Park Jimin llegó al aeropuerto, y se dirigió al mostrador de facturación. Estaba rodeado de sus compañeros de grupo, de sus managers, de sus guardaespaldas. Estaba acostumbrado a ese tipo de vida, a ese tipo de atención, a ese tipo de presión. Pero también estaba cansado, y aburrido, y triste.

Lee Jiyu.

Ella era la única que le hacía sentir diferente, que le hacía sentir especial, que le hacía sentir feliz. Pero también era la única que no podía tener, que no podía mostrar, que no podía proteger. Su relación era un secreto que nadie podía saber, ni siquiera sus amigos más cercanos. Ellos no comprenderían, ni sus fans, ni su agencia, ni su familia. El mundo del K-pop era cruel y competitivo, y no había lugar para el amor.

Pero Park Jimin no podía renunciar a Lee Jiyu, ni ella a él. Se habían despedido hace una hora, con un beso, con una promesa, con una esperanza. Se habían dicho que se volverían a ver pronto, que se mantendrían en contacto, que se cuidarían. Se habían dicho que eran hermosos como diamantes en el cielo, y que su amor podía brillar más que cualquier cosa.

Pero ambos sabían que no era cierto, que era una mentira, que era una ilusión. Porque el cielo estaba nublado, y los diamantes se rompían. Porque su amor era imposible, y su destino era trágico. Porque ellos eran Park Jimin y Lee Jiyu, y el mundo estaba en su contra.

Park Jimin entregó su pasaporte y su boleto al empleado del mostrador, y recibió su tarjeta de embarque. Se dirigió a la sala de espera, donde lo esperaban sus compañeros de grupo. Ellos le preguntaron cómo estaba, si había disfrutado del concierto, si había conocido a alguien interesante. Park Jimin les respondió con una sonrisa falsa, con una mentira piadosa, con una evasiva diplomática. Ellos no sospecharon nada, ni se dieron cuenta de nada, ni le insistieron en nada. Ellos eran sus amigos, pero también sus rivales, sus cómplices, sus enemigos.

Park Jimin se sentó en una silla, y sacó su celular. Quería enviarle un mensaje a Lee Jiyu, decirle que la amaba, que la extrañaba, que la necesitaba. Pero no podía, no debía, no quería. Su celular era un arma, un peligro, una tentación. Si alguien lo veía, si alguien lo descubría, si alguien lo delataba, todo se acabaría. Su carrera, su fama, su sueño, su amor.

Así que Park Jimin guardó su celular, y se puso los auriculares. Puso la canción que le recordaba a ella, la que le hacía sentir vivo.

"So shine bright, tonight, you and I
We're beautiful like diamonds in the sky"