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8. No saben lo que les espera

—¿Si o no? —la pregunta de León hizo eco en el lugar para luego el silencio reinar.

Habían sido días difíciles para los amigos, estaban con tantos pensamientos contradictorios que se mostraban libremente en sus ojos.

¿Y si hago esto y luego la culpa me consume? —se preguntaba Luis.

¿Porque no me siento intranquilo al tomar esta decisión? ¿Me estaré volviendo loco? —fueron los pensamientos primordiales en la cabeza de Mateo.

¿Me arrepentiré? ¿Porque creo que no será así? —hablaba Jimmy en su cabeza.

No podemos perder esta oportunidad pero a veces lo pienso y es tan difícil —está vez era el castaño, Jay, quien pensaba.

—Deben darme la respuesta hoy mismo —se recostó sobre su asiento mientras encendía el cigarrillo— Sino fácilmente puedo encontrar personas que si sean capaces de hacerlo.

Jay elevo su cabeza al notar que esas palabras iban en serio, era una oportunidad que debía tomar.

Miro a sus amigos y camino hacia el asiento de su jefe, deteniéndose detrás.

—Yo estoy dentro —dijo decidido.

León sonrió como si no fuera una sorpresa.

—Eso lo tengo claro, Jay —lo miro sobre su hombro— Pero para este trabajo son necesarias mínimo cuatro personas y ustedes trabajan bien juntos, lo han demostrado —repaso con la mirada a los otros tres— Así que son todos o ninguno.

*****

¿De verdad había tomado esa decisión? —pensó Luis al detenerse frente al lugar de unos dos pisos.

Todos o ninguno —repitió en su mente las palabras de su jefe, todos  debían aceptar.

Y lo hicieron.

Después de todo, cuando pruebas el dinero ya no puedes parar de pedirlo, de necesitarlo.

¿No?

Aún cuando vas en camino a ser la muerte de otras personas.

León les había dado tres días para aprender a manejar las armas que les había dado, y sorprendentemente lo hicieron.

Entonces estaban entrando al lugar, había cambio de guardia por lo que tendrían solo quince minutos para entrar y salir ilesos, más o menos.

Jay dirigía la marcha, aún siendo también la primera vez que lo hacia todos estuvieron de acuerdo en que él fuera el líder.

Después de todo, él los había metido en esto ¿no?

Entraron con facilidad, pues las puertas solo eran protegidas por los soldados pero al estos moverse dejaron el espacio libre.

Jay los guió a la oficina que estaba al final del primer piso, cruzaron pasillos con las armas elevadas intentando demostrar confianza pero realmente solo pensaban en que luego no podrían arrepentirse de sus acciones.

Joder ¿porque tardamos tanto en llegar? —un nuevo descubrimiento se dio al notar un tic nervioso en su ojo izquierdo, todo en él se mantenía relajado pero en su ojos demostraba lo tenso que estaba.

Respira Mateo, no pienses en eso —está vez era Mateo quien se convencía que lo que haría seria rápido y sin repercusiones pero estaba totalmente equivocado.

A menos que fuera un psicópata, la culpa lo comería vivo y no era un psicópata.

¿Cierto?

Se detuvieron abruptamente cuando llegaron a la gran puerta, del otro lado se escucharon voces alegres, un choque de copas, tal vez un brindis, un ambiente tan divertido.

Y ahí fue cuando nuestros chicos cubiertos de ropas negras, mascaras y capuchas reunieron todo coraje y entraron.

No dieron el tiempo necesario para que los hombres reaccionarán, se escucho un disparo que dio en el pecho de uno, y antes de que otro sacara su pistola se volvió a escuchar con rapidez un nuevo disparo.

Pero aún quedaban tres, uno había caído de su silla al momento del fuerte sonido, asustado se arrastró hasta debajo de la gran mesa y aún un poco ebrio trato de sacar su arma y apuntar hacia un lado, sin embargo no contó con que uno de los que venían a cobrar su traición aparecía por su espalda y le apuntaría directo a la cabeza dejándolo inmóvil.

Vamos, tú puedes hacerlo Jimmy —se dijo y sin pensarlo más disparo.

Otro de los hombres si logro sacar y apuntar con su arma a los de negro pero al ver el peligro que amenazaba, Jay no dudo en dispararle entre ceja y ceja.

El último que quedaba, vio como asesinaban a sus colegas y con el miedo reflejándose en su temblor solo se arrodillo ante ellos mientras balbuceaba.

—Por favor... No me... No me maten —alzo sus manos en señal de rendición pero las ordenes fueron claras y ellos lo sabían.

Ninguno podía quedar vivo.

A paso lento, Luis se acerco y aún sabiendo que le quedaba poco tiempo, pues los disparos habían alertado a los soldados, el se tomo el suyo y alzo su pistola.

—Se los ruego —murmuro al sentir lo frío del arma chocar contra su sien— No me...

Y se escucho el último disparo.

Y pareció que entraron en un extraño limbo, no hablaban y parecían no escuchar pero si actuaban y con rapidez.

Entraron en la salida de emergencia que León les mostró en el mapa, trotaban buscando llegar al exterior mientras detrás de ellos, en aquella oficina, se encontraban cinco personas muertas y un montón de hombres intentando buscar alguna explicación.

Pronto ya estaban fuera pero siguieron corriendo como si de eso dependieran sus vidas, corrieron hasta alejarse lo suficiente y quitarse las mascaras haciendo que en sus rostros chocara la brisa de la noche.

—Eso fue... —murmuro Jay, y aún cuando no termino de hablar, cada uno le dio un final diferente a la frase.

Miro en el reloj que marcaría el tiempo.

Doce minutos.

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