CAPÍTULO XXVIII: La brisa de Aretusa.
Volaron durante horas hasta llegar a unas montañas cerca de la frontera de Navidia, y únicamente luego de asegurarse de que estaban a salvo, descendieron, Kaia ayudó a Emerald y Ferco a bajar de su lomo, Julian por su parte se apoyó sobre el suelo y espero que Draven terminara de bajar junto con Diamond.
El castaño, luego de que Julian petrificara al rubio lo dopó con un somnífero, pero este no duraría demasiado, los efectos pasarían pronto y debían de encontrar alguna forma de evitar que pudiera atacarlos.
—Sallow, ponle esto en las muñecas —diciendo esto el peligro le tiró unos grilletes gruesos junto con una llave a Draven, este lo observó—. Estuve trabajando en eso los últimos meses, las cadenas tienen dentro el corazón de un hada, evitará que Diamond pueda usar magia y logre lastimarnos —explicó Julian, e inmediatamente Draven le colocó los grilletes—. Debes cuidarlo a cualquier costo, ¿entendido?
El castaño lo observó atento mientras asentía suavemente, Kaia se quedó en la entrada vigilando, debido a su tamaño ya no entraba dentro de la cueva, por su parte Emerald y los demás ya habían ingresado y ella había logrado encender una pequeña fogata. Una vez que estuvieron todos dentro de esta Julian tomó asiento en el suelo y comenzó a sujetar su brazo, una mueca de dolor se hizo presente.
—¿Estás bien? —preguntó Draven al ver como su mano temblaba.
—Llevo todo el día utilizando mi magia —dijo mientras sujetaba con fuerza su muñeca—. No tengo fuerzas, y si sigo usándola, podría generar daños irreparables en mi cuerpo.
—Pondré un sello en la entrada —añadió Emerald mientras se ponía de pie, traía una mirada sombría, su gemelo simplemente la observaba callado para luego dirigir su vista a la fogata.
Estando nuevamente en la entrada Emerald aprovechó para acariciar a Kaia, ella la acarició con el pico y la muchacha rompió en llanto en ese momento.
Sentía demasiada rabia e impotencia, todo se había venido abajo como un castillo de naipes en apenas un día.
—Emerald —escuchó a Julian a sus espaldas y ella se limpió las lágrimas con fuerza.
—Lo siento, estaba comprobando que Kaia estaba bien —mintió, pero el pelinegro no le creyó y dio unos pasos al frente.
Kaia, al darse cuenta de que Julian trataba de acercarse buscó proteger a Emerald, ella abrió las alas en señal de advertencia, pero ni así el pelinegro detuvo su andar, una vez que estuvo cerca estiró una mano al frente. Pero no fue capaz de tocarla, Emerald terminó girando su cuerpo y lo observó.
—Si tan solo hubiera atacado antes —dijo en un hilo de voz, el pelinegro la tomó entre sus brazos—. Si hubiera hecho algo cuando tuve la oportunidad nada de esto hubiera pasado, ha vuelto a salir gente lastimada por mi culpa—confesó mientras lloraba amargamente.
—No eres alguien mala, Emerald —tras decir esto Julian apoyó su cabeza sobre la de ella—. Nadie puede culparte por lo que ha pasado, esto salió por completo de tus manos.
—¿Entonces porque me siento de esta forma? —preguntó mientras volvía a mirarlo— Era la única que sabía donde estaba él, si tan solo...
—Pero en el fondo de tu corazón, tú sabes que no hubieras podido hacerlo, tú eres consciente de que aunque hubiera tenido la oportunidad, no hubieras logrado acabar con su vida —continuó él cortándola de golpe—. Albergabas la esperanza de que tu hermano volviera a ser libre y nadie puede culparte por eso. Cualquiera en tu situación hubiera hecho lo mismo. No te culpes, no te mortifiques. Si vas a culpar a alguien entonces que sea a mí. Yo cargaré con tu dolor, con tu pena, con tu ira.
Diciendo esto Julian depositó un beso sobre sus labios, acunó el rostro de ella y luego besó sus mejillas empapadas por las lágrimas.
