tú no pensaste, claro está. Pero hay un lado bueno en todo esto que podríamos aprovechar. 
- ¿Cuál? Porque desde donde lo veo, o se muere Ana, o Tom, o yo. No le veo el lado bueno a esta situación. 
- A lo de congelar tu corazón, sí -saltó hacia el suelo-  Mañana es el día en que ya no sentirás nada, sería bueno aprovechar eso para que mates a Ana o a Tom. Aunque sería mejor que decidieras matar a Tom. Después de todo, su hora ya había llegado. 

Se marchó de la habitación, dejándome con la decisión en mis manos.

Me acosté en la cama, tratando de decidir. Sin embargo, no estuve mucho tiempo pensando y acabé quedándome dormido. Al despertar, tenía la certeza de que debía matar a Tom. Después de todo, si no lo hubiera revivificado, Ana seguiría viva. Fui a la escuela solo, ya que por alguna razón, Claudia no estaba en la cola del autobús. Todo parecía normal hasta que llegó Beatriz con la Flaca.

- Buenos días -me saludó la Flaca con un beso. 
- Holiwis -me besó Beatriz en los labios-. Te noto los labios algo fríos. 
- ¿Qué tienen mis labios? -la miré fijamente. 
- No sé, no sentí esa calidez con la que antes me besabas. 
- ¿Has visto por ahí a Ana? -pregunté. 
- Vámonos de aquí, Beatriz. Al parecer, la gente hoy no sabe ni saludar. 
- Adiós. 
- Y encima nos dice adiós, como si el parque fuera de él.
- ¿Te pasó algo? -preguntó Beatriz, sentándose a mi lado. 
- Solo ando buscando a Ana -tomé mi mochila y me paré-. Me voy para adentro -dije, dirigiéndome hacia la escuela.

Toda la mañana transcurrió como siempre en las clases. A la hora del recreo, Ana y Beatriz llegaron a mi aula.

- Dice Beatriz que hoy me andabas buscando. 
- Tengo que matar a Tom. 
- ¡¿Cómo?!, ¡¿Tom no estaba muerto?! 
- Dan lo revivió -susurró Ana. 
- No tienes que susurrarlo, me da igual lo que piensen los demás. Tengo que matar a Tom. 
- ¿Entonces para qué lo reviviste? -preguntó Beatriz, sorprendida. 
- ¿Qué te concierne esto a ti, Beatriz?. No eres más que una persona metida en la vida de los demás. Entras, desordenas y luego te vas a desordenar otra. 
- No le hables así a Beatriz -intervino Ana. 
- ¿Acaso lo que digo es mentira? -hablé más alto para que los de la clase me escucharan-. Beatriz no es más que una perra sin sentimientos. Pidiéndome a mí que le ayudara con una relación falsa para darle celos a Andrés. 

Los demás estudiantes parecían confundidos ante esa confesión.

- Beatriz, dile tú misma la verdad. 
- Yo... -se encogió, intentando hacerse invisible ante las miradas. 
- ¿Por qué haces esto, Dan? 
- No sé, siento que debería haberlo hecho hace tiempo. 
- ¡TE ODIO! -gritó Beatriz, saliendo llorando y corriendo. Ana la siguió, intentando consolarla. 
- Recuerda, Ana -le dije-, tengo que matar a Tom. 

Todos quedaron horrorizados al escuchar eso de mi parte, y algunos murmuraban acerca de que Tom hablaba si lo habían atropellado el día anterior. Inminentemente, se escuchó la voz de Alina.

- Se solicita que el estudiante Dan Alejandro Manceo Quintana se presente con urgencia en mi despacho.

Caminé fuera del salón y me dirigí hacia el despacho de la directora. Toqué la puerta.

- ¡Entre! -ordenó la directora-. Pues aquí está el amo de las perras.
- Si se refiere como a perras a Beatriz, entonces sí, lo soy -afirmé al notar que Beatriz también estaba en el despacho.
- Así que con faltas de respeto.
- Solo si usted también me las faltas a mí.
- ¿Con que esas vamos?
- Con que esas voy.
- ¿Y vas a seguir?
- Solo si usted sigue.
- Con esa actitud y considerando lo que recientemente sucedió con Beatriz, no me queda más remedio que suspenderlo una semana.

Di media vuelta y abrí la puerta.

