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CAPÍTULO VIII: El tormento del príncipe.

El sonido de los aleteos de las criaturas se escuchaba tenuemente dentro de la cueva; las pisadas retumbaban en medio de los oscuros pasadizos, y poco a poco la silueta de Diamond se fue materializando en medio de la penumbra.

Desde que regresó de Delia su maestro se había vuelto irritante, incluso más que en otras ocasiones. Si bien, Diamond estaba acostumbrado a que se le obligara a realizar trabajos pesados, la cantidad de tareas que había tenido últimamente era colosal, y hubieran vuelto loco a cualquiera porque implicaban poseer mucha estabilidad mental y emocional.

A veces incluso la sensación de preocupación lograba frenarlo en sus planes, pensaba que su maestro se estaba dando cuenta de lo que quería hacer, pero eso era imposible. Había algo que jugaba a su favor, y esto era lo que le permitía mantener ocultos en cierta forma algunos secretos. Y se lo debía a Marie. Desde el momento en que su alma se introdujo en su cuerpo era capaz de generar barreras y frenar el acceso a su mente.

Ese día tuvo la tarde un poco más libre, por lo que luego de realizar su entrenamiento mágico, regresó en silencio a su habitación. Una vez dentro, Diamond cerró la puerta a sus espaldas, y con un movimiento de los dedos, las lámparas de energía aumentaron su brillo. Se observó al espejo, y con una mano retiró la fina capa de polvo que había encima. Comprimió los puños, y luego de algunos minutos que se hicieron eternos la superficie que lo reflejaba comenzó a partirse, distorsionando de esta manera su reflejo.

Dio media vuelta, se retiró la capa que traía sobre sus hombros, desabrochó lazo que tenía en el cuelo de la camisa, y finalmente colocó la tela sobre una silla cerca a la puerta. Caminó hacia la cama, luego prácticamente se tiró encima de la dura superficie, colocó un brazo encima de sus ojos y poco a poco fue relajando los músculos de su cuerpo; paralelo a esto, las luces comenzaron a disminuir su brillo poco a poco hasta dejar a la habitación sumida en la oscuridad total.

Luego de varias horas, Diamond alcanzó a escuchar unos ruidos dentro de la habitación, era como si unos extraños visitantes hubieran aparecido de la nada y estuvieran haciendo de las suyas por todo el cuarto, en otras circunstancias los hubiera ignorado, estaba acostumbrado a que lo molestaran en determinadas horas de la noche, pero esta vez todo era diferente, las presencias que estaban allí junto a él emitían quejidos y lamentos constantemente.

Luego de un rato se dio por vencido. Suspiró, frotó sus ojos con parsimonia, y tomó asiento mientras se acomodaba justo al centro de la cama.

Estaba rodeado, por donde quiera que mirara había unas ánimas flotando, las auras blanquecinas de su cuerpo y la carencia de sus pies demostraban que eran seres que no existían en ese mundo. Emitieron quejidos de dolor, él únicamente las observó, en especial a uno que estaba más próximo al borde de su lecho de descanso.

Era un anciano, su rostro estaba hundido y lleno de arrugas, era delgado, muy delgado, y la ropa parchada que se podía apreciar le demostraba que fue una persona que, tal vez, vivió en la pobreza hasta el final de sus días.

Volvió a suspirar en cuanto se percató de que el anciano lo observaba. Estaba cansado, si bien en su condición actual su cuerpo no sentía aquel desgaste físico como una persona viva, el cerrar los ojos le permitía mantener bajo control a las almas de los muertos que estaban atrapada dentro de su cuerpo.

Y aunque estaba acostumbrado a verlos e interactuar con ellos, esta vez se sentía todo completamente diferente.

—No encuentro mi casa —dijo el anciano mientras observaba a la nada—. Fui al pueblo a comprar medicina para mi hija.
—Estás muerto —le respondió Diamond con neutralidad en su voz—, no puedes volver a tu hogar.
—Mi hija tiene fiebre, está embarazada, y mi yerno se encuentra trabajando en los campos, necesita su medicina —exclamó el anciano ignorando por completo lo que Diamond acababa de decirle.
—No hay nadie esperándote.
—Ella me necesita, necesito llegar a mi casa —insistió el anima mientras se apegaba mucho más al borde de la cama.

Diamond se removió con evidente incomodidad. Se debatía si debía o no tratar de hacerle entender que no importara lo que hiciera, no iba a poder regresar.