—Hace mucho tiempo te prometí que lo traería a tu lado. Te prometí liberarlo, y aún hoy mantengo mi promesa —añadió mientras entrelazaba sus dedos con los de ella—. Te juro que lo liberaremos, y cuando todo esto termine, él será libre.
Antes de que pudieran continuar un destello rojo se vio en el aire, Julian observó en dirección a la bengala que acababa de ser lanzada y le pidió a ella que colocara el domo para que pudieran resguardarse en la cueva.
Una vez que Emerald utilizó su hechizo entraron, Diamond continuaba dormido, Julian volvió a tomar asiento, Ferco se encontraba un poco más cerca de Julian porque tenía miedo de Diamond.
—¿Qué haremos ahora? —diciendo esto, todos observaron a Draven.
—Es probable que Agatha haya emitido una orden de captura contra nosotros, en especial contra Emerald —tras decir esto ella agachó el rostro—. Necesitas enseñarme el hechizo para poder obtener información sin ser detectado.
—Ferco puede ir pueblo —comentó la criatura mientras se ponía de pie—. Poder escabullir, haber criatura que lograr proteger, amigos lejanos, viejos amigos, vivir aún, estar en los alrededores.
—¿Puedes ir al pueblo más cercano? —preguntó Julian mientras continuaba sujetando su muñeca— Necesito Lyrio y Adormidera, solo así lograré disipar los espasmos de mi cuerpo.
—Poder, pero demorar ¿lograr esperar, cuervo?
—Espera, Ferco, es peligroso...
—Estar bien —contestó la criatura mientras apegaba las orejas a su cabeza—. No ser primera vez que venir por acá, ¿recordar? Cuando ser niña conseguir cabello...
—¿La tumba de Marie? —él asintió— Diomedes mostrar ubicación a criaturas, nosotros saber, solo nosotros, nadie más saber, Ferco ir, Ferco volver con medicina.
—Escucha, enano, debes ser muy cuidadoso, posiblemente el maestro de ese muchacho nos esté vigilando, mientras menos converses con el resto será mucho mejor —Ferco asintió mientras de su pequeña mochila que traía en la espalda sacaba una bufanfa.
—Emerald, volver pronto, prometer tener cuidado.
Diciendo esto, él casqueó los dedos y desapareció en una pequeña nube de humo como siempre hacía. En cuanto se marchó los demás se quedaron nuevamente en silencio, Emerald se acercó ligeramente al fuego, y mientras trataba de entrar en calor, volvió a dirigir una mirada a su hermano.
—Debo contarles algo...
Tanto Draven como Julian aguardaron a que hablara, Emerald comenzó a narrarles que había visto dentro de la mente de su madre, si bien a ninguno le sorprendía que Joan fuera así de retorcida, lo que verdaderamente les sorprendió era que el anciano hubiera estado presente incluso desde mucho antes.
—Es muy extraño, ¿no? —pregunta Draven, los demás asienten—. Emerald, ¿en los recuerdos de Marie no lograste identificar a ese sujeto?
—No, aunque hubiera sido joven en aquella época, no habría sido demasiado difícil lograr identificarlo.
—¿Pero porque solo robaría algo de los Lagnes? ¿Con que fin?
—Eso es lo que todavía no logro entender —contestó ella mientras sujetaba su nuca—. Con esto no me quedan dudas de que posiblemente, él haya sido el causante de que ningún Lagnes haya gobernado hasta la vejez, el último en hacerlo fue August, pero después de él, todos los reyes que vinieron heredaron el cargo a los dieciocho años.
—Julian, ¿No hay forma de que te metas dentro de la mente de Diomedes?
—Te recuerdo que ahora mismo soy un huésped en mi cuerpo —respondió mientras observaba al fuego—. Si ahora me encuentro todavía hablando con ustedes es únicamente porque he logrado mantenerlo a raya, pero es imposible que logre meterme dentro de su cabeza.
