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12. Caída

La misión que les asignaron no fue poca cosa: tan pronto como Kai y sus amigos hicieron acto de presencia en la sala de mando de la Ciudad Dorada, Rafael y los demás élites organizaron un concejo de guerra urgente a primera hora de la mañana. Necesitaban ponerse al día y, más importante, tenían que cuadrar los planes para romper el bloqueo.

— Les prometo que la ayuda viene en camino - Garantizó Lalo, barriendo la mano por encima de la mesa de juntas mientras le sostenía la mirada a Rafael, quien, de brazos cruzados, observaba atentamente a la tríada frente a él.

— A ti te conozco - Apuntó con la mirada a Keith - Eras uno de los evaluadores de las pruebas.

Keith se encogió de hombros.

— Resulta que me ascendieron. Ahora me dedico a matar malasangres.

— Y a desvalijar tiendas - Murmuró Kai por lo bajo.

— Lo importantes es... - Arrebató la palabra Lalo - Conseguimos establecer una ruta segura para ir y venir de aquí sin ser detectados - Les explicó.

— El día del contraataque, vamos a usar un pequeño juguete aquí: va a emitir un pulso que apagará cada dispositivo electrónico durante unas horas para que la Armada no pueda comunicarse entre sí. El problema será que nosotros tampoco tendremos manera de comunicarnos entre nosotros - Les hizo saber Rafael.

— Nosotros conseguimos información sobre las horas de guardia de los chaquetas rojas - Comentó Violet, emocionada por contribuir a la conversación - Alyssa Pendragon y Amelia Hardeen consiguieron sonsacársela a una agente de Arze. Se llamaba "Tenebra", creo.

A Kai se le erizaron los vellos de la nuca al oír ese nombre. ¿No ella estaba presa en Xalapa? ¿Cómo escapó tan deprisa? ¿Estaban bien sus amigos allá? Por un instante, se vio tentado a llamarlos para verificar, pero enseguida, se convenció de no hacerlo: se supone que estaba muerto para cualquiera en Xalapa (a excepción de Toph, probablemente).

Para cuando su atención volvió a la mesa de juntas, el tema había avanzado bastante como para perderlo en medio de la conversación: frente a él, un chico flacucho de nombre "Tristán" estaba apurado tecleando cosas en una tableta para que aparecieran un montón de perfiles sobre la pantalla en la pared detrás de Kai.

— Estos son los criminales activos que podrían estar en las filas de la Armada - Señaló Tristán - Bueno, son los más famosos. Evidentemente hay muchos más, pero... - Balbuceó el chico, visiblemente nervioso - El caso es, en la mayoría de los casos, no sabemos si se encuentran en la capital, en Xalapa, el sur o en Puebla.

— El norte ya fue asegurado por el jefe Saucedo, ¿no? - Preguntó Keri Cáceres, apuntando con el dedo a la zona desértica del país.

— Y el oeste está siendo pacificado por lo que quedó de la milicia - Añadió Mariela Rojas, la otra élite que seguía con vida.

— No olviden que las fuerzas de la coalición cayeron en Campeche la tarde de ayer - Apuntó Tristán - Los informes dicen que Rose Valdez, la líder original de los malasangres, fue quien asesinó a la totalidad del regimiento.

A Kai y a sus amigos se les erizó la piel. ¿No Lucy estaba en Campeche? Antes de poder abrir la boca, Tristán reprodujo un video en la pantalla a espaldas de Kai: era precisamente Lucy, hablando a través de su comunicador mientras sus datos aparecían en pantalla. El mensaje había sido grabado hacía menos de media hora, en plena madrugada.

"Nos superaban en número", les contaba Lucy en la grabación: "por cada uno de nosotros había ocho de ellos. Nos rodearon y esperaron a que avanzáramos un par de calles. Hicieron lo mismo que en Coatzacoalcos. Mataron a todos excepto a mí y al Muerto, pero deben haberlo capturado. Si Valdez de verdad es la que manda aquí, ya le deben haber dado un tiro en la frente".

