=Terry Jones=
La mañana pasó demasiado tranquila para los estudiantes de la Preparatoria Blueberry, incluyendo a Lucy y Daniel quienes no se habían cruzado en todo lo que iba del día.
Bueno... Tampoco era que se la pasaran pegaditos como papel y plasticola, pero siempre solían aprovechar los pequeños recesos, las horas libres e incluso el tiempo del almuerzo para saludarse e intercambiar algún que otro te amo.
Ahhh, sí... El amor es hermoso, ¿verdad?
Sientes mariposas en tu estómago cada vez que ves a la persona que más aprecias, no puedes evitar sonreír como idiota si hace algo lindo por ti. Y crees que estás en el bendito paraíso donde nada puede salir mal.
Pero como toda historia romántica cliché tiene su parte dramática, me encargaré de que esta no sea la excepción.
La preparatoria, en especial la Blueberry, es mayormente conocida por las alocadas y divertidas fiestas que suelen organizar algunos alumnos del último año. Ya saben a lo que me refiero, deportistas, porristas, populares artistas, populares músicos, populares, populares, populares.
¿Y por qué alocadas?
No lo sé.
¿A qué te suena una fiesta alocada?
Drogas, alcohol, sexo, música para perrear intensamente toda la noche.
¿Qué le veía de genial la gente a esas babosadas?
Pues tampoco sé.
Y nuestro queridísimo Daniel Brown tampoco.
Ahora mismo está con el ceño fruncido y la boca medio torcida, escuchando vagamente todos los beneficios que, según su amigo, le traería volver a la vida fiestera y despreocupada que solía tener el antiguo Daniel Brown. Ese que fue mucho antes de conocer a Lucy.
Pov Daniel
—Inténtalo cuantas veces quieras, bro. Jamás me convencerás de que vaya.
—¡Vamos hermano! —oigo bufidos y quejas por parte de Terry Jones, el capitán del equipo de natación—. Sólo será una vez, luego podrás volver a tu aburridísima vida de novio ejemplar y hacer esas babosadas que hace la gente enamorada, pero te lo ruego, vamos a la fiesta.
¡Agh, ya basta! Odio demasiado que haga eso, es mi amigo y lo quiero, pero debe entender que no es no. Y ahora está poniendo sus ojos de perrito triste para convencerme. Hoy no, perra.
No entiendo cómo es que Terry soporta pasar horas y horas en esos lugares sin aire, llenos de gente apretujada que apenas pasas y te andan manoseando todito, donde cada dos por tres ves parejitas comiéndose -no besándose mijo, eso ya no existe- sin pudor alguno.
Iug, gracias pero no gracias.
Prefiero pasar toda la noche con mi hermosa Lucy, viendo las películas animadas que a ella tanto le gustan y comiendo palomitas. No me importaría volver a llorar viendo Coco o morirme de la risa mientras veo Rango.
Si estoy con Lucy soy capaz de convertirme nuevamente en un pequeño niño feliz y travieso, que ama jugar con barcos de papel y mirar aves a través de la ventana.
Sí. Esa era una verdadera fiesta.
—Te agradezco la invitación, Terry, pero... le prometí a mamá que la ayudaría en casa esta noche. Ya sabes... ha estado muy ocupada en el hospital últimamente y quisiera que cuando llegue en la mañana pueda darse una ducha y dormir todo lo que pueda, sin preocuparse de los platos sucios del fregadero.
A pesar de que su primera expresión fue de rotunda decepción, inmediatamente cambia a una más calmada y comprensiva; él sabe muy bien que mi madre es soltera y trabaja turnos dobles para mantenernos alimentados. Es una gran mujer.
Siento cómo mi amigo palmea mi espalda levemente y me regala una sonrisa ladina.
La verdad es que me da un poco de pena ya que soy su único conocido cercano que podría acompañarlo a lugares con diversión asegurada. A veces me encantaría que consiguiera a alguien para que sea su compañero cuando yo no esté.
—No te preocupes por mí, bro —se acomoda la mochila en su hombro y lanza un profundo suspiro—. Mi hermana regresó hace poco de Nueva York con mi padre, así que quizá vaya conmigo a la fiesta.
—¿Sarah regresó? —pregunto atónito. A esa pequeña no la he visto desde hace un par de años—. Creí que el trato era que volvería para comenzar la universidad.
Terry ríe y baja su cabeza.
—Sí, bueno. Digamos que ya no iba a poder soportar un año más lejos de ella, ni ella de mí —rasca su cabeza en un movimiento veloz—. Leí por ahí que tener a dos mellizos alejados el uno del otro por mucho tiempo no es bueno, así que está bien por mí.
Me limito a sonreír cuando Terry ríe al hablar de su hermana como si fuese lo más preciado en su vida.
Cuando me despido de él para la hora del almuerzo, siento algo de nostalgia al notar cómo pasaron los años.
Recuerdo que era muy pequeño cuando mi madre y yo conocimos a los Jones. Apenas se habían mudado al vecindario, fuimos a su casa y nos recibieron como si fuésemos de la familia. Ahí conocí a los mellizos Sarah y Terry, eran bastante... peculiares. Él era muy tranquilo y agradable, se la pasaba calladito sin molestar a nadie, nunca salía a jugar afuera conmigo porque decía odiar la tierra. En cambio Sarah era totalmente lo opuesto. Ella corría, gritaba, se quejaba por todo, siempre le encontraba el lado negativo a las cosas y se revolcaba en el lodo; los hijos de los Jones no eran para nada como los típicos estereotipos del niño que juega a la pelota y la niña delicada que peina a sus muñecas.
Y eso me fascinaba de sobremanera.
Luego Sarah tuvo que irse con su padre por una oportunidad que se le presentó en el trabajo, quedándose Terry aquí con su mamá.
Ellos pasaron tantos años separados que ni yo me imagino en la misma situación. Porque una relación a distancia no tiene el mismo valor que sí existe en una donde ves seguido a quien más amas.
Con esa idea en mente, doy media vuelta y doblo el pasillo que da a las escaleras, ahí las bajo para dirigirme al comedor; seguro mi niña me está esperando y no quiero tardar ni un segundo más para verla.
Lo sé, lo sé. A estas horas se me dio por actualizar pero he estado muy ocupada con el instituto y no tuve tiempo de hacer nada.
Espero disfrute el cap. la personita que aún lee esto jaja :3
¡LittleMeowMeow fuera!
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