CAPÍTULO VI: El lado oscuro de la luna.
La luna llena brillaba en lo alto del cielo. Los árboles se mecían al compás de la fresca brisa nocturna, esto era un indicativo de que el otoño estaba cada vez más cerca, y con esto los días fríos irían en aumento paulatinamente. Aquella noche en particular, pese a época de transición en la que se encontraban, ni una sola nube opacaba el brillo que esta poseía. Era casi como si la naturaleza supiera la importancia de la ceremonia que se estaba llevando a cabo y deseaba que todo saliera a la perfección.
El reloj del pueblo, que se encontraba situado justo encima del edificio de la guardia real, retumbó doce veces con aquel sonido tan característico que poseía.
Las siluetas de dos soldados apareciendo desde adentro del edificio, y luego de que ambos estiraran un poco su cuerpo, comenzaron a caminar con dirección a la puerta de la muralla mágica que mantenía a salvo a su nación.
Al llegar saludaron con la mano a sus camaradas y estos se dirigieron a los dormitorios para poder descansar. En cuanto se fueron, uno de ellos sacó una pequeña figura de madera a medio hacer y una navaja, y tomando asiento encima de una caja de madera comenzó a tallarla para darle más forma, mientras que el otro, se sentó en el suelo, se acomodó el casco metálico hasta la altura de la nariz y cerró los ojos mientras se cruzaba de brazos.
Por momentos el sonido que emitían las criaturas que se encontraban fuera del domo se escuchaba por encima de todo, pero al ya estar acostumbrados simplemente preferían ignorarlo.
En las afueras, algunos animales pasaban por encima de los campos calcinados de Delia, mientras que otros disfrutaban de los huesos de algún animal que haya sido cazado con anterioridad.
El rugido atípico de un animal les llamó la atención, viraron el rostro en dirección al norte, exactamente desde donde se ubicaba el abismo oscuro y a lo lejos vieron como una gigantesca criatura que poseía cabeza de león y alas de dragón comenzó a acercase a Delia cada vez más y más. Los demás seres al darse cuenta de quien se trataban alzaron en vuelo y se alejaron lo más rápido que pudieron para que de esta forma no estorbaran.
En cuanto la criatura llegó a los pequeños montes descendió lentamente mientras terminaba de batir las alas. Luego, estiró el ala derecha, como si buscara hacer un pequeño camino, y justo de atrás de su nuca un muchacho que se encontraba con el rostro cubierto por una capa descendió con gracia desde allí.
El muchacho, quien no pasaba de los dieciocho años, estiró un poco las piernas mientras observaba al frente, dio un par de pasos al frente, pero antes de que pudiera alejarse la criatura haló de su capa para que volteara a observarlo. Suspiró pesadamente, la criatura agachó la cabeza mientras realizaba un extraño sonido con la garganta, y él se mantuvo en calma.
—Espera aquí, no tardaré mucho —le dijo mientras observaba el pedazo de la tela que aún mantenía en su pico.
El animal volvió a emitir un sonido extraño, casi como si quisiera hablarle, y al parecer, él lograba entenderlo porque un bufido escapó de sus labios.
—Tomaré la responsabilidad si algo malo pasa—le respondió con calma mientras se soltaba—. Además, es una noche especial —replicó con sarcasmo—, no puedo ausentarme ante tal ceremonia.
Y tras decir esto, el muchacho caminó en dirección a las murallas. Se detuvo a escasos centímetros del domo protector y observó hacia adentro, los guardias, que aún se mantenía en sus asuntos ni bien lograron ver a una persona parada justo al otro lado, se apresuraron en desactivar el campo del portón para que pudiera ingresar.
—Forastero —dijo uno de ellos— ¿Cómo cruzó en medio de ese campo así sin más? Es muy peligroso para un humano no venir en una caravana.
Ignorando por completo las palabras del sujeto, el muchacho, quien mantenía oculto su rostro, pasó justo en medio de ambos. Al no recibir una respuesta cortés de su parte ambos sujetos corrieron para ponerse enfrente de él cortándole de esta manera el paso.
