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CAPÍTULO XXII: La cabaña olvidada.

La mañana se fue demasiado rápido, y para cuando terminaron de practicar, ya era la hora pactada para que Emerald volviera a su hogar.

Estaba exhausta, las sesiones con sus maestros siempre la dejaban extremadamente cansada debido al desgaste mágico que tenía, pero a diferencia de las otras veces, tanto Lideo como Dindarrium la ayudaron a recuperar energía con un potente hechizo de magia.

—Recuerda no bajar la guardia ni un solo minuto —le aconseja Lideo, quien la ayuda a bajar de la mesa, Emerald sintió por algunos segundos un mareo, pero inmediatamente se repuso—. Puede que el hechizo demore un poco en hacer efecto.

—Gracias, los tres me han ayudado mucho —respondió mientras les dedicaba una sonrisa, Greyslan se sobre encogió con evidente incomodidad en su lugar, pero terminó devolviéndole el gesto.

—Ten cuidado con Agatha —añadiendo esto dio unos pasos al frente y sujetó sus manos para darle fuerza, Emerald apreció esto, ya que, pese a que era su madre, sabía que Agatha era capaz de cualquier cosa solo para adquirir información.

Los tres maestros salieron del despacho en compañía de Emerald, el ambiente se sentía pesado, una extraña mezcla de emociones se arremolinaba en el estómago de todos, por un lado, aunque no trataran de decirlo abiertamente con tal de no poner nerviosa a Emerald, tenían muchísimo miedo de que algo saliera mal.

Estaban jugando el futuro en las manos de alguien que apenas estaba aprendiendo a usar correctamente la magia, y aunque ella demostrara gran habilidad, los años que estuvo cautiva dentro de aquel cristal jugaban en contra, ya que, por el contrario, su hermano nunca había dejado de practicar.

Por otro lado, aunque eran conscientes de que en la guerra no era conveniente tener emociones, le habían tomado cariño a la princesa, y lo que menos deseaban era que su propia madre, como ya antes había demostrado en más de una ocasión, en un ataque de locura pudiera lastimarla.

—Será mejor que cruce al otro lado —añadió ella en cuanto estuvo frente al portal, los tres maestros asintieron.

Emerald se quedó mirando la estructura atentamente, respiró y mientras regulaba su respiración tocó la superficie, la tonalidad de las ondas que se veían cambiaron a una de color verde, y casi de inmediato el breve destello dorado que significaba que la otra persona le dio el acceso al otro lado, apareció.

Ella cruzó el umbral no sin antes darle un fugaz vistazo a sus maestros, y en tan solo fracciones de segundos, ya se encontraba en Delia.

—Bienvenido a casa, rey Diamond —Lisupo, el nuevo mago en jefe de su familia lo estaba esperando del otro lado junto a unos aprendices que recientemente había adquirido—, su madre me envió a recibirlo.

El anciano sonrió dejando a la vista un diente de oro, Emerald por la tan acostumbrada cortesía asintió a modo de saludo, pero luego comenzó a caminar al frente. Había algo que no le gustaba de ese anciano, el extraño aura que desprendía generaba que todas sus alertas se encendieran, era la misma sensación que su madre le proporcionaba desde que tenía memoria.

En cuanto llegaron al palacio las pesadas puertas se abrieron del otro lado, los sirvientes que conocía desde hace ya bastante tiempo lo recibieron con una enorme sonrisa en los labios, Emerald pasó por su lado mientras saludaba de forma escueta, como dictaba el protocolo, pero la pesada mirada de Lisupo era algo que no la dejaba caminar con tranquilidad.

—¿Dónde se encuentra la reina? —preguntó ella finalmente ante el silencio del mago en jefe, este volvió a sonreírle con calma, como si nada pasara.

—Ahora mismo está en el pueblo, hubo una diligencia de último minuto, su majestad ¿Por qué no la espera en su habitación?, ya la hemos puesto en aviso, es probable que no tarde en regresar.

Emerald con tal de deshacerse del desagradable sujeto asintió y se dirigió directamente a la habitación de su hermano, al girar la perilla el sonido de las bisagras la recibió, y aquel olor característico de la madera perteneciente a los muebles llegó hasta su nariz.

