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9. Triskelion

Amelia no podía aguantar las ganas de ahogar a Tenebra en la pileta de agua más cercana, pero comprendía perfectamente que esa no era la manera de hacer las cosas: primero, tendrían que sacarle toda la información posible antes de intentar matarla. Además, probablemente aquella delincuente les sería bastante útil en sus planes para contraatacar a la Armada Carmesí.

— ¡Se van a morir! - Amenazó Tenebra - ¡Vendrán por mí! ¡Van a matarlos a todos, imbéciles!

Amelia decidió ponerle un poco de cinta gris sobre la boca para que no hablara hasta que decidieran qué hacer con ella. Tras ponerle audífonos con música a todo volumen por si llegaba a escuchar lo que ellas dos decían, ella y Alyssa salieron a tomar aire al balcón que daba al patio de la vecindad. A esta hora, no había más que un agente haciendo guardia. No parecía haberse dado cuenta de que una asesina se coló al cuarto de Alyssa (lo que hablaba muy mal sobre su trabajo como vigilante). Una vez ahí afuera, Alyssa fue la primera en hablar.

— ¿Qué haremos con ella? ¿No es de las que quieren muerto a tu amigo Kai?

Amelia asintió: la verdad es que a veces, también ella quería muerto a Kai. Las cosas probablemente hubiesen sido más sencillas para ella si jamás se hubiese involucrado con Alba Dorada, pero por otro lado, quizá estuviese sumida en un pozo de miseria y autodesprecio, embriagándose y probando una que otra sustancia: ahora podía hacer lo mismo, pero con objetivos en la vida y todo eso.

— Supongo que podemos sacarle respuestas.

— ¿Y si no quiere?

— Quizá después de que la acaricien con un cable pelado, cambie de parecer - Insinuó Amelia, desvergonzadamente: no estaba de humor para ser la policía buena aquí (nunca, en realidad).

Al cabo de un rato, Alyssa trató de volver a la cama, pero fue inútil: ambas siguieron despiertas hasta el amanecer, momento en el que decidieron informarle a la tropa lo ocurrido: de inmediato, dos de ellos se ofrecieron voluntarios para montar guardia en un cuarto sin ventanas, dentro del que estaba Tenebra, amordazada, maniatada y colgada de cabeza de un gancho en el techo. Cuando Amelia consiguió escribir su lista de preguntas (y hubo desayunado lo suficiente para no tener hambre en todo el día), decidió llamar a Alyssa para participar juntas en su interrogatorio.

Tras atravesar el umbral, Amelia le pidió a uno de los guardias que le quitara la cinta de la boca a Tenebra, quien, jadeando, pidió un vaso de agua. Amelia no pudo evitar reírse, pero pidió que lo trajeran, colocándolo frente a Tenebra, quien, de cabeza y sin poder mover las manos, se retorció un poco antes de rendirse y dirigirle la palabra a sus captoras.

— Muy graciosas.

— Supongo que todavía no tienes ganas de contarnos lo que ocurre - Insinuó Amelia, acercándose a Tenebra. En lugar de golpearla, como en realidad quería hacer, decidió patear el vaso de plástico, derramando el agua en su interior. Inmediatamente, pidió que lo rellenaran.

— Vuelvo en una hora - Le avisó a Tenebra - Llámame si quieres hablar.

Y, ante la aterrorizada mirada de Alyssa, abandonó la habitación, dejando a su prisionera adentro. No es que Amelia disfrutase haciendo estas cosas, pero sabía que, teniendo la oportunidad de sacarle información a alguien como Tenebra, tenía que aprovecharla a la brevedad. Las vidas de muchas personas dependían de ello.

Mientras tanto, en la Ciudad Dorada, las cosas no iban mucho mejor: los suministros empezaban a escasear y si no enviaban apoyo para romper el bloqueo, iba a ser complicado mantener su posición: Violet se las veía cada vez más complicadas para mantener el orden en los barracones, donde cada vez eran más los inconformes: de los grupos de agentes que escapaban en sus tiempos libres para conseguir comida en el exterior, usando el desagüe como vía de escape, cada vez eran menos los que regresaban: no les constaba, pero probablemente, muchos de ellos eran capturados por los hombres de la Armada Carmesí, ocasionando insignificantes bajas en el proceso.

