12. ¿Ganancias o perdidas?
Siempre me ha dado temor responder llamadas en la madrugada, a mi madre siempre le daban malas noticias en las llamadas a esas horas.
Menos mal no se trata de mi ¿cierto?
Eran las cuatro de la mañana cuando un joven-adulto Jimmy se removía en su cama a causa del horripilante sonido que hacia su teléfono sobre la mesita de noche.
No fue hasta el tercer timbre de la segunda llamada que abrió los ojos de golpe harto por tanto ruido, tomo su teléfono y fruncio el ceño ante el número desconocido que llamaba.
Seguro es un número equivocado -pensó y estuvo a punto de colgar la llamada para volver a dormir pero otro pensamiento lo detuvo -Ha llamado dos veces, no puede ser tan equivocado.
Contestó.
-Disculpe la hora en la que lo he llamado, señor Mattei -se escuchó una voz formal y a Jimmy lo recorrió un escalofrío.
-¿Quien es usted? -fue lo único que salio de su boca, paso saliva.
-Soy el abogado de la familia Mattei -se escuchó un suspiro y el pelinegro no pudo evitar levantarse a paso rápido- De nuevo, una disculpa por comunicarme con usted a está hora pero se me fue ordenado por la señora Mattei que esto no podía esperar.
Jimmy tembló.
-¿Qué ha ocurrido?
Y en cuanto las palabras de aquel abogado se adentraron a sus oídos todo paso a un segundo plano.
Parecía estar mareado pero no se desmayo, sus ojos picaban pero nada salia de ellos.
-Está bien -contestó con voz neutra- Estaré allí en una hora.
Aunque fuera poco creíble, en su niñez lo habían preparado para esto, para asumir cuando le tocara pero luego de escapar, de hacerse una vida y un puesto en este mundo no volvió a pensar en ello, por mucho tiempo lo dejo atrás.
Hasta que logro alcanzarlo.
Aunque podía tener una hora para prepararse se vistió a toda velocidad sin preocuparse en ducharse, paso la mano por su cabello al tomar su teléfono y salir de la habitación.
Su respiración se volvió rápida, y comenzaron los mareos, de nuevo sus ojos picaron pero otra vez nada salio de ellos.
Esa pequeña casa que habían logrado conseguir para ir en días donde no podían llegar a casa de sus familias le daba la bienvenida a la cocina, encendiendo las luces fue justo al lavaplatos para abrir el grifo y echarse agua a la cara, relajandolo.
-Jim ¿qué mierda te sucede? -escucho la voz ronca de Luis quien también se había quedado en la casa- Sabes que solo son las cuatro de la maña... -se detuvo al mirar bien a su amigo- ¿Qué paso?
Jimmy volvió a temblar sin poder impedirlo y solo pudo pensar en lo ridículo que se veía en esos momentos.
¿Por qué le importaba? Tenia años sin saber de ellos y esa noticia no debía afectar como lo hizo.
Él quiso irse de esa casa, escapo, entonces ¿por qué comenzaba a pensar en el "hubiera"?
Nunca había sentido esa conexión con él pero parecía que no había perdido esa esperanza que su niño tenía sobre conseguirla.
Pero ya no podía hacer nada, la última vez que vio a su padre en persona este le echaba en cara todo lo que había dado por él, se insultaron mutuamente y se fue de esa casa sin remordimiento.
Ahora su padre estaba muerto.
No sabia como sentirse al respecto.
-Hermano... -Luis lo abrazo, presiono sus palmas sobre la espalda de su amigo y dio varias palmadas, Jimmy se relajó pero aún así ninguna otra reacción salió de él.
-Debo ir a la oficina del abogado, luego iré al hospital y después tengo otra reunión con el abogado, dijo que debía encargarme de firmar los documentos para cremarlo y... -Luis lo interrumpió al ver como su respiración se volvía rápida y parecía hablar con angustia.
-Espera, un paso a la vez, recuerdalo -lo sujeto por los hombros- Te acompañare y llamare a los chicos para que estén al tanto.
Jimmy solo asintió e hizo caso cuando Luis le dijo que se sentara mientras iba a cambiarse de ropa.
Media hora más tarde y con un Jimmy más calmado, estos dos se dirigían en el auto a su primer destino.
Mientras ellos estaban procesando todo eso y Luis apoyaba a su amigo, por el otro lado, apenas amaneció Jay salio rumbo a cerrar el trato con ese narcotraficante, no podían posponerlo más y luego de allí iría con su amigo.
A Jay le incomodaban algunas veces las situaciones difíciles entre padres e hijos pero le incomodaban aún más las reconciliaciones así que por eso esperaría hasta después de que el pelinegro hablara con su madre para aparecerse en sus caminos.
-Entonces ¿tenemos un trato? -el hombre estiro la mano.
El castaño con ojos ámbar se levanto y estrecho la mano de su, ahora, socio más importante.
-En nombres de mis compañeros y el mío, tenemos un trato.
Saliendo con una sonrisa en el rostro caminaba hasta cerrar el trecho hacia su auto cuando sonó su teléfono, sacándolo de su bolsillo iba a revisar quien era y justo en ese instante choco bruscamente con alguien haciendo caer el teléfono.
-Oh -se escucho un jadeo de sorpresa hasta volverse una voz molesta- Cuidado por donde caminas.
Jay aún con la cabeza gacha se puso de cuclillas para tomar su teléfono sin prestarle atención aún a la voz femenina y su molestia.
-Genial -se quejo al ver la grieta en la pantalla del teléfono y elevo la mirada mientras comenzaba hablar- No veía por donde venia ¿bien? Pero tú igual... -se detuvo al observar su rostro.
-¿Yo igual que? -desafío la chica pero quedo perpleja al distinguir los rasgos del chico frente a ella, de pronto soltó una sonrisa pequeña, casi tímida- Jay Tyson, que sorpresa verte.
Jay aún estaba en shock, la chica que estaba frente a él le traía recuerdos, tanto buenos como malos.
-¿Y que? ¿No piensas saludarme? -la chica se acerco un poco y extendió los brazos esperando porque el castaño se terminara de acercar- No tengo todo el día, Jay.
Cuando al fin reacciono, el joven Tyson solo soltó una sonrisa y abrió los brazos para rodearlos sobre el cuerpo de su vieja amiga.
-¡Camila! -la que ahora sabemos se llama Camila se soltó para mirarlo mejor y reír un poco- Hace mucho no te veía ¿como estás?
-Si, no nos vemos desde los once -declaro algo desanimada por ese hecho- Yo estoy bien pero dime tú ¿como estás?
Hay mucho que contar- pensó Jay pero su respuesta fue totalmente diferente.
-Todo bien también, años muy aburridos por no verte.
Se sonrieron mutuamente.
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