A continuación, Lucy dio otros detalles respecto a que consiguió volver a su rancho y que pensaba dirigirse a La Ciudad, lo que le dio un respiro a Lalo, Keith y Kai, quienes por unos segundos la creyeron muerta.

Tras escuchar la grabación, Tristán empezó a destacar las fichas técnicas de varios posibles tenientes de Arze: Kai reconoció a algunos, entre ellos Sak, el traficante de personas, Caleidoscopio, a quien ya se había enfrentado antes, Nathan, alias "El Cazador", entre otros malasangres infames. Pero también estaban ahí las caras de Niambi Shefet y Noah Nakamura.

— Noah... - Murmuró para sí Kai.

— ¿La conoces? - Preguntó Rafael.

— Estudiamos juntas - Añadió Violet, fijándose en su perfil - No pensé que acabaría así.

— No era una mala persona - Confirmó Kai - Solamente tomó algunas malas decisiones... confió en las personas equivocadas... la engañaron y cuando se dio cuenta, era mucho más fácil seguir adelante que echarse para atrás.

Keith lo miró atentamente: de todos los presentes, era quien mejor conocía su historia con Noah, pero decidió callárselo. No era el momento para sacarle los trapos al sol a Kai.

— ¿Dices que podría ser teniente de Arze? No me sorprende, teniendo en cuenta que perteneció a Alba Dorada antes.

Rafael dijo algo sobre la importancia de neutralizarla así como habían hecho ya con Tenebra. Sin embargo, Kai no estaba prestándole atención, de nuevo. Su mente volvió a la junta cuando recién empezaban a hablar del plan de contraataque. Keith no dejaba de mirarlo. Ambos eran conscientes de que tendrían una de esas charlas "de hombre a hombre" cuando terminara la junta. Eso hizo a Kai desear que esta tediosa sesión de planeación se postergara indefinidamente: no estaba de humor para abrirle sus sentimientos a su irritante amigo, por muy comprensivo que fuera al respecto.

Pronto, la reunión terminó y, mientras Lalo se quedaba junto a Tristán para afinar un par de detalles estratégicos, Keith y Kai caminaron juntos hasta detenerse frente a un balcón de esa misma torre.

Ambos pensaban lo mismo: antes, uno de ellos se había mostrado débil frente a un ser querido, favoreciéndola y solapando sus errores, ignorando y encubriendo los indicios de su inminente traición. En cuanto Rose Valdez tuvo la oportunidad, hizo pedazos al Muerto, no una, sino dos veces. Kai no tenía que ser muy avispado para saber que su amigo estaba a punto de sermonearlo.

Keith, quien destapó la última cerveza de las que había robado a lo largo del camino, le pegó un trago que vació la mitad de la botella de un sentón, volteó a verlo.

— Sabes que debiste resolver el asunto de Noah hace años, cuando aún podías - Le recriminó Keith.

— No tienes que recordármelo, yo...

— Tengo que. Por lo que sé, mataron a Fernando y él siempre le perdonó de todo a Noah. ¿Quieres correr la misma suerte?

Kai enmudeció.

— Tuve mucho tiempo libre cuando me mandaron a entrenar idiotas en la Academia - Le contó a Kai - Leía cada uno de los informes de misiones que llegaban. Noah colaboró con una ninja con luces gamer y la ayudó a encontrarte. No olvides que tus amiguitos de Xalapa estuvieron en riesgo por su culpa.

No podía argumentar nada contra eso: era verdad y Kai no tenía como maquillarlo. Durante mucho tiempo, se había negado a tomar acciones contra Noah. En el fondo, quería creer que de repente, ella un día intentaría hacer lo correcto.

— Siento que fue mi culpa que Noah sea lo que es ahora. Yo le llené la cabeza con ideales heroicos. La quise sobreproteger y un día, descubrió que había un mundo más allá de lo que yo estaba dispuesto a mostrarle.

— Y se alejó de ti.

— Todos habríamos hecho lo mismo - Suspiró Kai, recargándose en la baranda del balcón, mirando en dirección al suelo.