—Perdone, pero necesitamos que se identifique, no podemos dejarlo pasar sin más.
—¿Así? —preguntó él con un deje de diversión.
Sonrió, y lentamente se retiró la capucha, al verlo, los guardias se observaron confusos y empuñaron las armas que tenían en su dirección.
—Identifíquese —exclamaron mientras se iban acercando con sus armas.
—Diamond Lagnes, rey de esta apestosa nación —respondió él mientras los observaba de forma retadora.
Los guardias inmediatamente blandieron sus espadas en su dirección, pero antes de que siquiera pudieran rozarlo, Diamond extendió las palmas de sus manos, unas cadenas mágicas se formaron desde el centro de sus palmas, y estas terminaron rodeándolos por completo de pies a cabezas.
Ambos sujetos temblaban de miedo, ni siquiera podían gritar, el hechizo que Diamond acababa de realizar les estaba apretando la garganta a tal punto, que ni un solo sonido podía emanar de sus labios.
—Que osadía blandir sus espadas en contra de su rey —los observó con resentimiento a medida que unas enredaderas negras comenzaban a formarse desde la punta de sus dedos—. La gente inepta no me sirve.
Y tras decir esto, dos esferas negras envolvieron a los sujetos y poco a poco se fueron comprimiendo, en cuanto estas terminaron de cerrarse no quedó nada más que polvo y algunos restos de metal de la armadura que traían.
Ignorando por completo los asesinatos que acababa de realizar, Diamond siguió caminando en dirección al palacio, las casas del pueblo estaban completamente vacías, y conforme se acercaba a las murallas internas de su antiguo hogar, se dio cuenta de que los aldeanos se encontraban allí celebrando.
—¡Preparaos, el nuevo rey de Delia está a punto de aparecer! —gritó el vocero desde lo alto de la torreta vigía.
Ni bien los aldeanos lo escucharon la algarabía de los habitantes creció aún más. Dejaron de lado la música y el baile y poco a poco se fueron atiborrando afuera del portón para ver a su nuevo rey y salvador.
Las puertas del balcón se abrieron, la primera en atravesar el umbral fue Agatha. La reina alzó la mano con gracia y comenzó a batirla en el aire, su pueblo celebró aquel pequeño gesto, pero la euforia no creció si no hasta que "Diamond" emergió desde adentro.
El muchacho que se encontraba algo nervioso caminó hasta estar frente a los demás, sonrió, e imitó a su madre, aquella simple acción bastó para que la multitud enloqueciera, los que estaban más próximos a la entrada comenzaron a tirar algunos ramilletes de flores que habían mantenido guardados durante todo este tiempo.
—¡Viva el rey Diamond! —gritó el vocero mientras los aldeanos repetían nuevamente las palabras.
La muchacha, quien traía las mejillas encendidas, siguió sonriendo. La reina por su parte, que observaba la situación de forma atenta, se acercó de forma disimulada hacia su oído y le susurró unas cuantas cosas, Emerald la observó, y luego de una mirada hostil terminó asintiendo.
La muchacha estiró las manos y colocó las palmas a la altura de su vientre, se concentró lo suficiente y poco a poco un orbe de color naranja se fue formando justo al centro. Al tener la energía mágica ya concentrada estiró la palma hacia arriba y poco a poco un dragón delgado y largo comenzó a formarse, en cuanto el ser de luz ya tuvo forma rodeó a la familia real y posteriormente comenzó a moverse en medio de todos los habitantes.
Diamond, quien se encontraba más alejado desde el resto observando todo desde la oscuridad del bosque aledaño, no pudo evitar sentir como la ira crecía dentro de su ser.
—¡Viva el rey! —gritó el pueblo.
La criatura de luz terminó su recorrido y se elevó al cielo. En cuanto se encontraba lo suficientemente alto Emerald cerró la palma de su mano y unos destellos, similares a fuegos artificiales iluminaron la noche quitándole protagonismo a la luna. Sin embargo, en cuanto aquellos destellos iban acercándose al suelo, estos se transformaban en copos de nieve, los cuales al impactar en el suelo provocaron que el gras verde creciera unos dos centímetros.