Finalmente tras varios minutos de silencio él levantó la palma de su mano y la apuntó en su dirección, el anciano lo observó atento, Diamond por su parte aprovechó el momento para saber los motivos de la muerte y la fecha exacta en la que partió de la tierra de los vivos.

—Escúchame —le dijo—. Moriste de un paro cardiaco hace cincuenta años cuando ibas camino a la aldea, esa misma noche tu hija siguió tus pasos junto a tu nieta, pero a diferencia tuya, ellas si lograron cruzar el portal a la otra vida.

Luego de escucharlo el rostro del anciano se descolocó. Desconcertado como se encontraba giró levemente el rostro de izquierda a derecha, y finalmente la expresión de su rostro se fue deformando poco a poco, dejando tras de si un gesto de desolación y tristeza absoluta.

—Mi hija, mi nieta... —murmuró—, fue mi culpa, fue mi culpa.

Mientras decía esto el anciano colocó las manos sobre su pecho mientras tiritaba, y lentamente se golpeó a si mismo.

Muy rara vez Diamond sentía deseos de explicarles las cosas, más que nada porque al igual que ahora ellos no aceptaban el echo de que no formaran parte de su mundo terrenal.

—Todos deben ser conscientes de eso —les dijo a las demás animas que estaban allí—. El que estén aquí significa una cosa, dejaron su cuerpo hace mucho y su único objetivo es servirme para poder movilizarme y tener poder.

Los otros espíritus alzaron levemente el rostro y mientras ladeaban la cabeza comenzaron a emitir quejidos, uno a uno se fue desmaterializando hasta volverse orbes flotantes en medio de la habitación, y el anciano, en medio de su pesar poco a poco imitó al resto.

—Los muertos son incapaces de sentir —dijo en voz alta y los orbes comenzaron a girar por el cuarto.

Diamond estiró la palma de su mano y el orbe que pertenecía al anciano se posicionó justo arriba de sus dedos, luego, poco a poco fue acercando el orbe a su pecho, pero ni bien el alma estaba apunto de ingresar nuevamente un extraño brillo de color verdoso apareció y una lejana voz exclamó: Gracias...

Una a una las ánimas siguieron imitaron al anciano y poco a poco la habitación se fue quedando vacía, en cuanto la última de estas ingresó Diamond experimentó una sensación que no había vuelto a sentir desde que lo regresaron a la vida.

Calidez. Sentía una onda expansiva envolviéndolo y acogiéndolo con suavidad, pero aquello no duró, y poco a poco, así como esa sensación apareció se comenzó a desvanecer sin más.

—Azoret —susurró mientras colocaba una mano sobre su pecho.

Diamond sabía que la reliquia de Azoret cumplía con la función de servir como una entrada al portal de los muertos hacia el otro mundo, pero equivocadamente pensó que en cuanto la removió de su lugar esta iba a dejar de cumplir con su función.

Acababa de comprobar que con solo uno de esos tesoros sagrados su poder había aumentado, y no pudo evitar sonreír, ya que comenzó a imaginar todo lo que podía lograr en cuanto lograra encontrar los otros tres tesoros.

Nada ni nadie podría detenerlo.

Y por fin lograría lo que tanto tiempo estuvo esperando.

Había ocasiones, aunque no muchas, en las que el gran maestro lograba perder los estribos por completo, y Diamond había traspasado exactamente esa línea delgada que tenía su paciencia.

Aunque deseara aniquilarlo de una vez por toda no podía hacerlo, necesitaba un descendiente de la línea directa de August para cumplir las partes de su plan, y Emerald estaba fuera de aquella consideración.

Si tan solo las cosas no se hubieran complicado aquel día hace once años todo ya hubiera sido consumado.

Por más que tenía el don de la clarividencia no pudo prever que alguien la salvaría.

Había algo incluso más fuerte que su magia que estaba resguardando a la princesa desde las sombras, y aún no sabía con exactitud de que, quien, o quienes se trataban.

—Maldita sean la dinastía del usurpador —replicó con molestia mientras escupía a un lado.

Antes de continuar con sus tareas se detuvo y retuvo una gran cantidad de aire dentro de sus pulmones, sus huesos crujieron levemente en cuanto logró inflar su pecho por completo, pero aquel insignificante dolor termino desapareciendo.

El aciano caminó en dirección a un pequeño caldero que burbujeaba sobre una especie de horno elaborado con piedras talladas, vio en su interior, y luego de ver aquella mezcla de color negro revolviéndose como si tuviera vida caminó en dirección a su estante de pociones y sujetó una de color amarilla que no traía etiqueta.