Keith iba a decir algo más, pero al imitar a Kai y asomarse al suelo, vio algo que no le cuadraba. Un par de hombres vestidos de rojo, armados y arrojando un par de granadas frente a ellos ensuciaban la escena: los pocos agentes que se habían dado cuenta empuñaban sus muñequeras, si es que las tenían a la mano, y solo entonces, sonó la alarma al interior de la Ciudad Dorada.

— ¡Penetraron las defensas! - Chilló Mariela Rojas, quien acababa de entrar a la sala de juntas.

— Lo sabemos - Respondió Kai, sacando una pistola de su funda: su muñequera estaba descargada y ni siquiera tenía su uniforme puesto, pero eso poco importaba. Esos malnacidos habían conseguido entrar y, si no los mataban pronto, la Ciudad Dorada no viviría lo suficiente para ayudar en el contraataque.

Keith no tardó en conseguirse un par de escopetas, echándose una a la espalda mientras empuñaba la segunda. Lalo y Tristán se quedaron en la mesa de juntas, emitiendo órdenes y tratando de buscar alguna imagen decente del área invadida para coordinar una respuesta decente.

Junto a Keith y Kai, Rafael y Violet se dirigieron al ascensor más cercano. A través de sus respectivos audífonos, cada uno pudo escuchar las voces de Tristán y Lalo, indicándoles que alrededor de una docena de malasangres se habían colado por los almacenes, justo en la zona de la que habían salido Kai y sus amigos al llegar.

Al abrirse las puertas del ascensor, Keith disparó una carga de escopeta, acertándole en el pecho a un malasangre que justo pretendía abordarlo. Kai siguió su ejemplo y consiguió darle a otro antes de que pudiera alzar su cañón para apuntarle.

— Esto no son los almacenes - Se quejó Rafael - Y no son una docena.

La observación era acertada: al menos el triple de carmesíes de los que anunció Tristán habían penetrado al interior de la Ciudad Dorada. Aunque había un pequeño número de agentes caídos, la gran mayoría había conseguido repeler el ataque, resistiendo en sus posiciones, intentando recuperar terreno metro a metro. Con todo y esto, aún no sabían quién lideraba aquella incursión.

Eso no detuvo a Keith, quien rápidamente se abrió paso a escopetazos: un malasangre armado con un par de cuchillos le saltó encima a Violet, derribándola mientras medía sus fuerzas contra ella, tratando de clavarle la punta de sus armas en el pecho. Rafael de repente se vio rodeado de carmesíes, impidiéndole acudir en socorro de su compañera.

Kai le dio un cachazo al soldado carmesí más cercano con su muñequera y justo después, le dio un puñetazo en la nuca al malasangre que se le había tirado encima a Violet, haciéndolo a un lado de una patada cuanto antes. Violet se arrastró en el suelo para alejarse de él y Kai, sin pensarlo dos veces, cogió uno de sus cuchillos y lo clavó a la altura del corazón de aquél sujeto.

— ¿Estás bien, niña?

Anonadada, Violet asintió. Levantarse solo le tomaría un par de segundos más, pero Kai no se quedó a tenderle la mano, pues enseguida, se dirigió hacia los carmesíes que rodeaban a Rafael. Pronto, la voz de Tristán les sopló al oído nueva información: "al parecer, Gwen Marie dirige el ataque. Estoy viendo las cámaras y ella está detrás de unos cuántos soldados carmesíes".

Keith buscó a Kai con la mirada. Él se había quedado frío.

— Parece que todos quieren matarte, amigo - Se burló Keith - Anda, vamos por ella.

Kai asintió. Ambos avanzaron, dejando atrás a Rafael y Violet junto con el grueso de los combatientes. Ocasionalmente, uno de los dos le daba un tiro al primer soldado carmesí que se les cruzara, pero la mayoría no parecía especialmente interesada en enfrentarlos. Cuando llegaron al área de los almacenes, Kai pudo ver a un par de ellos cubriendo la salida de una alcantarilla, de donde ocasionalmente salían más de ellos, de uno en uno.

— ¿Tienes granadas? - Preguntó Keith.

Kai negó con la cabeza.