—Hay algo dentro de todo este rompecabezas que no termina de resolverse —dijo Emerald, los otros la observaron—. ¿Por qué solo la sangre de los Lagnes? Ha habido reyes excepcionales no solo en Delia, si no también en los demás reinos ¿Por qué únicamente toma el poder de esta familia?
—Y si... ¿está ligado de alguna forma a ti? —tras decir esto, Julian y Emerald observaron a Draven— Tú misma lo dijiste, Marie en algún momento te dijo que había una memoria faltante. ¿Pero de quien, de ella, de Diomedes? O... ¿Quizás había otra persona más?
—Sallow podría tener razón —esta vez contestó Julian— Si necesita de su sangre no solo puede deberse a que corre magia poderosa por ustedes, si no porque de alguna forma, está ligado a su familia.
—Pero August no tuvo más descendencia, y yo misma vi como el hijo de Marie quedó reducido a cenizas.
—¿Y si fue algún hijo extramatrimonial de August? —Draven planteó la pregunta y analizaron aquella alternativa— Es decir mira, si ha hecho todo esto hasta ahora es porque el rencor que tiene por tu rama es demasiado fuerte.
—Por loco que suene, concuerdo con Sallow, pero de igual forma esto no nos ayuda demasiado, August lleva muerto mucho tiempo, dudo que el principito loco que tenemos acá sepa algo, y aunque tenemos al alma de Marie con él, ella fue la que le pidió a Emerald buscar la memoria faltante.
—Quizás las reliquias puedan ayudar —contesto ella—. Tenemos la reliquia de Azoret y la flama de Neptys.
—Corrección, él la tiene, y dudo mucho que nos las entregue.
—Es verdad, además, ahora tenemos que enfocarnos en hallar la brisa de Aretusa.
—Eugene dijo que se encontraba en el monte de las animas al sur de Navidia.
—Conozco el lugar, pero será difícil llegar, el santuario está en una zona llena de neblina, eso y el frío provocó que la gente dejara de visitarlo. Emerald debe usar su magia no solo para proteger a Kaia, si no también para protegernos a nosotros, ya que hasta que mi magia se recupere no seré de demasiada utilidad.
—En cuanto Ferco regrese descansaremos un poco y partiremos allá, debemos ganar tiempo, posiblemente el anciano esté buscando a Diamond y no lograremos tenerlo dormido demasiado tiempo.
Los tres se pusieron de acuerdo. Las horas pasaron, la noche cayó y la temperatura descendió todavía más, tuvieron que hacer rotaciones para poder descansar, Julian estaba demasiado agotado y mantener los ojos abiertos le estaba costando demasiado. Finalmente, cuando los primeros rayos del sol alumbraron en el horizonte Ferco apareció, traía puesto un gorro que tuvo que sacudir para quitar el exceso de nieve, estaba temblando, Emerald lo ayudó a acercarse a la fogata mientras lo ayudaba a entrar en calor.
—Me alegro tanto que volvieras con bien —diciendo esto le propició un abrazo, la criatura pestañeó y le correspondió—. Estuve muy preocupada por ti.
—Decir que volver —él sonrió mientras sacudía sus pequeños dedos.
Julian despertó apenas unos minutos después, Ferco se acercó con lo que había pedido, pero para su sorpresa, el duende se había encargado de preparar un elixir que lo iba a ayudar a recuperarse.
—Caer mal, pero ella quererte y no querer verla triste —se justificó y Emerald simplemente volvió a abrazarlo.
Ferco comenzó a contarles lo que había visto, la cara de los tres estaba pegada en diferentes lugares, había muchos guardias resguardando las zonas, lógicamente ninguno pertenecía a Navidia.
—Navidia declarar guerra al resto —añadió él mientras observaba a Julian— Agatha pedir tu cabeza y Rugbert declarar guerra, poner domo protector, pero como Ferco ver, esto no durar mucho, ser todos los reinos contra Navidia.
—Debemos ir pronto —Julian se puso de pie pero estuvo apunto de caer, Emerald se acercó rápido y lo obligó a apoyarse en su cuerpo—. Si Navidia cae será imposible que logremos tomar la reliquia.
—Julian, pero tu padre... —esta vez fue Draven quien habló.