Al posicionarse nuevamente frente al caldero vertió el contenido de esta dentro y mientras los elementos entraban en contacto un extraño brillo iluminó momentáneamente la habitación. Dirigió su mano hasta su cabello y luego de que arrancó algunas hebras, también las tiró dentro para que todo se uniformizara.

Fusione* —dijo, y la mezcla se tornó de color rojo sangre y comenzó a botar humo del mismo tono.

Al ser un experto en el arte de la hechicería sabía que a su poción le faltaban algunas horas para que asentara los materiales, pero el ingrediente principal ya se le había acabado y necesitaba que sus dos vasallos fueran por más.

—Spitermo —gritó, y un enano que tenía un corte a la altura de la mejilla se acercó arrastrando uno de sus pies.
—A sus órdenes, amo.
—Necesito que vayas por más huesos de la cripta, lleva a Diamond contigo.

El enano estuvo a punto de decir algo, pero ante la mirada desdeñosa de su maestro prefirió callar y se limitó a asentir de mala gana mientras daba media vuelta rumbo a la habitación de Diamond.

—Y Spitermo —escuchó que le dijo desde sus espaldas y volteó a escucharlo
—¿Sí... amo?
—Recuerda que ya has tenido una equivocación, si vuelves a quitarle un ojo de encima ni te molestes en volver —lo amenazó con voz ronca—. Porque voy a asesinarte con mis propias manos.

No necesitó escuchar más. Asintió con nerviosismo mientras sentía como una gota escurría por su frente. Dio media vuelta y comenzó a andar lo más rápido que pudo mientras arrastraba su pie para llegar con rapidez a su destino.

En cuanto se encontró frente a la puerta detuvo sus nudillos a escasos centímetros de la superficie, y antes de que hiciera contacto con la superficie esta se abrió de golpe y Diamond lo observó con desdén hacia abajo.

—¿Qué es lo que quieres?
—El maestro me mandó a llamarlo. Necesita el encargo de siempre, así que tenemos que partir.
—¿Ahora?
—Sí, ahora —respondió tajante mientras sujetaba sus manos con fuerza.

Diamond chasqueó la lengua en señal de fastidio y tomó la capa del interior de su habitación, dio varios pasos lejos de la puerta y caminó por los oscuros pasadizos, el vasallo observó el interior del cuarto, al cual tenía prohibido el acceso, pero antes de que pudiera dar un vistazo más detallado de lo que había dentro, Diamond se percató, con un chasqueó de los dedos ordenó que la puerta se cierre, y esta terminó impregnándose contra la nariz del sujeto.

—Maldito mocoso —susurró en voz baja, pero la mirada que le proporcionó el príncipe le indicó que lo había escuchado.

Al llegar a las afueras los tenues rayos del sol ya se encontraban acariciando las montañas, Darakatan, al ver a Diamond fuera del recinto se acercó aleteando y se colocó a unos metros de distancia para que pudiera subir.

—Más te vale no tirarme de tu lomo esta vez —le dijo el enano a la criatura quien emitió un bufido—. Eres un malagradecido, te ayudé a salir del huevo cuando naciste y me tratas de esta forma. No te daré de comer, busca tu propio alimento.

La criatura observó a Diamond, este blanqueó los ojos y se limitó a acariciar su lomo, como si le concediera el permiso de comer algo en cuanto aterrizaran en su destino.

El camino fue largo, y al igual que siempre, el paisaje que se mostraba ante ellos reflejaba que la muerte había expandido su manto en todo su esplendor.

Luego de una hora aproximadamente, la criatura comenzó a sacar la lengua producto del calor del ambiente, se encontraban en la frontera de Sudema, la ciudad del fuego.

Cualquier ser que fuera débil, o que no hubiera nacido allí, podía morir con facilidad. Diamond, con tal de que Darakatan no tuviera problemas colocó un escudo protector sobre ellos y la criatura agradecida emitió su característico grito.

A lo lejos pudieron visualizar su destino, Diamond le propició unas cuantas palmas en el lomo a la criatura, y esta entendiendo que quería que comenzara a descender, le hizo caso.

—Baja, Darakatan, desde este punto debemos caminar.

La criatura volvió a gritar y poco a poco fue descendiendo, una vez que tocó suelo, y antes de que Diamond se alejara, sujetó su capa con su pico y este volteó a prestarle atención. Acarició las plumas de su cabeza, y con un gesto de su cabeza, le concedió el permiso que estaba aguardando

—¿Por qué lo dejaste ir? —le preguntó el vasallo.
—Porque le negaste el alimento, Darakatan necesita mucha energía para poder volar, si lo matas de hambre no me va a servir.
—Le diré al amo —respondió a modo de amenaza.
—Díselo —lo retó—. Veremos que dice cuando sea yo quien le cuente que quieres que su preciado Darakatan se muera de hambre.

