CAPÍTULO II: El retorno del caballero.
Durante las siguientes semanas Rocke comenzó a brindarle las terapias a Emerald, su movilidad fue aumentando paulatinamente, pero sus músculos seguían tan débiles que para poder movilizarse por su cuenta debía de apoyarse en un bastón. Agatha, al ver que el proceso de recuperación estaba tomando más tiempo de lo planeado, mandó a llamar a los mejores hechiceros especializados en sanación.
Emerald no sabía cual era la prisa de su madre, pero el que quisiera apresurar las cosas de esa manera, no podía significar algo bueno.
Otro de los problemas que tenía era Denaisa, su falsa prometida simplemente no le dejaba espacio para respirar, en más de una ocasión se había aparecido durante las terapias y no se movía de allí hasta que la sesión finalizara. Y claro, al no poseer demasiada movilidad, no podía escaparse con facilidad.
—Diamond, te traje un poco de pastel de frutas, lo hice hoy —ella se sonrojó conforme estiraba el pequeño pocillo que contenía el postre en su dirección—. Es de frambuesas, sé lo mucho que te gustan.
Emerald observó el postre y sonrió por compromiso —A Diamond le gustaban— pensó. Ella prefería las moras, pero claramente no podía decirle eso a Denaisa.
—Gracias —le respondió mientras se llevaba un pedazo del pastel a la boca.
La peliblanca lo observó expectante, ella alzó un pulgar hacia arriba en señal de aprobación, y la muchacha no pudo evitar pegar un brinco de alegría.
—¿Es un lindo día, no crees? —preguntó ella mientras observaba el cielo despejado.
Denaisa prácticamente la había obligado a ir al jardín para que recibiera los rayos del sol. Desde que Emerald había despertado no había vuelto a salir del palacio, prefería quedarse encerrada en la biblioteca estudiando magia, porque teniendo en cuenta su condición física actual, esto la volvía un blanco vulnerable para cualquiera.
—Sé que las cosas no están siendo fáciles ahora —escuchó que ella le dijo mientras sostenía sus manos—. Pero ya verás que todo mejorará, eres el virtuoso más poderoso de nuestra generación, encontrarás una solución.
Emerald simplemente la observó en silencio y luego asintió. Tratar de contradecir a toda la gente que asumía que ella había hecho algo en Navidia hace once años atrás, era demasiado agotador.
—Estoy algo cansado, iré a mi habitación.
—¿Tan pronto? —la decepción en el rostro de Denaisa era demasiado notoria.
—Las terapias de magia me cansan más que las normales —mintió—. El que quieran fortalecer mis músculos tan rápido resulta agotador.
—Bueno, entonces volvamos adentro.
—Puedo ir solo —le sonrió—. Necesito caminar por mi cuenta.
—Está bien...
Diamond se puso de pie con cierta dificultad, apoyó su bastón en el suelo y comenzó a caminar lentamente, Denaisa se quedó sentada en la banca mientras removía el resto de pastel en el pocillo.
—Estuvo rico —dijo mientras volteaba a observarla—. Tienes talento para cocinar.
Al escucharla decir eso la sonrisa de Denaisa se expandió por todo su rostro, inclusive Emerald se dio cuenta de que sus ojos se cristalizaron levemente, pero ella se encargó de desviar la mirada para que no la viera llorar.
Decidió dejarla sola, si se quedaba a consolarla de una u otra forma, estaría dando pie a que Denaisa siguiera avivando los sentimientos que ella poseía, y aunque sonara mal por parte de Emerald decirlo, prefería que Denaisa fuera entendiendo que ese era el trato que tendrían durante su falso matrimonio.
Una vez que se fue se permitió darse un respiro, y en ese momento su estómago rugió, tenía hambre, y si se quería enfocar en sus estudios necesitaba saciarse un poco.