—Sé que estoy poniendo en juego su vida y la de mi pueblo, pero si no tomamos ahora la reliquia no podremos ir con ese anciano bastardo y poner fin a todo esto de una vez por todas. Con ese viejo aniquilado lograremos proteger a Emerald, ella sabe el secreto de Joan, es la única forma de que por fin podamos liberarla, liberar al tonto de Diamond y al resto de habitantes de este infierno.
Todos observaron a Julian y este tenía razón, era el último chance que tenían de poner un punto final a todo, con los reinos de su lado sería más fácil derrotar al viejo, y aunque él deseara usar a Diamond, su poder no bastaría para detener a todos.
Al estar fuera Kaia se sacudió la nieve que traía encima, se posicionó justo delante de ellos y aguardó a que se subieran, Draven se había encargado de mantener dopado a Diamond durante todo ese tiempo, pero ya se le había acabado el somnífero y tan solo eran cuestión de minutos para que despertara.
—Llévanos al sur de Navidia, Kaia —le ordenó, y la criatura asintió mientras comenzaba a elevarse del suelo.
Sobrevolaron las aldeas enterradas por la nieve en su camino a Navidia, y al llegar a la frontera, pudieron ver como unas bolas de fuego eran lanzadas en dirección al domo, Emerald y los demás sobrevolaron y alcanzaron a ver la destrucción, ni siquiera habían logrado retirar los cadáveres de las criaturas que los habían atacada y ahora los habitantes se estaban preparando para el momento en que el domo se desvaneciera y la verdadera batalla comenzara.
Al alejarse la neblina comenzó a aumentar, Emerald les dio luz en medio de la penumbra, y por fin tras un largo y tortuoso trayecto, se encontraban cerca, sin embargo, antes de que pudieran descender en la cima vieron que había otra aura protectora que ni siquiera Emerald con su poder lograba desvanecer. Kaia finalmente terminó descendiendo a los pies de esta.
La montaña se lucía imponente frente a ellos, el sonido de la brisa, acompañado de la neblina les dificultaba la visibilidad. Miraron hacia el cielo y vieron las largas escaleras que subían en dirección al santuario de las animas, y poco a poco, comenzaron a subir peldaño por peldaño.
Draven cargó a Diamond hasta cierto punto pero este despertó, y luego de darse cuenta de que no podía usar sus poderes, fue forzado a avanzar con el grupo en silencio.
—Camina —hubo un momento donde Diamond se detuvo, Draven, quien se encontraba justo detrás de él colocó la palma de su mano sobre su espalda y lo empujó ligeramente.
—La atmosfera se siente demasiado pesada —soltó el rubio mientras prácticamente arrastraba los pies uno tras otro.
—Lo superarás —le respondió con poco interés Julian desde el frente mientras volteaba a observarlo—. No planeo dejarte acá junto a Sallow.
—¿Qué pasa, casanova? —preguntó Diamond sonriendo de lado— ¿No confías en tu carcelero?
—Cierra la boca —le dijo hastiado mientras volvía a observar al frente.
De pronto, tan solo unos cuantos minutos después Diamond calló de rodillas al suelo y algunos orbes escaparon de su cuerpo.
—¿Qué le está pasando? —preguntó Draven al ver como el rubio se quedaba sin aliento.
—Es el santuario —le contestó Julian mientras se acercaba—. Es un lugar sagrado, lo que sale de su cuerpo posiblemente son algunas almas corruptas que están siendo purificadas.
Emerald, quien estaba al lado de Kaia y Ferco dirigió su atención a su hermano, sus piernas vacilaron conforme trataba de acercarse, Diamond la miró desde su lugar, Emerald, por apenas unos segundos reconoció aquellos ojos que la observaron con amor de niña, pero todo pasó demasiado rápido, la neblina aumentó considerablemente y esta fue acompañada por una brisa que provocó que ella cerrara los ojos.
