19. Los castigos
Las personas se volvían más crueles con el pasar de los años.
Un tiempo después, cuando sus vidas se acomodaron, el cuarteto se encontraba en una de sus oficinas de juntas, bebían del mejor vino y conversaban de planes macabros.
—¿Para que concordaste está reunión, Mateo? —pregunto Luis mientras acomodaba su reloj en su muñeca luego levanto sus fríos ojos negros.
El antes nombrado cruzo sus manos sobre la mesa larga y se preparo para compartir lo que llevaba días en su mente.
—Sabemos todo el poder que estamos generando y con ello, las amenazas que se levantan cada vez —asintieron, sabían de que hablaba y de todos los problemas que tuvieron a través de los años— Así que luego de pensarlo, quiero proponer ideas para evitarnos más traiciones o advertirles a los demás lo que pasa si nos traicionan.
Jay formo una sonrisa confiada mientras se inclinaba de manera interesada.
—A ver, cuenta más sobre ello.
Luis y Jimmy compartieron una mirada antes de volverla a dirigir al castaño.
Mateo tomo de su maletín unos papeles donde había colocado toda la información de cada cosa que se le había ocurrido en su tiempo libre.
No era sorpresa alguna que la mente de Mateo Williams se iba oscureciendo cada vez más y con ella sus pensamientos salían a relucir.
—¿Una isla a donde enviar a los que nos traicionen para que sean castigados? —murmuro Luis para si mismo mientras seguía leyendo— Fobias, cortes, sobrevivir, desgaste emocional ¿qué mierda es esto?
—Venenos que consuman los huesos, salas de tortura con juegos —la fascinación de Jay no se ocultaba y su sonrisa crecía más ante lo que leía— Joder Mateo, eres un genio.
—Explica más —hablo Jimmy entre todos sin mostrar alguna reacción sobre todo lo que leyó— ¿Solo a los que traicionaron? ¿Y si simplemente queremos enviar a cualquiera para hacerlo sufrir?
Comenzaron a charlar sobre los temas presentados mientras bebían más vino y pensaban como ejecutar todo al pie de la letra.
—Aislamiento —interrumpió el rubio, todos lo miraron— Esa isla, con castigos lo podemos llamar Aislamiento, castigos severos, tal vez agregarle unos más a tu idea Mateo.
Una risa lleno el lugar.
—Amo sus ideas verdaderamente, tengo unos amigos genios —se animo Jay, ya se notaba que los tragos le estaban pasando factura.
Jimmy observo todos los papeles de nuevo, uno por uno, con más detenimiento.
¿Todo esto se le había ocurrido a Mateo? —casi preguntó.
Se encogió de hombros, estaban bien, demasiado bien de hecho y eso era inquietante de cierta manera.
—Para el Aislamiento necesitamos gente del ejército, que sepan como tratar con estás personas y además sigan órdenes —Mateo y Luis se reintegraron a la conversación mientras los otros dos estaban en su mundo.
—Tengo conocidos retirados, algunos han sido dados de baja por situaciones ilegales, claro que van a querer trabajar para nosotros —aseguro el rubio.
—Jay, necesitamos de tus armas —le informaron pero el castaño se mantenía en sus pensamientos felices debido al alcohol.
—Está ebrio, deberían decirle mañana —Jimmy se integro a la conversación— Yo me encargo de los venenos.
—¿Seguro? —pregunto Mateo— Deben ser eficaces.
El pelinegro sonrió.
—Por eso ¿quien mejor que yo para hacerlos? Sabemos que tengo más experiencia en toda cosa avanzada.
Compartieron una mirada desafiante.
—Ya dejen de mirarse así, siento que me dejan por fuera —comentó Luis demostrando con su risa como también estaba siendo afectado por el alcohol.
—Los amo mucho, chicos —murmuro Jay aunque todos pudieron escuchar claramente soltando pequeñas sonrisas.
Y sorprendentemente, esa frase era una de las que no se repetirían en mucho tiempo.
Siguieron hablando, concordando y anotando que cosa debía hacer cada uno.
Jay se encarga de las armas.
Jimmy venenos y cosas avanzadas.
Luis encontraría los hombres para el Aislamiento.
Y Mateo, la mente maestra en estos planes macabros.
—Hagamos un brindis —propuso Jay levantándose apenas— Si, si, hagamos uno, levantense.
Dejando sus cosas de lado todos se levantaron y llenaron de nuevo sus copas para poder hacer este brindis improvisado.
—¿Y que quieres decir para el brindis, Tyson? —Jimmy lo miro con las cejas alzadas, divirtiéndose.
—Eres un idiota, Mattei —lo señalo con la copa para luego volver a centrarse— Somos amigos desde hace años ¿que podríamos decir?
—Ya dijiste que nos amas, creo que es suficiente —le aseguro el rubio apenas contendiendo la risa.
Todo con ellos era natural.
—También entras en la lista de idiotas —lo miro con llamas en sus ojos por la molestia.
—Solo habla ya, Jay —el faltante por hablar se cruzo de brazos.
—Los tres son idiotas, los tres —los señalo con el dedo índice para luego cerrar los ojos buscando centrarse, los cuatro alzaron sus copas— Somos poderosos pero siempre podemos serlo más, salud.
Bebieron y hablaron por más horas hasta que casi fuera el amanecer.
Al final se levantaron, Jay casi dormido provocando la risa de sus amigos.
—Vamos, Jay, te llevo —le aviso Mateo dando unos golpecitos para despedirse de los demás y caminar a la salida.
Terminaron de despedirse y cada uno tomo camino a sus casas, con las mujeres que los habían cautivado.
Más fuertes, más poderosos.
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