CAPÍTULO XXXI: El legítimo rey.
Cuando estuvo más repuesta Emerald vio el pequeño cuerpo de Ferco tirado sobre la nieve, su piel, que ahora poseía una tonalidad morada era opaca, y los copos de nieve que se habían acumulado encima ya estaban tapándolo casi en su totalidad.
Ella se arrastró como pudo sobre la nieve, colocó las palmas sobre su pecho y recitó el hechizo curador, Draven, que se acercó hasta ella la imitó, pero él sabía que todo era en vano. En cuanto había despertado lo primero que hizo fue sentir el pulso de la pequeña criatura, pero este ya no respiraba.
-Por favor, despierta -ella lloraba, las lágrimas terminaban impregnándose sobre el rostro amoratado del duende, pero sus pequeños ojos amarillos no se abrían en lo absoluto- ¡Tienes que despertar, Ferco! ¡Por favor, no te mueras! ¡No puedes morir!
Gracias a la magia su piel había comenzado a sanar, pero el pulso no volvió, ella tomó el pequeño cuerpo que reposaba sobre la nieve y lo abrazó con fuerza sin dejar de llorar mientras todavía recitaba el hechizo y la magia se introducía dentro de él. Draven finalmente sujetó su mano, ella lo observó mientras su labio temblaba, pero él la contuvo entre sus brazos.
Los brazos inertes de Ferco colgaban a cada lado y Emerald acarició su rostro arrugado y pálido mientras buscaba algún signo vital que le devolviera la esperanza, pero eso no pasó.
-Se ha ido -le dijo, ella negaba con la cabeza, pero aunque odiara aceptarlo, sabía que su amigo tenía razón.
Kaia, comenzó a gritar y Emerald volteó a observarla, su amiga estaba tirada sobre la nieve, débil y muy cansada. Sus bonitas plumas marrones y verdes ya no estaban, ya ahora era una criatura de color negro.
Emerald se puso de pie mientras cargaba consigo el cuerpo de Ferco, caminó a tropezones por la nieve siendo seguida por Draven, y al llegar, se retiró la parte superior del uniforme para poder envolver a su amigo y dejarlo suavemente encima de la nieve.
Kaia la observó con ojos cansados, pero al darse cuenta de que se trataba de Emerald frotó su pico sobre su pecho, Emerald acarició a su amiga mientras apoyaba su frente sobre la de ella.
-Emerald, podemos ayudarla. Aún está luchando -Emerald lloraba amargamente mientras sujetaba con fuerzas sus plumas, pero Kaia parecía todavía se mantenía allí, quieta, con la mirada fija en Emerald-. Sé que no hay garantía de que si logra salvarse sea la de antes, pero ha podido reconocerte, la Kaia que amas aún se encuentra dentro.
En cuanto Emerald volteó a observar a su amigo entendió el doble sentido con el que había dicho las cosas, aguardó a que dijera algo, más él no afirmó nada, simplemente se acercó a la enorme criatura y mientras sujetaba la mano de Emerald, comenzó a usar el hechizo curador.
Emerald se limpió las lágrimas como pudo, Kaia había cerrado los ojos exhausta y ambos comenzaron a utilizar su magia.
Estuvieron allí por casi una hora, el color de las plumas de Kaia no regresó a su normalidad, pero ella ahora respiraba con normalidad mientras se mantenía con los ojos cerrados.
-Emerald...
Al escuchar la voz de su mentor ella volteó hacia atrás, Igor estaba apoyado en el hombro del director Giuseppe, y un poco más atrás, se podía ver a Greyslan, Lideo y Dindarrium.
El docente corrió al encuentro de ambos, los abrazó con fuerza mientras apoyaba el rostro sobre sus hombros. Lideo y Dindarrium fueron de inmediato a ver a Kaia que todavía se encontraba tirada sobre la nieve, pero tras observarla, el gesto en sus rostros no fue demasiado alentador.
-Está fuera de peligro -dijo Dindarrium desde su lugar mientras los observaba-. El frío no le hará nada, así que puede reposar aquí hasta que recobre la conciencia.
-Emerald, eres consciente de que si despierta... posiblemente no será la misma, ¿verdad? -preguntó Lideo que acababa de acercarse hacia ella.
-Quisimos intentarlo -respondieron ambos.
Emerald, antes de comenzar a explicar que era lo que había pasado, volvió a tomar el cuerpo de Ferco de la nieve, los maestros se ofrecieron a ayudarla, pero ella se negó a hacerlo. El duende se había vuelto para ella un amigo muy amado, y así como él la había consolado, quería acompañarlo hasta dar el último adiós.
