5. Primer día
Disfruten el capítulo.
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Top tres de las personas que jamás pensaría Camila toparse en el hospital.
El número uno se lo llevaba su ex novio, un tipo que conoció en su año de interna dónde tuvo la desgracia de quedar como la novia cornuda por el residente que le prometió la luna y las estrellas a cambio de pasar una noche juntos. Por supuesto Camila tenía ese grado de inseguridad que le impidió acceder con facilidad —puesto que nunca había hecho algo más allá de unos besos—, su respuesta bastó para hacer que el otro perdiera interés y se fuera por la compañera de piso de ella aún cuando se suponía seguían juntos. Fue doloroso atraparlos en pleno acto porque se suponía que él le daría el tiempo suficiente para que estuviera lista. Y sí, estuvo lista, pero para decirle adiós al tipo.
El segundo, era el doctor Guzmán, claramente.
Y la última —pero no menos importante— era Alexa Luján. Después de todo lo sucedido anteriormente pensó firmemente que sus raros y esporádicos encuentros se quedarían ahí, en el pasado.
Nunca cruzó por su mente que al menos una de esas tres personas estuviera en el mismo hospital dónde estaría laborando por un tiempo.
—Hey, ¿te pasa algo? —preguntó Julia, una de las residentes que se encontraba en la misma sala a la que accedieron momentos atrás.
—Supongo que es una especie de karma.
—¿Qué cosa?
—Alexa —respondió divagando.
—¿Hablas de la residente que parece estrella de cine?
—¿Eh? —volvió en sí cuando notó que Julia le estaba siguiendo el hilo de la conversación. Algo que no debería suceder porque sólo pensaba en voz alta—. No, no. Hablo de… Uhm. No, no tiene importancia—. Volteó de reojo a unos asientos más al costado. Alexa parecía concentrada leyendo un cuadernillo en lo que la sesión informativa daba inicio.
—De acuerdo —Julia la vió extraña. Luego prefirió abordar temas para entrar en confianza con su compañera, algo que Camila agradeció porque al menos no estaría sola en lo que iba del día.
…
—Es todo por ahora. Salgan de aquí. Vayan a sus casas a estudiar y a dormir. Mañana a primera hora los quiero tan frescos y relucientes para iniciar —brindó como último comentario el médico que les había dado la sesión informativa antes de salir de la sala.
—Bastante exigente el doctor aquel, ¿No?—dijo un joven residente a ellas.
—Confiemos en que sólo lo dijo para asustarnos —respondió Julia cuando vió al otro acercarse—. Hola. Soy Julia.
—Omar —se presentó y luego observó a la otra persona—. Te llamas Camila, ¿Cierto?
—Si. Un gusto —sonrió amable.
—Oigan, chicos. Si no tienen nada que hacer ahora. ¿Qué les parece si le damos un pequeño recorrido al hospital?
—Yo, encantado —expresó Omar ante la idea de Julia.
—¿Y tú Camila? ¿Qué dices? ¿Camila? —repitió la pregunta al notar que estaba distraída.
Momentos atrás, Camila observó como Alexa seguía retenida en su asiento mientras unos compañeros se acercaban para hablarle mostrándose empáticos.
No le concernía ciertamente lo que estuvieran discutiendo pero esperaba que cuando se desocupara, tener la oportunidad para hablar con ella. Sólo que tiempo después, cuando volvió la vista a su compañera se dió cuenta que Alexa ya se había ido.
—¿Ah? Si. Disculpen. Claro. Vamos juntos.
Pasaron la siguiente hora recorriendo algunas áreas o puntos de interés dentro del hospital. Incluso intentaron acceder a algunas zonas de especialidad solo que por cuestiones de seguridad e higiene, los accesos les fueron restringidos.
—Oigan, ¿creen que estando en nuestro primer año tengamos la oportunidad de realizar algún tipo de operación? —Omar tomó asiento en una de las jardineras del acceso del hospital. Tenían poco tiempo de haber salido.
—No tengo idea. Aunque sería genial que por lo menos tuviéramos la oportunidad de servir de apoyo en alguna —contestó Camila con anhelo.
—Será complicado si tomamos en cuenta el carácter del jefe de cirugía. ¿Se dieron cuenta que solo demoró apenas minutos para hablarnos?
—Si. Habrá que hacer bastante mérito para que siquiera voltee a vernos.
Camila observó a sus dos nuevos amigos quienes parecían algo nerviosos de lo que pueda ocurrir en el futuro. Ni ella misma estaba segura de lo que pasaría pero tenía la confianza suficiente para pensar que lo que sea que les aguardará serían vivencias positivas.
—No se desanimen, chicos. Hemos llegado tan lejos en esta carrera. No ha sido fácil para nadie. Algo me dice que quizá mañana sea solo el principio de algo genial —completó con emoción. Ambos la observaron pensativos para luego dejar a la vista una distinguida sonrisa motivados por el discurso de Camila.