- ¿A dónde vas? -preguntó la directora.
- A mi casa, ya me acabas de suspender.
- Le notificaré a tu ma...
- Entendido.

Al salir del despacho, afuera estaba Ana.

- Voy a por Tom -dije, y rápidamente Ana entró en el despacho de la directora.

Yo fui al aula a recoger mis cosas, decidido a tomar un taxi lo más rápido posible para terminar con la vida de Tom. Justo cuando me subía al taxi, vi a Ana salir de la escuela, apurada en busca de un taxi también. Cuando llegué a la parada, corrí hacia la casa de Ana, donde encontré a Minerva con Tom esperándome. En la mañana, habíamos acordado que ella sacaría a Tom de la habitación de Ana para que yo pudiera completar el ritual. Corrí a mi casa, tomé un cuchillo y me dirigí hacia la escuela abandonada.

Regresé al lugar del ritual. Me arrodillé, sosteniendo con una mano el blando cuerpo de Tom y, con fuerza, hundí el cuchillo. El gato comenzó a retorcerse del dolor, pero yo lo sostenía con firmeza mientras la sangre caliente recorría mi brazo. Volví a clavar el cuchillo, y dejó escapar un leve maw a medida que las flores del cuenco se marchitaban. Cuando estaba a punto de dar el tercer cuchillazo, escuché una voz detrás de mí.

- ¡Alto!, Deje todo en el suelo y levante los brazos.

Ignoré la orden y di el tercer cuchillazo, sintiendo el peso muerto de Tom en mis brazos. ¡Pum! Se escuchó un tiro al aire que me asustó, provocando un nudo en mi estómago y un palpitar frenético de mi corazón.

- Dijo que dejes todo en el suelo y levante los brazos.

Ahora sí obedecí. Sintiendo que se acercaba, levanté la vista y vi que se trataba de un oficial de policía con su perro. Me sentí confundido al notar que solo había una persona, a pesar de haber escuchado dos voces.

- ¿Dan?
- Lo siento, lo siento -respondí, sintiendo una tristeza abrumadora en mi corazón. En lugar de llorar, me reía.
- Revivificación y corazón congelado -dijo el oficial al mirar a su alrededor y observar mi comportamiento.
- Tengo miedo -salté y traté de desarmarlo.
- Nebula Confusionis -murmuró el policía, acompañado de gestos con sus manos.

El vapor en el ambiente se volvía cada vez más denso, transformándose en una niebla que dificultaba mi visión.

- No me lastimes, por favor, tengo miedo.
- Estamos para ayudarte -dijo una de las voces.
- Pensábamos que eras uno de los chicos que usaban gatos como sacrificio, para nuestra sorpresa, terminaste siendo un brujo -comentó la segunda voz.
- Me duele la cabeza, es como si todas las emociones quisieran salir al mismo tiempo -intenté concentrarme en las voces, pero la niebla distorsionaba la dirección de donde provenían. Disparé nuevamente en otra dirección.
- Lo que siente es resultado de que descongelaron su corazón. Debemos hacer algo antes de que escape y dispare a Ana, con todas esas emociones revueltas, no sabemos de lo que es capaz.
- ¡Ululatos Alerta!

Escuché a los dos aullar al unísono. Intenté girar para localizar el sonido, pero mi cuerpo estaba paralizado y no respondía. Sentí una mano en mi hombro, quise girarme, pero mi cuerpo se negaba a moverse un centímetro. El oficial me quitó la pistola con firmeza, la colocó en su lugar y, con otro movimiento de sus manos, dispersó la niebla. Luego, me esposó las manos detrás de la espalda y, con un gesto rápido, me llevó sobre su hombro para cargarme.

Me llevó hasta afuera de la escuela abandonada, donde se encontraba la patrulla, a un costado, un poco alejada, estaba Ana. El policía me condujo hacia la patrulla y me sentó en la parte de atrás. Después de todo, él tenía que hacer todo el trabajo, ya que no podía moverme. Luego, se acercó a Ana y, por lo que pude observar, le dijo que al final había matado a Tom, porque la vi bajar la cabeza y cubrirse la cara, como si quisiera ocultar sus lágrimas. Ana se marchó, y el policía volvió hacia la patrulla. Abrió la puerta para que su perro subiera y luego se montó él.