Se dirigió a la puerta de la cocina y no vio a nadie. Las cosas para el almuerzo estaban a medio cortar, el agua ya estaba hervida sobre la lumbre, y los platos que aparentemente estaban limpios seguían dentro del cuenco de agua. Sin embargo, lo que le resultaba extraño era que en otra mesa un poco más decorada, hubiera varias cosas ya listas, y hasta donde ella sabía, la hora del desayuno ya había pasado hace mucho.
—¿A dónde fueron todos?
Desde que ella había despertado vio demasiadas caras nuevas, la gran mayoría era gente joven, apenas un poco mayores que ella, y de los sirvientes antiguos que tuvo cuando era niña no quedaba ninguno, ni siquiera Alessa.
Decidió caminar hasta la mesa y tomó un pan, lo llenó de jalea de mora y mientras lo comía lentamente, avanzó hacia a la puerta que daba al salón. Conforme avanzaba comenzó a escuchar muchos cuchicheos y risillas provenientes de las nuevas sirvientas, todas estaban atiborradas tratando de mirar por la pequeña rendija de la puerta.
—¿Qué hacen? —preguntó ella desde atrás, su voz gruesa hizo que las mujeres se sobre saltaran.
—S... su majestad —respondió una nerviosa mientras hacia una reverencia, las demás la imitaron.
—No le diré nada a mi madre si es lo que están pensando —tras decir esto el color natural de las mujeres regresó—. ¿Qué están viendo por la rendija?
—Oh, su majestad, la guardia real ha regresado —dijo una.
—Sí, y trajo consigo a los prospectos de candidatos de este año.
—¿Ya están realizando las prácticas los nuevos candidatos?
—Sí, su majestad, y bueno... —ella se sonrojó—, estábamos viendo al candidato más prometedor de todos ellos.
—¡Ahí viene! —gritó una entre dientes desde atrás.
Tras escuchar la aparente señal las mujeres corrieron nuevamente a la cocina y acomodaron todas las cosas que estaban sobre la mesa. Que estaban conformadas por: sándwiches, jugo, un poco de estofado, y postres.
Emerald ni siquiera se movió, sentía curiosidad por la persona que ellas aparentemente conocían, y para ser franca, la cantidad de hormonas revoloteadas le resultaba graciosa.
—¡Buenas tardes! —escuchó que gritaron mientras abrían la puerta.
Un soldado que aún traía el casco puesto entró, Emerald tuvo que mirar un poco más arriba porque era muy alto, tranquilamente le sacaba seis centímetros de diferencia. Se percató de que su cuerpo era un poco musculoso, aunque fácilmente la armadura podía estarla engañando; su voz era gruesa y armoniosa, provocaba que quien lo escuchara sintiera inmediatamente una descarga eléctrica.
—No era necesario que se tomaran tantas molestias.
El muchacho pasó sin siquiera mirarla, su atención estaba enfocada únicamente en la comida sobre la mesa. Si fuera otra persona es probable que tal desplante hubiera sido motivo de castigo, pero a Emerald le daban bastante igual esos protocolos anticuados. Las sirvientas por su parte, al darse cuenta que el caballero ni siquiera volteó a mirar al futuro rey, se miraron con cierta incomodidad las unas a las otras.
El soldado se retiró el casco y lo dejó en el suelo, tomó asiento, y comenzó a devorar todo lo que había frente a él.
Emerald se quedó mirándolo atenta, el cabello castaño, y el apetito descomunal solo le podían indicar una cosa.
—¿Draven?
Tras oírla Draven dejó de comer y giró lentamente mientras mantenía la boca llena, Emerald lo reconoció de inmediato, estaba tan acostumbrada a verlo atiborrase de esa manera, que hasta le resultaba gracioso.
—D... ¿Difamon? —dijo, y aunque no se le entendió del todo, ella sabía que había dicho su falso nombre.