Lideo y Dindarrium los ayudaron a transportarse un hala especial en un pequeño palacio al norte. Emerald dejó a Ferco sobre una pequeña mesa en otra habitación, sujetó su pequeña mano helada, y tras despedirse de él, volvió con los demás.
Al llegar, Dindarrium fue quien les dio las malas noticias. El rey Rugbert estaba muy mal herido, y no había sido otro que Diomedes el que lo había puesto al borde de la muerte.
El ataque a Navidia había sido provocado por el mismo Diomedes para tenderles una trampa, con los docentes fuera de la escuela, Diamond había podido atacar, y de esa forma todo el plan que esos dos habían trazado había seguido su curso sin ningún inconveniente.
La escuela había sido destruida, los alumnos que sobrevivieron se encontraban a salvo, y por fortuna, al no haber estado junto a ella en el momento de la confrontación con su madre, esto le permitió a los profesores poder todavía continuar en libertad.
La frustración de Emerald no hizo otra cosa que acrecentarse. Lideo fue el primero en ponerla en alerta, pero había decidido confiar en aquella persona que había dicho amarla, pero él la había traicionado de la peor forma posible y ella posiblemente nunca sería capaz de perdonarlo por eso.
Cuando terminaron de ponerla al corriente de lo que había pasado cuando se separaron, ella comenzó a hablar: Les dijo lo que pasó con su madre, lo que había ocurrido con Julian y Draven, y finalmente lo que ella había visto en la memoria que se hallaba resguardada dentro de la piedra bajo la carceleta.
Como era de esperarse los profesores lanzaron improperios al aire. Aunque Lideo fue el más afectado, lo primero que hizo fue patear lejos un cubo que se hallaba cerca debido a la frustración.
Ahora Diamond tenía las reliquias, pero él le debía obediencia al anciano, y ese sujeto podía ser muy peligroso si las tomaba.
-Sabía que no debimos confiar en ese maldito -escupió Lideo mientras paseaba de un lado al otro-. Te pedí que fueras con cuidado, te pedí que no confiaras -le reclamó y ella agachó el rostro.
-Lideo, creo que no es momento de reclamarle las cosas -interrumpió Greyslan que se había puesto frente a Emerald- ¿Quién puede culparla por haber confiado en su amigo? -cuestionó- Nosotros mismos confiamos en Cornellius y nunca tuvimos la garantía de que su plan funcionara, ella no fue muy diferente a nosotros cuando teníamos su edad.
-¡No busques excusarla! Ahora había mucho en juego.
-¡Siempre hubo mucho en juego, incluso desde que teníamos su edad!
-Greyslan tiene razón -esta vez contestó el director-. Entiendo que esto se nos ha ido de las manos, pero no todo está perdido, aún hay una luz de esperanza al final del camino.
-¿Luz de esperanza? -bufó Lideo- Dindarrium está casi muerto, Diomedes y Diamond andan quien sabe donde con las reliquias, y si es que no han ido con el anciano, este no tardará en arrebatárselas, ¿a que luz de esperanza se refieren?, ¿acaso soy el único que ve el panorama real?
-Julian podría ser la clave -dijo Igor que hasta ese momento se había mantenido callado.
-¿Perdió el juicio? -contraatacó Lideo- Julian no es dueño de su cuerpo, Diomedes es quien lo está controlando ahora.
-Pero Julian pudo dejar que Draven matara a Emerald -añadió y dejó mudo al pelirrojo-. Emerald nos ha dicho que antes de que Draven la lastimara, él tocó su espalda lo liberó de su hechizo, inclusive... aunque suene demasiado descabellado decirlo, de alguna forma pudo haber hallado la forma de romper con la maldición que Marie le puso a la familia Sallow.
-Está delirando... eso no puede ser.
-Pero Sallow es la prueba de que hay una pequeña posibilidad de que eso sea verdad -dijo Igor mientras se acercaba al castaño-. Julian pudo haber sabido que Emerald necesitaría ayuda, y la única forma de lograrlo sin que levantara sospechas, era dándole la oportunidad de romper con esa maldición.
-No es posible...
-Pero hay una pequeña oportunidad de que si lo sea -esta vez intervino el director-. Entiendo el sentir de todos, pero así como en su momento confiamos en esa pequeña posibilidad que nos dio Cornellius, es tiempo de aferrarnos a eso.
-¿Al menos tienen alguna idea de a dónde irán esos dos?