- Espero que ya haya pasado el ritual de corazón congelado -suspiró.
- ¿Le retiro el hechizo? -dijo el perro, mirándome primero a mí y luego al policía-. ¿O sería mejor que el efecto pase por sí mismo?
- Creo que ya es suficiente, Dipper. No conmocionemos más a Dan de lo que ya está -el policía me miró-. Te retiraremos la parálisis, pero no grites ni hagas nada. Recuerda que aún estás bajo el mando de un oficial.

Me observaron, esperando alguna señal de mi parte, pero yo solo respiraba y parpadeaba. El policía le hizo una seña a Dipper, quien se acercó a mí y me lamió, liberándome de la parálisis.

- ¡Son brujos! -exclamé, acomodándome en el asiento.
-¿No es evidente?. ¿Cuándo has visto a un animal hablar que no sea un familiar de un brujo? -respondió Dipper.
- Soy Teo, y este es Dipper, mi familiar.
- ¿De dónde me conocen?
- Te conocemos desde que Minerva despertó la magia en ti. Se suponía que ella te prepararía para que asistieras a Magister Aeternus.
- Espera, espera, ¿Me están diciendo que también conocen a Minerva?
- Creo que mi aullido le dejó medio paralizados los oídos. ¿Debería lamerlos? -bromeó Dipper.
- Dipper, por favor -lo reprendió Teo, acariciando al perro mientras se reía-. Bueno, al menos debo reconocer que me hiciste reír.
- ¿La niebla y la parálisis también eran magia?
- ¿Pero qué te ha enseñado esa gata? -preguntó Teo, visiblemente preocupado.
- He tratado de enseñarle a ser responsable -dijo Minerva desde afuera-. Abre la ventanilla, quiero formar parte de la conversación en la que, de seguro, se me ha mencionado varias veces.

El oficial bajó la ventanilla trasera y Minerva saltó adentro.

- ¿Qué clase de magia le has enseñado a Dan? -interrogó Teo.
- Para aprender adecuadamente magia, primero hay que ser responsable.
- ¿Y dónde está la responsabilidad en todo esto, Minerva?. No es el primer ritual que realiza Dan y que termina de una manera no tan buena.
- Es lo que decía, primeramente debe ser responsable.
- Creo que sería mejor que empiece a asistir a Magister Aeternus -opinó Dipper.
- Escuché antes que Teo dijo exactamente lo mismo. ¿Qué es?
- Cállate, Dan. Por ti es que estamos en esta situación -me regañó Minerva-. Como familiar de Dan, siento que aún no está listo para asistir a Magister Aeternus.
- ¿Qué edad tienes? -me preguntó el oficial.
- Dieciséis -respondí.
- Si no va a este curso, se atrasaría. Ya ha pasado un mes desde que comenzó, todavía están a tiempo.
- Vuelvo a repetir, como familiar de Dan, siento que aún no está listo.
- Minerva, solo piensa en que si yo no hubiera sido quien viniera a ver la situación y hubiera sido otro oficial, ahora, en este mismo instante, Dan estaría tras unas rejas -dijo Teo, algo enfadado.
- No me hagas repetir lo mismo que ya he dicho dos veces.
- Se lo dejo a su decisión. Dan va a Magister Aeternus o lo llevo a la comisaría y atendemos este caso como debe ser. Después de todo, el policía sigo siendo yo.
- ¿Es tan malo ese Magister Eterno? -pregunté.
- Es mejor que vaya a un lugar donde va a aprender y donde yo lo apoyaré, que enfrentar esto como personas normales y terminar preso.
-Eso pensé.

El oficial se bajó para desposarme. Se subió nuevamente y arrancó la patrulla.

- ¿Alguien me va a decir por fin qué es Magister Eternus?
- Es Magister Aeternus -replicó Dipper.
- Para resumirlo, es una escuela de magia.
- ¿Todo este tiempo pude haber ido a una escuela de magia?
- No -negó el oficial-. Cualquiera que posea magia puede asistir a una Domus Magiae, ya que Magister Aeternus no es la única que existe. Los padres de cada alumno son responsables de inscribirlos. En cuanto a los brujos como tú, es algo más complicado. Al no venir de padres brujos y dado que tu poder fue despertado por tu familiar -le echó un vistazo a Minerva-, no hay manera de que tus padres te inscriban. Por eso es que tu familiar es responsable de enseñarte y guiarte hasta que decida que estás listo para asistir a una Domus Magia.