Al llegar hasta la cama retiró la sábana blanca que la cubría y tomó asiento, el lugar estaba impecable, aparentemente los sirvientes no habían dejado que el polvo se acumulara ni siquiera en el rincón más pequeño de la habitación.

Observó la chimenea y observó los troncos secos que estaban apilados justo en un cestillo de metal al lado, al introducir su mano, sujetó un pequeño objeto esférico, y al sacarlo de su bolsillo, quedó a la vista la pequeña esfera cristalina que Eugene le había dado cuando estuvieron en su reino y les proporcionó la visión.

Hasta el momento no había hecho contacto con él porque no se sentía segura, si bien los dormitorios de la escuela podrían considerarse un lugar seguro, no quería que ni Draven ni Julian se enteraran acerca de la advertencia que le dio Eugene y sus maestros.

Ahora era el momento ideal, su madre estaba lejos en el pueblo y aunque desconfiaba enormemente del mago en jefe de su casa, ella podría establecer un hechizo que insonorizara la habitación para evitar que la escucharan.

Teniendo esto en mente caminó a su escritorio, tomó un pedazo de carboncillo y escribió sobre un papel unos círculos que traían al centro una estrella de cinco puntas; cerró los ojos, condujo su magia a la palma de su mano y el papel comenzó a levitar hacia situarse justo sobre la superficie de madera de la puerta. Un aura celeste envolvió el cuarto, esto le indicó que el hechizo había sido empleado correctamente.

Con prisa ella colocó algunos leños dentro de la chimenea, extendió la mano al frente y exclamó Pyro, las llamas no tardaron en alcanzar los leños y el fuego poco a poco se fue expandiendo, Emerald tomó la esfera cristalina y la introdujo cerca de las brasas, esta cambió a una tonalidad rojiza y mientras unas hondas doradas se arremolinaban en su interior, aguardó con paciencia a que Eugene estableciera contacto del otro lado.

—¿Diamond? —escuchó la voz de su amigo y la imagen de este se materializó en la esfera.

—Hola, Eugene —contestó ella mientras le dedicaba una sonrisa, el muchacho observó a los lados y se encerró dentro de la habitación donde ellos habían estado.

—¡Que bueno saber de ti! Estuve muy preocupado desde que te marchaste, no sabía como ponerme en contacto contigo sin levantar sospechas.

—Lamento no haber establecido comunicación, no sentí... que fuera seguro hacerlo en la escuela.

—¿Estás en Delia? —le preguntó luego de observar a sus espaldas, ella asintió—. Privai me dijo lo que pasó en la escuela más temprano, imaginé que hiciste todo ese teatro para poder estar allá cuando la lágrima de Nereida sea revelada.

—Correcto, pero mi madre es astuta, me citó aquí para saber que es lo que estoy tramando.

—Lo imaginé, ¿pero no es un poco peligroso que hayas ido solo?

—De eso te quería hablar Eugene, necesito tu ayuda más que antes.

De forma breve Emerald comenzó a contarle todo lo que sus maestros le habían dicho, Eugene cada cierto tiempo asentía, pero había momentos en los cuales aparentemente él quería decir algo, pero no podía hacerlo, para cuando ella terminó de hablar él acomodó las gafas que se estaban resbalando por el puente de su nariz y sujetó el puente con incomodidad.

—Me lo imaginaba, por los dioses, los maestros tienen razón.

—¿A qué te refieres?

—A que... debes desconfiar de uno de ellos.

Emerald se quedó observándolo atentamente, Eugene no le apartaba la mirada, pero aunque trataba de decir algo, sus labios parecían estar completamente sellados.

—Escucha, Diamond, cuando estuvieron aquí tuve una visión —Eugene tras decir esto sujetó su rostro y emitió un largo y pesado suspiro—. Quise advertirte en ese mismo instante que fue lo que vi, pero sellaron mis palabras desde adentro. Lo siento mucho —añadió con pesar—. Créeme que desde ese día he estado buscando la forma de deshacer ese hechizo, pero me es imposible hacerlo, es magia demasiado poderosa...

—¿Existe alguna manera de saber quien es? —preguntó ella sintiendo un vació en el interior, ya que era consciente de que su más grande miedo acababa de materializarse.

—Busca la marca en el cuerpo —dijo él mientras volvía a dedicarle una mirada penetrante, Emerald agachó el rostro y asintió de forma pausada—. El traidor llevará la marca del sello sobre su piel.