De inmediato Draven se puso de pie y dejó la comida de lado, se acercó corriendo hasta donde estaba ella, la sujetó entre sus brazos, y la alzó ligeramente del suelo. Ambos comenzaron a reírse, de forma inconsciente los brazos de Emerald rodearon su cuello y Draven la apretó con más fuerza.
Pero la felicidad fue cortada de golpe, ya que recordaron donde estaban, y lo que eran ante los ojos del resto de personas.
El gesto que había tenido Diamond no pasó desapercibido para las sirvientas, las cuales jamás lo habían visto sonreír de esa forma con su prometida.
—Por los dioses, te extrañé tanto —susurró Draven cerca de su oído, Emerald sintió escalofríos.
—Vamos a la biblioteca, allí podremos hablar con más tranquilidad.
Draven asintió y regresó de inmediato para recoger su casco, tomó un par de sándwiches, y luego de agradecer por la comida se fue junto a Emerald escaleras arriba.
—¿Desde hace cuanto despertaste? —le preguntó mientras la ayudaba apoyarse para que pudiera caminar.
—Ya llevo varias semanas despierto.
—Tu madre no ha informado nada.
—¿No lo hizo?
—No, por eso me sorprendió verte en la cocina.
—Francamente he visto poco a mi madre, no sé que es lo que está haciendo o que es lo que está planeando.
—Sí, respecto a eso tengo que decirte un par de cosas.
—Bueno, hablaremos largo y tendido sobre esos temas allá arriba —él asintió— ¿Cómo te ha ido? ¿Ya realizas las prácticas con el ejército? ¡Estoy muy feliz por ti!
—Gracias, la verdad me costó bastante, pero logré entrar el año pasado.
—¿Tan joven? ¿Por lo general esperan a los dieciocho para poder evaluarlos, no?
—Sí, pero mejoré bastante en la escuela, que me permitieran evaluarme antes fue un verdadero honor.
—Me alegro mucho por ti, Draven, eres quizás el primero en entrar desde una edad tan joven.
—Gracias —respondió mientras la miraba—. Pero lo hice... para poder estar más cerca de ti.
Tras escucharlo Emerald sintió una pequeña sensación dentro de su corazón, no al grado de lo que sentía cada vez que Julian rozaba si quiera sus manos, pero era bastante similar.
—Soy tu caballero —añadió luego de que ella se quedara en silencio—. Juré protegerte, y no podía hacerlo estando lejos de ti.
—Agradezco mucho que lo hicieras por mí —fue lo único que ella se limitó a responder.
Continuaron hablando de cosas banales durante el resto del camino, y para cuando llegaron a la biblioteca, ambos se encerraron dentro.
—Espera, trataré de poner un hechizo a nuestro alrededor.
Emerald se paró cerca a la puerta y recordando uno de los hechizos que tantas veces usaron cuando era niña, colocó un aura protectora que impedía que el resto de personas fuera del cuarto pudiera escucharlos.
—¿Aún puedes hacer magia?
—Aparentemente sí, pero se siente completamente diferente a la de Marie.
—¿En que forma?
—La magia de Marie era como una sensación explosiva, dolía.
—¿Y la que tienes ahora, de quien es?
—Lo único que se me ocurre... es que mi padre fusionó su alma con la mía y me entregó todo su poder.
—Las cosas han sido difíciles desde aquel día en Navidia.
—Me he percatado, aunque no sé cual es el panorama global.
—¿Has vuelto a sentir a Diamond?
—Hay momentos por las noches donde mi alma sale de mi cuerpo y viaja hasta la frontera del abismo, pero no puedo entrar, aunque siento dentro de mí que él está del otro lado.
—¿Tu madre te ha dicho algo más?
—No, solo sé que han hecho expediciones a las afueras del abismo, pero no encuentran la manera de entrar. Sé que Diamond está resguardándose dentro pero no sé porque no aprovechó para atacar.
—¿Y si sus almas se conectaron de alguna manera?