Llegamos al bosque que está al lado este, a unas cinco cuadras de mi casa.

- También -continuó- se te asigna a un officialis, en este caso yo. Para mantenerte vigilado en caso de que las cosas se salgan de control.
- ¿El bosque?
- Magister Aeternus está oculta en el bosque -habló Dipper .
- Ahhhh, por eso es que he visto varias personas dirigiéndose al bosque.
- Exacto, pero eso no significa que todas aquellas personas sean brujos -habló nuevamente Dipper.

El oficial tomó la Avenida.

- Solo aquellas personas que han despertado la magia en si pueden ver Magister Aeternus. Las personas que aún no lo han hecho solo verán el bosque -añadió Teo.
- ¿Y qué pasa si alguien se topara con la escuela?. Aunque no la vean podrían sentirla. Imagínense que alguien camina muy normal y de repente se da de cara con algo invisible.

Todos dentro del coche se rieron.

- No podría suceder -dijo Minerva.
- ¿Por qué? -pregunté.
- Hace siglos cuando se crearon las Domus Magia los fundadores decidieron ocultarlas tanto de la vista como de los demás sentido. Aunque una persona se topara con una Domus Magia, esa persona pasaría a través de la escuela como si no hubiera nada y fuera parte del bosque, con sus árboles, rocas y hierbas. No pueden verlas, sentirlas, ni escuchar lo que hay dentro de ellas.

La patrulla tomó ahora un sendero dentro del bosque. Y poco a poco se veía a lo lejos una gran Academia blanca y gris, con torres y múltiples ventanas. Mientras nos íbamos acercando noté que a su alrededor había un gran muro que protegía toda la escuela. Al entrar se podía ver un jardín con flores perfectamente recortadas y una fuente elegante. Teo tomó el camino de la derecha. Todo por dónde veía estaba decorado con plantas, a mi izquierda un grupo de estudiantes, entre risas y empujones amistosos, se dirigían hacia uno de los edificios, sus familiares, un gato, un conejo, un hurón albino y un perro, los seguían con cautela. Esta vez la patrulla dobló a la izquierda en la que podía ver a una persona delgada y pálida, contrastando con su cabello oscuro y en su mano una serpiente, caminaba con paso firme, revisando un rollo de pergamino. Teo detuvo el coche luego de que doblaramos por tercera vez. Nos bajamos de él y entramos a un gran edificio que parecía ser el edificio central de Magister Aeternus. Las paredes están adornadas con colores suaves. A la derecha se encuentra una mujer que parece ser la recepcionista con un cuervo como familiar. Delante de ellos, en un lugar espacioso hay asientos y mesitas, junto con cuadros en las paredes que reflejan diferentes tipos de magia.

- Buenos días -saludó Teo.
- Buenos días, officialis -la mujer me observó a medida que acomodaba sus elegantes gafas-. Veo que vienes a ver a la directora.
- Si.
- La directora está en su oficina en espera de un estudiante - dijo el cuervo.
- Si, pero -miró hacia su reloj- no veo nada malo en que pasen de primeros. Aún el estudiante no llega.
- Gracias -agradeció Teo a la vez que el cuervo miraba fulminante a la recepcionista.

Subimos unas escaleras. En el centro de dos jarrones con flores frescas se encontraba la dirección. Teo tocó y escuchamos como la directora nos invitaba a entrar.