—Tienes razón —dijo el chico—. Será difícil pero no importa. Ya llegamos hasta aquí y solo nos queda seguir esforzándonos.
Todos asintieron. Era obvio que se encontraban nerviosos de lo que fuera a ocurrir más adelante. Incluso Camila no había podido descansar bien la noche anterior por la ¿emoción? ¿Pánico? Tal vez un poco de ambos. Y ahora que se encontraba dentro podía sentir el alivio al menos hasta que lo difícil comenzará.
—Me voy chicas, tengo un mandado que hacer.
—Yo también. Mi transporte ya llegó —Julia se despidió de ambos antes de irse.
Camila fue la única en quedarse. Era temprano y como no tenía pendientes se tomaría más tiempo para darle otro recorrido al hospital.
—Eso fue inspirador —la voz repentina de una persona hizo que la joven se sobresaltara—. ¿Eres algo así como la mamá de los polluelos? —Cuando la vió y entendió de quién se trataba no pudo más que reñir.
—¡Alexa, me asustaste!
—Así tendrás la conciencia… —sonrió con malicia.
—Calla. Sólo fue porque siempre te apareces cuando menos lo espero.
—Auch —fingió ofenderse, reponiendose al instante—. Más bien, pienso… —Decidida, se levantó para acercarse a ella—, que tú siempre apareces a dónde quiera que voy.
—¿¡Qué!?
—O ¿cómo explicas que estés en el mismo hospital? —Con delicadeza la sujetó haciendo que la otra retrocediera hasta quedar aprisionada contra el muro—. Esto debe ser el destino.
El acercamiento era más de lo que una persona en su sano juicio podía soportar. Tenerla cerca, observándola era peligroso y más con aquel aura seductor con el que Alexa parecía estar bendecida, la volvía cosa seria.
—O-oye. ¿Qué haces, loca? —Se alejó. Sus mejillas parecían arder.
—Deberías verte en un espejo —bromeó—. Estás rojita.
Camila notó el tono de burla en su compañera, desde luego aquello le molestó porque tal parecía que lo hizo con esa intención.
—Dios. ¡Eres insoportable!
—Puedo ser lo que tú quieras —volvió a su postura normal. Incluso tomó asiento a un costado cerca de donde se encontraba—. Aunque a mí parecer, tal vez debería ser lo contrario. Después de todo, me la debes.
Al principio, Camila no entendió a lo que se refería. Retrocediendo en el tiempo, desde el día en que cruzaron palabras, recordó algo que la dejó con dudas: ¿Qué había ocurrido exactamente el día del examen?
—Necesito preguntarte una cosa —la confrontó—. Algo me dice que tengo que agradecerte por lo que pasó ese día.
—... —la escuchó atenta.
—Dijiste algo que me lo confirmó. No sé cómo pero hiciste que el doctor Guzmán se ausentara en mi examen. ¿Por qué? ¿Cuáles fueron tus razones?
Sorprendida o no, Alexa se mantuvo imperturbable. No parecía ser consciente de la importancia del tema para la otra puesto que era irrelevante para ella.
Después de todo, jamás planeó hacerlo para ayudar a su compañera. No era de su incumbencia y ni siquiera la conocía lo suficiente para hacer algo que pudiera ameritar su atención.
Entonces, ¿por qué lo hizo?
—Sabes. Hay ciertos momentos en que solo debes de simplemente dejar las cosas tal y como están. Piensa que sólo fue suerte. Tal vez… yo no quise tenerlo en mi examen y tú solo estuviste en medio de mi objetivo —Explicó. Si le creía o no, poco le importaba. Sin esperar respuesta, se levantó para irse. El doctor había sido claro con ocupar la tarde para descansar, más sin en cambio, ahí seguía. Necesitaba ir a dormir o lo que fuera importante para estar presentable en su estadía como residente.
***
—¡Ma, ya llegué! —Camila ingresó por el corredor hasta la pequeña sala donde ubicó a su abuelo y madre discutiendo algo. Por el tono y sus semblantes, parecía serio—. Hola ma, abue.
—Cariño, llegaste temprano —rápidamente dejó el tema de lado regalándole una cálida sonrisa.
—Si. Por hoy los doctores nos permitieron salir antes y aproveché a darle un recorrido al hospital.
—Eso es bueno, hija. Familiarizarte con la que será tu segundo hogar.
—Si, abue.
—Y yo aquí en mis laureles. Tengo que ir a apurarme. La comida aún no está lista
—Deja te ayudo, ma.
—No, Cami. Mejor sube a ver si tú hermano ya acabó la tarea. Según él está papita.
Soltó una risa—. Pues mejor voy a cerciorarme de que sea así—. Su madre se fue a la cocina. Lo que Camila aprovechó porque por el semblante serio de su abuelo lo que sea que estaban hablando momentos antes de que llegara parecía importante—. Abue, ¿te sientes bien? Hace un rato parecían preocupados por algo.