-A Delia -esta vez Emerald se puso de pie luego de un largo silencio y observó a los demás-. El verdadero rey irá a reclamar lo que se le arrebató hace tiempo.
***
Los reyes, tras el ataque propiciado a la escuela se reunieron de Emergencia en Delia luego de que todo estuviera bajo control, los herederos habían vuelto a sus hogares y sus padres no habían escatimado en la protección mientras se encontraban fuera.
La reunión fue interrumpida por un soldado que ingresó dentro de la habitación donde estaban reunidos, la reina, furiosa tras la intromisión se vio tentada a castigar severamente al guardia, pero tras escucharlo bajó la postura y corrió escaleras abajo.
Al llegar al gran salón vio a Julian, rodeado por los guardias y a Diamond, que al escuchar las pisadas correr hacia él volteó a sus espaldas.
La mujer abrazó con fuerza a su hijo, pero luego reparó en el pelinegro que estaba arrodillado, con los brazos detrás de su cabeza. Él traía unas marcas a la altura del rostro y se veía muy diferente al muchacho que en más de una ocasión había visto en los eventos sociales.
-He venido trayéndole a Diamond -dijo ante el silencio de la reina.
-Que lo hayas devuelto a mi lado no garantiza que salves tu pellejo -respondió la reina mientras ponía a su heredero detrás-. Serás juzgado como lo que eres, un traidor.
Julian no respondió simplemente sonrió mientras le dedicaba una última mirada a Diamond, los guardias no tardaron en rodearlo para llevarlo a la carceleta de torturas, pero ni bien estaban por poner un pie afuera un estruendo remeció las paredes del palacio.
-¡Nos atacan! -gritaron desde afuera, los soldados abrieron las puertas, Julian aprovechó el momento para convertirse en dragón y escapar, y la reina vio con horror como una horda de criaturas del abismo, guiadas por una enorme Hipermeria atacaban el domo protector.
Los reyes que se encontraban todavía dentro de la habitación corrieron ante el estruendo, pero antes de que pudieran hacer algo, una honda de energía destruyó por completo la protección y no solo las criaturas comenzaron su ataque, si no una horda de soldados muertos también ingresó para acabar con la vida de los aldeanos.
Los soldados cerraron las puertas y protegieron a los monarcas, los reyes se miraron unos a otros consternados, pero ante la indicación de Arthur Treical corrieron al frente para establecer una protección que al menos a ellos, los pudiera mantener a salvo.
Sin embargo, tras algunos minutos un enorme estruendo, como si una honda expansiva hubiera venido desde el otro lado rompió el hechizo y los sacó volando varios metros hacia atrás.
Las pesadas puertas de Delia se abrieron y de entre la nube de humo emergió la silueta del anciano, la reina, quien se encontraba frente a su hijo se quedó muda de golpe mientras sentía su cuerpo temblar. Observó al anciano que no tardó en estar apenas a unos centímetros de distancia, y mientras su labio temblaba exclamó:
-Noman...
-Agatha -susurró él mientras sonreía, dejando a la vista su dentadura amarillenta-. ¿O debería decir, Joan? -rio, y su escabrosa risa resonó en medio del palacio-. Mírate cuanto has crecido, el tiempo se encargó de volverte toda una mujer. Eres hermosa como una rosa, pero llena de espinas y sumamente peligrosa.
Los demás reyes que se encontraban a sus espaldas se miraban confusos. No entendía quien era ese sujeto, ni mucho menos quien era la tal Joan a la que se refería, pero en cierta forma, lo que más los alarmaba, era que aquella mujer de temple de acero y duro corazón, se mostrara frente a ellos luciendo frágil, temblando, como si fuera una niña pequeña.
En cuanto el anciano dio un paso más al frente Agatha dio dos para atrás, ordenó que atacaran al sujeto, y los reyes, pese a que vieron al frágil sujeto parado frente así comenzaron a emplear sus hechizos más poderosos. Noman observó con diversión como los ataques iban en su dirección, tras mover ágilmente su capa se volvió una nube de humo oscura y fue esquivando todo, los reyes se vieron forzados a esquivar sus propios ataques que terminaban impactando muy cerca de donde se encontraban.
Al volver a su figura humana Joan comenzó a atacar, el anciano esquivaba todo rápidamente como si fuera un joven mientras sonreía sin despegarle la vista a la reina.
-¡Pyro! -gritó finalmente, la llamarada de fuego salió despedida al frente, el anciano ni se inmutó, Joan pensó que por fin lo lastimaría, pero con apenas un movimiento de la mano repelió el ataque.