El sujetó refunfuñó entre dientes y comenzó a arrastrar el pie en dirección a donde se le había indicado, Diamond lo siguió desde atrás y poco a poco vio como a lo lejos se iban apreciando los mausoleos olvidados de esa nación.

—Hazlo rápido, no me gusta este lugar.
—Deja de ser tan llorón, son gente muerta, no pueden hacerte nada.
—No le temo a los muertos —respondió ofendido—. La última vez salió una alimaña y casi me provoca un paro cardiaco.

El muchacho blanqueó los ojos luego de escucharlo, caminó unos metros más alejados y vio una enorme cripta que tenía una placa justo afuera de la puerta:

En memoria de aquellos olvidados.

Decía la cita que estaba tallada allí.

Diamond cerró los ojos y comenzó a canalizar su energía, las partículas moradas no tardaron en brotar de su palma donde estaba concentrando su poder, y cuando estuvo completamente seguro de que estaba listo, toco la inmensa puerta labrada en piedra que poseía unas marcas selladoras que le prohibían el paso a cualquiera.

—¿Te dijo cuántos necesita esta vez?
—No, pero trae lo suficiente.

El muchacho ingreso dentro de la cripta y comenzó a descender las escaleras, era obvio que ese lugar fue abandonado del todo. Las paredes de piedra poseían un moho extraño de color amarillo recubriendo las paredes, y la cantidad de telarañas que había en cada esquina resultaban todo un espectáculo.

Al llegar a la primera planta caminó hasta que estuvo frente a la tumba que siempre saqueaba, introdujo la mano dentro, realizó algo de fuerza y finalmente extrajo un fémur de adentro, luego de sacar unos huesos más pequeños tiró todo dentro de una bolsa y dio media vuelta, pero al hacerlo se topo con Marie quien miraba con atención aquella tumba.

—Regresa —le dijo mientras pasaba por su lado—. Su alma no está aquí y lo sabes perfectamente. No podrás verlo.

Marie ni siquiera se inmutó, simplemente agachó la cabeza y se desvaneció nuevamente, Diamond por su parte comenzó a subir nuevamente las escaleras y al llegar afuera cerró nuevamente la entrada con magia.

—Traje los suficientes huesos como para no ir en dos meses —dijo mientras el vasallo se ponía de pie y se retiraba la tierra de la ropa.
—Bien, ahora llama a Darakatan para que venga a buscarnos —aunque tratara de disimularlo el nerviosismo poco a poco se apoderaba de él.
—¿Sabes quien es el pobre infeliz que reposa acá?
—Niño, después de tantos años deberías saber que el amo nunca comparte cierto tipo de información con nadie —bufó—. Y menos lo haría con un mocoso desobediente.
—Curioso, eres su lame botas personal y ni así comparte esas cosas contigo.
—Se llama seguridad —respondió con molestia—. Y deberías entender algo de una vez, mocoso, no es bueno cuestionarlo.
—Me necesita.
—Que ahora le seas de utilidad no significa que siempre sea así —le dijo a medida que caminaba unos pasos más adelante—. Cuando ya no le sirvas volverás al limbo de los muertos de donde te trajo ¿y que crees? Al igual que la primera vez no habrá nadie quien llore sobre tu cuerpo.

Tras decirle esto Diamond se contuvo lo más que pudo, pero el despreciable enano tenía razón.

Si aún seguía "vivo" era porque el anciano lo necesitaba, pero cuando esto dejara de ser así, el alma de Marie sería robada y el volvería a aquel lugar oscuro donde estuvo vagando desde el día que murió.

Diccionario de palabras:

1) Fusione: Fusionar.

***

¡Hellow divinos!
Estuve leyendo sus comentarios en el capítulo anterior y varios han acertado en muchas cosas, no diré cuales para dejar el suspenso :p pero poco a poco las cosas se van revelando y van surgiendo algunas respuestas (aunque como ahora, también surgen varias preguntas?

¿Porqué creen que el anciano, siendo alguien con mucho poder necesita a Diamond?
¿De quien creen que sea la tumba de la que se roban los huesos?
¿Qué opinan acerca de aquella habilidad que Diamond ha adquirido, la servir de puente entre los vivos y los muertos?

¡Los leo!

Muchas gracias por el apoyo <3 

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