— Bueno, esto servirá - Se encogió de hombros su amigo, quitándole el seguro a la última que cargaba para aventarla directo al agujero que daba a las alcantarillas.

Antes de que Kai pudiese reclamarle, se escuchó el estallido, brevemente precedido por varios gritos de sorpresa. Un soldado carmesí corrió hacia donde ellos se encontraban, tratando de salir del área de impacto y Kai lo hizo caer de un disparo en la pierna para después rematarlo.

— Creo que ahora podemos rematarlos - Sugirió Keith, dejando caer la primera escopeta, ya sin carga. Kai recargó su pistola y ambos avanzaron al lugar de la explosión, donde había varios soldados carmesíes aturdidos y unos cuántos más, con severas heridas. Kai empezó a dispararles en la cabeza de uno en uno: era un destino mejor a que agonizaran por horas.

Uno de ellos quiso oponer resistencia, pero Keith le dio en la cara antes de que pudiese reaccionar. Cuando llegaron a donde debía estar Gwen oculta, un carmesí soltó su arma en señal de rendición.

— Camina en esa dirección con las manos en alto y reza por que no te maten - Le ordenó Kai. El chico obedeció, aterrado, apresurándose a salir de su vista.

— ¿María? - Alzó la voz Keith, burlonamente - Llena eres de gracia y todo eso pero... ¿quieres rendirte o tendré que hacerte picadillo?

"¿Cómo es que no te han arrestado por crímenes de guerra?", le reclamó Kai para sus adentros. Aún así, fue él quien pateó la puerta tras la que Gwen se escondía. Adentro, había una chica bajita y algo subida de peso con un chaleco antibalas con adornos rojizos intentando teclear rápidamente un mensaje, pero, cuando se abrió la puerta, emitió un agudo chillido, soltando el teléfono que tenía en sus manos.

Rápidamente, Kai le disparó al teléfono un par de veces, asegurándose de dejarlo inutilizable. No iba a cometer otra vez el mismo error con Gwen. Ella se echó para atrás, buscando a toda prisa cualquier arma que pudiese usar para defenderse, pero fue en vano: en ese almacén tan sólo habían cajas de comida.

— No la mates - Le ordenó Kai a su amigo, que ya estaba a punto de restregarle el cañón de su escopeta en las narices - Habrá que interrogarla.

De mala gana, Keith le hizo caso, encendiendo su micrófono para avisarle a Tristán y a Lalo que habían atrapado a la líder. Lejos de los almacenes, la refriega ya casi había terminado.

Ezra había decidido que Gwen era demasiado peligrosa para dejarla libre: si intentaban mantenerla prisionera y esperar a darle un juicio justo para después de ganar la guerra (si la ganaban), era confiar mucho en la suerte.

Por lo mismo, y cambiando un poco los planes que tenían para Kai y sus amigos, los tres marcharon a Coatzacoalcos en cuanto cayó la noche, aprovechándose del cambio de guardia de los carmesíes. Según lo que Gwen les había dicho en la sala de interrogatorios de la Ciudad Dorada, actuó sin permiso de sus superiores: esperaban aprovecharse de que algunos se habían colado poco antes para capturarlos y atribuirse el mérito. Ni siquiera le informaron a sus superiores.

Para cuando salieron los primeros rayos de sol, el grupo ya estaba aproximándose a Coatzacoalcos, donde Ezra y un gran número de hombres descansaban después de haber purgado la ciudad.

Desgraciadamente, en opinión de Ezra, llegaron tarde para defenderla.

Cuando por fin, la tríada de agentes y su prisionera se abrieron paso por el malecón hasta llegar a donde se encontraban Ezra y algunos lugartenientes, Kai pudo ver cómo se estaban terminando de llevar los cuerpos: muchos de ellos eran de agentes del Alba Dorada. Por fin les darían sepultura, o cremarían sus restos al menos. Lo que sea sería mejor que dejarlos pudrirse.

Tan pronto como bajaron de la camioneta, un par de cadetes de la academia se llevaron a Gwen, donde esperaría a la hora de su ejecución. Por mientras, Ezra quería hablar con Kai.