Ella comenzó a desesperarse, un ataque tras otro brotó de sus dedos, y al igual que antes, ante la mirada de los demás monarcas, el anciano esquivaba todo con gracia, chasqueando los dedos e impidiendo que los hechizos si quiera pudieran tocarlo. De un momento a otro, los reyes corrieron para lanzar hechizos a distancia corta, pero con tan solo un movimiento de la palma Noman los mandó a volar lejos, provocando que más de uno de desmayara.
Cansada, Agatha se acercó hasta una distancia prudente de Diamond mientras lo protegía con su cuerpo, el príncipe únicamente observaba a Noman viéndolo desde el frente, pero ni siquiera se inmutó ante su presencia.
-¿Qué clase de bienvenida es esta? -preguntó fingiendo estar indignado -. Te di la solución a tus problemas, viviste bien durante todos estos años, ¿y así es como me recibes?
-¡Debiste morir hace mucho! -gritó ella mientras generaba un domo protector que los mantuviera a salvo.
-No puedo morir sin reclamar lo que es mío por derecho -respondió, dejando todavía más confundida a la reina.
-¿A qué te refieres? -tras la pregunta Noman volvió a sonreír y poco a poco se acercó a ambos, dejando únicamente el hechizo protector separándolos.
-Hace muchos años vivió la reina más poderosa en Delia -recitó, las paredes del palacio temblaban y los gritos provenientes de los soldados a las afueras se escuchaban en el recinto-. Su único pecado fue amar, y su propia familia se encargó de condenarla, arrebatándole la vida.
Un usurpador tomó la corona y la borró de la historia. La condenaron al olvido, y se encargaron de sembrar miedo en cualquiera que recitara su nombre.
Mi querida Joan, que llegaras a la vida de Cornellius nunca fue casualidad, que asesinaras a tu hermana tampoco lo fue. Necesitaba a una idiota que fuera capaz de acercarme nuevamente a este lugar sin ser notado, necesitaba asegurar el regreso de Marie para restaurar la cadena, y de una vez por todas, romper ese círculo de mentiras que los asquerosos descendientes de August Lagnes formaron.
Noman, quien se mantenía quieto tocó el pequeño cráneo que siempre llevaba consigo, el cual estaba atado en su cinturón, y luego volvió a observar a Joan directamente.
-Te ordeno que obedezcas -y tras decir esto, Joan sintió como las fuerzas la abandonaban, sus brazos temblaban, y la magia poco a poco se fue desvaneciendo, dejándolos expuestos al anciano.
-¿Qué... qué me hiciste?
Tras la pregunta Noman rio todavía más fuerte, volvió a acariciar el cráneo y Joan poco a poco se fue arrodillando, incapaz de si quiera reaccionar.
-¿Quieres oír un pequeño secreto? -preguntó mientras se acercaba a su oído, Joan sintió su cuerpo temblar al sentir el cálido aliento del sujeto- Hice esto durante mucho tiempo. He tomado muchas formas, y he tenido muchos hijos, pero cada bastardo que engendré terminó siendo una decepción y no me quedó de otra que... asesinarlos.
Uno tras otro optó por vivir una vida mediocre, y nunca hubo uno capaz de desarrollar correctamente su potencia. Pero, durante el reinado de la novena dinastía Lagnes, finalmente dos gemelas nacieron. Joan y Agatha. Y al verte crecer pude ver tu ambición. Fuiste la marioneta perfecta, estabas tan cegada por el poder que fuiste capaz de arrebatarle la vida a tu propia hermana, con tal de recuperar aquello que se te quitó al momento de su creación.
-¿A... a que te refieres? -Joan se mostraba confundida, no entendía que era lo que estaba pasando, pero a la resolución a la que estaba llegando no le gustaba para nada.
-Mi querida Joan, yo fui quienes les dio la vida -dijo finalmente tras una larga pausa y Joan lo observó con el rostro desencajado mientras negaba. No deseaba creerlo, y ya no quería seguir escuchándolo.
El anciano había comenzado a rejuvenecer, las arrugas de su rostro se volvieron una piel tersa, su cuerpo se irguió, y su prominente calvicie estaba siendo dejada atrás, ya que una abundante melena de color negro comenzó a brotar.
-Ya que volvemos a vernos después de tiempo me presentaré correctamente, algo que no hice la primera vez que me mostré ante ustedes -dijo burlón mientras sujetaba el rostro de la reina con sus filudas uñas-. Mucho gusto, Joan -sonrió-. Mi nombre es Noman. Noman Lagnes, el verdadero rey de Delia. El hijo de Diomedes y Marie.
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