Rafael también estaba mucho más estresado de lo normal: no salía de la sala de juntas desde hacía poco más de veinticuatro horas, negándose a dormir más de lo necesario. Además, tanto Mariela como Keri, dos de las otras élites que sobrevivieron a la toma de Coatzacoalcos, intentaban mantener el orden y contactaban cada poco tiempo con las otras bases: Tristán, por su parte, intentaba desarrollar una estrategia de emergencia para llevarse por delante a la mayor cantidad de soldados enemigos en un ataque casi suicida, por si los refuerzos no llegaban a tiempo.

Y, aunado a esto, las noticias del exterior no les daban muchas esperanzas: en La Ciudad, habían añadido un nuevo destino para enviar provisiones, con la resistencia civil en el sur ayudándolos a mantener a raya a la Armada. En el norte, Saucedo tenía problemas para pacificar la Prisión Vertical, donde un grupo de chaquetas rojas permanecía atrincherado, esperando a que bajaran para acribillarlos. Coatzacoalcos seguía recuperándose del ataque de la Armada, pero no tenían agentes disponibles, pues en Xalapa, los cadetes estaban purgando a un grupo de chaquetas rojas que habían intentado entrar desde el norte de la ciudad.

Parecía que Arze se había dado cuenta de que estaban reagrupándose, preparando un contraataque, pues desde hacía día y medio, no los dejaban en paz. Violet empezó a sospechar que tenían un espía dentro, por descabellada que fuera la idea: todos los que estaban al tanto del plan de contraataque habían sufrido de primera mano la agresión de la Armada Carmesí o alguno de sus afiliados.

Pero esa mañana, cuando se dirigió a la sala de juntas, Rafael la abordó enseguida, con una grabación ya puesta sobre la mesa, lista para reproducirse. Rafael pulsó un botón en el tablero y la grabación de una llamada de Nora Vera, con hora de las 6:00 AM de ese mismo día empezó a correr: al parecer, tres agentes habían salido de Xalapa a Puebla para abrir una brecha que les permitiera ir por provisiones sin morir en el intento. Entre ellos, se encontraba el examinador de la Prueba Dorada, Keith May.

Violet no pudo reprimir su sonrisa.

— ¿Entonces llegan hoy mismo? - Preguntó ella, mirando fijo a Rafael, cuyas ojeras medían casi tanto como sus ojos.

Él asintió, tambaleándose un poco al dejar de recargarse sobre la mesa. Violet le sugirió que fuera a dormir un rato: ella lo relevaría por si llegaba algún otro mensaje. Aunque al principio se negó, terminó tomándole la palabra. Con una energía que no sabía que tenía, Violet se sentó en donde estaba Rafael antes de que ella llegara. Decidió llamar a Tristán de una vez: ahora tenía más esperanzas de no morir de hambre ahí adentro.

Tenebra terminó hablando dos horas después de la primera visita.

Rogando que le dieran un poco de agua primero, accedió a contarles lo que sabía, pero Amelia se negó, exigiéndole respuestas antes. Tenebra terminó aceptando tan pronto como vio a su interlocutora darle la espalda, lista para abandonar la sala. Tras hacerle creer que la iba a dejar ahí una hora más, Tenebra gritó algo que le llamó la atención a Amelia: Nakamura estaba con Arze.

Tras captar su atención y la de Alyssa, la prisionera siguió hablando: poco antes del ataque, los días previos al ataque en Xalapa, Arze había reunido a un buen número de ex-agentes de Alba Dorada y demás prisioneros fugados de la Prisión Vertical para explicarles de qué iba el asunto.

En un lugar de Xalapa que Tenebra no sabría reconocer, Arze reunión al viejo Triunvirato, compuesto por Ruth Beckett, Rose Valdez y Gwen Marie, junto a Niambi, Nakamura y ella misma, el Triskelion. Las seis formaban parte importante de los planes de Arze: las Triskelion viajarían a Xalapa para enfrentarse a Kai y a sus agentes en el campus donde estudiaban. Con algo de suerte, los matarían a todos sin encontrar mucha resistencia.

El viejo Triunvirato, por su parte, cumpliría algunas misiones por separado. Por lo que Tenebra sabía, Gwen había sido enviada a dirigir las fuerzas que asediaban la Ciudad Dorada; Valdez viajó al sureste para comandar a lo que quedaba de los malasangres originales y a un batallón de la Armada. Beckett, por su parte, iba a infiltrarse en La Ciudad para sabotear los posibles esfuerzos de Base Uno.