— Supongo que será una menos - Le dijo Ezra a Kai - Aunque no me alegra tener que matar a nadie.

— Lo sé.

— Tengo una pregunta que hacerte - Le dijo Ezra a su amigo, mientras ambos caminaban a lo largo del malecón.

Kai aguardó pacientemente a que su amigo continuase.

— ¿Siempre fue así de duro? Me refiero a, bueno, dirigir Alba Dorada. Es decir, ahora Nora hace la mitad del trabajo, pero...

— Era mucho más sencillo antes - Reconoció Kai - Éramos solo unos cuántos mocosos jugando a los justicieros, ¿sabes? Cuando tú te uniste, al menos estábamos mucho más organizados que ahora. La verdad, siento que te cargué con muchas responsabilidades que tal vez tú no querías asumir.

Ezra se encogió de hombros, pero inmediatamente después, decidió expresar lo que pensaba al respecto:

— Sinceramente, muchas veces no puedo evitar preguntarme qué me viste de especial para ser tu sucesor. No soy suficientemente fuerte, ni valiente... seguido me colapso cuando nadie me ve, porque pienso que no voy a poder lograrlo. Si me equivoco, más de mis cadetes podrían morirse. Si huyo, los matarán a todos. Kai, yo no...

No lo dejó terminar: sin pensarlo racionalmente, Kai se lanzó a abrazar a su amigo, a quien durante años consideró como un hermano menor: había sido injusto de su parte. Ezra no era un hermanito pequeño de quién cuidar. Era un igual y, aunque no supiera verlo, era incluso más fuerte y sabio de lo que Kai había sido en su momento. Podría llegar a ser mucho mejor de lo que sería él.

— No tienes que cargar con esto tú solo. Ni siquiera tienes que cargar con esto en absoluto si no quieres. Puedes hablarlo con Nora y alguien más te tomará el relevo en cuanto lo necesites. Yo... fui estúpido al pensar que podrías hacerlo sin quebrarte. Yo no pude. Perdóname, Ezra. Vi tu potencial y asumí que eras la persona invencible que veo en ti.

Ezra se quedó callado. Kai no se esperaba soltarle eso tan de repente y él no esperaba escucharlo.

—  No lo dices en serio - Le restó importancia Ezra.

— Lo digo en serio. Eres nuestro futuro, si es que escoges ese camino. Si no, no tienes que pelear. No es tu lucha, después de todo.

Ezra negó con la cabeza.

— Será mi lucha. Nuestra lucha, hermano.

Esa mañana, al clamor de la rabiosa multitud, conformada principalmente por cadetes y habitantes de aquella ciudad portuaria, acompañada por vientos y tambores, un pelotón de fusilamiento cargó sus armas, apuntándole directamente a la que antaño fue una de las tres heraldos del Triunvirato, que alguna vez puso en jaque La Ciudad. Ahora, sería la primera en morir en esta guerra y su sangre apenas empezaría a pagar las incontables vidas sacrificadas por defender la causa.

Keith y Lalo habían ayudado a sepultar algunos cuerpos y a cremar otros tantos. Para la hora de la ejecución, Tom y Kris Ta, dos pequeños conocidos de Kai, se lo encontraron entre las filas de los agentes dorados que presenciaban la ejecución. Él abrazó a Tom y saludó a su novia sin tanta ceremonia: Kris Ta y Kai habían sido engañados por Gwen en su momento. Había jugado con las mentes de ambos, les sacó provecho y después, logró deshacerse de ellos.

Hoy, con redobles de tambores a ambos lados, Gwen Marie estaba de pie, dándole la espalda al pelotón de fusilamiento, cuyos hermanos, hermanas, primos, amigos y conocidos habían muerto peleando por defender Coatzacoalcos de la marea carmesí. Ninguno de ellos sentiría remordimiento por participar en dicha ejecución.

Kris Ta volteó a ver a Kai para no tener que presenciar el momento justo en el que le dispararan a la que otrora fue su amiga, pero, cuando callaron los tambores y Ezra dio la orden, la chica pudo notar que Kai cerró los ojos.

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