CAPÍTULO XXXIII: La decisión está en tus manos.
Tomaron los cuerpos y los arrastraron lejos del camino en completo silencio, Draven trataba de mostrarse fuerte, pero sus dos amigos sabían lo mal que se encontraba en esos momentos. Tras unos cuantos minutos Silvana llegó acompañada de Igna quien se encontraba más repuesto, la soldada tenía la pechera de metal empapada de sangre y algunas heridas en el rostro, su respiración estaba entrecortada producto de lo que había corrido para ir hasta donde estaba él.
—Leila... —susurró Igna mientras tomaba el cuerpo de su hija.
Silvana por su parte se acercó a Draven y lo abrazó con fuerza, él no la apartó, muy por el contrario, la sujetó con firmeza, la muchacha lloraba desconsolada, Greyslan había sido el mejor mentor que alguna vez pudo haber tenido y sentía como su corazón estaba roto, pero también sentía pena por Draven.
—Draven, debemos buscar a Emerald, es urgente —dijo Eugene, los dos lo observaron.
—Draven ¿Qué significa esto? —preguntó Igna en un hilo de voz, su hijo simplemente agachó el rostro.
—Prometo contártelo todo cuando esta batalla termine, pero debes saber una cosa, padre —diciendo esto observó a su maestro que tenía una expresión de paz en el rostro—. Fue Greyslan quien la liberó.
Igna vio las marcas en el pecho del docente y entendió todo, por primera vez en su vida sintió vergüenza de si mismo. Había despreciado a Greyslan producto del dolor por la pérdida de su hija, pero el amor profundo y sincero que había sentido por ella, la había devuelto nuevamente a sus brazos.
—Por favor, regresa con bien a casa...
Draven se sorprendió por las palabras de su padre, Silvana sintió la tensión en su cuerpo pero este simplemente asintió mientras le daba la espalda.
—Emerald está en la puerta de la muralla —dijo la muchacha, Eugene asintió luego de oírla.
—¿Ella está bien? —preguntó Privai quien temblaba.
—Sí, fue a defender a los reyes y a los herederos de la horda de soldados muertos.
—Tómense de las manos, Draven, visualiza la entrada, eres el único que la conoce.
—Eugene... no sé si pueda...
—Tente fé —le dijo—, sé que debes dudar de tus poderes, pero tienes lo necesario para poder proteger a la humanidad.
Los cuatro se tomaron de las manos, Draven cerró los ojos y visualizó la entrada de la muralla, Eugene vio dentro de su mente y cuando ambos tenían a su magia sincronizada fueron transportados hasta allí.
Al llegar vieron a Emerald luchar desesperadamente, pero únicamente Denaisa y su padre eran los que estaban ayudándola a que no saliera lastimada, aunque sus fuerzas ya estaban a punto de acabarse.
—¡Pyro! —conjuró el castaño al ver que cuatro soldados corrían a atacarla.
—Draven, a mi señal protege a los demás —le dijo ella con la respiración agitada, él asintió.
Emerald comenzó a concentrar su poder, las hondas de magia residual de color negra y dorada fueron acumulándose en sus palmas, una esfera de color negro fue creciendo, y para cuando ella lo observó tanto Draven como Priva y Eugene generaron un domo protector para impedir que aquel poder asesinara a los reyes.
—¡Desaparezcan! —gritó ella y la onda expansiva estalló.
Los árboles que se encontraban cerca fueron calcinados de inmediato y los cuerpos de los soldados se desintegraron en cuanto la honda los impacto, luego de que los restos cayeron al suelo comenzaron a brotar muchos orbes que terminaron elevándose en el cielo.
Emerald cayó de rodillas, había comenzado a sudar frío. Ella temblaba, la visión por momentos le fallaba pero poco a poco se fue reincorporando. Sus amigos se acercaron cuando aparentemente ya no había enemigos cerca, la ayudaron a ponerse de pie, y la abrazaron con fuerza.
—¡Me alegra tanto que estés bien! —le dijo Eugene, la muchacha únicamente palmeó su espalda.