Al abrirlos se encontró sola en medio de la bruma, Ferco y Kaia ya no se encontraban a su lado, y tanto Julian, Draven como su hermano tampoco estaban más abajo. Al observar a la cima logró ver un destello de luz. Comenzó a correr por las escaleras hasta el frente, y a medida que llegaba escuchaba como una voz la llamaba con mayor insistencia.
—Emerald... —ella continuó corriendo hacia el frente mientras el aire golpeaba su rostro y hacia temblar sus labios.
Al llegar a la parte alta vio un arco rojo erguido, se veía demasiado descuidado, tal y como dijo Julian, nadie había pisado ese lugar durante mucho tiempo. Continuó avanzando, el descuidado camino de piedra se indicaba por donde seguir, y luego de algunos cuantos pasos comenzó a ver como una estructura se revelaba: Era un pequeño templo de madera, las tejas de color rojo eran tan antiguas que ahora poseían una tonalidad café; las puertas de madera estaban roídas, y en la parte alta donde iban colgadas unas campanas oxidadas pudo distinguir la silueta de un dragón blanco apenas dibujada.
Una vez que estuvo frente al templo las puertas se abrieron como si le estuvieran dando la bienvenida, Emerald entró cautelosamente mientras se aseguraba que no hubiera enemigos cerca, dentro del lugar una urna brillaba, estaba siendo protegida por un domo de magia, pero al momento en que sus dedos tocaron la superficie esta se disipo llenando el ambiente de un aroma floral que le trajo cierta sensación de melancolía.
—Si en verdad deseas salvarlo dentro encontrarás mi reliquia —dijo una voz a sus espaldas y ella volteó.
Era una figura sin rostro, de cabello largo y bien cuidado atado en una coleta superior. Traía puesto un kimono de color morado, con cada movimiento que aquella aparición realizaba los pliegues de la tela brillaban y un polvo brillante emanaba. Emerald lo observó atenta, y aquel espacio sin rostro comenzó a tomar forma hasta volverse Julian.
—¿Quién eres?
—Soy Aretusa, este fue mi hogar antes de que Marie sumiera a Navidia en un invierno eterno.
—¿En verdad me dejarás tomar tu reliquia?
—Te dejé pasar hasta este punto porque considero que mereces tomarla —continuó, y se situó justo frente a las puertas del pequeño santuario. Al abrirla extrajo una fina y delicada tela, Aretusa caminó en dirección a Emerald y se la colocó encima, la reliquia brilló con fuerza y se adaptó a su cuerpo.
Diciendo esto el guardián salió del santuario, dejando a Emerald todavía más confundida. Era la primera vez que una prueba había sido tan fácil y eso le daba muy mala espina.
—¡Emerald! —escuchó la voz de Julian venir desde afuera.
Ella corrió y abrió las puertas con fuerza, Julian estaba tirado en el suelo con un charco de sangre debajo de él, al llegar hasta donde se encontraba Emerald comenzó a curarlo, este a penas logró abrir los ojos.
—¡Diamond logró liberarse! —le dijo mientras sujetaba su brazo con fuerza— T... tienes que ir por Sallow, corre peligro, Kaia y Ferco lograron escapar.
—¿Por donde se fue?
Julian señaló en la dirección opuesta, Emerald se aseguró de cerrar sus heridas antes de partir. Corrió rápidamente al frente y llegó hasta la parte alta de la montaña, Draven se encontraba empuñando la espada y Diamond estaba frente a él a punto de dirigir un ataque contra su cuerpo.
—¡Protecto! —gritó Emerald, un domo protector rodeó a Draven antes de que fuera impactado por las flamas, pero el suelo bajo sus pies cedió y comenzó a caer por el abismo —¡Draven! —gritó, pero antes de que pudiera hacer algo la tierra comenzó a caer, y Diamond quedó sujeto del borde sin poder moverse.
Emerald caminó con cautela hasta donde él se encontraba, lo observó atenta, su hermano la observaba, ella estiró una de sus manos al frente, pero en cuanto su gemelo la tomó de la muñeca sintió el cuerpo pesado, como si estuviera cargando una piedra enorme.
—¡No me sueltes! —gritó mientras usaba su otra mano para evitar que él cayera.
