Freddy lo sabía, que su amigo no dormía mucho por las noches. Pero había días en los que parecía que llevaba despierto más de cuarenta y ocho horas.

Ese era uno de esos días.

Fred siempre era pálido. Pero había días que esa palidez llegaba a un extremo tal que el color blanco y negro eran parte de su rostro.

— Fred, ¿Quieres de mi café? Tiene vainilla y hielo.

El azabache con lentitud y los ojos medio cerrados volteó a verlo, tardó un momento en asimilar lo que su amigo le había dicho.

Finalmente extendió la mano tomando la botella de cristal donde Freddy llevaba siempre café o bebidas enrgizantes, a Fred no le gustaban, pero aún así le dió un trago.

— ¿Estás bien, Fred?

— Estoy cansado, Freddy.