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Capítulo 2


A veces cuando recuerdo mi yo de 17 años quiero golpearme, luego río, porque, por todo lo santo, ¿en serio creí aquel sueño?

Mi yo de 17 era muy ingenua verdaderamente. Aunque bueno...

Muchas cosas pasaron como lo soñé, aquello que propuso Jungkook, la pelea con mamá, esa fue la última vez que la vi.

¿Me habrá buscado todo este tiempo?

Jungkook ¿Habrá conocido a mi prima Hana?

Sacudí mi cabeza alejando todo aquello, había pasado unos años terribles, años en los que pasé hambre, necesidad, frío, lloré. Lloré mucho, pero de algo estoy segura, si volviera el tiempo atrás, lo volvería a hacer.

Volvería a escapar de casa, no podía pasar más tiempo con mi madre, no de esa forma.

-Un Americano por favor

-En un segundo- tomé la orden del señor y lo entregué al chico que prepara los cafés para luego tomar una de las galletas que debía entregar de cortesía por el día de hoy.

-Yo no pedí esto.

-Oh, no señor. Son de...

-¡Llévatelas! La juventud de ahora quieren vender a toda costa. Creen...

-Son de cortesía señor- apreté los labios y luego los mordí conteniendo mis impulsos.

-Niña mal educada- arrebató las galletas de mi mano y le regalé una sonrisa forzada antes de que se marchara.

-Jimin, iré a fumar un momento- el rubio asintió con algo de pena y me adentré por el pasillo hasta dar con la puerta trasera, encendí el cigarrillo hasta quedar embelesada con el humo.

Calé nuevamente y sentí el dulce olor de la vainilla tomar control de mi.

Cuando llegué a Inchon el no vivía aquí. No se si nací estupida o los golpes de mamá me dejaron así. El punto es... que no pude hacer más que tratar de conseguir empleo.

Casi un año después una señora me encontró durmiendo una banca ya que no tenía para pagar un motel esa noche, me llevó a su casa y alimentó.

Hacen 3 años de eso, así que ahora que su único hijo y sustento había muerto, ella no tenías nadie más que a mi. Me había cuidado y tratado como una hija. No iba a darle la espalda, así tuviera que aguantar personas cómo estás, ricos mal educados que creen que porque puedan pagar un dólar por un café tienen derecho a gritarte de esa manera.

Mi segundo trabajo es aún peor, pero a veces no tanto trabajo por las noches en un bar, el dueño es super buena onda, me deja salir temprano si la señora Bang se siente mal, me cuida de los borrachos que intentan propasarse y los veta del lugar. Aveces me acompaña a casa luego de cerrar.

-Ya regresé- me adentré tras el mostrador, Jimin atendía y cobraba a los clientes pero no se quejaba, él nunca lo hacía. Supongo que aquel carácter humilde se debe a haber nacido y crecido en un entorno de amor.

Estudia en la universidad, artes escénicas, por las tardes, y trabaja en las mañanas para aprender sobre responsabilidad, eso dijeron sus padres, yo lo hago para comer y comprar los medicamentos de la señora Bang.

Desperecé antes de comenzar nuevamente con mi trabajo, sonrisas fingidas, y educación aunque no sea devuelta. Cuando nuestro turno acabó me sentí morir. Me dolían los pies, la punta de los cabellos también.

Desperezaba mientras caminaba hasta el bar, mi turno acababa a las 4 a diferencia del de Jimin que acaba a las 1, así que debía ir directamente al bar para comenzar a organizar las mesas, limpiar los baños y barrer el local.

El dueño, un señor de unos 50 años, el Señor Song, vive arriba, así que solo debo tocar para que lance la llave y poner manos a la obra.

Siempre inicio con lo más difícil, los baños. Horribles y asquerosos baños, orina en el piso, pared y tapa del inodoro, papel en los mismos lugares cuando hay un lugar específico para él. Tabaco masticado, goma de mascar.

Asco, a veces condones usados, como ahora. Aquí no suelen venir mujeres, así que eso solo deja una opción, al menos se cuidan.

Terminé ahí y me saqué el pañuelo de la nariz, los guantes y el cubrebocas, comencé a barrer la tarima donde solían cantar las bandas cuando el señor Song era más joven y que ahora no es más que un adorno. Luego fui a despolvar las mesas y por último saqué la basura.

Antes de lo pensado ya el bar había comenzado a llenarse de chicos, a pesar de que suele ser poco concurrido hoy parece ser el bar más popular de toda la zona.

-¿Porqué tantos clientes?- inquirí al barman en una de mis idas a buscar tragos para los clientes.

-Son de una misma oficina, al parecer tenían una reunión cerca de aquí y vivieron a este bar. Son de Seúl.

-Suerte para nosotros. Espero que dejen buena propina- sonreí y tomé la bandeja
-Aquí están sus tragos, Cerveza- lo entregué al joven frente a mí, -Wiskhy- el alto y refinado señor lo tomó

-Las dos suaves son para las niñitas de aquella mesa- reí por lo dicho y me encaminé a la mencionada, sería la siguiente en atender de todos modos.

Apenas me acerqué me quedé helada por aquello, era él.

Su pelo castaño, sus ojos tiernos y sonrisa amable, su característico traje de negocios y esa aura maravillosa que lo rodea. Jung Hoseok, mi sueño, estaba frente a mí.

-Suni- mi vista se desvió solo un momento, uno en el que me percaté de algo más.

-Jungkook




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