Ante tal demostración de poder los aldeanos enloquecieron aún más.
Esa era la señal que estaban esperando. Él siempre había sido el príncipe que los llevaría a la grandeza, y ahora era un rey que podría ayudarlos a volver a ser lo que alguna vez fueron, una nación verde y abundante de vegetación.
En cuanto terminó el espectáculo Emerald y su madre volvieron al interior donde aún continuaba la ceremonia. Los aldeanos siguieron gritando aún alabanzas hacia el nuevo rey, pero poco a poco se fueron dispersando para continuar con su pequeña celebración.
Sin embargo, pese a aquel ambiente de celebración, el verdadero Diamond comenzó a caminar de un lado para el otro mientras terminaba de regular su respiración.
Ahora no era más que un cadáver movido por el deseo de venganza.
Por culpa de su hermana era incapaz de sentir.
Por culpa de su hermana era incapaz de vivir con normalidad.
Por culpa de su hermana él había muerto.
Emerald fue la calamidad que se profetizó, no él, pero de alguna manera ella había logrado acomodar las fichas a su favor cuando fueron niños para que el único que sufriera fuera él.
Le había arrebatado su ceremonia.
Le había arrebatado el amor de su pueblo.
Y le había arrebatado el importante lugar en la historia que estaba destinado para él.
—Te odio —murmuró mientras un extraño aura de color negro emergía de la planta de sus zapatos.
El miasma corrosivo comenzó a matar a la vegetación que tenía cerca, y sus manos habían sido ennegrecidas por aquellas enredaderas de la carga maligna que habitaba dentro de su ser.
—Si fuera tú me marcharía antes de que Agatha se de cuenta —escuchó que le dijeron desde sus espaldas.
Diamond recobró la compostura en ese momento y volteó a observar a su indeseable visitante, no había que ser demasiado listo para darse cuenta de quien se trataba. Aún en ese estado de locura donde se estaba sumergiendo, había logrado percibir su aura mágica caminando en su dirección.
—Tienes agallas para mostrarte ante mí —respondió mientras lo observaba de forma peligrosa.
—Es algo que siempre me ha caracterizado —dijo el muchacho mientras sonreía, un pequeño hoyuelo se formó en su mejilla—. ¿Y bien, Diamond?
—Me sorprende que no hayas dado aviso a tu gente —el rubio caminó hacia el pelinegro y lo observó de forma atenta—. Es tu oportunidad para quedar como un héroe.
—¿Y perderme la diversión más adelante? —replicó—. No, aún no es el momento.
—Curioso, Ases, nuestros caminos vuelven a cruzarse, pero estás optando por dejarme con vida nuevamente, al igual que la última vez que nos vimos.
—Tan solo estoy lanzando una moneda al aire.
—¿Estás dispuesto a dejar que el destino tome sus propias decisiones?
—El destino puede resultar favorable en algunas ocasiones.
—¿Aunque el costo de esto sea que prácticamente traiciones a quien amas? —preguntó.
—No tientes a tu suerte, Diamond, es una noche en la que no estoy del mejor humor posible.
—¿Qué pasó, casanova, te rechazaron? —rio.
—Surgió un pequeño contratiempo. —respondió él mientras chasqueaba la lengua.
—Oh, puedo notarlo —dijo él con sarcasmo—. Y ese contratiempo parece tener nombre y apellido.
—Que intuitivo eres, supongo que es un rasgo que se hereda en su familia.
—Ambos tenemos excelentes genes —mientras hablaba, Diamond se encogió de hombros restándole importancia—. Los mejores de todas las ramas mágicas quizás, pero al final, solo uno de los dos podrá sobrevivir.
—Y no sabes cuanto anhelo que llegue ese día.
—Pronto, Ases, pronto verás la noche caer sobre todas las naciones.
Tras decir esto Diamond desapareció en una nube oscura, y él último sonido que se pudo oír retumbando en medio de la oscuridad del bosque fue su risa que poco a poco se fue apagando.
Julian caminó hasta estar ubicado en el área de vegetación muerta que Diamond había dejado, estiró la palma, y luego de ponerse al ras del suelo mientras emanaba su propia magia la vegetación comenzó a crecer nuevamente, y aquella aura negativa se comenzó a introducir dentro de su cuerpo.
Al finalizar dio media vuelta y regresó nuevamente al palacio. Se encerró en uno de los baños de la servidumbre y se observó al espejo mientras se sujetaba del mueble donde reposaba el pocillo de agua.
Su reflejo mostraba como unas enredaderas partían desde su oreja, exactamente desde la altura del lóbulo, hasta su rostro. Uno de sus ojos de color verde había sido reemplazado por uno de color rojo brillante, el cual, debido a la energía negativa que acababa de absorber, le daba un brillo particular.
—Curae —dijo, y el pendiente que traía en esa oreja comenzó a emanar un aura de color verde.
Las marcas poco a poco fueron desapareciendo, pero la sensación incómoda de estas no se borraban por completo. Agachó la mirada, se tiró agua a la cara, observó su reflejo y enseguida impregnó un puñetazo sobre la superficie de este. Los cristales cayeron al igual que las gotas de sangre, pero la herida que tenía en los nudillos poco a poco se fue borrando gracias al pendiente que aún emanaba su aura mágica.
—Aún no es tiempo —se dijo a si mismo mientras acomodaba su cabello hacia atrás.
El que Diamond ahora tuviera el poder suficiente para desprender tal cantidad de miasma de su cuerpo no era algo bueno, y esto Julian lo sabía gracias a Diomedes, aquella era la misma maldición que guio en su momento a Marie a la locura y provocó que Navidia se volviera una nación gélida.
En cuanto se aseguró de que regresó a la normalidad salió del baño, y cuando estaba rumbo a la fiesta se encontró con Privai, quien estaba recostaba un poco lejos de la bulla.
—Pensé que tardarías más tiempo —le dijo mientras le invitaba de su copa de vino.
—No estoy de humor —respondió cortante.
—Lo siento —ella rio—, es solo que... es tan raro vernos a todos reunidos después de tanto tiempo. Al menos desde donde puedo verlo, Diamond no ha cambiado pese a que estuvo encerrado durante todo este tiempo, Draven, bueno, sigue siendo el mismo glotón de siempre, aunque ahora tiene más responsabilidades.
—¿Qué me dices de ti? —preguntó él con sorna.
—¿Yo? Bueno, no puedo decirte que sigo siendo la misma niña ingenua, pero si te seo franca, me gustaría volver a esa época de paz que alguna vez tuvimos.
—La gente cambia.
—Y tú cambiaste más que nadie —expresó ella con cierto deje de melancolía—. Extraño al Julian de antes.
—Creo que ya tomaste suficiente vino, Privai.
—Créeme que estoy más sobria que nunca —contestó mientras se estiraba ligeramente— ¿Encontraste lo que buscabas?
—Sí, ya tengo los accesos.
—Estupendo —y tras decir esto, Privai se acercó a Julian y estiró una mano en su dirección— ¿Bailas?
—Vaya, y dices que el vino no te afectó.
—Tan solo trato de ayudarte.
—¿Ayudarme? —preguntó él mientras se cruzaba de brazos— ¿A que exactamente?
—Tu sabes perfectamente a qué, desde donde él se encuentra, te podrá ver.
—Tu padre se escandalizaría si se entera de que apoyas a tu prometido a verse con otro... hombre.
—Bueno, yo me rendí aquella noche Julian, ahora no tengo arrepentimientos.
Y tras decir esto, Privai guio al muchacho hacia el centro de la pista haciendo gala completa de su sensualidad. Julian por momentos no podía aguantar la risa, pero debía mantener la compostura.
Los gemelos le habían echo pasar una noche complicada, pero al menos en ese momento se podía olvidar un poco de todo y disfrutar la velada.
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