Los reyes y los príncipes que se encontraban a sus espaldas ni siquiera se acercaron a ver como ella se encontraba, por el contrario, estaban temblando en sus lugares luego de ver tal demostración de poder destructivo. Draven volteó a observarlos furioso, dispuesto a gritarles sus verdades, importándole poco si perdía la cabeza más adelante, pero su amiga lo sujetó de la muñeca y le pidió que por favor no hiciera nada.
—¡Deberían sentir vergüenza! —gritó Privai indignada, Emerald la observó, pero esta pidió que guardara silencio con una sola mirada— Toda su vida la despreciaron, y mírense ahora, temblando, incapaz de haber movido si quiera un dedo por ella, dejándola a su suerte —soltó bruscamente—. Aún recuerdo cuando mi padre me advertía sobre ella y nunca supe porque. No entendía como una chica de mi edad debía de cargar con el desprecio de los demás solo por una estúpida profecía, y si bien ella fingió ser su hermano solo para defender a su familia, la Emerald que conocí en mis primeros años es el ser más puro que alguna vez he tenido la oportunidad de conocer—sus ojos se llenaron de lágrimas— ¡Acaba de salvarlos! —pronunció con la voz quebrada— ¡La niña a la que tanto repudiaron acaba de darles una oportunidad de vivir!
Los reyes se miraron unos a otros avergonzados, Arthur Treical junto a Denaisa caminaron al frente y se posicionaron frente a ella, su ex prometida todavía mantenía un gesto de molestia en su rostro, pero luego de eso sujetó sus manos y cerró los ojos, unas lágrimas escaparon de estos y la observó.
—Gracias.
Aunque aquellas palabras sonaban vacías, pero Emerald pudo sentir que Denaisa era sincera y la gratitud en el rostro de Arthur Treical también era notoria incluso aunque él no hubiera hablado.
—Llevaré a los reyes a un lugar seguro.
Silvana comenzó a caminar al frente empuñando su espada, pero antes de que se alejara Draven la sujetó de la muñeca, ella lo observó, y este con una sonrisa apagada le pidió que tuviera cuidado y que volviera con vida.
—Debemos encontrar a Julian y a Diamond, ambos corren peligro —dijo Eugene, Emerald se tensó luego de escucharlo.
—Me usó... —soltó ella mientras apretaba los puños a cada lado de su cuerpo— Aunque Diomedes haya sido el causante de los actos deplorables, era Julian el que se acercó y generó que bajara mis defensar. Utilizó a Draven, lo mantuvo como un prisionero, perdí el control, lastimé a Kaia y perdí a un gran amigo... Confié en él, Eugene. Le entregué mi corazón y tan solo me utilizó para hacerse con las reliquias...
—Por favor no dudes de él —esta vez fue Privai quien la tomó de las manos, la pelinegra lloraba—. Entiendo como te sientes, sé que debes sentirte traicionaba, sé que tu corazón debe doler, y que la única salida que encuentras ahora es erradicar el problema, pero Julian solo está cumpliendo lo que te prometió.
—Privai...
—Por favor, ve en mis recuerdos, no puedo hablar... —ella mostró la marca que tenía a la altura de la clavícula— Él no hizo esto con tal de traicionarte, lo hizo para que no abriera la boca, no quería que lo que dijera influyera en tu decisión, pero no puedo quedarme quieta sabiendo que al finalizar todo... lo odiarás.
Emerald tomó sus manos no muy convencida, al hacerlo inmediatamente se introdujo dentro de la mente de la muchacha. El sello que Julian le había puesto era débil, y eso le decía que estaba en peligro pues su magia había comenzado a disiparse.
Se hallaba sola en un gran cuarto labrado en piedra, Julian estaba sentado en el suelo junto a una enorme pila de libros, los cuales intercalaba constantemente unos a otros, parecía tener a penas unos catorce años, pero tenía un aspecto bastante desmejorado; estaba delgado, su cabello era largo pero no se veía cuidado como normalmente lo tenía.
Privai acababa de entrar al cuarto trayendo consigo una bandeja de comida, Julian ni siquiera reparó en su presencia, simplemente siguió leyendo los libros, una vez que ella estuvo cerca tomó asiento.