Antes de que ambos pudieran seguir conversando, Emerald escuchó que desde pisadas al otro lado de la puerta, inmediatamente ella se despidió de Eugene y con un atizador sacó la esfera del interior de la chimenea.

—Rey Diamond —escuchó a Lisupo llamarlo, ella corrió a la puerta y deshizo el hechizo—. La reina acaba de llegar, solicita su presencia en el despacho.

El sujeto luego de decir esto inclinó la cabeza y volvió escaleras abajo, Emerald volvió a encerrarse dentro de la habitación y una vez estuvo a salvo, sujetó la esfera que había vuelto a tener una tonalidad transparente del suelo.

Al salir de la habitación el silencio tan característico de ese lado del palacio la envolvió, ella al haber sido prácticamente recluida en el hala contraría, estaba muy acostumbrada a despertar con el sonido de las aves que habitaban cerca del bosque, pero el lado donde vivía Diamond siempre representó una zona muerta que la llenaba de temor.

En cuanto llegó a la primera planta se topó con algunos sirvientes, su madre la estaba esperando en el cuarto donde normalmente se reunía con los jefes de la guarda. Al llegar tocó la puerta, ella le respondió desde el otro lado y en ese momento se animó a ingresar, Agatha se encontraba observando por la ventana como los sirvientes encendían los faroles del exterior, pero cuando reparó en la presencia de Emerald, ella le dedicó una mirada fría, como normalmente siempre hacía.

—Buenas noches, madre —contesto ella mientras hacia una reverencia, Agatha únicamente alzó el rostro y tomó asiento en la cabecera de la larga mesa, luego, con un gesto adusto le pidió a su hija que se sentara justo al lado.

—Denaisa me escribió esta mañana —le dijo, Emerald asintió tratando de demostrar serenidad, pero la realidad era que se estaba muriendo de miedo por dentro—. Me dijo lo que hiciste en la escuela.

—Sí, me comentó que lo haría —respondió ella, Agatha la observó atenta buscando alguna especie de titubeo de su parte, pero Emerald seguía tan tranquila como siempre.

—¿Qué estás tramando? —preguntó ella directamente, Emerald la observó con la misma neutralidad en su rostro.

—Lo hice por el reino —dijo, Agatha mantuvo la misma expresión de desconfianza en su rostro—. Desde el momento en que desperté soy consciente de que debo de contraer nupcias con ella por el acuerdo entre nuestras familias, además, aunque Denaisa tratara de mantener calma, algunos rumores llegaron a mis oídos en la escuela. Aparentemente el rey, su padre, estaba intranquilo por el compromiso, puede que no se lo haya dicho directamente a usted, madre, pero Denaisa comentó eso con sus amigas y el chisme llegó hasta mi, he pactado casarme con Denaisa el día seis del siguiente mes —mintió—, es decir, dentro de una semana.

Agatha seguía escuchando a Emerald, pero no se movía, ni siquiera denotaba sorpresa en su mirada, lo único que atinó a hacer luego de escucharla fue entrelazar sus dedos y colocarlos sobre su regazo.

Los segundos de silencio entre ambas pasaron, Emerald había comenzado a sentirse entumecida, y su madre únicamente la observaba con aquella mirada penetrante de desdén en sus ojos.

—Si estás mintiendo, lo sabré con facilidad, te estoy dando la oportunidad de que confieses que estás tramando —le dijo, Emerald cada vez sentía menos fuerza en los músculos—. De lo contrario, tu castigo será enorme si descubro que estás ocultando algo.

Para ese momento Emerald no podía ni siquiera gesticular una sola oración, sentía todo el cuerpo entumecido, como si las fuerzas le hubieran sido drenadas por completo, Agatha, al darse cuenta de que Emerald ya no podía moverse caminó hasta ubicarse detrás de ella, y luego de debajo de la silla tomó un pequeño recipiente donde normalmente colocaban los sahumerios.

—Te di la oportunidad de confesar —le dijo a su hija, quien únicamente podía mover los ojos para seguir sus movimientos—, ahora me has de revelar tus verdaderas intenciones.

Diciendo esto Agatha, al igual que había hecho Lideo, situó su mano justo a la altura de su frente, y Emerald sintió como era arrastrada hasta el interior de su mente.