- Buenos días Magnolia.
- Buenos días Teo -se acercó a Dipper y lo acarició-. Espero que ninguno de los dos haya tenido que amenazar a alguien para traerlo hasta aquí.
- Buenos días directora Magnolia -saludó esta ves Minerva.
- ¡Ohhh, Minerva! -exclamó, dejó de acariciar a Dipper y sostuvo en sus manos a Minerva, luego me miró-. Este de seguro ha de ser tu familiar, me alegro mucho de que por fin hayas encontrado a alguien. ¿Cómo te llama cariño? -me preguntó dejando a Minerva en el suelo pero sin apartar la vista de mi.
- Me llamo Dan.
- Eres muy afortunado Dan -dijo tomando su asiento en su escritorio - pero por favor tomen asiento-. Minerva ha pasado años sin un familiar -continuaba hablando mientras nosotros nos sentabamos en unas sillas de diseño moderno.
- Hurm, hurm -hizo el oficial con su garganta, llamando la atención hacia él. 
- Dígame, officialis -respondió Magnolia. 
- Estamos aquí para reincorporar a Dan a Magister Aeternus. Minerva no estaba de acuerdo porque dice...
- Y lo sigo diciendo, Dan aún no está listo.
- ¿Y si Minerva dice que aún no está listo, entonces por qué quieren la incorporación de Dan a Magister Aeternus?
- Dan tiene dieciséis años, y hasta hoy puedo enumerarle una lista de rituales que ha realizado sin tener control sobre ellos, sin mencionar que no sabe nada de magia elemental ni de magia de manifestación.
- Pero Minerva -la miró severamente-. ¿Cómo es eso de que una gata como tú, ansiosa por tener a un mago al que guiar, no lo hayas guiado en nada?
- Eso en caso de que fuera una gata -intervino nuevamente el officialis. 
- ¿Aún no has encontrado tu forma animal?
- No -contestó Teo, por Minerva, que seguía en silencio-. Leo me dijo que la vio en la escuela transformarse en cuervo.
- Bueno, bueno, no hay que hacer de esto algo grande -dijo Magnolia, levantándose al haber escuchado que tocaban la puerta-. Hace un mes que comenzaron las clases, los maestros estarían de acuerdo en comenzar de nuevo todo y dar tiempo a los demás estudiantes para repasar lo aprendido -caminó hacia la puerta-. Dan y Minerva, mañana los esperaré para el ritual de conexión elemental. Y mañana también Minerva deberá adoptar una forma animal en la clase de Magia Manifestationis -abrió la puerta-. Muchas gracias, Teo, por guiarnos hacia un joven brujo más. Ahora tengo que atender los asuntos de Eliot, lo estaba esperando antes de su llegada.
- Es un placer, Magnolia -dijo Teo mientras salíamos.
- Tus notas han ido mejorando, y estás superan... -llegué a escuchar justo antes de que cerraran la puerta.

Nos dirigimos nuevamente hacia el coche.

- Los dejaré en la escuela abandonada, de ahí irán a casa, así nadie se preguntará por qué están en una patrulla.
- ¿Y qué pasará con Ana? -la patrulla comenzó a moverse, esta vez seguimos recto. 
- Le marcaremos un sigilo de Somnium Phantasia, pensará que lo que ocurrió no es más que un sueño. Aun así, todos los sentimientos, emociones y pensamientos derivados de lo ocurrido permanecerán en ella, así que nadie garantiza que puedan volver a ser amigos. También haremos lo mismo con sus padres, ya que sabían de la existencia del otro gato.
- ¿Y Beatriz y Alejandra? -pregunté mientras doblábamos a la izquierda. 
- ¿Quiénes son?
- Dos chicas de la escuela. Beatriz sabe que revivifiqué a Tom y que tenía la intención de matarlo. Y Alejandra sabe también que Ana tenía otro gato demasiado parecido a Tom -doblamos nuevamente a la izquierda. 
- No queda más remedio que aplicarles el mismo sigilo. ¿Nadie más?
- Ahora que lo pienso -íbamos ya saliendo de la escuela por el mismo camino que habíamos llegado-, toda mi aula se hace una idea, en el recreo le grité a Ana que iba por Tom.
- Ese ritual sí que tenía bien congelado su corazón -opinó Dipper. 
- Bueno, ya serían muchos a quienes marcar con el sigilo, no creo que afecte en nada si algunos dicen eso. Al final, no vieron a Tom, se quedará como un rumor más.

Teo me dejó en la escuela abandonada, haciéndome prometer que lo que quedaba del día no haría más rituales. Vine a casa con la ropa aún manchada de la sangre de Tom. Mi madre, al verme entrar, me regañó por la suspensión y también me preguntó sobre la mancha, pero solo le dije que a alguien se le había caído un hot dog con bastante ketchup, y que encima derramé un poco de refresco en mí. Luego de bañarme, me senté a escribir la entrada de hoy en el diario. Estoy algo ansioso por entrar a Magister Aeternus, vaya, ahora sí que lo pensé bien… jajajajaja. Lo único malo es que cada vez que estoy reflexionando, las emociones negativas resurgen por haber matado a Tom y por hacer sentir mal a Beatriz y a Ana. A veces me pregunto qué habría pasado si no hubiera tomado ese libro para revivificar a Tom.

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