—Vamos a caer los dos, idiota ¡Debes soltarme!
—¡No dejaré que mueras otra vez!
Emerald comenzó a llorar, sentía como la tierra temblaba bajo su cuerpo. Si lo soltaba él moriría y podría ir a buscar a Draven y Julian, pero si no lo hacía, los dos caerían y no tendría el tiempo suficiente de activar un hechizo.
—Nadie te culpará si lo dejas caer —hablaron, al observar al frente pudo ver a la deidad flotando, no tenía rostro nuevamente—. El peso que cargas sobre tus hombros en este momento es el equivalente al de tus pecados, y este no disminuirá por mucho que lo intentes.
—¿Qué pecados? —preguntó ella furiosa mientras la carga se hacia cada vez más y más pesada.
—¿En verdad deseas salvarlo? —cuestionó mientras se cruzaba de brazos—. Tuviste su vida mucho tiempo, disfrutaste la sensación de ser libre, y si bien la gente nunca dijo tu nombre, amaste el hecho de que los demás no te miraran con miedo ni con rechazo.
Fuiste feliz al saber que ya no debías vivir escondida bajo la sombra de tu hermano. Siempre dijiste que tu meta era salvarlo, ¿Pero en verdad era eso?, ¿Acaso no deseabas librarte por fin de esa carga para demostrarle al resto cuan equivocados estaban?, ¿No deseabas realmente que el mundo aprobara tu valía y viera que nunca fuiste la parte mala como durante toda tu vida el resto siempre asumió?
Emerald se quedó callada durante algunos minutos, vio a su hermano que todavía la observaba, luego volvió a dirigir la vista a la deidad.
—¿Ves? —preguntó ante su silencio— Tus reales motivos acaban de ser expuestos. Nunca deseaste liberarlo, siempre quisiste usarlo como un medio para que todos te amaran y dejaras de ser repudiada a donde fueras.
—¡Cállate! —le contestó cortante mientras sentía su garganta partirse en dos— ¿Qué puedes saber tú de nosotros? —cuestionó— No hables a la ligera de las emociones de las demás personas. Tu no sabes lo que significa Diamond para mí, no entiendes cuanto me duele día a día despertar y saber que él se encontraba allá afuera, siendo manipulado por ese sujeto. No sabes cuanto me odio yo misma por haber hecho lo que hice cuando era niña.
Sé que le robé su vida, pero la corona es algo que a mí me jamás me importó. Aprendí a vivir aún sabiendo que el mundo me odiaba, pero fui feliz con solo tener personas que me miraban y veían quien era realmente. Desde que fui consciente de que él estaba vivo mi meta fue fortalecerme, deseaba salvarlo —dijo con la voz quebrada—. Aún hoy quiero salvarlo, quiero que el Diamond que conocí vuelva a mi lado. Sé todas las cosas horribles que ha hecho durante este tiempo, y sí, soy tonta por quererlo incluso después del dolor ha causado, pero estoy segura de que él no lo ha hecho por mano propia, estoy convencida de que él no deseaba nada de esto, y sé que en su interior está sufriendo —tras decir esto el suelo comenzó a temblar, ella cerró los ojos con fuerza mientras sus manos temblaban, ya no sentía los brazos en ese punto— ¡Quiero salvarlo, aún si mi vida debe darse a cambio de la de él soy capaz de hacerlo con tal de que sea capaz de vivir la vida que yo le arrebaté!
Al decir esto el peso de sus hombros se fue alivianando, poco a poco comenzó a tirar de Diamond hacia arriba y una vez que logró apartarse del borde, aún con la respiración entrecortada, vio como su hermano se desvanecía y tomaba la forma de una enorme roca.
—No me defraudes como tus antepasados —dijo la deidad mostrándose una vez más ante él—. Ahora sé lo que Nereida vio en ti, pero todavía deberás atravesar una prueba más.
La deidad comenzó a elevarse en el cielo y mientras el brillo resplandecía, volvió a observar a Emerald.
—Dentro de poco tu corazón será puesto a prueba —le advirtió con una última mirada—. Suerte, reina Emerald.
En cuanto Aretusa desapareció nuevamente surgió la neblina, y en cuanto esta se desvaneció fue transportada hasta el santuario.
—¡Emerald! —gritó Julian quien acababa de llegar a la cima, Kaia y Ferco no tardaron en darle el alcance— Por los dioses, pensé que algo malo te había pasado.
Draven acababa de subir junto a Diamond, ellos se encontraban a penas unos pasos más atrás que los demás.
—Estoy bien —respondió ella con una débil sonrisa, el pelinegro observó hacia atrás y vio el santuario destruido justo al frente— ¿La conseguiste? —preguntó, ella asintió.
—Necesitamos regresar a Navidia para ayudar a tu padre.
—Estoy de acuerdo.
Kaia se aproximó, aguardó que subieran, y una vez que todos estuvieron montados en su lomo emprendieron vuelo en dirección a Navidia, al llegar la situación se veía devastadora, los cuerpos congelados de las criaturas, y las casas destruidas saltaban a la vista, uno de los guardias se acercó a Julian con prisa.
—Príncipe Julian —dijo el sujeto mientras corría en su dirección—, que bueno verlo, necesitamos que nos acompañe a la carceleta, el rey Rugbert se encuentra allí.
—¿Cómo se encuentra?
Emerald y los demás escuchaban atentos la conversación, Julian únicamente se encontraba allí quieto, con una seriedad que era poco característica de él.
—Lograron sacarlo de peligro, pero su situación todavía es... complicada —sus palabras salían torpes una tras otra, se le veía visiblemente consternado.
—Iré enseguida, por favor continúen con la defensa.
Obedeciendo sus órdenes el guardia se marchó por el mismo lugar, los demás se quedaron observando a Julian aguardando que les dijera algo, pero la respuesta tardó en llegar.
—Lo hirieron —añadió mientras pasaba por su lado—. Logré salvarlo antes de ir a la escuela, pero... no sé si mi padre logre salir adelante, es probable que muera.
Los demás no supieron que decir, Julian sin embargo poseía un temple inquebrantable, había fingido estar tranquilo durante varias horas y ninguno de ellos se había dado cuenta de que se encontraba afligido, ni siquiera Emerald.
Emerald lo ayudó a apoyarse, si bien ya no tenía espasmos en el cuerpo su magia todavía no se había recuperado por completo.
Al llegar a la carceleta él abrió las pesadas puertas de metal con su marca mágica, los demás entraron y Emerald una vez más tuvo que generar un domo proyector para proteger a Kaia del inclemente frío.
Una vez dentro comenzaron a avanzar por los amplios pasillos, se situaron apenas unos pasos arriba de la escalera, Ferco iba delante, pero en cuanto Emerald y él lograron subir unos peldaños escucharon un pesado metal acompañado de unas cadenas caer justo a sus espaldas.
Los tres sintieron una sensación gélida recorrerlos de pies a cabeza, voltearon, y allí a sus espaldas vieron a Draven que tenía la llave firmemente agarrada. Julian trató de dar unos pasos al frente, Emerald lo frenó, sin poder asumir que su amigo, acababa de traicionarla. Draven por su parte observó al frente, tomó su espada y se colocó en posición de combate, Diamond que estaba justo a su lado comenzó a frotar sus muñecas que traían las marcas de los grilletes.
—Bueno, fue divertido hasta ahora —exclamó el rubio mientras colocaba una mano sobre el hombro del castaño, este asintió mientras los observaba sin ningún tipo de remordimiento—. Buen trabajo, Draven —diciendo esto volteó a mirar a su hermana—. Ahora, hermanita, simplifica las cosas y entrégame las reliquias.
—Escóndete —le susurró Emerald a Ferco, el duende desapareció inmediatamente.
Diamond comenzó a concentrar su poder al frente, Emerald a penas logró sujetar a Julian, una brisa los envolvió y en menos de algunos segundos desapareció de la entrada dejando al castaño con el rubio quien sonreía.
—Bien, será por la mala —añadió—. Que comience el juego.
Próximo capítulo: La traición del caballero.
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