Para cuando su mente dejó de girar estaba ubicada en la orilla del rio donde inició todo, la imagen de Diani, su amiga desmembrada por todo el suelo, y el cadáver de Diamond metros más allá aparecieron, Emerald sabía que su madre trataba de desestabilizar su mente, debía ponerle trabas, de lo contrario, no solo descubriría que era lo que estaba tramando, si no también vería que en realidad Diamond estaba vivo y buscaba destruir todos los reinos.

Al igual que sus maestros le habían enseñado comenzó a colocar muros, lanzó un hechizo similar al que usó con Dindarrium y los sensores de su cuerpo no tardaron en revelarle la ubicación de Agatha.

Si su madre quería jugar sucio recordándole un pasaje doloroso, dos podrían jugar de la misma forma.

Emerald desapareció el escenario, Agatha volvió a materializarse en medio de la nada, y Cornellius apareció frente a ella al igual que aquella noche en Navidia y la observó con reproche, Agatha trataba de mantener la compostura, pero al igual que aquel día, volver a ver a Cornellius era algo que generaba que sus defensas bajaran.

Agatha deshizo lo que Emerald estaba haciendo, el palacio de Delia fue el siguiente lugar donde ambas aparecieron, Emerald observaba como su madre transitaba por las puertas, y allá, al final de los pasillos donde antes estuvo su habitación, Emerald logró ver la puerta de sus más oscuros secretos.

El jugueteo entre ambas comenzó, Emerald alzaba murallas y colocaba criaturas que lograran frenarla, pero Agatha al ser una experta en la manipulación lograba deshacer con facilidad sus hechizos.

De pronto, una fugaz idea surcó su mente e hizo aparecer a Joan, la hermana gemela de Agatha justo frente a aquella puerta, la reina por primera vez en toda su vida al toparse con aquel espectro retrocedió unos pasos, la pequeña Joan con una tonalidad azul en el rostro comenzó a caminar al frente, y esta vez fue Agatha la que buscaba la forma de escapar de ella.

Agatha corría, Joan la venía persiguiendo y el escenario oscuro del palacio de Delia se transformó en Bailef, la ciudad natal de su madre.

—¿Por qué? —susurró la aparición mientras lloraba, Agatha lanzaba hechizos con desesperación al frente, pero era en vano, Emerald tenía el control de la situación en ese momento.

Emerald observaba desde lejos como su madre cada vez iba perdiendo más y más el control de la situación, de pronto, aquella pequeña casa donde alguna vez Joan y su madre vivieron se materializó al frente.

Era extraño, el lugar se veía prácticamente nuevo, no eran los recuerdos que ella tenía... esa era la mente de su madre, había conseguido tumbar las defensas y estaba dentro de su cabeza.

—¿Por qué lo hiciste? —escuchó que dijo la visión de Joan que ella misma había materializado.

Al tornar el rostro Agatha estaba tumbada en el suelo mientras sujetaba su cabeza, estaba tratando de romper el control mental, y mientras más se acercaba Emerald a la puerta de aquella cabaña el vínculo entre ambas se iba fragmentando cada vez más y más.

—¿Por qué me hiciste esto? —dijo Joan quien gritaba, una onda expansiva quemó la vegetación bajo sus pies y volvió cenizas el lugar donde estaba — ¿¡Por qué me arrebataste la vida!?

En ese momento Agatha rompió el vínculo, Emerald retornó a aquella habitación, pero seguía sin poder moverse, Agatha observó con profundo odio a su hija, pero tras aquella mirada asesina, Emerald se había percatado de que tenía miedo.

Emerald de hacer algo que ni siquiera sus maestros habían conseguido en su momento, el secreto más oscuro y mejor guardado de su madre había sido expuesto y esto provocó que todo el control que tenía se desestabilizara por completo.

Agatha salió del cuarto y la dejó a ella allí tirada, Emerald comenzó a entrecerrar los ojos y cayó profundamente dormida debido al desgaste mágico.

Trataba de entender exactamente que era lo que había pasado, pero tratar de atar cabos era sumamente difícil de hacerlo, sentía que faltaba una pieza más en ese rompecabezas, el asesinato de Joan, su tía, a manos de su propia hermana parecía solo ser el inicio de algo más grande, y de lo único que ella tenía certeza en ese momento era en que aquel fragmento faltaba se encontraba dentro de aquella cabaña olvidada de Bailef. 

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