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9. Poder

¿Como le escondes a alguien cercano a ti por años algo súper importante?

No lo sé, tú tampoco lo sabes pero estos chicos al parecer si.

Con el pasar de algunos años, todo siguió exactamente igual.

Para ellos, algo tan monótono era el hecho de hacer entregas diariamente, de vez en cuando deshacerse de algunos traidores -si sabes a lo que me refiero- y luego ir a algún club de la zona.

Todo súper normal, según ellos.

La verdad fue que no les costo nada acostumbrarse a sus nuevas vidas, algo muy extraño ha decir verdad.

¿Como te acostumbras a asesinar?

¿Acaso se puede acostumbrar a eso?

Yo no podría, pero como está historia no va sobre mi, proseguimos.

—Carl, te podemos ofrecer todo lo que quieras en cocaína pero no puedes jugar a hacer y deshacer con las armas —hablo un Jimmy de veintidós años, su cabello negro estaba corto y su cruce de brazos demostraba autoridad.

El hombre sonrió y se acerco a él, su paso un poco lento.

—Habíamos quedado en cuatrocientas, cien de cada una —explica él.

—Y luego dijiste que serian trescientos cincuenta —le recuerda Luis, quien estaba sentado frente a ellos mientras comía el almuerzo preparado por su madre.

—Para después decir que serian doscientas por ahora —vuelve hablar Jimmy— Y ahora vienes por las cuatrocientas armas, no es justo.

El hombre llamado Carl se encogió cuando se percato de la presencia de los otros dos, Jay estaba afilando cuchillos en las sombras del lugar y Mateo recién apareció con su típico ceño fruncido cuando estaba alguien nuevo en su entorno.

—¿Saben que no es justo? —se burlo el hombre— Ustedes no llevan casi nada en nuestro mundo y ya se creen dueños de el, solo porque están con los grandes se creen parte de ellos y no lo son —termino muy cerca de Jimmy, mostrando una sonrisa escalofriante mientras que el pelinegro lo veía con su mascara de frialdad.

—Hablemos de locuras —Jimmy cambio de tema haciendo que Carl frunciera el ceño— Nos acabas de desestimar en nuestro propio almacén, querías que siguiéramos tus ordenes sobre nuestra mercancía y aún no bastando con eso, hablaste muy mal sobre los que te han dado trabajo, esas son locuras.

—Y más si son cuatro contra uno —agrego Jay con diversión y eso si hizo palidecer al hombre imprudente.

—Dejemos esto hasta aquí —Carl pareció pensarlo bien y comenzó a dar retroceso a su caminata pero choco contra algo duro y casi cae al suelo por su fuerte tambaleo.

—O podríamos hacer otra cosa... —Mateo dejo las palabras al aire mirando con diversión al hombre que los había retado— Pero no, eres socio de León y lo respetamos así que solo por hoy, puedes irte.

No tuvo que decirlo dos veces, Carl salio de la zona de manera rápida pero en su mente solo pasaba un pensamiento.

Las pagaran.

La risa de Jay se escucho por todo el almacén mientras Luis terminaba su almuerzo tardío y rodaba los ojos divertido.

Crear y manejar un buen carácter en su mundo era muy difícil y el hecho de que fueran jóvenes y supieran manejar las cosas era algo que los narcos admiraban.

Mateo con el pasar del tiempo se había vuelto meticuloso y había obtenido miedo por parte de las personas al notar su afición por... Como decirlo.

Luis había domado el arte de controlar sus expresiones faciales, algo muy difícil ha decir verdad.

Jay por fin había cumplido esa meta de salir de las pandillas, ahora era parte de los narcotraficantes de bajo rango.

Algo era algo ¿no?

—¿Quieren ir por algo de beber? —pregunto Mateo luego de dejar las cajas que traía en un principio.

—Yo no puedo ahora —Luis se levanto mirando su ropa y tomando el arma que siempre llevaba para ponerla dentro de su chaqueta— Debo ir a ver a mi madre, está sola en casa.

Luego de dos años más luchando con su enfermedad, la abuela de Luis falleció de manera inesperada, pues el doctor les había hablado de su posible mejora y desde eso su madre ha quedado haciendo actividades para distraer su mente.

—Si quieres yo voy a verla y luego los alcanzo —le hablo el pelinegro dejando sus actividades y tomando una actitud más jovial.

Salieron de allí con sus destinos claros.

Hacer que la madre de Luis no se enterara fue algo difícil pero con el pasar de los años se volvió costumbre.

Le hablaron que cambiaron de empleo a una gran empresa y hasta cambiaron de casa a una urbanización, su vida había tomado un gran cambio y los chicos querían mantenerla así.

Luego de pasar por la casa y asegurarse que todo estaba bien, Jimmy fue al bar donde se encontraban los otros tres amigos ya bebiendo y se unió a ellos.

—Otra botella —pidió Jay alzando la mano en una señal— Tenemos un trabajo para el viernes —les informó.

Y muchas trabajos estaban por venir.

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