—Julian, te hará daño seguir de esta forma. Es la primera vez que veo a alguien tan diestro aprender de una forma tan rápida Geniovre, pero... por más que busques en todos los textos secretos de Genivia y Navidia... el resultado termina siendo el mismo.
—Debe haber alguna manera de hacerlo, Privai...
—Dud aker nento taramut denit esheka, di aleona sucbu anarimot —dijo ella— Al ceder el cuerpo..., si uno perece ambos lo harán.
Julian dejó el libro reposado en sus piernas mientras hundía el rostro, luego volteó a observar a su compañera.
—Sé que deseas liberarlo por ella... pero... tú cediste voluntariamente tu cuerpo, Diomedes no dejará que impidas que ella vuelva a la vida, y Diamond es prisionero de ese sujeto, por ende Marie está ligada ahora a él, no hay poder en la tierra que pueda liberarlos...
—¿Y si fuera necesario un poder que no es de este mundo?
—¿A qué te refieres?
Julian extendió un libro en su dirección, luego de eso señaló un párrafo que había sido tachado, pero que él consiguió restaurarlo con un hechizo.
—Neptys falame, Azoret cristi, Aretusa breis, Nereida lagrim.
—Eso es un cuento viejo... no existen esas reliquias de los dioses.
—Toda historia es un relato hablado de aquel que la vivió —continuó—, las reliquias fueron nombradas en los textos de Genivia y Navidia, pero extrañamente han sido eliminados en los demás reinos ¿Por qué tomarte la molestia de tachar algo que es solo un cuento infantil?
—De ser cierto... el costo por utilizarlas es alto, los dioses nunca entregan cosas sin algo a cambio.
—Estoy dispuesto a pagar el precio, se lo prometí.
—Julian, es una locura... ¿Por qué sacrificar tanto? No hay garantía de que Emerald despierte, y de hacerlo, tampoco hay garantía de que pueda derrotar a ese sujeto, tú mismo lo dijiste, su poder está sellado, puede que su padre haya intervenido pero mientras ella siga atrapada dentro de su propia mente... Diamond siempre será un prisionero. Además ¿qué pasa si él se conectó contigo el día de la batalla solo para engañarte?
—Sé que no es así —respondió seguro—. Ese día el verdadero Diamond logró conectarse a mí, lo sé porque aunque su cuerpo buscaba destruirme, pude escuchar su voz dentro de mi mente. Estaba llorando, sufría lastimándola, por eso me pidió que salvara a su hermana.
—Julian...
—Para poder liberarlo necesitaré las reliquias, pero Diomedes nunca podrá tomarlas, las cosas que ha hecho a lo largo de los años han ennegrecido su alma, y esta vez solo alguien de nobles sentimientos podrá tomarlas.
—¿Cómo la convencerás? Si ella sabe que estás llevándola a tu propia muerte nunca accederá a ayudarte.
—Haré que crea en mí, disfrutaré cada oportunidad que se me de a su lado hasta que el momento oportuno llegue, y luego... ella deberá odiarme para que pueda continuar con su camino —él suspiró y Privai comenzó a negar con la cabeza—. La amo, Privai, y por ese amor inmenso que siento por ella es que estoy dispuesto a sacrificarme a mismo para que ambos puedan finalmente ser libres.
—¡Estás demente! —gritó ella mientras lloraba—. No puedo dejar que hagas esta locura, Emerald merece saber lo que vas a dar a cambio de su felicidad...
Diciendo esto Privai se puso de pie pero Julian la tomó de la muñeca, y lo siguiente que pasó fue que comenzó a recitar un hechizo aprisionador, Privai terminó desmayándose al instante cuando la marca fue puesta y este la sujetó entre sus brazos antes que el cuerpo cayera al piso.
—Lo siento Privai —Julian lloraba mientras acariciaba su rostro—, pero ella no puede saber el sacrificio que estoy a punto de hacer...
La imagen comenzó a desvanecerse poco a poco y ella volvió a la realidad, al hacerlo Privai la observaba con los ojos llorosos, y ambas vieron como la marca era cada vez más y más tenue en su piel.
—Por favor, Emerald —le suplicó al tomarla de los brazos—. Salva a Julian.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro