Las cicatrices aún no sanan por completo y sigo teniendo las mismas pesadillas, lo que me ha hecho una persona ansiosa. En un intento por olvidar o mitigar mi ansiedad, bebo y fumo uno o más cigarrillos con mayor frecuencia, tomo mucha medicina para el dolor, casi no salgo de casa más que para ir al trabajo, que es poco, y que estoy a punto de dejar para evitar tener relación con casos de asesinatos y robo a mano armada. Cuando salgo a la calle estoy constantemente alerta de lo que pasa a mi alrededor y procuro no tener contacto con nadie para evitar soñar con ellos durante las noches. En mi casa la mayor parte del tiempo la paso a solas, puesto que mi esposa empezó a trabajar como maestra desde que estuve internado para solventar los gastos que requería mi tratamiento y estancia hospitalaria. A mi hijo tampoco lo veo, ya que cuando él sale de la universidad se dirige a su trabajo para sacar adelante sus estudios. El tiempo que permanezco en casa me la paso escuchando música, escribiendo en mi diario, leyendo un libro o intentando comprender el por qué de mis sueños. Ya ni siquiera veo la televisión para evitar tener que escuchar las noticias policiacas. Me he vuelto una persona solitaria, llena de miedos. Cada vez que me volteo a ver en el espejo veo ese rostro de mis sueños lleno de cicatrices, sin cabello a causa de las quemaduras sufridas en la explosión. En mi brazo y pecho aún puedo ver las cicatrices del transplante, pero siempre pongo especial atención en la que está en el pecho, queriendo buscar con la mira alguna señal de maldad o energía negativa que me vuelva un ser despiadado y cruel que en cualquier momento me haga salir a la calle en busca de una víctima de mis oscuras intenciones.