Por supuesto, no eran las únicas: otros criminales afines a Arze también participaban, como el que dirigió a los chaquetas rojas en la toma de Coatzacoalcos, los que estaban saqueando Poza Rica y Tampico, o los tenientes que rodeaban la capital con sus respectivos hombres. Eso sin contar, por supuesto, la base que tenía la Armada en Oaxaca, en territorio independiente, gobernado por el sistema de usos y costumbres, más allá de la mano de la federación. Ellos y otros caudillos de la Armada Carmesí eran de hecho, más numerosos que Tenebra y sus amigas, pero poco o nada le importaban a Amelia: ella siguió preguntando por las amenazas conocidas.

— Eh... Helio Soto - Articuló Tenebra - Helio Soto está en Campeche con un grupo de chaquetas rojas. Por favor... suéltenme un momento - Suplicó Tenebra, todavía colgando de cabeza - Por favor...

Amelia la ignoró, preguntando ahora por Noah Nakamura: la pequeña traidora había sido atrapada después de que Caleidoscopio averiguase dónde se escondía Kai. Fue la primera del Triskelion en llegar al campamento de Arze: al parecer, el revolucionario (más bien, terrorista) sabía muy bien del apego emocional que alguna vez le tuvo Kai, por lo que insistía en tenerla consigo casi todo el tiempo. Según lo que sabía Tenebra, con el pasar de las semanas, Noah terminó hablándole de Niambi y de ella, por lo que Arze decidió planificar la fuga masiva de la Prisión Vertical.

Lo peor había venido entonces, con los planes para atacar la mitad de las ciudades del país en cuestión de horas: los tomó desprevenidos, asegurándose de que no supieran ni a dónde voltear. Alyssa reconoció que Arze había sido muy astuto al hacer eso: si hubiesen golpeado en un sitio a la vez, Alba Dorada habría podido repelerlos de uno en uno, pero al hacer tantos ataques con tan poco margen de tiempo entre uno y otro, Alba Dorada se paralizó, sufriendo importantes bajas antes de saber por dónde estaba siendo golpeado.

Y por eso habían acabado así.

— ¿Sabes dónde están Niambi y Noah? - Le preguntó finalmente a Tenebra, quien todavía colgaba de cabeza y no había bebido ni una gota.

— No lo sé - Jadeó ella - Nos separamos cuando pudimos escapar de los cadetes en Xalapa. Por favor, déjenme...

Amelia cogió una pequeña herramienta de descargas eléctricas y se la clavó a Tenebra a la altura del abdomen, haciéndola retorcerse un poco.

— ¡No lo sé, por favor! - Chilló Tenebra.

— Ame, por favor, ella... - Suplicó Alyssa, pero su amiga no se detuvo ahí, apretando aún más.

Después de unos segundos, apagó el aparato y, haciendo el ademán de volver a clavárselo a Tenebra, ella se retorció medio segundo antes de que hiciera contacto, abriendo la boca para hablar:

— ¡Noah se escapó! - Aseguró ella, totalmente dispuesta a delatar a sus compañeras - ¡Niambi debe haber ido a la capital! Siempre se esconde en donde más segura se siente. Yo, por favor... por favor, ya les dije todo.

Alyssa no se atrevió ni a respirar más fuerte de lo normal, en estado de shock, pues nunca había visto a Amelia actuar de ese modo

— ¿Cada cuánto hay rotaciones entre guardia y guardia para los que están asediando la Ciudad Dorada? - Preguntó Amelia.

— Yo no lo sé - Jadeó Tenebra - Eso es trabajo de Gwen, yo no...

Amelia volvió a encender la herramienta eléctrica, a lo que Tenebra chilló de nuevo.

— Si no me mintieras, ya habríamos acabado - Le aseguró Amelia - Dímelo y podrás descansar. Miénteme y vas a desear que no te hayamos cogido viva.

Al final, y para horror de Alyssa, les terminó confesando los días y horas en los que podrían entrar y salir sin ser atrapados: con esta información en las manos, el equipo de Kai podría colarse a la Ciudad Dorada sin que les cortaran el cuello, pero no acababa ahí. Amelia iba a darle comida y agua: incluso la dejaría dormir un poco, pero después, le pondría un mapa de la capital enfrente: si no le marcaba las ubicaciones de cada equipo de chaquetas rojas y la cantidad aproximada, tendrían que volver a las negociaciones hostiles.

Por ahora, ya tenían lo que querían.

Por ahora...

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