—No es nada.
—Saben que pueden contarme lo que sea.
El anciano agradeció. No le gustaba ocultar cosas a su familia, pero está vez arregló con su hija en mantenerlo en secreto—. No te preocupes, Cami. Todo está bien.
Aunque no le creyó. Decidió no indagar más. Al menos hasta encontrar otro momento adecuado para hacerlo. No le agradaba que su familia viviera en constante preocupación por deudas o colegiaturas y ahora que consiguió entrar al internado intentaría apoyarlos de alguna u otra forma.
A la mañana siguiente, los nuevos aguardaban pacientes en el aula de estudio dónde por indicación del jefe de residentes, tomarían su primera clase y luego serían integrados a la parte médica para su capacitación.
Ubicó a escasos asientos a Alexa, quien de inmediato se vió rodeada de un par de residentes que parecían intentar sacarle plática. No duró mucho y una vez que la doctora arribó de inmediato todos volvieron a sus asientos.
—Uff. Esto estuvo demasiado pesado —Omar intentaba guardar a prisa sus cosas—. Por poco salgo regañado. Menos mal que me sirvió el repaso que le di ayer a la guía.
—Chicos —intervinó Julia. Ya tenía la mochila lista—. Tenemos media hora antes de que nos llamen a la sala. Que tal si vamos a desayunar.
—Si. Me parece bien.
Camila se levantó cuando Alexa se disponía a irse.
—Sigan. Los alcanzó en un momento —Apenas decirlo se apresuró a ir detrás de la pelinegra. Quien en una pequeña fracción de segundos desapareció de su campo visual—. ¿A dónde rayos se fue?
—¿Buscas a alguien? —La sorpresiva intervención provocó un sobresalto en la joven.
—¡Alexa! —Se tocó el pecho—. ¿Porque siempre te apareces de la nada?
Ella sólo se rió, cuando se recompuso decidió avanzar al acceso de salida. Solo que no logró dar más de tres pasos puesto que Camila la detuvo sosteniendo su bata.
—Espera. Antes de que te vayas. Quiero… —estaba nerviosa—, hablar contigo.
Tomaron asiento en una de las jardineras del exterior del hospital.
—Desconozco tus motivos de la ayuda de aquella ocasión, sólo quiero decirte… Gracias. No tenías porque hacerlo debido a que tenía plena confianza de poder lograrlo —recordó que pudo conseguir los artículos de aquel prestigioso hospital—, aún así agradezco mucho tu intervención. Uhm. Si hay algo que pueda hacer por tí, solo dímelo.
Alexa la observó paciente. La joven era demasiado insistente con el tema, hasta cierto punto era encantador.
—Cierra los ojos.
—¿Eh?
—Haz caso.
Indesisa, Camila acató la orden de su colega.
Fue extraño sentir la incertidumbre de lo que pudiera suceder. Aquella petición trajo consigo intensificar sus demás sentidos. Pudo apreciar mejor el perfume que usaba. Extrañamente su aroma le agradaba en más de un sentido. Nunca había percibido nada similar, lo que le generó un pequeño placer de ser capaz de admirar algo sin igual. Luego vino algo que le provocó un sobresalto. Quizá sólo fue su imaginación pero juraría que Alexa estaba más cerca, a escasos centímetros de su rostro, lo que provocaba sentirse nerviosa pues no necesitaba ser una genio para creer lo que intentaba hacer. Camila era consciente de su orientación sexual y pese a que no compartía los mismos gustos, si con eso Alexa se conformaba para agradecerle, no le quedaba más remedio de aceptar.
Fácil. Pensó la joven aunque ella se lo hacía demasiado complicado con la demora en que la tenía. Era tortura pura y eso la ponía vulnerable. Tragó saliva cuando de pronto sintió que Alexa respiraba a casi milímetros de sus labios.
Dios que esperas, hazlo de una buena vez. Pensó con intriga e incentivada por el desenlace provocó que se inclinara al frente dándose cuenta que nunca llegó. Fue cuestión de segundos en notar —al abrir los ojos— que ella se había ido.
—Pero que… —el sonido de su celular captó su atención. Era un mensaje.
Número desconocido: Eres demasiado linda para un simple beso. Descuida, ya me pedirás hacerlo de nuevo.
¿Acaso se burlaba de ella? y ¿Cómo logró conseguir su número?
Camila: ¡Qué demonios! ¿¡Cómo tienes mi número¡?
Número desconocido: Tengo mis métodos. Será mejor que te apresures a volver a la sala, Bella durmiente.
Camila: ¡Dios, eres insoportable!
Se levantó de golpe para ir como dijo ella a la sala de la especialidad. Si en el pasado llegó a sentir una pizca de gratitud por Alexa, eso estaba disuelto.
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