Emerald observó a Draven y se quedó meditando su pregunta durante varios minutos, la idea no sonaba tan descabellada y era bastante factible que de alguna forma, al haber compartido la esencia de Marie, algo más hubiera pasado cuando el alma se separó de su cuerpo.
—De ser el caso, Diamond debe estar en las mismas condiciones que yo.
—Exacto, al igual que tú, él debe estar ganando fuerza.
—¿Sabes algo de Julian? —le preguntó y Draven frunció levemente el ceño.
—No, lo he visto a veces por la escuela, pero bueno, sin ti no hay mucho que tengamos en común.
—¿Está bien?
—En parte, Navidia fue destruida, tuvieron que volver a reconstruir todo el palacio, Rugbert y compañía tienen una acusación conspirativa a cuestas, pero las cosas van avanzando poco a poco.
—¿Por qué los acusaron de conspiración?
—Tu madre indicó que orquestaron la muerte de tu padre, pidió sus cabezas, pero luego de hacerlos pasar por una prueba los declararon inocentes.
—Ya veo —ella sintió cierta sensación de alivio dentro de si.
—Después de eso no ha pasado mucho, la vida no es igual a como la recuerdas, hemos tenido que adaptarnos para sobrevivir y le ha costado a varios, pasamos de vivir con libertad a estar recluidos en las murallas.
—Buscaré la forma de frenar todo esto, pero lo primero que tengo que hacer es... salvar a Diamond.
—Lo que necesitamos hacer es... frenar todo esto, tu hermano no va a doblegarse, viste lo que te hizo ese día, eres consciente de la forma en la que te dejó, Emerald. No podemos confiar en él.
—Algo tuvo que haberle pasado, mi hermano jamás me hubiera hecho daño.
—Pero lo hizo —respondió Draven, y ella agachó la mirada—. Casi te mata, aún hoy recuerdo tu cuerpo frío reposando entre mis brazos, Emerald —Draven suspiró—. Tuve mucho miedo ese día, era la segunda vez que sentí tal impotencia por no poder proteger a alguien que quiero.
Cómo ambos se encontraban uno frente al otro, Draven aprovechó la situación para sujetar los dedos de ella, la miró, y los apretó con delicadeza mientras acariciaba sus nudillos.
—No quiero que vuelvas a arriesgar tu vida de esa forma.
Draven volvió a abrazarla con más fuerza, Emerald terminó reposando su cabeza en el espacio de su cuello. La armadura se sentía fría, pero de cierta manera sentía como una sensación de calor la envolvía al tenerlo cerca.
—Será diferente a la otra vez —le dijo—. Ahora tengo más control, puedo defenderme, ya no soy un blanco débil.
El castaño se separó y la observó, una de sus manos acarició su mejilla, Emerald no pudo evitar sonrojarse levemente por tal acción.
—Sé que siempre has sido alguien fuerte, Emerald —exclamó mientras sujetaba su mentón—. Pero no estás sola en esto, ya no más. Me he vuelto alguien fuerte con tal de protegerte, y es lo que haré, reafirmo lo que te prometí ese día en la cueva, no pienso volver a dejar que nada malo te pase, no permitiré que alguien más te vuelva a hacer daño.
—No sé que haría sin ti, Draven —respondió ella con cierto nerviosismo—. Eres un gran amigo.
Tras decir esto Draven soltó su mentón, Emerald se quedó estática, no podía si quiera respirar, sentía que los pulmones se la habían comprimido. Draven simplemente la observó, sonrió de forma lineal y seguidamente sujetó sus manos para depositar un beso casto sobre sus nudillos.
—Es hora de que regrese a la concentración, tan solo había venido a traer un mensaje a uno de los concejales.
El castaño se puso de pie, y antes de marcharse desordenó el cabello de Emerald quien aún se mantenía estática en el mismo lugar.
—Nos veremos pronto, su majestad.
Y tras decir eso, Draven se fue y dejó a la muchacha con más preguntas que respuestas rondando su mente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro